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miércoles, 23 de agosto de 2023
"Meditaciones a partir de una mudanza" por Juan Gabriel Vásquez
lunes, 21 de agosto de 2023
Madeleine Peyroux
Suena Madeleine Peyroux, suave, tierna, sola. Extiende un rastro de melancolía afiladísimo. La música me convierte en un alma en pena, ya lo era, pero este aire nostálgico, quejumbroso, de voz arrastrada, me acongoja, me desguaza. Por la escalera de Hacienda sigue bajando gente sin mirada con papeles en la mano. No hay esperanza.
viernes, 18 de agosto de 2023
Soy tú contigo en alas
Algo tuyo hay en el monte. Algo aromático, inconsútil, etéreo. Algo hay, ¡ay!, que me oprime el pecho y me desangra. Algo tuyo hay en el monte, desde Benagéber hasta los Pirineos, algo que impregna el aire y lo convierte en palabra derramada. Cuando en el coche abandonábamos los Pirineos, tu volvías el rostro y decías, "pronto nos vemos", porque sabías que volveríamos, seguro, que la montaña era tu patria y nadie ni nada podría alejarte de ella. Algo aromático, inconsútil, etéreo, te asocia a ella:"Alta soy de mirar a las montañas", pervertías el verso de Miguel Hernández para hacerlo tuyo, para volverlo realidad, carne, aire, estribo, forma. Siento las treinta picaduras de tábanos, mosquitos y arañas como treinta virtudes de tu compañía. Me calmas la comezón con cremas y palabras, las siento en la piel, me alivias el veneno, me salvas. La sangre llega de lo alto, de las montañas, "siempre la claridad viene del cielo", tú lo sabes, yo también, y soy tú contigo en alas.
viernes, 11 de agosto de 2023
Dichosa edad aquella
Venturosa edad aquella en la que el viajero paraba en una venta o en una posada y le invitaban a la mesa por pura hospitalidad. Venturosa edad en la que se compartían las viandas, los pasteles y el manjar blanco sin conocer necesariamente al posadero o a los huéspedes. Dichosa edad dorada en la que a mitad de comida un caballero se levantaba y endilgaba a la concurrencia un discurso sobre las armas y las letras, sin cobrar por la conferencia ni estar adscrito a ninguna universidad. Dichosa también cuando se presentaban varios enamorados y allí mismo, por casualidad, concertaban sus relaciones y aclaraban sus desdenes. Venturosa edad en que las posaderas se ofrecían a los arrieros y la poca luz provocaba escenas amorosas de mucha risa y variados golpes. Dichosa edad dorada en la que los gigantes se convertían en cueros de vino después de haber sido vencidos y dichosas también aquellas tortillas de huevos no muy frescos que, al masticarlas, crujían entre los dientes (los huesecillos del embrión). Dichosas las pulgas de las camas y las chinches de las caballerías, los jergones de paja molida y el vino aguado. Dichosa edad aquella en la que, al amor de la lumbre, se leía en voz alta un libro de caballerías, mientras un escudero roncaba tras acabarse el vino de la bota. Dichosa Maritornes y todos cuantos vivieron aquellos tiempos que, aunque faltos de dientes y sobrados de aromas, comían con ansia y conversaban sin pausa.
lunes, 7 de agosto de 2023
Page y Paco Martínez Soria
miércoles, 2 de agosto de 2023
El pasado existe
El pasado sí existe, contradigo, entre otros, a T.S. Elliot, existe y ahoga. Se incrusta en el presente y no lo deja desenvolverse, le impide el movimiento, lo amordaza, lo destaza y apenas le permite respirar. El presente necesita aire, porque está vivo, porque se aleja de la muerte siempre que puede. Pero el pasado hace todo lo posible por quitarle la máscara de oxígeno, por devolverlo a la nada, al vacío, a la inexistencia. Me toco y gozo de mis dedos sobre la piel. Me toco, soy, siento, me muevo, alejo al pasado, estático, maldito, que me impide gozar de la experiencia del tacto, del placer, de la caricia. Detrás de ella, en el recuerdo, siempre hay otros dedos, otra piel, que ya no están, que solo existen en ese pasado ominoso, que vuelve una y otra vez para aniquilar los frutos de la sensualidad, los goces momentáneos del presente.
La brisa acaricia las hojas de los árboles, las hace bullir, entretenerse, balancearse en oleaje de tierra. Contemplo el paisaje y, por un momento, disfruto del presente, hasta que llega la voz del pasado, la imagen de un recuerdo de bosque mullido en el que ella y yo retozábamos. Todo se silencia, el viento, el rumor de las hojas, el murmullo de las cigarras, todo enmudece detrás de un sábado de agosto en lo alto de las montañas, de un martes de julio en la ribera de un río, de un jueves de septiembre en la trocha de un sendero. El presente está bien jodido. Nunca podrá separarse de esa mano que llega y aprieta con fuerza el cuello para impedirle gozar de los bienes terrenos. Sí, el pasado existe, solo para abochornar al presente, para apresar sus labios, su nariz y sus manos y susurrarle al oído: "No tienes derecho a ser, no lo tienes."
martes, 1 de agosto de 2023
Museo Nacional de Escultura de Valladolid
El Museo Nacional de Escultura de Valladolid es una rendición absoluta al tremendismo. La habilidad de los artistas del Siglo de Oro (Juan de Juni, Berruguete, Gregorio Fernández...) supieron plasmar con toda precisión lo que la Iglesia les pedía: trasladar el terror a la muerte a los feligreses, metérsela en el tuétano. Degollaciones, crucifixiones, amputaciones, incineraciones, heridas sangrantes, calaveras por doquier... Los gestos de los mártires transmiten una angustia horrorosa, hasta las imágenes de niños sirven para el mismo fin. Como culminación, un esqueleto a cuerpo entero, del que todavía no se ha desprendido la piel de pergamino, termina por revolverme las tripas. A ver quién se come ahora las mollejas de lechazo que tenía pendientes. Quien todavía dude de la calidad de la imaginería barroca o de que la Iglesia se aliimenta del pánico a la muerte y lo explota sin ningún pudor, que se pase por la iglesia de San Pablo: pavoroso.
miércoles, 26 de julio de 2023
La gente con libretillas
Caigo en el café "El Minuto" de Valladolid. Caigo y escribo una novela rápida, no, no un relato corto, sino una novela rápida en la que el protagonista se emborracha con el primer güisqui, mata al imbécil que tiene al lado, un tipo repelente con una libretilla como la mía, lo degüella y escapa sin apercibirse de que la policía municipal está en la puerta. ¡Qué ocasión, un asesinato! Eres un desgraciado, Pepe, no tienes ni siquiera la posibilidad de la huida. Te detiene una agente gordita a la que has atropellado en tu salida, también atropellada, En el juicio nada que alegar. En la cárcel, tampoco, te suicidas con la correa de un compañero. Una novela corta, sí. Aquí, el que más y el que menos te escribe una novela en un minuto (díselo a Máximo Huerta). Por cierto, no me caben descripciones, pero aquí las mesas sí que pueden ser lápidas, voy a palparlas antes de matar al hípster que ha aparecido antes (esto es un salto temporal, ¿os habéis dado cuenta, no?), no se puede pedir más en una novela de un minuto. Y del güisqui también respondo, los vinos no los reconozco, pero los güisquis añejos, sí. Por cierto, el único auténtico aquí es el dueño. Un mulato de ojos verdes que está hasta los cojones de la gente con libretillas.
jueves, 20 de julio de 2023
Cafeterías
Las cafeterías de siempre, esos lugares de encuentro, de investigación antropológica, de fauna ibérica. Dos señoras mayores que apenas pueden andar se piden unos anisetes, un matrimonio joven discute sobre los hijos, un señor calvo se rasca con mucha fruición los bajos antes de sentarse (¿ladillas?), chicos con coleta muy modernos piden tostas de quinoa, unas adolescentes se emocionan con los "Frappelatte", tres señores con bermudas se pelean por pagar, un mendigo (en la puerta) pide la voluntad con un vaso de cartón (¿dónde habrá dormido?). Se me acaba la cerveza y el calor sigue apretando. La Delegación de Hacienda no para de recibir gente. Los veo a través de la cristalera de la cafetería, una pecera en la que nadamos frescos mientras esperamos que nos vuelquen el plancton. No, seguramente, las mesas de esta cafetería no son lápidas del cementerio, ni siquiera parecen de mármol verdadero. También una mujer regenta el café como en La colmena, pero no es doña Rosa (supongo). Trata a los clientes con amabilidad, a pesar de que les pidan té con leche, y a las empleadas las dirige con mucho mimo. No, no es doña Rosa, no muda la piel como los lagartos. Los tiempos han cambiado mucho.
La gente habla y habla y habla, como cuando cae el orvallo en Galicia (ojalá cayera aquí). Como no llueve, se pega la hebra sin ningún rubor ni contención. Solo calla ahora el matrimonio joven. No ven claro haberse casado el uno con el otro. No están cómodos. Las vacaciones se harán demasiado largas. "Y esto acaba de empezar", "con lo a gusto que estaba yo en la churrería", "con lo tranquilo que estaría ahora en la carpa del circo", "quién me mandaría a mí" (esto son monólogos interiores, que de todo tiene que poner uno en las narraciones). Dos chicas jóvenes con el pelo muy corto observan al matrimonio, parece que con envidia. No conocen su mal rollo. Yo sí. Que quién me lo ha dicho. A usted qué le importa. El calvo se vuelve a rascar. Si se hubiera conformado con el porno del móvil, pero no. "¡Joder, qué molesto!" (otra vez). Las chicas del pelo corto lucen bermudas también, nada que ver con las que pasean los hombres que se pelean por la cuenta. Piernas musculadas, bronceadas, gemelos tatuados. Cuando salgan de aquí, irán a la playa de Campello a completar su moreno de cabina. Antes pasarán por una panadería para comprar bollitos de fresa (Que por qué sé yo lo que harán una hora después, a usted eso tampoco le importa). Ellas se lo pueden permitir, lucen un vientre liso y firme como las lápidas del cementerio.
Desayuno moderno
Hoy he desayunado moderno del "to": tosta de aguacate con huevo poché, batido de kiwi, leche de coco y un montón de mierdas más. Espero la reacción en breve. No sé si me saldrá barba de hípster, si me hará reacción la rúcula o si a la salida del bar me compraré un patinete. Todo puede ser. En este tanteo constante de nuevas formas de vida, uno se ve abocado a hacer locuras como esta. Por cierto, si vas a un bar y no pides cerveza, ¿te cobran recargo?
domingo, 16 de julio de 2023
El espectáculo y mi culo
Esta mañana en un programa de radio, Juan Echanove hablaba de un asunto que ayer mismo me vino a la cabeza cuando estaba viendo el Tour. Al hilo del problema que suponen los móviles en un teatro o en un cine, comenta Echanove que tenemos un problema de perversión como espectadores. Ahora mismo, es más importante constatar nuestra presencia en un espectáculo, sea del tipo que sea, que la relevancia que pueda tener el espectáculo en cuestión. Es decir, nos importa mucho más consignar nuestra asistencia a un acontecimiento que el efecto estético o crítico o de entretenimiento que pueda causar en nosotros lo que estamos contemplando, de ahí la obsesión por los selfies, las fotografías y los registros en las redes sociales. Hay mucha gente que prefiere ver un concierto de música a través del móvil, por la necesidad obsesiva de grabar su presencia en él, que disfrutar de veras del directo. Por eso ayer y desde hace un tiempo, en las etapas de montaña de las vueltas ciclistas importantes, aparecen esos energúmenos corriendo con los pantalones abajo junto al ciclista extenuado, a riesgo de tirarlo. No importa el esfuerzo del deportista ni la belleza de la competición, lo que nos obsesiona es mostrar nuestras nalgas a los televidentes que en ese momento están al otro lado de la pantalla. Dejar constancia, al precio que sea, de nuestra presencia en el evento. Nuestro culo es mucho más importante que cualquier manifestación deportiva y mucho más, por supuesto, que cualquier espectáculo artístico.
sábado, 15 de julio de 2023
Secáronme los pesares
Sobre el escenario, Molière, su vida, sus obras, Vive Moliére, una farsa divertidísima y didáctica que he visto la friolera de tres veces (en la última me he reído tanto como en la primera). El Palacio de los Oviedo en Almagro abre sus cielorraso a las estrellas y al vuelo de los murciélagos. Molière muere en lo alto de un tobogán, no durante la representación de El enfermo imaginario. Muere y la diosa Fama se lo lleva consigo al Parnaso. Ojalá todas las muertes se presentaran así, con este ritmo de comedia alocada, chocarrera, musical.
Llevo veinticinco años asistiendo al Festival de Teatro Clásico de Almagro. Perdón, llevamos. Es un ritual, una costumbre sana, un retiro espiritual que alivia y cauteriza las heridas abiertas por la jauría adolescente. Eva también ha venido, como siempre, como todos los años, me lo acaba de decir Molière desde lo alto del tobogán. Las Jornadas de Teatro Clásico son aún más antiguas que el propio festival y ayudan a complementar estos días de comedia. La primera sesión ha resultado intensísima. Las directoras de las mejores compañías teatrales de España desgranan sus ideas y experiencias sobre la dificultad de acercar los textos renacentistas y barrocos. Ana Zamora, Laila Ripoll, Helena Pimenta, mujeres que han resucitado a Juan del Encina, a Lope de Rueda, a Gil Vicente, a Lope, a Calderón y tantos otros. Nos desmenuzan obras que Eva y yo vimos en Almagro y Madrid hace años. Es emocionante revivir con sus creadoras las puestas en escena que luego comentábamos a la luz de un gintónic en la plaza de los Fúcares, envueltos entre calima y galerías. Eva me llegó a confesar que del único teatro que disfrutaba de veras era del clásico, no sabía por qué. El veneno del verso (del que tanto hablan las directoras) se había adueñado de nuestra estética dramática. El teatro contemporáneo nos parecía otra cosa, otro tipo de espectáculo. Los enredos amorosos de Lope, la capa y la espada, nos infectaron de un virus de más larga duración que el COVID.
Por la tarde, en el corral de comedias, Ana Zamora, directora de la compañía Nao d´amores, rinde homenaje a su experta musical Alicia Lázaro, muerta en 2021. Un concierto delicioso de música renacentista del que Ana nos relata su historia, sus entresijos. Alicia, como Eva, como Molière, tampoco ha muerto. En los acordes del concierto está su vida, como en las palabras de Harpagón está Jean Baptiste, como en el runrún de los alumnos está Eva, más allá del tiempo y del espacio. Ana Zamora, magnífica, entusiasmada, pone en boca de un personaje renacentista esta copla, "Secáronme los pesares". Podría decirlo Eva en lo alto del tobogán de la Fama mientras Molière la requiebra y Lope la enamora con versos naturales de amor contrariado.
martes, 11 de julio de 2023
La soledad de Montaigne
En todo el día solo he hablado con una persona, la camarera de un bar que suelo frecuentar. "Una caña", le he dicho, y también "cóbrate". Hasta aquí mi jornada de socialización. Después de dedicar el curso entero a la perorata (casi a la verborrea) viene bien el respiro de días así; aunque echo de menos en seguida la afición por pegar la hebra. Este silencio lo compenso escribiendo y leyendo. Converso con las voces de los muertos (creo que decía Quevedo) y oigo mi propia voz interior (un tanto muerta también). Con la edad, estaba llegando a la convicción de que la soledad era un estado ideal para la creación literaria, estaba convencido de que necesitaba a muy poca gente (cada vez menos) para urdir una jornada medianamente agradable. Tras la muerte de Eva, esta convicción se tambaleó y de qué manera. Busqué la ciudad, busque a la gente, busqué todo tipo de actividades sociales porque en cuanto me quedaba solo en casa me derrumbaba. Poco a poco voy reconquistando ese espacio que a la vez gané y perdí, ese espacio de la soledad reconfortante, reflexiva, creativa, ese "dolce far niente" que parece prohibido en la sociedad moderna. Nada mejor que las vacaciones para ahondar en esa reconquista.
El problema es que el verano es implacable, inhabitable casi en todas partes. Julio me resulta odioso por muchas cosas (no solo por las bermudas), ahora más que nunca. Parece como si el clima se aliara con los recuerdos terribles y arremetiera contra las reconstrucciones de la voluntad, contra los paseantes, contra los diletantes, contra los vagabundos... Quien cree en la filosofía peripatética lo tiene más complicado en verano; sin embargo, esta mañana he encontrado un antídoto contra la imposibilidad de pasear, contra la ansiedad de no parar, de viajar, de participar en todo tipo de actividades, esta mañana me he reencontrado con Montaigne. No soy una planta, no necesito que me hablen para crecer, pero casi.
lunes, 10 de julio de 2023
Heraclio Fournier
Heraclio Fournier era un visionario y nosotros hemos dedicado la mañana a conocer su vida y milagros. Son esos espacios del viajero que hay que completar entre taberna comida y taberna. Y a fe que nos hemos entretenido bastante. En un palacio rehabilitado del casco viejo se puede visitar en Vitoria el museo dedicado al más conocido fabricante de naipes de nuestro país. Hemos visto las cartas con las que Lope, Góngora, Cervantes y Quevedo se jugaban los reales; las planchas y tórculos (qué preciosa palabra) donde se estampaban los oros, los bastos, las copas y las espadas del Barroco. Hemos recordado la antigua estética de cada uno de los palos; las colecciones especiales; cartas inglesas, flamencas, italianas, francesas... Una mañana muy entretenida, pero en cuanto ha sonado el Ángelus hemos salido disparados hacia las tabernas de la almendra medieval. En Vitoria se desperezan despaciosamente. Las persianas no están del todo arriba a las doce de la mañana. Esperamos un poco y entramos en una tasca plenamente abertzale donde un muchacho a la voz de "¡Apa!" nos recibe no muy bien encarado (es la excepción de todos estos días). En la pared nos intriga un pedazo de fieltro donde se recoge la imagen de una mujer con burka y debajo la siguiente leyenda "La dignidad de la libertad". Yo no termino de entender el mensaje, Javi tampoco, y esto ya me intriga más. Por suerte, al salir ya se oye bullicio y las puertas de los antros están abiertos, las tortillas rellenas humean sobre la barra y los pintxos gotean una grasa muy apetitosa.
En el Teatro Antzokia la actuación de Samora Pinderhughes Quartet. Voces de allende los mares que mecen las viandas ingeridas con ritmos bamboleantes.
domingo, 9 de julio de 2023
Vitoria en jazz
El País Vasco es un destino ideal para pasar unos días de verano. Me gusta el País Vasco, me gustan sus gentes y siempre que he venido he disfrutado como un salvaje de todo lo que se ofrece aquí. Hay tres cualidades que me excitan especialmente: su manera de cagarse en dios, tan intensa, tan sincera, tan potente; sus pintxos y su clima. Luego podríamos hablar de algunas otras, como el cuidado que ponen en la conservación de sus calles y sus edificios, el paisaje maravilloso que te sosiega el alma y la nobleza de sus gentes (como decía Sanchís Sinisterra en el Florido pensil). Por si fuera poco, estoy en Vitoria, una ciudad habilitada para peatones y ciclistas y no para los automóviles. Una ciudad donde se celebra, entre otros acontecimientos, un festival de jazz maravilloso.
Hemos tenido la oportunidad de escuchar de momento a dos grupos que nos han levantado el ánimo, nos han revitalizado, a nosotros, viajeros maduros (por no decir viejos), a los que es difícil emocionar. Un pianista y una saxofonista americana nos han espabilado después de andar de cerveza en cerveza por las tabernas de la ciudad. Adrián Royo y Chelsea Carmichael se llaman. Nos han elevado el ánimo, nos han deslumbrado, nos han vuelto devotos del jazz moderno. Él, delicado, virtuoso; ella, potente, intensa, salvaje. Tras pasear por los parques de Vitoria y de comer en un caserón del siglo XV ("El Portalón") nada mejor que un espléndido achuchón estético de la mano de estos músicos jóvenes y animosos. Luego fuimos a Cuchillería a comprobar si don Celedón había llegado. Nos ha parecido verlo, sí.