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miércoles, 25 de abril de 2012

Torrente maldito XVIII

A punto estamos de terminar. El trabajo de la mayoría de los alumnos ha llegado a su fin. Solo queda el capítulo final, que lo escribirá mi hija cuando termine los exámenes, y el epílogo, que será labor del perenne Efraín Sevilla. Bueno, aquí dejo mi continuación y la de ALEJANDRO CLEVES.
 Mi fragmento:
  -Sigue, Clara –la animó su abuela ante una pausa que se hacía interminable-, lo estás haciendo muy bien, has conseguido captar la atención de tu madre y la mía. Ahora te falta lo más difícil: llevarnos hasta una sensación que nos penetre de tal manera que se nos erice el vello de los brazos. “Saqué fuerzas de nuevo y volví a lanzar el brazo. Recorrí con las yemas de mis dedos un cuerpo inmóvil, rígido, que ya no resoplaba en mi nuca. Parecía un muslo desnudo lo que estaba tocando. Oía mi corazón como si estuviera colocado sobre la almohada, cuando noté cómo me acariciaban con suavidad el dorso de mi mano intrépida…


El de ÁLEX:



Esperaron en el aeropuerto horas eternas, hasta que por fin embarcaron en un avión con destino a Texas, allí se harían pasar por unos campesinos paletos donde se dedicarían la vida a cazar y cultivar. Cuando llegaron y recogieron las maletas lo que  más les llamó la atención es que no había nadie. Salieron del aeropuerto, las calles estaban totalmente desiertas. No se oía ni un alma, los coches estaban aparcados en mitad de la calle, los comercios estaban totalmente desvalijados y en toda la ciudad de Houston se sentía una corriente fría de  muerte que hacía que los sentidos se distorsionaran. Anduvieron durante unos minutos y todo seguía igual, sin haber ni una sola señal de vida. Estaban desconcertados no sabían qué hacer. Pasaron a un hotel de una avenida principal para poder descansar pero nadie los recibió, cogieron unas llaves del mostrador  y subieron por las escaleras, allí había una persona que estaba tumbada y hacía un extraño balbuceo con la boca, de la que salía una especie de espuma de color amarillo.
Se fue arrastrando hacia ellos y sin pensarlo salieron corriendo hacia el exterior para pedir auxilio. Cuando giraron la esquina, encontraron un grupo de tanques con trincheras donde parece ser combatieron  con alguien. Ellos empezaron a preocuparse de la gran amenaza que tenían encima. Cogieron un coche que había en la cuneta y salieron de  la ciudad sin pensarlo ni un momento. Por la carretera encontraron a un grupo de personas con vestimenta  destrozada  algunos son sangre. Ellos pasaron muy despacio delante del grupo de personas pero se abalanzaron a las puestas del coche como si intentaran huir  de algo. Mikel  pregunto por qué les hacían esto a ellos, uno de las personas dijo que se fueran de allí inmediatamente  que se escondieran bien por que corrían mucho peligro, decía que una infección que se transmitía por vía de la sangre  contagiaba a la población haciendo a las personas que perdieran el conocimiento y al levantarse no fueran conscientes de las acciones que cometían, comportándose de una forma rabiosa. El hombre a demás nos recalcó que había escuchado que más del noventa porciento de la población estaba contagiada y que el foco de todo se originó en España en un edificio abandonado dándose el primer caso en un adolescente de unos diecisiete años y que la epidemia se había extendido por todo el mundo solo en un día y medio. A partir de ese momento las piezas del puzle empezaron a encajar, sabiendo que lo que le hacía que atacara a personas era ese virus que contrajo en ese edificio por aquella criatura. Lo que pasaba es que podía controlar sus acciones no intentando matar de esa forma tan despiadada. A partir de haber reflexionado sobre el problema, cogieron las mochilas de mano  y emprendieron camino hacia…CONTINUARÁ.

  


miércoles, 11 de abril de 2012

Torrente maldito (XVII)


Penúltima entrega de Torrente Maldito. La historia llega a su final y será el último alumno al que le tocará concluirla. Es cierto que se han dado bandazos a un lado y a otro, pero ahí reside la gracia, a veces, de un relato común. Os dejo mi entrega y la de ISMAEL LASERNA.

La mía:

“Para empezar, abuela, quiero que sepas que esta es una historia verdadera y aunque no se la he contado a nadie, ni siquiera a Germaine (llamaba a su madre así habitualmente), no es la que tenía preparada para inaugurar mi participación en la mesa camilla de las historias sangrientas”. Germaine miró preocupada a su hija. Su obsesión por las historias de la abuela nunca le había gustado y le preocupaba que sus 16 años no supieran asimilarlas con la digestión de la madurez. “En estos últimos días he experimentado experiencias horribles, dignas de ser recogidas en tu memoria de horrores, abuela”. Germaine pensó que iba a contar su historia de desamor con Marcelo, de la que ella estaba bien enterada. “Anoche mismo, sufrí algo que seguro que no vais a creer. Cuando me acosté, parecía que había alguien en la habitación, alguien que respiraba con dificultad. Me asusté mucho, tanto que ni siquiera pude llamarte, Germaine. Noté su presencia acostado junto a mí, un estertor jadeante que oía tras mi nuca me paralizó casi completamente. Solo pude tantear con el brazo lo que había tras de mí. No tenía valor para darme la vuelta, ni siquiera creo que hubiera podido moverme, se me paralizó todo el cuerpo”. Germaine pensó que Clara estaba relatando una pesadilla. A menudo, cuando su hija era más pequeña, tenía que acudir a los gritos desesperados que la despertaban y la calmaba del asedio de los malos sueños. “Recorrí con la mano el lado vacío de mi cama. Las sábanas estaban frías. Alargué un poco más el brazo y palpé un bulto helado. Levanté rápidamente la mano y comencé a temblar como nunca lo había hecho. El sudor abría los poros de mi cuerpo a pesar del vaho gélido que despedía mi aliento”. CONTINUARÁ

La de ISMAEL:

Estaba desesperada, no sabía qué hacer. Ante sí se hallaba una puerta con dos enormes cerraduras, imposible tirarla a golpes. Empezó a pensar cómo poder rescatar a su amigo. En un momento de lucidez, pensó que sería imposible recuperar la llave, así que empezó a idear otra forma de rescate. Salió de la habitación en busca de algo que le ayudara a abrir la puerta. De pronto, su mente se iluminó en el fondo de la habitación, descubrió un hierro de grandes dimensiones que podía servir de palanca. Rápidamente la cogió y se dirigió corriendo hacia la puerta. Con el hierro en la mano y no sin grandes esfuerzos, empezó a forzar la puerta como pudo, hasta que la rompió y pudo acceder dentro de la habitación. Todo estaba oscuro, sombrío y con aire enrarecido, con olor a humedad. Dirigió la vista a todos los rincones de la habitación: al fondo, en la oscuridad, pudo distinguir una mesa, en la cual reposaba su amigo. Desesperada e inquieta fue corriendo hacia él, lo llamó, "¡Mikel, Mikel!" Él, exhausto, apenas pudo dirigirle la mirada, estaba pálido y con un color mucho más blanco de lo que en él era normal. Débil, exageradamente, tenía sed. Ella le miró y comprendió lo que sentía, pues ella había sentido muchas veces esa sed tan terrible, tenía que sacarlo de allí, y alimentarlo con la sangre de otras criaturas para que pudiera recuperar su fuerza. Ahora no podía volver a pensar en más cosas, era lo principal. Luego tenía que marcharse de Benidorm, demasiada gente sospechaba ya que ellos eran extraños. Debía irse a otro sitio, a cambiar de vida, de identidad y alimentarse de animales para así calmar su sed, sin levantar sospechas y llevar una vida normal dentro de lo posible. Debía hacerlo por sus hijas. Como pudo cargó con él. Apoyado sobre ella, le flaqueaban las fuerzas. Él apenas podía moverse y estaba tan débil que no podía hablar, recordó que en su nevera tenía reservas de sangre. Debían ir a su casa. Poco a poco sacó fuerzas para sacarlo de allí, cuando abandonaban la casa oyó voces que venían de la puerta de atrás, venían a por Mikel para encerrarlo en la cárcel como sospechoso de las muertes que habían ocurrido, o mucho peor, venían a matarlo. Como pudo, y a duras penas, lo metió en su coche. Rápidamente salieron de allí. Por el retrovisor del coche pudo ver a varios hombres, ella no se detuvo. Transcurrió media hora de viaje, llegó a su casa, dejó a Mikel en el coche y subió rápidamente a por una de las bolsas de sangre. Suministró la sangre a Mikel. A la media hora, él recuperó su voz y el tono de sus mejillas. Ella le contó sus planes, los estaban buscando y querían matarlos o meterlos en la cárcel, donde les esperaba una muerte segura. Él estuvo de acuerdo, esperarían la noche para que recuperara sus fuerzas, se esconderían y en cuanto pudieran se acercarían al aeropuerto más cercano donde tomarían un avión hacia una ciudad más segura... CONTINUARÁ.

jueves, 15 de marzo de 2012

TORRENTE MALDITO XVI

El cuento llega a su final, solo quedan tres entregas. Aquí os dejo la de ELENA ROMERO y la mía. En cuanto terminemos, intentaré hacer una copia para cada uno. Ahí van:

La mía:

En el aeropuerto de Bristol, un viento húmedo y violento contraía los gestos de los que trabajaban a pie de pista. Lena recibió a Germaine y a Carla con la frialdad acostumbrada. El porte adusto de la vieja sobrecogía a su nieta como si fuera un ama de llaves recién salida de una película en blanco y negro. Sentía hacia ella un cariño extraño, como si ya estuviera muerta y su figura fuera la de una imagen vista en la pantalla de cine. Su frialdad no les extrañó en absoluto. Ella solía emitir una humanidad mínima a la que madre e hija estaban acostumbradas. Apresó la maleta de Carla, con sus manos de estibador y la miró desde la distancia inmensa de sus 1,90 metros de altura para espetarle un “estás muy delgada”. Subieron al Rover desvencijado de la abuela, en el que su envergadura se erguía con dificultad. Atravesaron el puente de Clifton y cruzaron diez frases breves con las que resumieron los dos meses sin verse. Posiblemente fuera ese seco comportamiento el que servía a Lena para realzar su comportamiento íntimo con su nieta cuando se acercaba la noche. Después de cenar, se apostaban tras las faldas de una mesa camilla tan antigua como su dueña y esperaban a que la abuela les contara una de aquellas historias sangrientas que relataba con el sello del suceso real. Lena mordía las palabras con delectación y las envolvía en terciopelo hasta dotarlas de un ronroneo grave que encantaba los oídos de su incondicional auditorio. Se sacó de la memoria la historia del sacamantecas de Portishead. Aquel relato le sonaba a Carla de su lejana infancia y le gustaba escuchar de nuevo las peripecias terroríficas de un asesino sin escrúpulos que se dedicaba a abrir el vientre de sus jóvenes víctimas para elaborar con las vísceras platos de alta cocina. Más de una vez, Germaine recriminó a su madre para que no contara aquellas cosas ante su hija, pero le respondía con una mirada de desconsideración que no admitía réplica. Cuando hubo terminado, Carla quiso, por primera vez, contar su propia historia.

La de ELENA ROMERO:

Dejaría a los niños con una prima suya que vivía cerca de su casa, ya la había llamado y ésta estaba de acuerdo en quedarse con los niños durante algunos días, así que llevó a los niños con su prima y después volvió a Benidorm para salvar a Mikel. Pero, ¿dónde buscarlo?. Fue a la casa donde Mikel vivía y allí no había nadie, empezó a buscar por toda la casa algo que le dijera a dónde se lo podrían haber llevado, entró al salón, todo estaba destrozado, mesas y sillas rotas, cojines y cuadros en el suelo, pero algo le llamó la atención, era una tarjeta con un número y una dirección, probablemente allí se habrían llevado a Mikel para interrogarle y retenerlo hasta encontrar las suficientes pruebas de que él había cometido esos asesinatos y así poder llevarlo a la cárcel… Fue hasta allí, se trataba de una gran casa de varias plantas, blanca y con grandes ventanas, una de ellas estaba abierta y a través de ella Carla accedió al interior de una de las habitaciones, empezó a buscar a Mikel, pero no lo encontraba, buscó por toda la casa y finalmente encontró una puerta en la que había varias cerraduras, pensó que seguramente Mikel estaría allí, pero ¿cómo abriría aquella puerta?

domingo, 19 de febrero de 2012

Torrente maldito (XV)


Continuamos con el relato, ahora nos encontramos nada menos que en Benidorm, según la trama de los alumnos. La mía sigue con traiciones amorosas, después de la casualidad paranormal de la única fecha que ha aparecido en el relato hasta ahora. Os dejo el fragmento propuesto por PAOLA CASTILLO y el mío.

El mío:

La mañana del 29 Raquel y Marcelo se dirigían hasta la casa de Carla para despedirse de ella. La muchacha había pasado dos horas ante el espejo para moldear su media melena castaña que enmarcaba un rostro redondo y gracioso aún marcado con las espinillas de la adolescencia. El denso maquillaje que utilizaba su madre empastaba ahora los volcánicos restos de su maldita pubertad. Se presentó ante Marcelo radiante y dispuesta a cualquier cosa. La experiencia del chico en el trato con el sexo opuesto le indicó que pocos esfuerzos debería realizar para conquistar a la presa que tan dócil se le presentaba.

Raquel coqueteaba con descaro, mientras Marcelo la observaba con la tranquilidad del depredador que sabe suya la presa. Se regodeaba ante la seguridad de la entrega incondicional de que hacía gala Raquel, enfundada en un brillante plumífero blanco que resaltaba la mirada descarada de sus ojos oscuros.
-Me gustaría tener amigas tan leales como las de Carla. Siempre he pensado que ella no os merece. Sobre todo a ti, Raquel, tan atenta con ella y tan preocupada por su situación sentimental. Me demuestras una madurez que no he visto en chicas de tu edad –lanzó el anzuelo de la adulación Marcelo para terminar de enganchar a la ya encantada muchacha.

-Más de lo que tú sabes, Marcelo. Te voy a confesar, ahora que ya no vas con Carla, que siempre he estado por ti, pero no te lo he dicho por respeto a ella –se lanzó Raquel sin ningún preámbulo y casi con desesperación sobre aquel chico perseguido por la mitad de las muchachas del instituto.

-Me vas a poner rojo, Raquel –mintió Marcelo-. Yo creía que no ibais a mirarme a la cara después de dejar a Carla y me jodía, más que nada porque a mí siempre me habías gustado más que tu amiga, pero creía que eras inaccesible, que no me harías ni caso si te hablaba. En realidad, cuando me acerqué a vosotras fue porque tú me atraías, pero no me atrevía a decirte nada. Cuando Carla me abordó en la discoteca no supe decirle que no por miedo a su reacción, pero en realidad la que me interesabas eras tú, Raquel –le lanzaba con suavidad las últimas palabras a la vez que, dulcemente, aproximó su mano desnuda al guante de la chica hasta entrelazar sus dedos y confirmar su entrega con una mirada melosa que les detuvo en mitad de la acera. Ella enarcó sus brazos alrededor de su cuello y lo aprisionó con torpeza nerviosa. Él calmó su sed con un beso tan hondo como falso...CONTINUARÁ

-El de PAOLA:

Carla y sus hijos llevaban ya un par de años viviendo en la casa del padre de los gemelos. Los niños le querían mucho y Carla estaba tranquila. Parecía que durante estos dos años la felicidad había llegado por fin a la vida de Carla y había conseguido olvidar aquel terrible capítulo de su vida en el que esta dio un giro por completo. En cambio, algunos días le era imposible dominar su instinto asesino y se dejaba llevar, lo que hacía que Carla no pudiera dejar de matar gente inocente para beber su sangre.

Los vecinos de Benidorm empezaron a inquietarse por la cantidad de asesinatos que ocurrían desde que Carla y sus hijos se mudaron a la ciudad, así que reunieron un grupo de personas que se dedicara a averiguar lo que ocurría. Después de varios meses de investigación llegaron a la conclusión de que en aquel lugar vivían vampiros.

Carla, ajena a lo que estaba ocurriendo, caminaba hacia la guardería para recoger a sus hijos. En la entrada había muchas madres reunidas, esperando a que sus hijos salieran. Carla se unió a la conversación, pues parecía interesante: Las mujeres hablaban sobre el grupo de investigación que hace poco se había creado en el barrio, la noche anterior habían entrado en una casa en busca de aquellas criaturas y salieron con un hombre; aunque le sujetaban entre todos él era capaz de tirarlos al suelo con un empujón y dos veces estuvo a punto de escaparse. Aquél hombre tenía la piel pálida como la nieve, y según la gente que les vio, llevaba la boca llena de sangre.

Al escuchar esto, Carla empezó a tambalearse y sus piernas comenzaron a temblar. Dio varios pasos hacia atrás y se sentó en uno de los bancos que había en la acera. El miedo se había apoderado de ella. Por la descripción que le habían dado las mujeres y el lugar en el que había ocurrido, supo con certeza que el hombre a el que se habían llevado era Mikel y, por lo tanto, no tardarían en ir a por ella...CONTINUARÁ

viernes, 3 de febrero de 2012

Torrente maldito (XIV)


Un nuevo fragmento de Torrente maldito. Ya nos acercamos al final. En este caso es SORAYA ARAQUE la autora. El cuento no para de dar giros a un lado y a otro, igual estamos inventando un nuevo género. También os dejo mi continuación.

Mi fragmento:

Capítulo II: “Bristol”


La noche del 29 de diciembre, Carla se encontraba en su habitación rellenando la maleta con la última entrega de Colmillos de terciopelo. Las manos le temblaban todavía recordando los últimos sucesos. No había descansado en condiciones desde hacía dos días. Dejó la maleta a medio hacer, y se recostó sobre la cama. Apagó la luz y buscó con desesperación la inconsciencia del sueño. Apenas había relajado su cabeza sobre la almohada cuando la sobresaltó un resuello débil que no sabía de dónde procedía. El silencio lo llenaba todo salvo una leve respiración que sonaba muy cercana. La ventana estaba sellada y las persianas echadas. Su madre hacía ya un buen rato que se había acostado tras recordarle que descansara, pues al día siguiente emprenderían viaje a Inglaterra donde las esperaba la abuela. En un principio, creyó que el sonido era producto de su imaginación. Cerró con más fuerza los párpados y se cubrió con la almohada. El resuello sordo se convirtió en un jadeo ahogado de moribundo. Comenzó a sudar nerviosamente. Escuchó con claridad el estertor apagado. Pese al pánico que comenzaba a inundarla de nuevo, intentó localizar la procedencia de aquella respiración de viejo cansado. Retiró la almohada, buscó el interruptor de la lámpara de su mesita de noche, pero el bailoteo de la mano la hizo caer. La bombilla estalló y el corazón de Carla comenzó a bombear furiosamente en el abrigo del pijama. El rugoso jadeo se hacía ahora más evidente. Llegaba desde debajo de la cama y había abismado a la muchacha en una congoja angustiosa. Se arrebujó bajo las mantas y notó cómo un hálito gélido le helaba la nuca. El resuello era ahora mucho más próximo y se podía distinguir el difícil paso del aire por cavernas de espinas. Carla intentó gritar para llamar a su madre, pero no pudo, el aliento de moribundo que parecía haberse colado ya en su cama la tenía maniatada. Se atrevió a lanzar su brazo hacia atrás…

Y el de SORAYA ARAQUE:

Ella se creía que todo era un sueño, pero no era así. Carla le dijo que eso ya no le importaba, ya que era agua pasada. Mikel, loco de contento, la abrazó y le dijo que se le había ocurrido la idea de alquilar un pequeño apartamento en Benidorm donde ellos podían vivir tranquilamente sin molestar a nadie. Carla aceptó y en unos pocos días se marcharon. Al cabo de un mes, Carla se quedó embarazada de mellizos y Mikel estaba loco de contento. Al pasar los nueves meses, nacieron dos niños preciosos, pero había una cosa que a Mikel no le cuadraba y era que los niños tenían la piel negra, entonces él pidió hacerse las pruebas de genética para asegurarse. Al cabo de una semana las pruebas dieron que no eran hijos de él. Carla no se imaginaba que Mikel había hecho eso. Entonces ellos hablaron con la verdad y Carla le confesó que fue con un viejo amigo que ella se encontró por la playa mientras que Mikel estaba limpiando el apartamento. Él se enfureció y la sacó a la calle junto con los niños. Ella no sabía dónde ir, entonces decidió llamar al padre de los niños y contarle toda la verdad para que los acogiera y así fue. Los niños fueron creciendo y se dieron cuenta de que su madre tenía algo raro que las demás madres no tenían. Unos amigos le dijeron que lo más probable es que su madre fuera... CONTINUARÁ.

domingo, 29 de enero de 2012

Torrente maldito (XIII)


Por fin, después de las fiestas, Eva Poveda me ha enviado la nueva entrega del relato. Aquí os lo dejo, junto a mi fragmento. Ya quedan pocos. El próximo día habrá sorteo para ver quién es el próximo en colgar el relato. Sabéis que el último tiene que dar colofón al mismo y que lo intentaré editar de manera casera para que lo podamos tener todos. Un saludo.

Mi parte:

-¿Y las chicas de segundo no tuvieron nada que ver en lo vuestro? –apuntó Julia, todavía no del todo absorbida por el aura del macizo.

-Julia, tú sabes que yo tengo muchas amigas –colocó su mano conciliadora sobre el antebrazo de la chica, que tembló ante el nuevo contacto-, pero nunca le he sido infiel a Carla. Cuando me comprometo, lo hago con todas las de la ley. Te aseguro que rompí por su bien. Ella me había convertido en el co-protagonista de sus fantasías aberrantes y creo que si me aparto y vosotras la ayudáis es posible que no pase a mayores.

-Será difícil que la podamos ayudar en algo. No se deja, y, además, mañana se va a Bristol para ver a su abuela, que está más loca que ella –sentenció Denia, aburrida ya de oír hablar de Carla y de que nadie reparara en el nuevo corte recto de su flequillo moderno.

Raquel advirtió el coqueteo de Denia y se levantó con la excusa de ir hasta la barra para pedir algo. Se inclinó sobre Marcelo asiéndolo del hombro:
-No le des más vueltas –le susurró al oído-, dime qué quieres, y olvídate de Carla. Nosotras trataremos de que entre en razón, pero esta tarde podrías venir conmigo a verla y así te disculpas, quedas bien conmigo al lado y la tranquilizamos. Nos despediremos de ella y le pediremos la llave del Edificio Central que yo te dejé.

Denia intentó escuchar lo que Raquel estaba murmurando, pero Julia se dirigió a ella para confirmar las palabras del chico sobre la obsesión de Carla. Cuando volvió su vista hacia ellos, su hasta entonces amiga le ofrecía un botellín, a la vez que inclinaba su busto descaradamente sobre la espalda de Marcelo. CONTINUARÁ.

El texto de EVA POVEDA:

Carla estaba muy a gusto con él. Pasaron unos días juntos recorriendo el mundo, el vampiro al tener una larga vida conoció muchos lugares y los quiso compartir con Carla. La llevo a París, la India, México, un sin fin de lugares, conociéndose, pasándolo bien, e intentando olvidar todo lo ocurrido con la madre de Carla y sus amigos. Carla y el vampiro cambiaron de táctica ahora solo mataban a violadores, asesinos, ladrones, etc. Eso no cambiaba que estaban matando pero hacía que Carla se sintiera mejor. Un día Carla le preguntó al vampiro porque la trataba tan bien y cuidaba de ella. El vampiro se puso algo nervioso Carla notó cómo le temblaban las manos, después de un rato en silencio el vampiro miró a Carla a los ojos, esta vez sus ojos no eran de rabia e ira, todo lo contrario daban la impresión de dolor y nostalgia. El vampiro se decidió a hablar:

-Mikel: Carla, cuando te cuente esto, todo cambiará, no sé lo que pensarás de mí. Me llamo Mikel nací en Alemania en 1802.

-Carla: no lo puedo creer, tienes…

-Mikel: si tengo 210 años, yo vivía feliz en Berlín mis padres murieron y heredé todo un imperio con solo 22 años. Tenía una vida perfecta, grandes amigos, era rico, y lo más preciado, mi prometida, Mariana. Estábamos muy enamorados y un día le pedí que se casara conmigo, ella aceptó. La noche de antes de la boda mis amigos decidieron hacerme una fiesta para despedir mi soltería. Esa noche estaba en el bar con unos amigos y salí a que me diera el aire y a reflexionar sobre el día que me esperaba, a la calle, a un callejón que había justo detrás del bar. De repente escuché un paso detrás de mí, todo fue muy rápido…, solo recuerdo que me desperté con los rayos del sol agonizando, aturdido, sin saber lo que había ocurrido y de repente me acordé de que era mi boda con Mariana. Fui a mi casa, mi familia me hizo muchas preguntas, yo no me acordaba de nada. Todos, incluso yo, pensamos que fue una simple borrachera, me vestí y fui a la iglesia. Cuando llegué solo pude contemplar su belleza e inspirar su olor, era delicioso una mezcla entre frutas y lavanda y sentí un deseo irrefrenable de saciar mi sed que hizo que delante de todo el mundo fuera ante ella y acabara con su vida.

Después de contar esto, Mikel se sentó mientras que le caían pequeñas lágrimas sobre sus mejillas, sonrojadas de la vergüenza al contar que había acabado con su amada, y siguió hablando:

-Mikel: Soy un monstro…

-Carla: No lo eres, te guiaste por un impulso igual que yo con mi madre. Pero, ¿qué tiene que ver esto conmigo?

-Mikel: Un día venía de alimentarme y decidí parar a descansar al viejo edificio abandonado. Cuando estaba descansando la vi, era Mariana, su olor era algo cambiado, pero igual o más apetecible, la até a la silla y allí la observé hasta convertirla en vampiro, después llegaron sus amigos…

-Carla: ¡Para, para, estás hablando de mí, del día en que nos conocimos, no de Mariana! Mikel se te ha ido la cabeza.

Mikel: Carla, tú eres Mariana, eres tú, tienes su rostro, su olor, sus ojos…, ¡has vuelto amor mío, has vuelto! Por eso te mordí, para que pasáramos juntos toda una eternidad… CONTINUARÁ

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Torrente maldito (duodécima entrega)


Continuamos con el relato que nos dejó en vilo con el texto de Rocío. Ahora es BEATRIZ NAVARRO quien lo continúa. Atentos al nuevo giro. Es muy interesante la disputa por llevar el relato al terreno de lo vampiresco frente a otros que prefieren el de al parodia. Resulta enriquecedor. Ya queda poco para el final. Las últimas serán las primeras (y también las que más responsabilidad tienen). ¡Ah!, por cierto, la venganza por hacerme copiar estos textos tan largos a mano no se va a hacer esperar (soy muy vengativo).

Mi continuación:

-El día que vino el autobús de las transfusiones me sacó de clase y me arrastró hasta la plaza. Le pregunté que para qué me había llevado hasta allí y me dijo que era una sorpresa. Ella sabía que teníamos el mismo grupo sanguíneo y quería que me sacara sangre para guardarla en caso de que ella tuviera un accidente. Desde luego, ni yo pude sacarme sangre, ni le hubieran dejado quedarse con ella. Despechada, sacó un abrecartas que guarda siempre en su bolso, se hizo un corte en el dedo, lo chupó y me dio un morreo para pasear su lengua por todo mi paladar. Noté el sabor salado de su sangre y me asusté bastante –seguía relatando Marcelo las espesas locuras de su exnovia ante la embelesada mirada de las tres chicas.

-Lo que no sé es por qué aguantaste tanto con ella –apuntó Raquel.
Se había pasado. Una cosa era no echarle en cara su comportamiento con Carla y otra, bailarle el agua de esa manera tan rastrera, pensó Denia, mirando a Raquel de reojo. “Seguro que esta tía quiere agenciarse a Marcelo sin dejar que se enfríe el cadáver de Carla. Pero está claro que este tío está por mí. No hay más que ver cómo me ha mirado el culo cuando me he levantado a pedir las cañas”. Se había colocado esa tarde los vaqueros más ceñidos que tenía en el armario, segura de que ninguna de sus dos amigas podría competir con la potencia incontestable de sus maduras caderas.

-Y el rollo que se lleva con esos libros de vampiros. Dientes de terciopelo creo que se titulan. No hace otra cosa que leer esa porquería e intentar repetir las payasadas que se cuentan en ellos. Cuando comenzaron las vacaciones se empeñó una noche en que fuéramos hasta el jardín que rodea el Edificio Central. Menos mal que sabía ya de qué iba la cosa porque ella estaba convencida de que, cuando se queda vacío, allí habitan oscuros demonios y quería que lo comprobáramos por nosotros mismos. Sabía que yo tenía una copia de la llave y me la quitó. No quise acompañarla y esa misma noche rompimos.

El fragmento de BEATRIZ:

Carla le preguntó a aquella extraña cosa que decía llamarse la "princesa del pueblo" y que iba montada en un caballito de juguete que por qué le había hecho cometer aquella atrocidad. La extraña muñeca le contestó diciéndole que única y exclusivamente era ella la que había decidido hacerlo ya que nadie la había presionado. Comparó esa situación con el mundo de las drogas, con tal de conseguir tu dosis haces lo que sea necesario, y ella para salvar su vida no reparó en arrancar los ojos de aquel cuerpo inerte.
Tras hablar con aquel extraño ser, Carla traspasó una fuente de la cual salía una luz celestial y despertó agitada. Estaba en el sofá de su casa. Carla pensó que aquello solo había sido una pesadilla y para tranquilizarse, y sin hacer caso de aquel extraño sueño, sacó del bolsillo de su pantalón una bolsa hermética de plástico llena de "maría", un librillo de papel y un cigarro. Se lio un porro y salió a la calle a fumárselo para no dejar el olor impregnado en el salón de su casa. Era una noche oscura, hacía frío y no se veía a nadie por la calle, o eso creía Carla. Unos ojos acechaban a la joven desde lo alto de un edificio. Carla terminó de fumar y cuando entró en casa notó que algo no estaba bien, algo estaba distinto de como lo había dejado ella cinco minutos antes de salir a la calle. Asustada, corrió a su habitación y cerró la puerta, pensaba que allí estaría tranquila y que podría descansar; pero cuál fue su sorpresa cuando dio la vuelta para dirigirse a la cama y vislumbró la silueta de una persona sentada en ella. Contrariamente a lo que todo el mundo haría, Carla no se asustó. Conocía aquella silueta, aquel olor le resultaba familiar y aquellos ojos azules la llenaban de paz. Era él, aquel extraño ser que había aparecido en su sueño aquella misma noche.
-¡Hola, Carla! ¿Cómo estás? -preguntó el vampiro.
Carla titubeó al contestar:
-Bi...bi...bien, estoy bien.
-No te creo -dijo tajantemente el vampiro-, Si estuvieras bien no habrías necesitado drogarte. En el fondo te comprendo, yo también lo hice en su momento. Estás asustada por todo lo que has vivido esta noche, por lo que tú crees que ha sido un sueño, pero que en realidad no lo ha sido.
Carla, sorprendida por lo que aquel ser acababa de decir, solo acertó a articular palabras sin sentido y a repetir la palabra "mamá". Acababa de recordar que en el sueño mataba a su madre para saciar su sed de sangre. Sorprendentemente, la joven sacó fuerzas de donde no las tenía y preguntó:
-¿Y mi madre, dónde está?
-Tranquila, Carla, no seas impaciente, tendrás todas las explicaciones que quieras, pero este no es el momento para eso. Debes acompañarme, tengo que mostrarte y explicarte algo.
Carla, sin oponer resistencia, se subió en brazos de aquella criatura, y juntos saltaron por la ventana, por la cual empezaban a asomar los primeros rayos de luz de la mañana. Una vez en la calle, él empezó a correr tan deprisa que a Carla le entraron ganas de vomitar.
-Cierra los ojos, no te marearás -le dijo la criatura.
Así lo hizo la joven, y cuando abrió los ojos un escalofrío le recorrió el cuerpo. Estaba en aquella habitación del sueño o de la realidad, donde había estado atada a una silla. Preguntó qué hacían allí y el vampiro comenzó a hablar.
-Recorrías estos pasillos, asustada, preocupada, con el rostro pálido, cuando me llegó tu olor. Un olor embriagador que no había percibido nunca. Te seguí, y al verte tan inofensiva no pude evitarlo. Sin que me vieras, te cogí y te traje a esta habitación; te até para poder contemplarte sin que te escaparas y tras observarte un buen rato y seguir oliendo aquel aroma, decidí hacerlo. Aparté tu melena y dejé el cuello al descubierto, lo acaricié, lo lamí y después clavé mis colmillos en él. Saboreé tu sangre y después me senté para ver cómo el veneno que te había inyectado hacía efecto. Cuando el progreso había concluido, aquellos miserables amigos tuyos entraron y me golpearon, ¡qué ingenuos!, creyeron que había quedado inconsciente por el golpe, pero lo único que hice fue fingir hasta que te sacaron de aquí y yo pude escapar. Ahora he de decírtelo, Carla, tú ya no eres una persona, te han convertido en lo que yo soy, en la clase de criatura en la que yo me convertí hace mucho tiempo.
-¿En un vampiro? -preguntó Carla intrigada, a la vez que atemorizada.
-Sí, eso es lo que soy. Una criatura que se alimenta de la sangre y que disfruta vaciando las venas de las personas.
-¿Y en el hospital, qué pasó en el hospital, qué le pasó a mi madre?
-En el hospital, simplemente pasó una cosa, aumentó tu sed de sangre hasta hacerse incontrolable y hacerte perder la razón. Así que la respuesta a tu pregunta es muy sencilla, sí, mataste a tu madre para beber su sangre.
Carla comenzó a llorar al descubrir que lo que había pasado en su sueño había ocurrido en la realidad. Pero el vampiro la abrazó y ella sintió una gran paz en su interior. Aquella criatura le hacía sentir bien, tranquila, como en un mundo perfecto donde solo estaban ellos dos. Así, abrazados en aquella oscura habitación, pasó el día, y la noche cayó. El vampiro la invitó a recorrer de nuevo los pasillos de aquel edificio donde había comenzado su pesadilla. Aquellos lúgubres pasillos ahora le parecían maravillosos, llenos de luz y las habitaciones aterradoras ahora le parecían agradables estancias, aunque en realidad no lo eran, todo seguía siendo tenebroso y oscuro. Pero lo que Carla no sabía es que todo no iba a ser tan maravilloso. Cuando el vampiro abrió la roída puerta de la última habitación se dirigió a Carla y le dijo:
-Aquí tienes mi regalo de bienvenida. Ahora eres un vampiro y debes comportarte y alimentarte como tal.
Cuando Carla entró en la estancia, encontró a Marcelo inconsciente, atado a una silla y con el cuello lleno de sangre.
-Aquí tienes tu cena -dijo el vampiro.
El olor de aquella sustancia fascinó a Carla, que haciendo caso a sus instintos de animal, o mejor dicho, de "chupasangre", se abalanzó sobre su novio e hincando sus dientes en su cuello vació sus venas. Cuando hubo terminado de alimentarse, Carla abandonó el cuerpo sin vida del joven y sin remordimiento alguno pidió más. Quería más. Su sed ahora estaba descontrolada, necesitaba alimentarse, sentir cómo la gente perdía la vida en sus manos y cómo sus corazones dejaban de latir. Su "nuevo amigo" aceptó sus peticiones y la llevó a un sitio que le resultara familiar. Era la fiesta de cumpleaños en la que estaban todos sus amigos. En aquella noche oscura, y acechando desde la penumbra, Carla entró en la casa acompañada del vampiro y el sonido de la música y la risa de los jóvenes, se convirtieron en gritos de terror y de ayuda; pero nadie los oyó... CONTINUARÁ.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Torrente maldito (undécima entrega)


Atención, por fin ROCÍO se ha dignado a mandar su aportación al relato, pero ha valido la pena la espera. Si no me lo llega a enviar por email, me veo todo el fin de semana copiándolo. Esto tiene muy buena pinta, el giro sorprendente que sufre la trama en el fragmento de Rocío resulta admirable, no os lo perdáis. Como siempre cuelgo el mío también. Para evitar suspicacias, el próximo sorteo lo haré en clase, aprovechando la entrega de notas del examen, para seguir con el buen ánimo. Ahí van.

Mi continuación:

-No sé lo que os habrá contado Carla, pero quería que conocierais mi versión de los hechos: he tenido que dejar a vuestra amiga porque me da miedo. La sigo queriendo, pero últimamente me involucraba en unas historias que me acojonan –Marcelo había conseguido captar inmediatamente el interés de las chicas, no sólo con su fachada, sino también con el motivo de su cita con ellas.
-Es la peor excusa que he oído en años para dejar a una tía –se atrevió a recriminar Julia, ante las miradas de reprobación de sus amigas.

-No me extraña que no me creas Julia. Sé que para ti Carla es más que una hermana, pero espera que te cuente algunas de las situaciones en que me he visto envuelto y verás cómo lo mejor que he podido hacer es dejarla. No por mí, sino porque tu amiga del alma cada vez está más obsesionada con algunas historias y nuestra relación agrandaba cada vez más esa obsesión. Hace una semana acudió al entrenamiento. La vi detrás de la portería, temblando como una libélula. Me acerqué a ella para decirle que me esperara aquí, en “El Cráter” porque hacía mucho frío y ella no me escuchó. Como si estuviera ida, se acercó con la vista fija en mis rodillas. Entonces me di cuenta de que la derecha me sangraba. Ella se agachó y me lamió la sangre con un ansia de loca. Luego me besó y se fue. El cachondeo del equipo fue de órdago, pero eso no tuvo importancia. Yo me quedé muy preocupado por su actitud. Aquello era la gota que colmaba el vaso -las chicas permanecieron calladas, observaron el bronceado rostro de del muchacho, pese a que hacía semanas que no se veía el sol y la nieve cubría las calles. Los labios amoratados por el frío lucían carnosos y mullidos. Los ojos negros y profundos se clavaban alternativamente en las tres. Cada una de ellas se sentía la preferida de ese chico de pelo rizado que hechizaba a todas las muchachas de su curso y también a las de segundo.

Continuó Marcelo relatando con detalle algunas de las locuras de Carla. Hasta Julia había ya desestimado el plan de mostrarse desagradables y duras con él.

Hacía rato que Raquel se había entregado incondicionalmente al encanto natural de Marcelo. Se había puesto los pendientes de azabache de las grandes ocasiones. Colocó sus dos manos bajo la barbilla y balanceó su cuerpo hasta dejar caer los codos en las rodillas, cubiertas por unos leotardos de fantasía. “¿Cómo se había dejado embaucar por esa mosquita pálida y rubia de Carla? Dándoselas de misteriosa lo consiguió aquella noche de fiesta loca, justo cuando yo me iba a declarar. No tengo por qué retenerme. Ella me lo birló antes, ¡la muy guarra! Y estoy convencida de que esa misma noche le conté que estaba loca por él. Al volver del servicio me la encuentro en la esquina de la barra, mostrándole los tatuajes ridículos de su barriga. ¡Maldita zorra!, si no hubiera sido mi amiga, la habría sacado de los pelos. No sé por qué me tengo que enfadar con Marcelo. Con esa barbilla redondeada y dulce como un helado de chocolate…”

La continuación de ROCÍO HERRAIZ:

Con la presencia del vampiro todavía rondando por su mente, Carla se vio sacudida por el vendaval de preguntas que no cesaban de hacerle aquellos dos doctores. Entre tanto, media docena más de enfermeros y doctores irrumpieron en el cuarto para sacar a la enfermera que todavía yacía en el suelo inconsciente. Al levantarla, su cabeza cayó ligeramente hacia atrás, dejando visible la extrema palidez de su rostro, además de una pequeña marca en el cuello, similar a la que tenía Carla el día que llegó al hospital. Entre los dos enfermeros que la habían levantado, la sacaron cuidadosamente pero con rapidez de la habitación, y, tras ellos, el resto del personal, incluidos los que hacía unos instantes habían estado abrumando a Carla con sus preguntas, también abandonaron la estancia, en medio de aquel murmullo de preocupación e incertidumbre que ahora los abordaba...

Una vez hubo salido el último de ellos, este cerró la puerta tras de sí, y fue entonces cuando Carla se encontró de nuevo sola en la estancia, con la esperanza de que volvieran a aparecer ante ella aquellos enigmáticos ojos celestes. Sin embargo, no fue eso lo que ocurrió, en su lugar, lo único que apareció fue un olor tan delicioso como potente, que pronto inundó hasta el más recóndito lugar de aquella habitación, para deleite de las cavidades nasales de Carla. Pero...¿de dónde provenía?

Carla, dejándose llevar por su recién adquirida agudeza olfativa, se abalanzó sobre la cama y pudo observar a los pies de esta, justo en el lugar donde había golpeado la cabeza de la enfermera, un pequeño charco de sangre. De repente, despertó en ella un apetito voraz, acompañado por un deseo irrefrenable de saciar su sed, y, bajando de la cama, se aproximó a la sustancia para percibir mejor el aroma que emanaba de ella. No habían pasado ni dos segundos cuando Carla comenzó a lamer el charquito con un ansia incontrolable que la privaba por completo del uso de razón, y poco después ya no quedaba nada, solamente la lengua de Carla sobre una baldosa impoluta y brillante, buscando hasta el más mínimo rastro de aquello que la había hecho sentir tan frenética, tan viva, tan extraña...

Solo cesó en su impetuosa tarea cuando escuchó los pasos de alguien que se aproximaba a la puerta de su habitación. Se trataba de su madre, pero no venía sola, lo hacía acompañada por un doctor, que no paraba de hablarle sobre ella.

Esta, que todavía no había perdido su curiosidad, se acercó a una ventana, para escuchar con mayor claridad lo que decía aquel médico sobre ella. Al parecer, la enfermera había fallecido, y las expectativas para Carla no eran demasiado buenas. La policía y sus amigos no habían conseguido encontrar nada en el Edificio Central, por lo que descartaban la existencia de algún tipo de animal que hubiese podido morder a Carla. La única hipótesis que parecía esclarecer un poco el misterio sobre la marca yugular y sobre la que se apoyaban ahora era el contagio por parte de Carla de alguna enfermedad desconocida, posiblemente proveniente de la suciedad de aquel edificio, y la cual mostraría como primer síntoma la aparición de aquella extraña marca. Obviamente, la enfermera se habría contagiado al estar en contacto con Carla, por lo que todo parecía encajar. Al oír esto, su madre rompió a llorar, pues era cuestión de tiempo que su hija también muriese. Tras escuchar la batería de estupideces que acabada de narrar el doctor, Carla recordó de nuevo al vampiro. ¿Cómo explicarles que un ser que solo ella había visto era el causante de todo aquello?¿Cómo decirle a su madre que ahora ella también era un vampiro, y que la enfermera solo había muerto para servirle de aperitivo por cortesía del de los ojos azules? No...lógicamente aquella no era una alternativa, pero no podía olvidarse de dónde se encontraba, en el hospital, rodeada de personas por cuyas venas corría su preciado alimento.

En estas se encontraba Carla, meditando si podría o no reprimir su impulso depredador, cuando se percató de su famélico estado. Justo en ese momento, su madre abrió la puerta de la habitación, secándose las lágrimas que brotaban de sus ojos para resbalar por sus enrojecidas mejillas.

Con el rostro congestionado y la voz entrecortada, su madre la invitó a volver a la cama­­, tras lo cual Carla, ignorando la sugerencia de su madre, se aproximó a la puerta y la cerró bruscamente.

De nuevo, sintió aquel extraño impulso que antes la había llevado a actuar como un animal, y perdiendo totalmente el control agarró a su madre por el cuello y le hizo la morcilla, retorciéndoselo como a un pollo, sin reparar en la mirada de aquella mujer que hasta entonces la había apoyado, la había cuidado, la había querido, y que ahora derramaba sus últimas lágrimas por ella, sin tener ni siquiera tiempo para percatarse del cambio que había sufrido su hija y que ahora le costaba la vida. Ahora sí que Carla parecía haber perdido el último resquicio de humanidad que le quedaba, a pesar de la rapidez con la que había matado a su progenitora, bien por ahorrar tiempo o por ahorrarle sufrimiento, por lo que fuere, ahora ya poco importaba, pues esta se disponía a hacer cuenta de su presa sin reparar en quién era el cadáver que tenía a los pies.

Agarró la cabeza inerte de su madre, y cogiéndola por los pelos, la arrastró como pudo hacia un rincón oscuro de la habitación, oculto tras un pequeño armario provisto de vendas, suero, vías y demás instrumental quirúrgico que no entraré a detallar.

Con los ojos desorbitados se arrodilló frente a la muerta, cuyo cuerpo todavía estaba caliente, y desgarrando la camisa que llevaba puesta y que dificultaba el acceso a su cuello, dio un mordisco en la yugular de la susodicha y comenzó a nutrirse del manantial de vida que brotaba de aquel cuerpo cuarentón. Cuando hubo finalizado se sintió reconfortada, tanto que no reparó en que aún llevaba toda la cara impregnada de sangre. Se recostó en la cama, relamiéndose todavía con la dulzura de aquel líquido rojo que tanto le gustaba, y que tan gran sacrificio le había supuesto conseguir, en la lengua, pero entonces un doctor irrumpió en su deleite abriendo la puerta y disponiéndose a entrar.

-Ya traigo los resultados de los análisis señorita... -acertó a decir el doctor que atravesaba la puerta antes de que Carla se abalanzase sobre él para impedir que viese el cuerpo de su madre medio descuartizado.

-Pero...¿qué ha pasado aquí?-le preguntó tras ver la cara de la muchacha, pringada de sangre, asomar por la pequeña rendija que esta le había permitido abrir con su rápida intervención.

-Emmm...pues nada doctor, es solo que me he mordido el labio, no se preocupe que ya me curo yo con la saliva, es que la sangre es tan escandalosa...-acertó a decir Carla.

-¡¿Que te has mordido el labio?! No pretenderás que me crea esa estúpida escusa, vamos...déjame verte mejor...¿No te habrá pegado tu madre?-dijo el doctor.

-No doctor tranquilo, mi madre jamás me pegaría y menos ahora...en mi avanzado estado de enfermedad...¡Váyase no sea que le contagie sin querer!-espetó Carla.

-No creo que me contagies...vamos muchacha...déjame entrar que vengo a hablar con tu madre sobre el resultado de tus análisis...-dijo comprensivamente el doctor.

-Está bien...-cedió por fin Carla con resignación, a pesar del poco hambre que tenía ahora.

Carla abandonó su esfuerzo por sujetar la puerta y se echó unos pasos hacia atrás para dejar paso al doctor. Este, al entrar, se percató del extraño bulto que formaba el retorcido cuerpo de la madre de Carla y se dirigió directamente hacia allí, con un gesto facial que inspiraba poca confianza, como si ya sospechara lo que le aguardaba tras la sombra de aquel armario.

Carla se disponía para su ataque pero entonces el doctor se giró bruscamente al notar el movimiento tras de sí de Carla, que ahora se encontraba suspensa en el aire a algo más de un metro de su cabeza.

Con la mayor rapidez que pudo, el doctor sacó una jeringa con anestésico que llevaba siempre encima para casos críticos, y la empuñó contra el abdomen de Carla que ahora caía con todo su peso sobre él, intentando morderle.

De una patada se la quitó de encima y pudo huir hacia la puerta, cerrándola con llave y dejando a Carla dentro. Carla, que no se esperaba defensa alguna por parte del médico, desconcertada y tendida sobre el suelo tras el golpe que acababa de darse contra la pared, se sintió extraña. No sentía dolor por haber sido estampada con brutalidad, tampoco le dolía el brusco jeringazo que acababa de recibir, pero empezaba a sentirse aturdida y medio mareada se incorporó como pudo y se apoyó sobre la cama. Poco a poco notaba cómo los párpados le pesaban más y más, y aunque no quería dormirse, parecía inevitable. Finalmente el ser de los ojos celestes apareció por una de las ventanas, agarró a Carla y mientras la llevaba hacia la ventana por la cual él había accedido a la estancia está cerró los ojos, todavía consciente de lo que ocurría a su alrededor.

El ser la levantó por un brazo y apoyándola sobre su chepa, se encaramó de un brinco al árbol más cercano, cuyas ramas golpeaban al son del viento el cristal de la ventana que acababan de atravesar. La suave brisa y el frescor del ambiente parecieron despertar un poco a Carla, lo suficiente como para que se diera cuenta de que el cielo se tornaba lentamente más claro y que por el Este ya podían vislumbrarse los primeros rayos de sol...

Ya apeada de la chepa de aquel ser, Carla comenzó a estremecerse entre sollozos. La luz, aquellos destellos brillantes que provenían del horizonte quemaban sus retinas, nublando su visión casi por completo. Entre tanto, su piel cada vez más roja expulsaba un olor a carne requemada, a la vez que se arrugaba menguando poco a poco. Carla no podría soportarlo mucho tiempo más, se dejó caer en la rama sobre la que se encontraba de pie y lo último que pudo ver antes de resbalarse de esta fue el cuerpo descarnado del vampiro, postrado en la rama contigua y en cuyas cuencas ya no podían distinguirse sus preciosos ojos azules.

Dicen que antes de morir, toda la vida pasa por delante de los ojos de una persona, pero en el caso de Carla no fue así. En lugar de ello, su cuerpo comenzó a hincharse como si de un globo se tratase y cuando estaba a punto de reventar y ya a muy pocos centímetros del suelo...

¡Despertó! Se encontraba en su cama, empapada por el sudor que le había provocado aquella espantosa pesadilla. Se sintió aliviada, todo había sido un simple sueño, lo cual significaba que nada era real, ni la discusión con Marcelo, ni la muerte de su madre ni tampoco su extravagante transformación que había acabado en tan desastroso final.

Tenía sed, de modo que se levantó y, a oscuras, palpando cada centímetro de pared que encontraba, consiguió llegar hasta donde se encontraba su móvil. Una vez con este, a modo de linterna, atravesó el angosto pasillo que desembocaba en el salón, y tras atravesar este, por fin llegó a la cocina. Una vez hubo bebido hasta saciar su sed, se dispuso a regresar a su dormitorio, pero como no tenía sueño se puso a ver un rato la televisión.

Desgraciadamente, a esas horas de la noche no había ningún programa que mereciese la pena ver, asique puso Telecinco, para ver el Tarot de Esperanza Gracia, ya que era la única astróloga de la que se fiaba.

Entre tanto, se acercó a un pequeño mueble compuesto por tres cajones. Del trasfondo de uno de ellos sacó una pequeña bolsita transparente que contenía una sustancia blanca. Luego, alargando la mano hacia su bolso, sustrajo su carnet de identidad y una pequeña libreta de la cual arrancó una hoja, y vertiendo un poco de lo que contenía aquella bolsa sobre la mesa, lo alineó con el DNI. Después, haciendo un rulo con la hoja de papel, esnifó dos de las cuatro rayas que tenía dispuestas paralelamente sobre aquella superficie.

Tras repetir el proceso con las dos restantes, se recostó en el sofá y escuchó la predicción de Libra para el martes. Poco después, vencida por el sueño y mareada como estaba, se quedó dormida.

Al despertar, una sensación de pánico invadió a Carla. ¿Dónde se encontraba? Era una habitación húmeda, apenas iluminada por una pequeña bombilla que colgaba del techo. Su abdomen, ¿qué diablos era aquello que llevaba sujeto a su tronco? Asustada, gritó hasta desgañitarse, pidiendo ayuda. Intentó zafarse de las correas que le oprimían muñecas y tobillos, consiguiéndolo solo con las primeras. Al hacerlo, llamó su atención el ruido de un monitor que acababa de encenderse a su derecha. En él, apareció el rostro pálido de una muñeca ventrílocua, muy parecida en aspecto a Belén Esteban, lo cual atemorizó más aún a Carla.

-Hola Carla. Tú no me conoces, pero yo a ti sí. Durante los últimos dos años te has implicado en el mundo de las drogas, arriesgando tu vida cada vez que consumías cantidades ingentes de diversas sustancias. Al verte encerrada aquí, me pregunto si temes por tu supervivencia o solamente gritas por mantener tu mente ocupada en algo que no sea pensar como destruirte a ti misma. Hoy tendrás la oportunidad de demostrar hasta dónde eres capaz de llegar para seguir con vida. El artefacto que llevas en tu cuerpo está sujeto a ambos lados de tu tórax, y funciona como una bisagra. Si no consigues superar la prueba, significará que no valoras tu vida, por lo que este mecanismo te ayudará a desprenderte de aquello que no aprecias, abriéndose y separando tu cuerpo en dos en cuestión de milésimas de segundo, acabando así con tu vida. Frente a ti se encuentra el cuerpo inmóvil del camello que te ha provisto de droga durante todo este tiempo. Tu objetivo es el siguiente, tendrás que sacarle los dos ojos, y en cada una de las cuencas encontrarás una llave. Sólo una de ellas se servirá para librarte del mecanismo al que te encuentras sujeta, pero ¿cuál? En tu bolsillo izquierdo encontrarás un bisturí que te servirá para sacarle los ojos, al fin y al cabo, ¿de qué le sirven si no puede ver todo el daño que le hace a la gente? Date prisa, tienes sesenta segundos para conseguir la llave hacia tu libertad y liberarte o de lo contrario, el dispositivo saltará cuando el temporizador llegue a cero. Vivir o morir, tú decides -le dijo la muñeca a Carla.

Tras esto, Carla se tiró al suelo, todavía sujeta por los tobillos, lo cual no le impidió alcanzar el cuerpo del camello. Sacó el bisturí de su bolsillo y con una frialdad de la cual no había hecho nunca uso, cortó los ojos del hombre. Luego introdujo los dedos índice y corazón en las cuencas. A treinta segundos de morir, ya tenía una llave. Buscó con nerviosismo en el otro ojo hasta encontrar la segunda. Una vez las tuvo, probó con la primera a abrir el dispositivo que la mataría pasados diez segundos, pero ¡no era esa! Rápidamente probó con la otra y a falta de un segundo consiguió abrirlo y quitárselo justo en el último momento. Respiró tranquila. Acababa de matar a un hombre pero eso no parecía importarle en absoluto. Estaba a salvo, era lo único en lo que pensaba en aquel instante y tenía claro que nunca más volvería a probar las drogas.

A su espalda se abrió una puerta, de la cual salió la muñeca subida sobre un pequeño caballo de juguete.

-Mucha gente no agradece seguir con vida...-le dijo la muñeca-pero tú no, ya no.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Torrente maldito (décima entrega)


En esta ocasión es ALICIA CABRERA la que continúa la historia de Carla. Atención a los distintos derroteros de uno y otro relato. Por cierto, la próxima en continuarlo será ROCÍO HERRAIZ, elegida en sorteo sin notario, con la ayuda de un bombo de bingo de mi abuela.
En primer lugar, cuelgo el mío:

Julia acompañó hasta su casa a Carla y de vuelta a la suya se topó con Marcelo. No tenía intención de dirigirle la palabra. Estaba furiosa con aquel “pijo” de mierda que le estaba arruinando la vida a su amiga, pero la llamó, cruzó la calle y tomándole el brazo le dijo que quería hablar con ella, con Raquel y con Denia esa misma tarde. Julia no fue capaz de soltarle a la cara todo aquello que pensaba decirle. Al contrario, aceptó la cita para la tarde y se comprometió a avisar a sus amigas. Pensó que entre las tres serían más capaces de enfrentarse con aquel tipo que en el trato personal deslumbraba a las chicas con su aspecto de actor americano y la labia de un locutor de televisión.

Sentadas en el semicírculo de cuero rojo de “El Cráter”, esperaban de uñas a Marcelo. Al verlo entrar, menguó la ira solidaria que sentían hacia él y, cuando se sentó frente a ellas, en un taburete cojo, ninguna de las tres pudo soltar ningún improperio, acalladas por el magnetismo de ese chico que acababa de acicalarse como si fuera a actuar en algún espectáculo...CONTINUARÁ

El relato de ALICIA:

De repente, en medio de aquella conversación se oyó un ruido. Era la puerta de la habitación que se abría lentamente. Una vez abierta de par en par, una gran luz intensa pasaba a la habitación, provocando a Carla un gran escozor y dolor de ojos. Allí pudo observar cómo dos hombres con bata blanca por encima de las rodillas, guantes y mascarilla entraban a la habitación .Ella no los reconocía pero eran los doctores que durante estos tres días le habían estado haciendo pruebas para saber qué era lo que le había pasado. En ese instante uno de ellos exclamó:

-¿Pero qué es esto? ¿Qué ha pasado?

En ese momento, Carla se acordó del ser de ojos azules, aquel que él mismo se hizo llamar vampiro. Y con una fuerza sobrenatural se dio la vuelta para ponerse delante y protegerlos de ellos, pero no fue necesario allí ya no había nadie. Seguidamente uno de aquellos hombres se agachó hacia el suelo, y en ese instante Carla pudo comprobar que una enfermera estaba tirada en el suelo. Mientras tanto, el otro le preguntó a Carla:

- ¿Cuándo has despertado? ¿Te encuentras bien? ¿Qué ha pasado aquí? ¿Por qué la enfermera se encuentra tirada en el suelo?

Eran muchas preguntas por parte del doctor, de las cuales Carla no tenía respuestas para responderle. Ahora mismo solo recordaba aquella conversación que había mantenido apenas hacia unos instantes con aquel ser, y de aquella fuerza sobrenatural que le había salido sin saber ¿cómo? ni ¿por qué? Para protegerlo [...] CONTINUARÁ.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Torrente maldito (novena entrega)


Esto va estupendamente. Seguimos intrigados con la historia que están redactando los alumnos de 2º de Bachillerato (a pesar de que a veces derive demasiado hacia "Crepúsculo"). Cuelgo mi continuación y la de IRENE MADRID. La próxima en seguir la historia será ALICIA CABRERA, nuevamente elegida por sorteo limpio y ante notario (Efraín).


Mi continuación:

-¿Lo has visto? –preguntó Carla, ahogada por la carrera y por la angustia.

-Claro que lo he visto, nunca me había topado con una rata de ese tamaño. Y tú sabes que a mí esos bichos me sacan de quicio –respondió más sosegada Julia.

-¡Pero qué rata ni qué niño muerto!… ¿Es que no has visto al monstruo sin ojos que me ha besado, que me ha lamido, que quería poseerme?

-¿Que había alguien en el Edificio Central y te ha besado? No empieces con tus historias, Carla, ya sabes que me pongo muy nerviosa con estas cosas. Bastante he tenido con esa asquerosa rata que ha rozado mis tobillos.

-No, Julia, escucha –tomó Carla la mano de su amiga, cubierta por un guante verde que temblaba nerviosamente-. Me he vuelto a quedar traspuesta y cuando he recobrado la voluntad, he visto un rostro pegado al mío y he notado unos brazos fuertes que me abrazaban. Como si me sumergiera en un sueño, me he quedado pegada a sus labios y entonces he observado, aterrada, que las cuencas de sus ojos estaban vacías… Después no sé ni lo que he hecho –relataba Carla el suceso como si lo estuviera leyendo en uno de esos libros de terror que tanto le gustaban. Julia conocía sus hábitos literarios, pero no se dio cuenta de ese detalle. La fidelidad hacia su amiga cubría casi todos los frentes. La creía siempre y si no hubiera sido por su falta de ánimo nunca la hubiera dejado abandonada a su suerte en el Edificio Central.

El fragmento de IRENE MADRID:

Mientras tanto, en el hospital donde se encontraba malherida Carla, las expectativas no eran muy buenas. Después de una reunión del equipo médico que intentaba descubrir qué había podido dejar en estado de coma a Carla, éstos decidieron hablar con su madre.

El cielo ese día estaba especialmente gris, quizás previniendo la catástrofe que se cernía sobre el hospital. Por la tarde, en la sala de reuniones, los médicos decidieron hablar con la madre de Carla. En la habitación, la enfermera acababa de entrar a ver a Carla, que llevaba 3 días ya en el hospital en estado de coma, ya que sus amigos no habían sido capaces de dar siquiera con algo relevante que pudiera dar una idea de qué había dañado a Carla. De repente, las luces de la habitación se apagaron, pareció detenerse el tiempo, y la enfermera cayó pálida al suelo.

-Despierta, pequeña, despierta-susurró una voz.

Carla se encontraba en un lugar tenebroso, funesto y muy agreste. Quería ver pero no podía, quería caminar, pero no podía moverse, solo podía sentir el agonizante frío que recorría cada centímetro de su cuerpo. De repente, tuvo la sensación de liberarse de las cadenas que cargaba su cuerpo, y por fin abrió los ojos. Se encontraba en un cementerio, parecía abandonado, la hierba crecía libremente sobre las viejas lápidas de mármol.

A lo lejos, vio un destello.
-No, no puede ser, comenzó a balbucear- una mueca de terror apareció en la cara de Carla, que contemplaba atónita el contorno del ser que la había atacado anteriormente en el gran Edificio Central.

-Despierta, vamos, deja atrás tus miedos, y ven, ven conmigo –decían esos ojos azul celeste.

De repente, todo se apagó y se tornó oscuro. Carla había despertado del coma. El primer impulso fue levantarse, pero vio con incredulidad que no podía siquiera moverse. Estaba atada a la cama, en los últimos días había sufrido ataques debido a la fiebre que le había causado la mordedura. Muy decidida, intentó liberarse, y para su asombro, descubrió que apenas con un poco de fuerza había conseguido vencer las cuerdas que la amarraban a la cama. La habitación carecía de luz, sin embargo, Carla veía todo perfectamente. "¿Qué me pasa?" - se preguntaba comprobando que efectivamente la luz era escasa en esa habitación. Sintió un frío sobrenatural sobre su espalda. No quería girarse, pero como si de un acto reflejo se tratara, antes de que se diera cuenta, había girado su cuerpo y ahora contemplaba esos ojos celestes que acababan de perturbar sus sueños.

-¿Quién eres?- preguntó Carla con una voz imponente, una voz que denotaba una actitud distinta hacia ese ser. En las dos situaciones anteriores había sentido miedo, ahora solo sentía fascinación hacia la criatura de los ojos celestes.
-Realmente no importa quién soy, ni de dónde vengo, aunque supongo que la curiosidad siempre os ha caracterizado a la raza humana, aunque es curioso, tú ya no eres completamente humana -
Carla se quedó sorprendida al oír esto, y al ver, que su piel había palidecido.

-¿Quién eres?- volvió a repetir Carla sin demasiada esperanza en obtener una respuesta contundente.
-Mucha gente me define como un espectro de vida nocturna que se sustenta de la sangre de los demás, sin embargo, yo prefiero que me llamen , y sí, soy un vampiro.

Me buscan la policía y tus amigos en aquel edificio..pero no me encontrarán [...] CONTINUARÁ.