jueves, 15 de marzo de 2012

TORRENTE MALDITO XVI

El cuento llega a su final, solo quedan tres entregas. Aquí os dejo la de ELENA ROMERO y la mía. En cuanto terminemos, intentaré hacer una copia para cada uno. Ahí van:

La mía:

En el aeropuerto de Bristol, un viento húmedo y violento contraía los gestos de los que trabajaban a pie de pista. Lena recibió a Germaine y a Carla con la frialdad acostumbrada. El porte adusto de la vieja sobrecogía a su nieta como si fuera un ama de llaves recién salida de una película en blanco y negro. Sentía hacia ella un cariño extraño, como si ya estuviera muerta y su figura fuera la de una imagen vista en la pantalla de cine. Su frialdad no les extrañó en absoluto. Ella solía emitir una humanidad mínima a la que madre e hija estaban acostumbradas. Apresó la maleta de Carla, con sus manos de estibador y la miró desde la distancia inmensa de sus 1,90 metros de altura para espetarle un “estás muy delgada”. Subieron al Rover desvencijado de la abuela, en el que su envergadura se erguía con dificultad. Atravesaron el puente de Clifton y cruzaron diez frases breves con las que resumieron los dos meses sin verse. Posiblemente fuera ese seco comportamiento el que servía a Lena para realzar su comportamiento íntimo con su nieta cuando se acercaba la noche. Después de cenar, se apostaban tras las faldas de una mesa camilla tan antigua como su dueña y esperaban a que la abuela les contara una de aquellas historias sangrientas que relataba con el sello del suceso real. Lena mordía las palabras con delectación y las envolvía en terciopelo hasta dotarlas de un ronroneo grave que encantaba los oídos de su incondicional auditorio. Se sacó de la memoria la historia del sacamantecas de Portishead. Aquel relato le sonaba a Carla de su lejana infancia y le gustaba escuchar de nuevo las peripecias terroríficas de un asesino sin escrúpulos que se dedicaba a abrir el vientre de sus jóvenes víctimas para elaborar con las vísceras platos de alta cocina. Más de una vez, Germaine recriminó a su madre para que no contara aquellas cosas ante su hija, pero le respondía con una mirada de desconsideración que no admitía réplica. Cuando hubo terminado, Carla quiso, por primera vez, contar su propia historia.

La de ELENA ROMERO:

Dejaría a los niños con una prima suya que vivía cerca de su casa, ya la había llamado y ésta estaba de acuerdo en quedarse con los niños durante algunos días, así que llevó a los niños con su prima y después volvió a Benidorm para salvar a Mikel. Pero, ¿dónde buscarlo?. Fue a la casa donde Mikel vivía y allí no había nadie, empezó a buscar por toda la casa algo que le dijera a dónde se lo podrían haber llevado, entró al salón, todo estaba destrozado, mesas y sillas rotas, cojines y cuadros en el suelo, pero algo le llamó la atención, era una tarjeta con un número y una dirección, probablemente allí se habrían llevado a Mikel para interrogarle y retenerlo hasta encontrar las suficientes pruebas de que él había cometido esos asesinatos y así poder llevarlo a la cárcel… Fue hasta allí, se trataba de una gran casa de varias plantas, blanca y con grandes ventanas, una de ellas estaba abierta y a través de ella Carla accedió al interior de una de las habitaciones, empezó a buscar a Mikel, pero no lo encontraba, buscó por toda la casa y finalmente encontró una puerta en la que había varias cerraduras, pensó que seguramente Mikel estaría allí, pero ¿cómo abriría aquella puerta?

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