martes, 26 de enero de 2021

Ser inquisidor

El día que no insulto a alguien es un día perdido. Necesito, al levantarme, escuchar las noticias para subirme por las paredes, para bramar contra el Gobierno, contra la oposición, para arrastrar al coletas por el fango, para escupirle a la cara a Sánchez, para vomitar sobre Quim Torra o sobre Arrimadas o sobre Casado o sobre la madre que los parió. Quiero que haya tragedias, tragedias de las gordas, de las que te permitan culpar a alguien y echarle en cara su mala gestión o su indolencia o su ignorancia. Porque yo soy un tío listo, un tío inteligente que podría solucionar la emergencia sanitaria si me pusiera a ello, pero no es mi papel; que podría acabar con el paro, en cuanto me colocaran al frente del Ministerio de Trabajo; o aclarar el embrollo de la educación, si me empeñara en escribir una ley como manda Jehová. 

Me gusta, disfruto, babeo cuando encuentro una noticia en la que unos chicos se han reunido para celebrar una fiesta en plena pandemia. Es la ocasión propicia para sacar la hiel a pasear contra la juventud -¡qué futuro nos espera!- y no veas cómo me quedo: "Hay que lapidarlos, meterlos en la cárcel con los presos peligrosos, humillarlos, descuartizarlos..." Volcar todo esto en los foros alivia un huevo. Uno, cuando es tan inteligente como yo, necesita vilipendiar a todo quisque y ridiculizar al santo palio. Tampoco es necesario argumentar demasiado, porque se me iría la fuerza en vano, la mayoría no me entendería y no valdría la pena. No está hecha la miel para la boca del asno. 

Ser inquisidor es una delicia. Si por mí fuera, los castigos, los arrestos, las penas de cárcel, las torturas, tendrían que imponerse de manera más radical, sin tantos miramientos. Sobre todo por el placer que supone ver padecer a quienes han hecho algo que yo no puedo disfrutar. ¿Quién es esta gente para reírse,  para divertirse, para bailar, para follar, si yo no puedo hacerlo? Me importa un huevo la pandemia, pero me solivianta ver cómo se goza sin que yo participe.  

Dadme carnaza, dadme pandemias, terremotos, temporales, accidentes de tráfico, paro, miseria, delincuencia, drogas, dádmelas, para que pueda quejarme de todo, para insultar a diestro y siniestro, para arrojar toda esta bilis que me quema el hígado y me provoca úlceras de píloro. ¡Qué a gusto se queda uno cuando le escupe a la televisión y se orina sobre la pantalla del ordenador!      

"Maneras de dudar" por Irene Vallejo



Cuando albergamos firmes convicciones sobre un asunto, tendemos a creer las informaciones que las afianzan –por infundadas que parezcan– y a cuestionar los datos que las rebaten –por sólidos que sean–. Los psicólogos llaman a este fenómeno “sesgo de confirmación” y se produce en todo el espectro ideológico, incluso entre quienes afirman poseer una mente abierta y un insobornable sentido crítico. Si la realidad contradice nuestras ideas, en lugar de cambiar de opinión, respondemos con sospecha e incredulidad. Nos aferramos a nuestras creencias con dudas y dientes.
En la antigua Grecia, el filósofo Sócrates propuso otra forma de dudar, partiendo de la propia ignorancia: solo sé que no se nada. El sabio perplejo acudía a la plaza de Atenas, a los pasillos de los gimnasios, a las calles concurridas para hablar con sus conciudadanos. Le interesaba el diálogo, un encuentro entre dos logos, o sea, entre dos opiniones discrepantes, donde la contradicción, lejos de despertar desconfianza, actúa como motor de conocimiento. Sócrates, que combatía la inercia del pensamiento y el poder casi invencible de los prejuicios, pensaba que los más graves errores no los cometen los ignorantes, sino los que creen saber. Quienes vociferan convencidos, suelen ser incapaces de conversar. Quizás, solo dudando de nosotros mismos podamos adquirir ciertas certezas.

sábado, 23 de enero de 2021

Enero, el mes de los gatos







Fotografías de Andrés Rubio

Enero es el mes de los gatos, voy a precisar, enero es el mes sexual de los gatos. Los machos se escapan de casa y salen a buscar a hembras receptivas. Gimen como niños, aúllan como lobos, rugen como bisagras desengrasadas. Se reúnen y se enzarzan en peleas a espada. Los ojos hay que protegerlos de las uñas desnudas, Algunos no tienen suerte. El más hábil monta a la hembra. Ella lo recibe con desprecio y él le muerde el cuello para someterla. Después, si hay suerte, introduce su barrena de púas en ella, que grita y se retuerce. El macho afianza la dentadura en el pescuezo de la hembra. Al final, ella parece gozar más cuando se desprende de su conquistador, pero el instinto la ha podido. 

Enero es el mes sexual de los gatos y también de "La muerte en bermudas": te cortejará, te morderá el cuello, te penetrará, te dolerá y gozarás, porque el instinto es insoslayable. 

Iguala esta promoción, Reverte.    

miércoles, 20 de enero de 2021

No recuerdo un invierno tan frío como este

No recuerdo un invierno tan frío como este, 

ya lo dijo Ángel González. 

En el alero del tejado, 

una lanza de hielo amenaza la coronilla de los muertos. 

Las aceras son de plástico bruñido 

y el viento abofetea la cara con láminas de metacrilato. 

No recuerdo un invierno tan frío como este, 

ya lo dijo Ángel González. 

No por el hielo, ni por el aire violento, 

tampoco por las aceras de mercurio, no. 

Las barbillas se han acabado, 

las bocas no muestran su luna de aventuras 

y los niños montan muñecos de nieve sin brazos ni sombreros. 

No recuerdo un invierno tan frío como este. 

Los bares son un pasado del que se habla con melancolía, 

las conversaciones se han convertido en monólogos de idiotas 

y el trabajo es una mala puta sin literatura ni caricias. 

No, no recuerdo un invierno tan frío como este, 

ya lo dijo Ángel González. 

Él había perdido a su amada, 

pero nunca pudo imaginar que en este invierno, 

en este, 

se pudieran añorar hasta los tragos del desamor.   

jueves, 14 de enero de 2021

Nueva plataforma de series sobre educación

 La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha acaba de poner en marcha una nueva plataforma de series de televisión basadas en las experiencias educativas de este curso. Una empresa ilusionante y que, de momento, presenta los siguientes títulos:

1. Breaking FP Básica: una distopía protagonizada por unos chicos y chicas de FP Básica. Ellos quieren obtener el título de secundaria para matricularse en bachillerato, pero los malvados profesores les ponen todas las trabas posibles porque en realidad son zombis y seguidores de Joe Biden. 

2. Inspector´s Day: una distopía en la que un inspector de educación llega a un centro, escucha a los profesores y soluciona un problema.

3. Juegos telemáticos: una distopía protagonizada por Mari Pérez, una madre empeñada en que su hijo suspenda cuatro asignaturas durante el confinamiento para que su hijo no pase de curso. 

4. Hot: una distopía ambientada en un instituto de La Manchuela con playa y palmeras. Los alumnos sirven gintónics a los profesores, las clases se imparten en el resort de un hotel y, eso sí, todos llevan mascarillas. Solo suspenden los que no consiguen un bronceado perfecto.

5. Page´s love: distopía protagonizada por el presidente de Castilla-La Mancha. Se enamora de una maestra y, para que ella le entregue sus encantos, baja las ratios y se lee un libro.

6. Machine lust: distopía protagonizada por un conserje de instituto, Manuel Fernández. Las fotocopias son su pasión y su amor por su máquina lo desquiciará cuando un técnico se lleve la fotocopiadora para arreglarla y nunca más sepa de ella. 

sábado, 2 de enero de 2021

La tiranía de las redes sociales

¡Qué felices éramos cuando no nos manipulaban las redes sociales!, antes de que nos manejaran a su antojo Facebook, Instagram o Twitter. Cuando el cura era el encargado de informarnos sobre la masturbación y de provocarnos sueños en los que nos brotaban pelos en las palmas de las manos y nos reventaba el ombligo. Cuando nuestros padres vertían sus frustraciones en nosotros y nos impelían a ser ingeniero de caminos, azafatas o seminaristas. Qué sencillez y qué libertad cuando la convención social nos imponía en qué momento debíamos emborracharnos, casarnos y a qué virgen había que sacar a hombros. Qué bien cuando la televisión y la radio nos aconsejaban qué coñac consumir o qué compresa ponernos. Cuando las autoridades políticas nos ordenaban por dónde caminar y a qué iglesia ir. Cuando el maestro, con la mano bien abierta, nos clavaba una hostia en la cara para grabarnos a fuego las tablas de la multiplicación. Cuando era el grupo de amigos el que imponía si debía uno fumarse un Celtas corto, un porro o pincharse heroína. ¡Cómo añoro esa libertad absoluta, ese libre albedrío para escoger lo que a uno le apetecía!, y qué mal ahora, qué dictadura la de las redes sociales. Y cuando nos inoculen los "chis", no te digo nada.