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miércoles, 10 de abril de 2024

Me falta


 

Por estos caminos,

entre estos viñedos, 

paseaba con ella. 

Me falta su mano agarrada a la mía. 

Me falta su silencio cómplice, 

su compañía callada.

Me faltan las conversaciones inanes,

cotidianas,

"no queda vino",

"ya".

Me falta su mirada verde,

su blancura diáfana,

su nieve cálida.

Me falta su orden,

su firmeza,

su habilidad para desnudarme.

Me falta su voz al llegar a casa,

me abruma.

Me falta la atmósfera que inventamos.

Y, en medio de este vacío,

braceo, pataleo,

como un viejo astronauta en el espacio

que hubiera perdido el contacto con la nave.

Sin gravedad, los movimientos son densos,

torpes, grotescos. 

Este maldito traje y esta escafandra 

y este cordón umbilical que se rompió hace veinte meses.

¿Hasta cuándo llegará el oxígeno de la memoria?

¿Hasta cuándo? 

viernes, 8 de marzo de 2024

Vivir en el pretérito imperfecto

 


Comía por inercia, viajaba por inercia, paseaba por inercia, daba clases por inercia..., vivía por inercia. La pasión con la que antes comía, viajaba, paseaba y daba clases lo mantenían en marcha todavía, como a un tren sin motor que aún circulara por impulso de su velocidad pasada. Pero era evidente la ausencia de un generador de movimientos, de actos, de ideas. Se deslizaba por la vida con los restos de la energía producida hacía ya mucho tiempo. A veces, cuando se topaba con una cuesta abajo, el aumento de la velocidad era engañosa, le parecía haber recuperado el gusto por la comida, la emoción del viaje, la pasión por enseñar, pero no, pronto aparecía una cuesta arriba o un llano y era evidente que el motor estaba parado. En seguida desaparecían la pasión, la emoción, el gusto. No había fuente con la que alimentar el movimiento. Comía, viajaba, paseaba y daba clases por inercia. Vivía en el pretérito imperfecto.      

miércoles, 28 de febrero de 2024

Comiendo con Eva

 Hoy he estado con Eva en el restaurante Santolina. Antes era El Chato, para nosotros un templo en donde rendíamos pleitesía a Dionisos sin reparar en otra cosa que no fuera el vino del Terrerazo y los manjares de Luisi. Pido el vino que le gusta, para acabarlo en casa. Comemos y bebemos como siempre, como antes, divinamente, aunque demasiado solos. Llegamos a casa y pongo la tercera de una serie polaca de cuyas dos primeras temporadas vimos y comentamos hace unos años. Me gusta hablarle y descubrir que ya se ha dormido, vencida por los chicos de la mañana. La serie nos atrae por sus ambientes cutres, por su humor negro y por sus personajes atiborrados de alcohol. Aún así duerme, le puede el sopor de la comida y el desgaste de las aulas. Luego veo un partido de fútbol femenino. No sé por qué. Sí, sí lo sé. Lo último que vimos en televisión antes de que se fuera fue fútbol femenino. Bebemos, vivimos, revivimos, dormimos, añoramos. 

lunes, 5 de febrero de 2024

La ingenuidad de los muebles



Todo sigue donde lo dejaste: los vestidos a la espera de tu piel; en el congelador, guisos con etiquetas (tu letra), dispuestos para tu paladar; en las perchas, los pantalones desean rozar tus muslos; en el baño, tus perfumes conservan su esencia (abro alguno de vez en cuando); en una bandeja de cerámica, tu lima de uñas está lista para combatir los arañazos; en el coche, un amuleto (qué pobre papel ha cumplido); en el salón, el reloj (se ha parado a la espera de que vuelva el tiempo); en las estanterías, fotos tuyas, de tus alumnos, impacientes por ser renovadas; también los dibujos de nuestra hija; en el dormitorio, tu libro electrónico, tus pendientes, tus anillos, tus pulseras; en el baño, una esponja, preparada también para tu piel; en el sótano, tu orden; en el despacho, tu aroma; cada vaso, cada copa, cada  taza, anhela tus labios, como si supieran que alguien, solo tú, puede devolverles el roce del beso. Una manta te cita junto al sofá para calmar el helor de los días de invierno. El mismo sofá se impacienta al no notar el peso de tu liviano cuerpo. La novela negra a mitad de leer se revuelve por ser devorada cuanto antes. La libreta de la mesita reserva hueco para anotar las nuevas películas, las nuevas series, los nuevos libros. 

Los observo a todos con lástima, perplejo, y alimento su ingenuidad. No voy a sacarlos de la inopia: cuando puedo, leo unas líneas de esa novela negra, apunto el título de una película de estreno (imito tu letra), hasta me tumbo en el sofá para que no extrañe el peso de tu cuerpo. Aún así, se impacientan tus zapatos (mis pies son demasiado anchos), la pinza del pelo no encuentra asidero en mi cabeza y no entro en las faldas de tubo. Algún día les tendré que confesar la verdad. Hoy no.   

lunes, 22 de enero de 2024

Abulia


 

No caen bombas a tu alrededor, ni hay desastres naturales en lontananza; tienes un lecho donde dormir, un techo en el que refugiarte, dinero para comprar cerveza, güisqui y fresas, también para ir de viaje; dispones de tiempo libre para orearte al sol de la tarde. Eres un burgués, pocas comodidades te faltan, prácticamente ninguna, la barriga indecente lo señala. Hasta disfrutas de amigos de raíz y amigas de estirpe. Puedes ver series, películas, lees libros, tienes libros, muchos libros, incluso has descubierto que escribes con cierta claridad. Ni siquiera has padecido enfermedades significativas ni has sufrido accidentes. Sin embargo, a pesar de las comodidades, de los privilegios, te encuentras tan desolado como si vivieras en mitad de una zona de guerra, en medio de la debacle. No te bebes la lluvia como antes, ni escuchas la música con los oídos despiertos, ni bailas con el mismo escalofrío, ni ves el cine y el teatro con los ojos disparados. Una bruma constante te apaga el horizonte, una abulia insoportable te acompaña allá donde vas. La seguridad de que todo, todo, se acabó hace tiempo. La impresión de sentirse ajeno a uno mismo.   

martes, 16 de enero de 2024

Sábanas de raso

 Hoy dormiré entre sábanas de raso, delicadas, suaves, amorosas, nata de labios. No voy a preguntarme sobre ellas, ni tampoco quiero recordar la última vez que estuve compartiéndolas, ni el pasado que esconden, ni adivinaré los cuerpos que estamparon el sudor entre sus fibras. Sábanas de raso acunarán mi sueño, solo deseo sentirlas así, cursis y sedosas, como una bata de terciopelo. Solo gozar de su sensualidad, de su tacto líquido. Como si no las hubiera usado nunca, como si las acabara de comprar, como si nadie las hubiera guardado en el cajón de la cómoda, como de estreno. Hoy dormiré, o no. 

sábado, 13 de enero de 2024

Panegírico



Un rostro perfecto, duro y a la vez dispuesto a doblegarse incondicionalmente si la palabra lo merece. El verde Alhambra de su mirada acaba con los tópicos petrarquistas, como el Quijote con los libros de caballerías. Nadie hablaba como ella, con tanta autoridad y tanta dulzura. Estoy orgulloso de una cosa: de que me eligiera, porque, en lo demás, tenía un gusto exquisito. Desde que se fue, he perdido el norte de la estética (yo nunca lo tuve, era prestado, como el brillo de la luna). Pocas han hecho tanto por difundir el gusto de Botticelli, muy pocas. Cómo no voy a estar destrozado, si tenía en mi salón la proporción áurea. Quitadle la noche oscura a Juan de Yepes, a ver qué queda.

domingo, 7 de enero de 2024

Eva y la escritura

 Solo me siento acompañado cuando escribo, porque Eva leía todo lo que yo escribía, porque era mi correctora, mi lectora primera (y en ocasiones única). Y siempre lo hago para ella, aunque a veces no sea del todo consciente. Cuando se escribe, por mucho que lo nieguen algunos, siempre rondan latentes los posibles lectores, por muy humilde que sea el texto o el medio que se ha utilizado para transmitirlo. Después de terminar un fragmento de una novela o un estado de Facebook, incluso una nota cualquiera, me doy cuenta de que, de alguna manera, estoy condicionado por quienes van a leerme. A esos lectores hipotéticos se les unen todos aquellos que uno sabe a ciencia cierta que lo van a leer. 

Mi padre solo leyó las 20 primeras páginas de una novela en la que el protagonista era él, no le dio tiempo a más, y a pesar de todo, aun sabiendo que no podría o no querría leerla, influyó y mucho en la composición de este libro. Eva leía todo lo que yo escribía y era mi crítica más fiable, porque leía muchísimo, porque me conocía y porque no tenía pelos en la lengua a la hora de decirme lo que le parecía flojo. Solo pudo leer 36 páginas de la novela que aún no he terminado y recuerdo una frase que me animó como ninguna: "Esto es lo tuyo", se refería al género y al estilo. Quizá por eso ahora solo me siento acompañado cuando escribo, porque lo hago todavía, inconscientemente, pensando en si le parecerían o no digeribles cada una de las frases que compongo; porque cuando releo, lo hago en parte con sus ojos. Porque es la única manera que he encontrado para seguir comunicándome con ella y no defraudarla. 

martes, 26 de diciembre de 2023

La edad de la inocencia

 


He vuelto a ver La edad de la inocencia de Scorsese. Era una de nuestras películas favoritas y hoy la he sufrido especialmente. La he visto entre continuos hipidos y escalofríos, provocados, no sé si por las propias escenas rebosantes de dulzura, intensidad y elegancia; o por los recuerdos, la melancolía y los detalles que me trasladaban una y otra vez a Eva. Las rosas amarillas, símbolo del amor imposible de los protagonistas, esas que aún tengo plantadas en la maceta de la entrada de mi casa. Los ojos verdes de Michel Pfeiffer, su belleza cristalina, su mirada alegre que esconde una tristeza inmensa, los ojos verdes de Eva. Los troncos de la chimenea desmoronándose por la ferocidad del fuego, la enfermedad salvaje. Los guantes que estorban cuando hay que acariciar la mano deseada, el placer de su blancura. La renuncia a ver a la amada cuando es demasiado tarde para revivir lo perdido. 

No hay nada en esta nueva realidad que vivo que me estremezca tanto como la recreación en el dolor y la pena a la que me somete la ficción. Nada de lo que me rodea me conmueve con tanta fuerza como los libros, las películas, la música o el teatro. Es como si mi alma estuviera anclada en el rincón de los contempladores, como si hubiera renunciado a vivir y solo la vida de los otros, las escenas de su pasión, fueran capaces de herirme, de conturbarme, de conmoverme. Una película perfecta para deshacerse.   

lunes, 18 de diciembre de 2023

Niebla


 

La tristeza es niebla ácida que lo invade todo. Ninguna luz es capaz de atravesarla. Los cuerpos se deshacen (sobre todo viejos y adolescentes), no hay horizonte. Allá, al fondo, está la esperanza de la hierba, muy al fondo, tanto que ni siquiera se atisba, pura ilusión. Cala los huesos la humedad eterna, hasta volverte líquido. Solo quiero callar, dormir, abandonarme. No veo a nadie a mi alrededor, a nadie. La bruma lo invade todo: oculta el amor, el entusiasmo, la amistad, la ilusión, la ribera. Por mucho que intento salir de las tinieblas, solo consigo dar tumbos, me golpeo contra las paredes, contra las piedras, contra las esquinas de los muebles. Las palabras no circulan entre tanta espesura, todo es silencio; el olfato murió hace mucho y el tacto ya no se estremece con las pieles nuevas. Quizá la vida era esto: esperar como lago sin orillas a la muerte, envuelto en la nada. Ser agua. Solo esto.   

martes, 14 de noviembre de 2023

El jardín de las delicias



 Ahora, soledad, desconcierto. Antes, sosiego, abulia. Mucho antes, entusiasmo, furor. 

El salón en penumbra, Melancolía de Lars Von Trier en la pantalla, una novia insatisfecha, enferma emocionalmente, obsesionada con los cometas que pueden destruirla, abatida por los rituales. Pájaros muertos caen desde el cielo, como hojas de otoño. El sofá vacío, con la ausencia aún estampada en los rincones. 

El salón vivo, sin preocupaciones, entregados a las ficciones y a los planes de viajes. El sofá es nuestro coche cama, confortable y tranquilo.  

El salón, destartalado; el sofá, hogar del sexo; los gatos rondando alrededor de la estufa; jóvenes, como nosotros, golpean la puerta para invitarnos a la fiesta. 

El ánimo apresado por el terror vivido, por la muerte, por la ausencia. Solo el móvil y la ficción ofrecen refugio. 

El dulce pasar de la madurez compartida; la dulce confianza de la convivencia; una tortilla de patatas, felicidad de la noche. Los Pirineos como horizonte.

El espíritu encendido de la juventud, las fuerzas intactas, el entusiasmo en la nuca, las yemas de los dedos bullen con la piel eléctrica. 

Al final, el parto, la hija que rompe las lindes del antes y el mucho antes. Solo ella consuela el ahora.

 Los tres actos de la función, las tres jornadas de la comedia, el tríptico de El jardín de las delicias.  

miércoles, 8 de noviembre de 2023

Duermevela

 


Me acuesto solo. Entro pronto en un sueño plácido, esponjoso, hasta que un vaivén del colchón me deja aturdido, en duermevela; hasta que noto un brazo que me abraza los hombros, amorosamente, con cariño; hasta que una voz me susurra al oído: "No te preocupes, estoy bien". Me espanto, quiero despertar, quiero abrir los ojos, pero no me atrevo. Por fin puedo moverme, me despierto del todo, abro los ojos, pero no soy capaz de encender la luz. Extiendo el brazo a lo largo de la cama. No hay nada o no palpo nada. Estoy solo. Cierro los ojos, pero el sueño no vuelve. La voz, esa voz de mujer sí que está allí, conmigo, esta vez desde dentro, desde no sé dónde: "No te preocupes, estoy bien". No puedo conciliar el sueño, sudo, me aparto el edredón, tengo frío, la voz resuena otra vez, como un eco sordo, acurrucado, perdido: "No te preocupes, estoy bien". Espero al día, con los ojos de par en par, sin luz, con la compañía del espanto y del consuelo. 

domingo, 15 de octubre de 2023

Licenciado Vidriera


 

Tengo el cuerpo cubierto de hematomas, por eso cuando me rozo con la gente, con las paredes, con las esquinas de las mesas, siento una quemazón intensa que me hunde en la tristeza más absoluta. Tengo miedo de que me toquen, de apoyarme en las paredes, por eso ando solo, aislado del mundo y de su mobiliario: un licenciado Vidriera, un misántropo. 

No siento las huellas de la desgracia hasta que me tocan, hasta que me hablan, hasta que el recuerdo hurga en las heridas, o sea, siempre. 

Contemplo el pasar de los campos a través de la ventanilla del tren y una melancolía abrumadora me ahoga: nunca volveré a abrazar a los árboles, nuca podré morder la carne del melocotón. Las encías son las partes más delicadas de mi organismo: están hinchadas, doloridas, de suspirar abejas. No me toquéis hoy, ni nunca. 

lunes, 9 de octubre de 2023

Nunca

 Páncreas, pulmón, estómago, vísceras. Vísceras, que me enseñaron el significado del adverbio nunca. Nadie comprende su sentido verdadero hasta que no experimenta la tortura del vacío, hasta que no saborea la nada. Nunca es un adverbio terrorífico, una realidad definitiva, sin paliativos, nunca. Cuando el oncólogo la pronuncia, tampoco él sabe lo que significa, porque no está al otro lado de la mesa, porque no te conoce, porque, a pesar de pronunciarla una y otra vez, la usa como el poeta que ha perdido el poder de reanimar a las palabras. 

Nunca, dice Tiresias, nunca volverás a verla, nunca. Seis meses máximo o tres o dos y, después nunca estará contigo, nunca. Él, Tiresias, tampoco la comprende de veras, porque es ciego, porque es un oráculo frío, sin vísceras, porque es un personaje literario. 

Pensad en ella, pensadlo, nunca comprenderéis la palabra nunca hasta que no le arranquen las vísceras a quien os abraza, a quien os besa, a quien os revuelve el cabello con los dedos. Entonces, solo entonces, sabréis que la palabra nunca es la más espantosa de todas las palabras.  

lunes, 25 de septiembre de 2023

FÁBULA DEL DESAGRADECIMIENTO

 No iba a publicar esto, pero mi psiquiatra (la cerveza) me ha recomendado que no acumule bilis.

Imaginad que habéis trabajado más de treinta años en la misma empresa, con dedicación absoluta, enamorados de la profesión, con entrega incondicional. Imaginad que morís de manera terrible y sin esperarlo, que un cáncer arrasador os acaba en dos meses y medio. Imaginad que vuestros compañeros, afectados en lo más hondo por vuestra desaparición inesperada, reconocen esa labor incondicional y, en un arrebato de amor y justicia, ponen vuestro nombre al edificio en el que trabajabais. Imaginad cómo reaccionaron los que administran la empresa. Bueno, os lo voy a contar para que no os quedéis en un ejercicio de imaginación continuo. La empresa es pública, se trata de una consejería de educación. Cuando los compañeros de la fallecida invitaron a los gerifaltes al acto de homenaje, rechazaron la comparecencia y ni siquiera se dignaron en mandar una carta de pésame a los familiares, miento, enviaron una carta al viudo para reclamar un mes de sueldo que por un error administrativo había cobrado de más la fallecida. Se devolvió el dinero diligentemente y, al parecer, ellos quedaron así satisfechos de su entrega incondicional, de su amor por la profesión, de su trayectoria laboral impecable, de los más de treinta años dedicados a las aulas. Y no hablo desde el rencor, os lo aseguro, sino desde la tristeza más absoluta. Es de bien nacidos.   

jueves, 21 de septiembre de 2023

Soy mejor

Soy mejor desde que ella no está y me duele. Soy más claro, más agrio, sí, pero menos imbécil, más ella. Ella, ella me ha enseñado, tarde, cómo beber de una fuente, cómo acariciar el cabello, cómo decir un no, cómo arrinconar a la soberbia, cómo llorar en público sin pañuelos, cómo no darse importancia, cómo vivir sin aspavientos. Soy mejor desde que no está, porque su ausencia me ha enseñado a renunciar a los espejos.

miércoles, 2 de agosto de 2023

El pasado existe



El pasado sí existe, contradigo, entre otros, a T.S. Elliot, existe y ahoga. Se incrusta en el presente y no lo deja desenvolverse, le impide el movimiento, lo amordaza, lo destaza y apenas le permite respirar. El presente necesita aire, porque está vivo, porque se aleja de la muerte siempre que puede. Pero el pasado hace todo lo posible por quitarle la máscara de oxígeno, por devolverlo a la nada, al vacío, a la inexistencia. Me toco y gozo de mis dedos sobre la piel. Me toco, soy, siento, me muevo, alejo al pasado, estático, maldito, que me impide gozar de la experiencia del tacto, del placer, de la caricia. Detrás de ella, en el recuerdo, siempre hay otros dedos, otra piel, que ya no están, que solo existen en ese pasado ominoso, que vuelve una y otra vez para aniquilar los frutos de la sensualidad, los goces momentáneos del presente. 

La brisa acaricia las hojas de los árboles, las hace bullir, entretenerse, balancearse en oleaje de tierra. Contemplo el paisaje y, por un momento, disfruto del presente, hasta que llega la voz del pasado, la imagen de un recuerdo de bosque mullido en el que ella y yo retozábamos. Todo se silencia, el viento, el rumor de las hojas, el murmullo de las cigarras, todo enmudece detrás de un sábado de agosto en lo alto de las montañas, de un martes de julio en la ribera de un río, de un jueves de septiembre en la trocha de un sendero. El presente está bien jodido. Nunca podrá separarse de esa mano que llega y aprieta con fuerza el cuello para impedirle gozar de los bienes terrenos. Sí, el pasado existe, solo para abochornar al presente, para apresar sus labios, su nariz y sus manos y susurrarle al oído: "No tienes derecho a ser, no lo tienes."    

sábado, 15 de julio de 2023

Secáronme los pesares


 

Sobre el escenario, Molière, su vida, sus obras, Vive Moliére, una farsa divertidísima y didáctica que he visto la friolera de tres veces (en la última me he reído tanto como en la primera). El Palacio de los Oviedo en Almagro abre sus cielorraso a las estrellas y al vuelo de los murciélagos. Molière muere en lo alto de un tobogán, no durante la representación de El enfermo imaginario. Muere y la diosa Fama se lo lleva consigo al Parnaso. Ojalá todas las muertes se presentaran así, con este ritmo de comedia alocada, chocarrera, musical.

Llevo veinticinco años asistiendo al Festival de Teatro Clásico de Almagro. Perdón, llevamos. Es un ritual, una costumbre sana, un retiro espiritual que alivia y cauteriza las heridas abiertas por la jauría adolescente. Eva también ha venido, como siempre, como todos los años, me lo acaba de decir Molière desde lo alto del tobogán. Las Jornadas de Teatro Clásico son aún más antiguas que el propio festival y ayudan a complementar estos días de comedia. La primera sesión ha resultado intensísima. Las directoras de las mejores compañías teatrales de España desgranan sus ideas y experiencias sobre la dificultad de acercar los textos renacentistas y barrocos. Ana Zamora, Laila Ripoll, Helena Pimenta, mujeres que han resucitado a Juan del Encina, a Lope de Rueda, a Gil Vicente, a Lope, a Calderón y tantos otros. Nos desmenuzan obras que Eva y yo vimos en Almagro y Madrid hace años. Es emocionante revivir con sus creadoras las puestas en escena que luego comentábamos a la luz de un gintónic en la plaza de los Fúcares, envueltos entre calima y galerías. Eva me llegó a confesar que del único teatro que disfrutaba de veras era del clásico, no sabía por qué. El veneno del verso (del que tanto hablan las directoras) se había adueñado de nuestra estética dramática. El teatro contemporáneo nos parecía otra cosa, otro tipo de espectáculo. Los enredos amorosos de Lope, la capa y la espada, nos infectaron de un virus de más larga duración que el COVID.

Por la tarde, en el corral de comedias, Ana Zamora, directora de la compañía Nao d´amores, rinde homenaje a su experta musical Alicia Lázaro, muerta en 2021. Un concierto delicioso de música renacentista del que Ana nos relata su historia, sus entresijos. Alicia, como Eva, como Molière, tampoco ha muerto. En los acordes del concierto está su vida, como en las palabras de Harpagón está Jean Baptiste, como en el runrún de los alumnos está Eva, más allá del tiempo y del espacio. Ana Zamora, magnífica, entusiasmada, pone en boca de un personaje renacentista esta copla, "Secáronme los pesares". Podría decirlo Eva en lo alto del tobogán de la Fama mientras Molière la requiebra y Lope la enamora con versos naturales de amor contrariado. 

martes, 11 de julio de 2023

La soledad de Montaigne



En todo el día solo he hablado con una persona, la camarera de un bar que suelo frecuentar. "Una caña", le he dicho, y también "cóbrate". Hasta aquí mi jornada de socialización. Después de dedicar el curso entero a la perorata (casi a la verborrea) viene bien el respiro de días así; aunque echo de menos en seguida la afición por pegar la hebra. Este silencio lo compenso escribiendo y leyendo. Converso con las voces de los muertos (creo que decía Quevedo) y oigo mi propia voz interior (un tanto muerta también). Con la edad, estaba llegando a la convicción de que la soledad era un estado ideal para la creación literaria, estaba convencido de que necesitaba a muy poca gente (cada vez menos) para urdir una jornada medianamente agradable. Tras la muerte de Eva, esta convicción se tambaleó y de qué manera. Busqué la ciudad, busque a la gente, busqué todo tipo de actividades sociales porque en cuanto me quedaba solo en casa me derrumbaba. Poco a poco voy reconquistando ese espacio que a la vez gané y perdí, ese espacio de la soledad reconfortante, reflexiva, creativa, ese "dolce far niente" que parece prohibido en la sociedad moderna. Nada mejor que las vacaciones para ahondar en esa reconquista. 

El problema es que el verano es implacable, inhabitable casi en todas partes. Julio me resulta odioso por muchas cosas (no solo por las bermudas), ahora más que nunca. Parece como si el clima se aliara con los recuerdos terribles y arremetiera contra las reconstrucciones de la voluntad, contra los paseantes, contra los diletantes, contra los vagabundos... Quien cree en la filosofía peripatética lo tiene más complicado en verano; sin embargo, esta mañana he encontrado un antídoto contra la imposibilidad de pasear, contra la ansiedad de no parar, de viajar, de participar en todo tipo de actividades, esta mañana me he reencontrado con Montaigne. No soy una planta, no necesito que me hablen para crecer, pero casi.  

domingo, 4 de junio de 2023

Eva y Roma


 

Eva amaba Roma, con delirio. Su decadencia, sus ruinas, su pasado glorioso, el Panteón, el Trastévere, la plaza Navonna, no sé. Hoy he vuelto a ver Amarcord y, luego, 8 y medio, de Fellini. Yo aficioné a Eva a las películas de Fellini; bueno, yo no, Roma. Estoy convencido de que si ella hubiera conocido a un Marcello Mastroianni no habría desarrollado esa enfermedad desastrosa, obscena, inmisericorde. Ella podría haber sido Claudia Cardinale y llevarse a Marcello a su casa y dejarme a mí, que no le aportaba nada. Me lo dijo muchas veces: "Si Mastroianni fuera más joven y me echara los trastos, te dejaría", "harías muy bien", le decía yo. Me lo decía en broma, pero yo lo decía en serio. Ojalá Mastroianni se la hubiera llevado a los estudios de Cinecittá. Ahora estaría viva, recordando al viejo Marcello desde el centro del Foro y yo la visitaría, subiría a lo alto de la estructura que aparece en 8 y medio para abrazarla entre la niebla, como el abuelo de Amarcord. Roma es melancolía, nostalgia y ensoñación. Roma es Eva.