sábado, 9 de agosto de 2025

Diarios de ella IV



Ripley

Ripley, el protagonista de la serie, arrastra un cadáver. Es en blanco y negro. Cómo se recrea en la melancolía. La recién asesinada se golpea la cabeza con cada uno de los escalones que van bajando. Cloc, cloc, cloc... A mí me atraen los thrillers, lo sabe, quizás por eso lo está viendo otra vez. Él despierta, alcanza la superficie del agua. Mira, desorientado, a un lado y a otro. Boquea, pez atrapado en el aire. Me mira, no me ve. Se sitúa. Vuelve la vista a la escena y busca el mando. Lo ha perdido. Es difícil saber dónde. Por fin lo encuentra y vuelve hacia atrás. Retrocede. ¡Ojalá pudiéramos! ¡Ojalá! Él, aunque no dice nada, también lo desea, seguro. El tiempo es despiadado, como el páramo. Nos priva de la complicidad, de la conversación, del amor, de la caricia, del orden.

La memoria

Por la tarde salimos a dar una vuelta por la ribera del Cinca. Baja poca agua. Los veranos son cada vez más secos. Las piedras blancas del río, demasiadas. Esas piedras redondeadas por la erosión de la corriente, suaves, viejas, sin aristas, como nuestra relación: pulida y destilada por los años. Por el cauce inmenso, apenas corre un regato ridículo. La desmesura de los deshielos se aprecia en las márgenes. Un recuerdo del caudal de primavera. Un recuerdo. Todo en verano se seca, desaparece. La corriente del agua solo vive en la memoria de las orillas. La memoria, esa desvaída memoria.

Villanúa

La perra, bien amarrada a la correa, para que los veraneantes no se espanten. Es grande y tan amenazante como atolondrada (no, yo no diría amenazante). Hay mucha gente de paseo. La tarde es agradable y beben, como nosotros, los últimos licores del verano.

En Villanúa no viven más de 400 habitantes durante el año. En agosto y Navidad crece con desmesura la población. Este dato nos lo proporcionan las chicas de "El Pajar del Troncho". Ellas están hasta el "papo" (así se desahogan) de la nieve y sus desmanes. Pero viven de los esquiadores. Lo que les da la vida las atormenta, como las células del cáncer. Nos pasa a muchas. Me ocurre a veces con los alumnos del instituto. ¡Ojalá y me siguieran atormentando! (No es verdad, nunca me atormentaron, es una hipérbole innecesaria). Nos acostumbramos sin razón a hablar mal de nuestro oficio, por mucho que lo amemos.

Bajamos a un campo de heno segado. Él y la perra corren, libres. Se persiguen el uno al otro. Vacían sus energías. Ella, fibrosa y retozona; él, renqueante y taciturno. Yo los observo desde la orilla del camino, agradecida. Cae la tarde. Sonrío.

Cenamos en la plaza principal. Las casas de piedra recia, las sombrillas de cerveza Ámbar, los tejados de pizarra negra, los atuendos de Decathlon, las bicicletas de montaña, los adolescentes de los albergues, los perros deslenguados. Casi todos son veraneantes, hay pocos naturales del pueblo. Quizás los dueños del bar. No sé.

Labordeta

Una vez coincidimos con Labordeta. En una tienda de deportes. Iría a renovar la mochila, supongo. Él aún presume de las botas de montaña que se compró ese día, y hace ya mucho tiempo de aquello. El calzado, a veces, sobrevive a nuestros pies. Labordeta era más feo al natural, más feo, pero muy simpático. Bueno, no sé, qué cejas, qué ojos fuera del rostro, qué mostacho. Una afabilidad hosca (yo no utilizaría esta expresión).

Conseguimos mesa de milagro. Torreznos y vino del Somontano. No se puede pedir más, bueno sí, que amaine el cierzo. La noche se pone fea. Él, como siempre, como nunca, no lleva ropa de abrigo. El viento de finales de agosto en el Pirineo no es para mangas cortas. Labordeta se protegía con un cortavientos y, calada, una gorra. La experiencia. No sé cuántas veces se lo he dicho. Siempre confía en los astros, pero casi nunca le son propicios. En verano todavía menos. Las estrellas van a caer a plomo sobre nosotros. En lo alto, ahí está nuestro destino. En el valle de Villanúa, la eternidad está más iluminada que en cualquier otro sitio. Mucho más que en el páramo. Solo hay que posar la copa sobre la mesa y mirar hacia arriba. Sonrío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario