lunes, 18 de agosto de 2025

Besos



Cuando veo besarse a las parejas, me siento más débil que nunca. Añoro el beso fugaz, cotidiano, hasta rutinario, casi más que el lúbrico. Están esperando un helado y ella deja en los labios de él un roce fugaz. Van de la mano por la calle y, antes de entrar en la ferretería, él besa suavemente las mejillas de ella. Él se muestra airado, casi grosero, ella lo calma con una decidida aproximación de su boca. Sentados en un banco del parque, ella parece esquiva, pero enseguida se acerca a su regazo y acepta un beso en la frente. Ese beso, insignificante, frugal, volátil, sencillo, me enerva, me hunde, me destruye. Porque nunca más lo voy a tener, porque lo perdí en una infame habitación de hospital, porque nadie puede sustituirla. Porque yo soy un Adán (me lo decía mi madre desde pequeño) y Eva está en otros rollos.

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