sábado, 20 de julio de 2019

LAS MIL Y UNA NOCHES EN LA CÁRCEL (Capítulo XI)


                                            Presos en el convento de San Miguel de los Reyes (Valencia)

Donde se cuenta el traslado del campo de la Santa Espina al de San Miguel de los Reyes en Valencia. Del paso por las cárceles de Medina del Campo, Segovia, Ávila, Madrid, Alcázar de San Juan, Albacete, y Valencia con mucha hambre y pocos víveres.

La noche del 2 de mayo de 1940 estaba tranquilamente acostado cuando apareció un escribiente de oficinas dando voces. Me despertó y me dijo lo siguiente: “Estate preparado para salir mañana a las seis en traslado hacia Requena”. Según él había podido comprobar, el traslado obedecía a una denuncia que me habían puesto en dicho pueblo. Esto me agradó muy poco. Le agradecí al escribiente el interés que se había tomado. 
A las seis del día tres salgo con ocho más, acompañados de dos guardias civiles, a coger el tren. Íbamos sueltos y fuimos bien tratados. Al llegar a Medina del Campo, nos apearon y nos llevaron al gran castillo de dicho pueblo, donde estuvimos un día. Al día siguiente, marchamos para Segovia, donde estuvimos dos días en la cárcel, luego continuamos hasta Ávila (también dos días) y continuamos hacia Madrid. Allí permanecimos diez días en la prisión de Yeserías. Continuamos el viaje hasta Alcázar de San Juan. En la cárcel de partido, un corral sin cubierta, permanecimos dos noches al raso. A la tercera noche, partimos hacia Albacete, donde estuvimos dos días más. Dos noches de reposo en un departamento donde estábamos unos encima de otros. De mañanita salimos para Valencia. Llegamos a la estación a las cuatro de la tarde. Éramos 69. Se los llevaron a todos menos a mí en camiones. A mí me conducen a prisiones militares: al cuartel de Ingenieros de Monte Olivete y de allí a San Miguel de los Reyes en Valencia. Como estaba sin juzgar, me tiran a la Modelo a la una de la mañana del día 20 de mayo, y el 26 me trasladaron a la prisión que fijó mi residencia.
De forma que he pasado detenido por el campamento de la Santa Espina y por el de Villagarzo; por las cárceles de Valdesillas, Zamora, Burgos, Valladolid, Medina del Campo, Segovia, Ávila, Madrid, Alcázar de San Juan, Albacete, Monte Olivete, San Miguel, Modelo y el Puig.
Los primeros días del traslado no los pasé muy mal, pero en Madrid se me acabó la comida que llevaba para el viaje y se puso aquello negro porque solo nos daban las sobras de los que allí había. En Alcázar no nos dieron ni agua en dos días. Mi compañero Palomares de Sinarcas, al que conocí en el traslado, llevaba dinero y le dio cinco duros a una recadera para que nos pasara comida. No volvió por allí, así que perdimos los cinco duros y nos quedamos sin comer. En Albacete nos dieron un cazo de lentejas cada día. Cuando llegamos a la Modelo de Valencia nos hartamos a comer arroz. No dejé ni las sobras de los seis cazos que me comí. No nos habían dado de comer en ninguna parte porque veníamos suministrados desde el punto de salida y así constaba en el pasaporte. El suministro era de 1,40 cada día y para dos días, son dos pesetas y dos sellos de cuarenta y con eso estuve desde el día 3 que salí hasta el 26 que llegué al punto de destino. ¡Vaya suministro!

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