miércoles, 13 de julio de 2022

"Dreno" de Matías Miguel Clemente

Desordenar el mundo a través de las metáforas para crear un nuevo orden. "Dreno" es el nuevo "orden" en el que Matías intenta reinventar sus pálpitos, sus preocupaciones más allá de lo cotidiano. El poeta renuncia a la claridad de lo conocido para ahondar en el sentimiento con combinaciones sorprendentes. Indaga en los orígenes del predolor, con palabras nuevas, cargadas de misterio. Sí, se rinde a aprovechar la mano de los otros para ser guiado, siempre y cuando esta guía sirva para moderar el deslumbramiento de quien despierta de la ceguera. Todo se llena de historias casi oníricas, telúricas, con sintagmas sorprendentes, donde las piedras hablan como un oráculo. Un mundo desconocido que nos avisa con olores y ruidos de que vivimos de forma paralela en otro cosmos. En este nuevo orbe simbólico, los sellos de correos son aleteos de ballena que nos advierten sobre quien ha surcado caminos semejantes a los que nosotros emprendemos. Siempre conducimos coches prestados. Y como nuevo orbe, necesita de sentencias y letanías, llenas de deseos. Palabras casi bíblicas de agua y tierra que nos riegan de incertidumbres y nos modelan a su albedrío. 

En "Dreno" se escuchan ecos de Miguel Hernández, dolores, instrumentos, que nos apartan de lo cotidiano para instalarnos en la "sedición de los cajones del cuarto", en el "rumor de uno mismo". Una intensa voz lírica, interna, anima a no confundir la vida con una carrera de obstáculos, solo hay que salivar, salivar lo suficiente para no secarse. Todo cae derramado en el caos, en el "dreno", en otro "orden" alejado de la razón. Vivir en la extrañeza del otro, que siempre soy yo, ese sueño constante durante la vigilia. Desaparecen, en ocasiones, los rigores de la puntuación, las leyes, y vuelven, renovadas. Piezas que se caen y no existen, y vuelven a caer y no existen. Piezas que duelen. Un continuo movimiento que, cuando cesa, da paso a la soledad. Por eso hay que luchar por parar y volver a germinar, aunque sea desde el miembro mutilado. 

El poemario avanza con relatos densos, ahogados casi por las metáforas, que desordenan el mundo y lo ordenan en un nuevo orden: "desoírse de una vez por todas". Porque la realidad está agujereada, llena de pozos insondables, desconocidos, con un punto de luz al fondo. La luz del riesgo que percibíamos en la infancia, cuando íbamos sin manos sobre la bici y que, después, a fuerza de repetir lo que otros hacen, olvidamos hasta convertirnos en muesca, en herida. En "Dreno" se pretende hacer temblar la tierra con palabras, provocar seísmos, alejarse de las poéticas, de las medidas y los cánones. Ser un caribú, ver la estepa disfrazado de armonías, porque "el héroe examina su culpa cada día". Y cuando la mirada del otro atemoriza hay que huir volando, como pájaros. Son ecos de Valente, del Anábasis de Saint-John Perse, de Rimbaud, el paso del tiempo entre los dientes, los agujeros del camino son poemas y los poemas palabras que pueden ser reducidas a símbolos; y estos, a la nada. Las revelaciones en este nuevo mundo no parten de los profetas, sino de los saltamontes: el trabajo mata a los hombres, la grandeza solo puede ser drenada a través de la soledad.        

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