No concibo una Navidad sin colas. Voy a morir de angustia, estoy seguro. No voy a soportar todas las vacaciones sin tirarme en una fila interminable tres o cuatro horas para ver un belén o para comprar un número de lotería o para que me firme un ejemplar de su última novela Belén Esteban o Eva García Sáenz de Urturi, (si no fuera por el apellido las confundiría una y otra vez). ¿En qué voy a ocupar las treinta o cuarenta horas que dedicaba a estos quehaceres, en qué? Mis vacaciones ya no tienen sentido. Nos han robado la Navidad. Muérete, Pedro Sánchez.
Secciones
viernes, 18 de diciembre de 2020
Gente sin barbilla
La constatación de que la imaginación burla a nuestros sentidos se presta a todo tipo de elucubraciones. Por ejemplo, cuando hace mucho tiempo que no vemos a un "allegado" o cuando muere alguien próximo tendemos a fijar un daguerrotipo que se va difuminando poco a poco, conforme pasa el tiempo, hasta convertirse en un esfumado que en absoluto corresponde a la realidad, como en esas pesadillas donde tu madre tiene el cuerpo de un hombre o tú mismo el de un elfo. Así ocurre también con los libros que hemos leído hace tiempo o con las películas o con las obras de teatro o con cualquier tipo de recuerdo. Nuestra imaginación es capaz de inventar las impresiones más perversas, desde una ventana que no existe, hasta la habilidad de un amigo que en realidad era la torpeza en persona. La imaginación está ahí, al acecho, siempre pendiente del fallo de nuestros sentidos para colocar su propio engendro. Cuando ves al chico de la primera fila quitarse la mascarilla en el patio, aparece, no él, sino la versión sensorial de sí mismo. A veces, la imagen que habíamos construido de su barbilla era mucho más atractiva y tendemos incluso a no creer a nuestros ojos.
La imaginación, a menudo, nos salva de la grosera realidad.
domingo, 13 de diciembre de 2020
"Mank" y "Aquitania", el arte y la filfa
Veo Mank y leo Aquitania.
Disfruto, me divierto con los diálogos de Mank, la película de David Fincher; con Herman Mankiewicz resucitado, y de qué manera, por Gary Oldman; con el sustrato de Ciudadano Kane, siempre presente y abrumador.
Me avergüenzo de que libros como Aquitania (esto no es literatura) ganen premios de relumbrón. Conozco al personaje histórico, conozco muchos de los acontecimientos que se narran en la novela y aun así todo me parece falso, sin pizca de originalidad ni interés. Las voces narrativas suenan tan huecas como las de una voz en off de telefilme de sobremesa. Es escritura de sobaquillo: se mastica con dificultad, pasa por el estómago sin pena ni gloria y no deja ninguna vitamina necesaria.
Vuelvo al blanco y negro de Mank. Me encojo en el sofá ante el magistral montaje, ante la vitalidad y progresión de una historia redonda, compleja, bien urdida. Me relamo con la chispa inteligente de los discursos de Herman. Un personaje al que reconoces a los diez minutos de metraje y que te arrastra, sin remisión, a su mundo privado de alcohol y creatividad.
Me hundo en la cama, abochornado por una literatura de wikipedia; irritado al ver deambular a los personajes a través de sucesos presuntamente históricos, deslavazados y triturados por una redacción sin pulso. Todo está muerto aquí. Nada es verosímil, ni siquiera lo que se supone que es cierto según las crónicas. La escritora ha conseguido idiotizar al personaje histórico en una caricatura simple y desmedrada que recuerda a los retratos de personajes que hacen los chicos de ESO cuando les pido el resumen de una novela. Pobre Leonor y pobre Guillermo.
Mank es un clásico en los primeros veinte minutos de cinta y crece y crece hasta el final. Aquitania es un bodrio en sus primera veinte páginas y no levanta el vuelo ni una sola vez, todo lo contrario, se hunde cada vez más en una escritura de sobaquillo que huele a pastiche y a culebrón turco en cada uno de sus rincones. Mank es la obra maestra de un buen artesano. Aquitania es la historieta de cartón piedra que puede usted encontrar, mejorada, en las novelas de Corín Tellado o en los tebeos del Capitán Trueno. Mank es arte, Aquitania es una redacción de principio de curso con amplia documentación.
Cuando abro un libro o me siento a ver una película espero que me rapten, que me trasladen en el espacio, en el tiempo, en el ánimo. Con Mank he viajado al Hollywood de los años 30 y 40, con Aquitania ni siquiera he sentido que nadie me agarrara la mano.
viernes, 11 de diciembre de 2020
"Cuentos de niños" por Antonio Muñoz Molina
jueves, 10 de diciembre de 2020
Historias de la televisión II
lunes, 7 de diciembre de 2020
Sinceridad en las redes
Las redes sociales son muy peligrosas, se hacen con nuestros datos y los emplean con fines perversos. Lo acabo de leer en varios artículos de prensa. Yo esto ya lo intuía y, por eso, desde que empecé a utilizar Facebook, Guásap y otras redes sociales, miento tanto como puedo. No, hermosos, no. No me gusta leer. No me acuerdo del último libro que abrí, ni siquiera sé cómo se hace. Por supuesto, no soy profesor de literatura, ni he escrito nunca otra cosa que no sea la nota para ir a la compra. Tampoco tengo 104 años, como se dice en Facebook, ni siquiera soy hombre.
Y por qué me sincero ahora, pues porque tengo a la policía a la puerta de casa y voy a ir a la cárcel sin remisión. He robado varios bancos, he secuestrado mascotas y me gusta la necrofilia (con muy poco éxito, tengo que decir). Ya no me importa nada revelar mi verdadera identidad, además, estaba harta de fingirme una persona distinta a la que muestran mis redes sociales (seguro que a vosotros también os pasa). En cuanto podáis, sinceraos, sienta muy bien. Es una liberación tremenda.
sábado, 5 de diciembre de 2020
"La envidia y el síndrome de Solomon" por Borja Villaseca
viernes, 4 de diciembre de 2020
Vídeo de la presentación "Cuentos de libro" en la que participo con el relato "Manual de estilo"
miércoles, 2 de diciembre de 2020
La relectura, tumba del falso literato
De La Regenta conozco la superficie argumental con detalle porque la explico en clase y porque la intriga es un arma imprescindible para alentar a la lectura. Sin embargo, releerla no solo no ha resultado infructuoso, sino que me he vuelto a empapar con deleite de ese mundo oscuro y húmedo de Vetusta (no de Oviedo). Porque Vetusta no es Oviedo, es una invención literaria (por mucho que se apoye en lo real), un mundo de ficción en el que el lector, conducido por la mano implacable de Clarín, descubre al hombre de finales del XIX y al del XXI (por eso es un clásico). La buena literatura, la literatura, te ofrece personajes abiertos en canal con los que sufres, te desesperas, gozas, hueles tus propias entrañas y las de tus semejantes. La literatura escarba en las vísceras, encuentra la belleza en los rincones y te sumerge en espacios por descubrir, sin transitar, decorados con el pincel único del creador. El final de La Regenta es estremecedor. La angustia de Ana Ozores, la ira furibunda de Fermín y el beso de sapo de Celedonio, los vive el lector como una más de las criaturas que pueblan la novela. La viscosidad se palpa, la falta de aire es real, la catedral se te cae encima a ti, no a Ana. Aunque uno conozca el final y el desarrollo de los acontecimientos, es tal la maestría del creador literario que, en la enésima relectura, vuelve a agarrarte de la entrepierna y vuelve a estamparte contra la pared.
Qué decir de la otra novela: aire, vacuidad, filfa. Todo se diluye en la segunda lectura y, aún menos, descubres la falsedad de personajes que no lo son, la evanescencia de los escenarios y el aguachirle del lenguaje. Solo la cualidad de que a uno se le entienda no es suficiente para llamarse escritor. Porque el único valor que le he encontrado a la novela innombrable es que se entiende, solo eso. Lamentablemente no es la única que adolece de todo lo que adorna a la literatura, hay muchas narraciones que no son literatura, son otra cosa, no sé cómo llamarlas; pero literatura, no. Lamentablemente, los profesores nos vemos impelidos a buscar obras fáciles, que se entiendan, sin añadir, "y que sean literatura". Craso error. Les estamos invitando a un sucedáneo y los vamos a privar del misterio, de la angustia, de la sorpresa, del beso de sapo de Celedonio. No, no se trata de leer cualquier cosa que se entienda, se trata de que al leer sientan una patada en las tripas que les revuelva la digestión y les haga detenerse a pensar en la descomposición que los buenos libros provocan en nuestro organismo.
viernes, 27 de noviembre de 2020
"Alegría de Francisco Brines" por Antonio Muñoz Molina
"Aquitania", historias casi consecutivas
Una curiosidad literaria. El último premio Planeta se titula Aquitania y, según he leído, la protagonista es la archiconocida Leonor de Aquitania, reina y trovadora de amplia biografía. No tengo afición ni mucho menos por los premios Planeta, pero este lo voy a leer por el incentivo de que yo escribí una novela sobre el abuelo de Leonor, Guillermo de Poitiers. Mi novela se titula Te negarán la luz y estuve en un tris (qué bonita palabra) de llamarla Aquitania. No sé si me arrepentiré, porque viví con pasión durante un año en los siglos XI y XII y no quisiera quemar esa sensación de viaje en el tiempo que me supuso meterme en la piel de ese duque atrabiliario y extravagante. Ojalá y la nieta no me decepcione, ya os contaré. Os invito (con plena conciencia de oportunismo) a compararlas.
domingo, 22 de noviembre de 2020
El opinador demagogo
Curso rápido para ser opinador demagogo:
1. Elegir una noticia candente, aunque no tengas ni pajolera idea de su tema, por ejemplo, la educación en España.
2. Si oyes muchas voces berrear, por ejemplo, contra algunos artículos de la nueva ley educativa, no los leas, no pierdas el tiempo. En primer lugar, no los entenderías y; en segundo, no se trata de criticar con argumentos y criterio, sino de vocear con mayor fuerza demagógica.
3. Sigue la opinión de algún famoso que haya opinado sobre el mismo tema. Si es posible, que no sea especialista ni cercano al mismo. En el caso de la educación, sería muy acertado copiar los criterios de Bertín Osborne o de Paquirrín.
4. Corea algún lema que hiera, que vaya contra algún grupo político (siempre encontrarás quien te aplauda) y no indagues sobre su veracidad. Ya que estamos con el tema de la educación, podríamos utilizar los siguientes:"Quieren acabar con el español", "No al cierre de los colegios de educación especial", "Viva la libertad", "Nos quieren quitar la religión", "Yo soy español, español, español".
5. El fin de un buen opinador debe ser siempre alarmar, crear polémica, ser agorero, vaticinar el fin del mundo. En el campo de la educación siempre va bien quejarse de que cada vez se exige menos. No es necesario que aportes pruebas. Desde Sócrates ha funcionado este mantra.
6. Por último, no te quiebres la cabeza inventando tú los textos, copia todo aquello que te parezca más escandaloso y difúndelo por todos los medios a tu alcance. No cotejes nada, es muy importante no dudar. Si dudas y empiezas a pensar, dejarás de ser un buen opinador demagogo.
martes, 17 de noviembre de 2020
Celebración del Premio Cervantes concedido a Francisco Brines
Brines es un poeta tan sencillo como profundo, su palabra es cernudiana y, como en el sevillano, en él habla la rica y diversa humanidad. Fue amigo de Carlos Bousoño, de Pepe Hierro, de Claudio Rodríguez, de Ángel González, de Caballero Bonald...; discípulo de Aleixandre y maestro de Villena, de Benítez Reyes, de Marzal y de tantos otros que lo corean y lo reivindican para clásico.
En Elca, en Oliva, descubrió el campo y las estaciones, descubrió septiembre y descubrió que "todo va al mar", con resignación, con alegría, todo va al mar, incluso sus otoños de poeta. En Elca descubrió la poesía y con ella el misterio de la creación, porque la poesía es el descubrimiento de uno mismo. Es tan valiosa como el dinero, sirve para vivir mejor, con más plenitud, con más conocimiento, con más intensidad. La poesía afina la sensibilidad, enseña a mirarnos gozosamente y, además, es una escuela de tolerancia. Todo eso es la poesía para Francisco Brines, un género para adictos; para iniciados; para gente extraña, enganchada a la pasión de la lectura.
Brines es sobrio, preciso, como Cernuda, no escribe nunca sabiendo lo que va a decir de antemano. Porque la escritura para él es puro descubrimiento de sí mismo. En la niñez abrazó la irresponsabilidad, como todos, y, como todos, veía lo que los adultos no vemos, veía a través de la imaginación. En los veranos de su juventud conoció el amor, que exalta en su poesía, porque el amor físico es un don. Cuando estamos enamorados amamos más la vida, se transforma la realidad y, a pesar de que la vida es el "ensayo de una despedida", no deja de celebrarla, no dejamos de celebrarla en sus libros.
Vivir es un don y Brines nos anima a brindar por él desde la vejez laureada. Nada tiene que ver con el niño que fue, ni con el joven, ni con el hombre maduro, sí su poesía.
"Los veranos" de Francisco Brines
lunes, 16 de noviembre de 2020
Tiempo
Me han quitado un menisco, me recolocaron las tripas en la ingle izquierda y en las cumbres (como diría el poeta clásico) solo hay nieve y deforestación. Están llegando más derrumbes y una piedra suelta arrastra a la otra, como en el desprendimiento de una ladera sin árboles. Espero que el humor me siga aliviando las pústulas de la cochambre, no me queda otro bálsamo.
miércoles, 11 de noviembre de 2020
El intrusismo, la aportación española a la modernidad
-Empiezo por algo trivial. Para hacer un programa de cocina en televisión, en vez de llamar a cocineros o a significados especialistas en restauración, preferimos rescatar a malos actores o a famosillos que no tienen una dedicación clara. Sí, los profesionales nos podrían enseñar algo más, ¿y qué?, demasiado fácil. Resulta más original utilizar gente de la farándula que es mucho más simpática.
-En las tertulias de radio y televisión se suelen tratar temas profundos: terrorismo, pandemias, educación, religión, política, guerras... Lo más lógico sería organizar las charlas en torno a especialistas de cada una de las ramas, pero no, nos puede nuestra tendencia al espectáculo. Los productores prefieren a los bocazas, a los charlatanes de feria. El insulto y la bellaquería nos privan.
-Buceemos en el mundo de la literatura. Aquí, aunque parezca imposible, también hemos conseguido la filigrana de colocar en las listas de los libros más vendidos a locutores de televisión, presentadores de programas del corazón, futbolistas y otros especímenes, tan alejados de la literatura como un troglodita de la física cuántica.
-El mundo de la música parecía reservado a esa gentecilla bohemia entregada a su arte y con necesidad de experimentar siempre con nuevos sonidos, a esos genios con el don de la creación. Bueno, el reguetón y la música indie ha acabado con estos mitos. Cuando el oído se hace al flow y a la matraca de estos géneros, ya no hay Bach ni Zappa que pueda reeducarlo.
-Revisemos el ámbito de la política. Nuestros gobernantes deberíamos elegirlos de entre un selecto elenco de sabios y eruditos de excelencia demostrada. Pues no, nos parece mucho más divertido elegir presidentes que no dominen ningún idioma o ministros de economía que no sepan sumar (este modelo lo hemos exportado con bastante éxito). Cómo vas a comparar la satisfacción de reírte o cabrearte con la ocurrencia del gobernante de turno a la posibilidad de ver solucionados los problemas acuciantes de la comunidad.
-Y por último, las joyas de la corona, la educación y la sanidad. En cuanto a la educación, parecía que nada podríamos hacer para sustituir al cuerpo del profesorado (mamón e inútil donde los haya), pero sí, hemos encontrado un recurso acojonante, flipante, de fábula: los influencers y los youtubers. Sí, dejemos en ellos la educación de nuestros muchachos y muchachas. Se acabó la discusión que enfrentaba a la enseñanza tradicional con la finlandesa. Internet ha venido a vernos para sacarnos del marasmo intelectual.
-En cuanto a la sanidad, qué decir, en esto sí que somos pioneros. Hace siglos que sustituimos la confianza en la ciencia por los santos y las vírgenes. Donde esté una buena procesión, que se quiten los experimentos, los laboratorios, la investigación. Más barata, más emocionante y menos quebraderos de cabeza. Solo nos faltaría crear un buen cuerpo de curanderos y sanadores para sustituir a tanto funcionario con bata. Dadnos tiempo (Miguel Bosé y acólitos otros están en ello). Ya está bien de sangrar al estado. Comparen la diferencia: morir en la cama de una fría UCI o rodeados por chamanes colocados y en cueros. Sigamos con el espectáculo hasta el final.
-Como coda, una excepción, el mundillo del deporte. Cuando se retransmite un partido, a la vista de nuestro espíritu cachondo, se debería llamar a un cocinero, a un profesor o a un médico, pero no, ahí sí se respeta la profesionalidad: los tenistas hablan de tenis, los futbolistas de fútbol, los ciclistas de ciclismo, los jueces de política y Tele 5 de vísceras... Unos puristas.