domingo, 29 de abril de 2018

"La hija del sepulturero" de Joyce Carol Oates


Verdadero novelón (en el buen sentido) casi decimonónico que se lee con avidez. La historia de Rebecca Schwart, luego Hazel Jones, plasma las vicisitudes de una mujer que recorre los últimos casi 70 años del siglo XX (de 1936 hasta el 2000). Los obstáculos casi insalvables con los que se encuentra son los hombres de su vida. Entre otros, primero su padre, Jakob Schwart; luego su primer marido, Nile; y su propio hijo (Niles o Zacharias): los ama, la aman, la violentan, la ignoran, la desprecian, la humillan y, a pesar de todas estas vicisitudes, ella sale adelante. Es una verdadera heroína moderna que pasa por encima de las neurosis y frustraciones del padre (exiliado alemán con su familia desde 1936, sepulturero en EE.UU. y profesor de Matemáticas en Alemania), por encima del desprecio social: es judía, pobre y alemana. Se salva, junto a su hijo, de la locura violenta del primer marido, recorre la América profunda en su huida y, con identidad falsa, rehace su vida y la de su hijo. Lo que podría ser un culebrón melodramático, lo convierte Joyce en una historia angustiosa, siempre interesante y con el estilo cuidado de los grandes novelistas tradicionales.
Después de leída, podríamos hacer un dibujo psicológico minucioso de la personalidad de Hazel / Rebecca, de sus temores, vergüenzas y neurosis; de sus patologías y frustraciones. Y también de la América profunda de los años 40 y 50. Parece un personaje de Zola al que le hubieran inyectado una fuerza especial con la que superar el terrible determinismo social que no termina de destruirla, pese a los esfuerzos de unos y otros. Solo el recuerdo de su madre, el instinto materno y una prima que nunca verá (o sí) impulsan la vitalidad de Rebecca. Judía en una sociedad antisemita; mujer, en una sociedad patriarcal y violenta; pobre, en una sociedad capitalista.   

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