miércoles, 28 de marzo de 2018

La educación como castración y Emilio Lledó


A raíz de un artículo sobre Emilio Lledó y la educación, reflexiono sobre dos extractos del mismo. En el primero de ellos, Lledó afirma de forma contundente que el "asignaturismo" (hacer exámenes continuamente) mata la cultura. En el segundo, el sabio profesor dice que la escuela y la universidad maltratan la mente de los alumnos, "solo hay que ver el paletismo de los últimos másteres". 
Del mundo universitario solo puedo hablar por referencias, pero de los institutos de secundaria, y, en concreto de la enseñanza de las humanidades, sí tengo cierta experiencia. 
Coincido en las críticas del maestro Lledó, hacia el "asignaturismo". Ahoga toda necesidad de saber y toda pasión por conocer. Y lo que es peor, como acostumbramos al alumno a ser un objeto de exámenes continuo desde la enseñanza primaria, acaba convertido en un mero contestador de preguntas y memorizador de datos inconexos. El único objetivo es aprobar todos los exámenes que se le pongan por delante. Lo de disfrutar del aprendizaje, gozar de la lectura, descubrir el mundo o desarrollar espíritu crítico no es algo que se pueda hacer en un instituto. Resulta difícil extirpar del cuerpo del alumnado esa obsesión por el examen, y, cuando se consigue, es complicado encauzarlos hacia un nuevo método de trabajo. 
Lo vengo intentando desde la materia de Literatura Universal (ahora en 1º de bachillerato) desde hace unos años. Me olvido de embutir fechas y listas de nombres interminables y nos centramos en, por ejemplo, conocer algunas obras de Shakespeare durante un trimestre, con métodos muy variados (desde lo visual hasta lo musical). Es difícil extirpar del todo el EXAMEN, pero se observa enseguida que el alumno reacciona de forma muy distinta ante la literatura cuando se presenta con otros mimbres.
Sí, como dice Lledó, no nos cansamos de maltratar la mente del alumnado. Y como consecuencia, también la nuestra. No hay nada más árido que dar clase de forma mecánica, sin reparar en otra cosa que en las notas de los exámenes. No hay nada más insatisfactorio que convertirse en un mamporrero de los libros de texto. Y no hay nada más castrador, para alumnos y profesores, que los currículos cerrados y la conversión de la docencia en una especie de funcionariado con público. Un público al que acabamos por desesperar y nos acaba desesperando.

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