miércoles, 16 de noviembre de 2016

La depresión de Wert


Y Wert contempla  la votación sobre la LOMCE en la pantalla curva de su apartamento de 500 metros cuadrados, con un pastís en la mano. Y sonríe con vicio, como el criminal que desde una playa paradisíaca oye noticias sobre sus fechorías. Y se relame porque acaba de degustar un foie fresco que le producirá ciertos ardores por la noche, pero que podrá aguantar con una copa de Veuve Clicquot. Y se levanta de la cama con dificultad, se le abre el batín y se descubre su miembro gastado y flácido. Y abre el cajón de la mesita y despega del plástico una Viagra para cumplir cuando llegue su pareja de pilates. Y duda si tomarla o no porque la semana pasada no le funcionó. Y notó la sonrisa de su pareja, como la del criminal que va a cometer un delito en otra sucursal bancaria. Y cambia de canal porque ha terminado la votación y sintoniza una película porno en la que una maestra de primaria se lo hace con un pitbull. Y sonríe despacio, sin ganas, porque siente el miembro muerto. Y suda con angustia y se desdibuja su sonrisa porque ya no trempa ni con el parlamento, ni con la sodomización del profesorado, como el criminal rodeado por cuatro morenos en las duchas de la cárcel.    

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