miércoles, 18 de septiembre de 2013

Sobre la filosofía y la reforma educativa

Félix de Azúa: Contra cualquier novedad

La escuela de Atenas, de Rafael










Una amiga me ha pedido que escriba un juicio sobre la filosofía, para mediar en la actual disputa 
sobre la reforma educativa que ni es reforma ni es educativa. Absolutamente convencido de que 
es el ejercicio más ineficaz al que pueda uno ponerse, emprendo el dichoso juicio.
Empecemos por el principio fundamental, la filosofía es la disciplina intelectual más importante de 
cuantas se puedan ejercer con un poco de cabeza. Su segunda fundamental característica es que no 
sirve para nada.
Que es más importante que las matemáticas, la física, la química, la medicina o la ingeniería, significa
 que importa más que ellas, es decir, que su interés es más alto, está más arriba, como mirando desde 
una cierta y angustiosa altura en la que el panorama da vértigo. Ninguna de las ciencias severas y humanas
 podría ser lo que es si previamente no hubiera sido marcada por la filosofía. Es la filosofía la que pone 
marco a cada ciencia. El objeto de las ciencias es un desconcertante espacio que solo la filosofía puede
 delimitar. ¿Cuál es el objeto de la física, de qué se ocupa? ¿De qué hablamos cuando hablamos de «física»?
 Al físico esta pregunta le importa una higa, y así ha de ser, pero sin responder a ella su ciencia se trivializa
 y se convierte en mera técnica.
Como dijo el último filósofo, las ciencias no piensan, no tienen por qué pensar, les basta con describir.
 Lo que piensan es lo interno a su descripción o experimentación, su metodología, por ejemplo, pero el 
científico no tiene por qué situar sus experimentos y averiguaciones en el orden del pensamiento 
conceptual. La ciencia fue pensamiento hasta no hace mucho. Todavía Hegel llamaba a su tratado de lógica
La Ciencia de la lógica. Hoy esto ya no es posible. A pesar de que la filosofía es el pensamiento más 
elevado y el que mayor horizonte domina y por lo tanto el que puede englobar un mayor número de 
preguntas y enlaces entre respuestas, de hecho ha sido sustituida por la historia de la filosofía.
Aun así, la historia de la filosofía es sin duda la experiencia más dura y exigente a que puede 
someterse el intelecto, incluso en nuestros días, si se estudia seriamente. En esa experiencia 
(que dura toda una vida) pueden irse integrando las ciencias, cuando es necesario. Más de un filósofo 
conozco que ha acabado por dedicar años a la matemática de René Thom o a la física cuántica, 
precisamente como territorios menores y más accesibles dentro del inmenso campo de la filosofía.
La segunda parte tampoco tiene duda. La filosofía no sirve para nada porque, junto con la religión 
y el arte (ambos en trance de acabamiento), era el tercer pilar de nuestro entendimiento del mundo. 
Durante trescientos siglos nos habíamos explicado nuestra extraña condición como los únicos
 seres vivos conscientes en un universo infinito e inanimado, mediante esas tres admiraciones: 
la religión nos permitía inventar seres superiores a los que quizás algún día alcanzaríamos. Con las 
artes representábamos el mundo, sus animales, sus plantas, el firmamento, sus habitantes humanos, 
como una perfección posible. La filosofía nos permitía luego poner la religión y el arte en su 
sitio, como discursos de la espontaneidad inmediata y de la bella ingenuidad, pero sin destruirlas, 
solo prescindiendo de ellas como quien suspende la credibilidad.
Todo esto ya no es necesario porque hemos entrado en una etapa del mundo enteramente distinta. 
No precisamos ya de explicaciones globales. Es más, no queremos teorías globales sobre los 
humanos y su desconcertante aparición en el universo. Solo entretenimientos locales. No es que 
haya desaparecido el horror de la insignificancia (de hecho, la nada se ha convertido en el fundamento 
del universo, como expone el célebre libro de Lawrence Krauss), la aniquilación, la estupidez y 
el dolor, sino todo lo contrario: están tan presentes en nuestra vida que preferimos escondernos en el 
cuarto de juegos, encender la pantalla y agitar una banderita.
Aquel que se dedica seriamente a la filosofía (sobre todo fuera de la Universidad) es alguien que, 
posiblemente asqueado por la programación, ha abandonado el cuarto de los juguetes y avanza a tientas
 por los oscuros pasillos de lo que ya no es su casa. Este desahuciado es el único que a lo mejor se entera
 de algo. Pero no volverá para contarlo.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Declaración de sucias intenciones (del poemario "Los placeres y otros fluidos")

Presentación de un poemario que pienso escribir antes de que den las 12 de la noche de este día 8 de septiembre de 2013 para disfrute exclusivo de uno mismo. Solo publicaré aquí las poesías que consigan librar una estricta censura.

No he llegado hasta aquí
para amargarme con las reflexiones
de existencialistas.
No, no he llegado hasta aquí para eso.
sino para cantar los placeres
de la vida,
para saborearlos con el paladar bruñido
de los clásicos,
para andar de la mano de Ovidio
y recuperar la sinceridad de la voz,
si alguna vez la tuve.

Es difícil hablar de la carne
arañando nuestra propia piel.
Es difícil rebañar la herida abierta
y definir el sabor de nuestra propia sangre.
Pocos fueron los que acertaron
con la descripción precisa,
pocos los que consiguieron
provocar en otros
la sensación de arrancar los labios
del escribano.
Menos aún los que lograron
hacer transfusiones de miga de pan.

He llegado hasta aquí
para clavarme los dientes
en las ingles,
y aunque parezca imposible
la contorsión,
me ejercitaré
hasta ser inverosímilmente flexible.