lunes, 29 de enero de 2024

El buen teatro


 

El buen teatro es nutritivo, es adictivo, es una purga necesaria para quien necesita salir de sí mismo. El buen teatro redime, da esperanza a quien ya le cuesta percibir emociones. El buen teatro es alimento necesario para quien ha perdido el apetito, un reconstituyente vital de propiedades muy recomendables. 

Vicky Luengo es una muchacha de frágil aspecto que se convierte sobre el escenario en una gigantesca catalizadora de palabras. Las palabras de Prima Facie, una obra que mide el tempo y el desarrollo de la trama con un cuidado digno del mejor experto en Derecho. Una obra que cuida el poder de la narrativa con esmero, que apela a la razón y a la emoción a partes iguales, con estudiada arte retórica.  Cuando la obra finaliza, uno suelta el aire como si lo hubiera estado reteniendo a lo largo de las casi dos horas de representación. No hemos mirado ni una vez el reloj porque la Luengo imprime un ritmo al texto casi extenuante. No cabe el aburrimiento ni el abandono de la escena, ni la impasibilidad. Todos estamos alrededor de la protagonista, oliéndola, palpándola, comprendiéndola y, al final, arropándola, compadeciéndola. La voz narrativa es potente y en seguida se adueña del jurado, perdón, del público. 

El buen teatro, la buena cómica, tan sencillo, tan difícil. El arte, el verdadero arte, te cambia el metabolismo, te convierte en mejor persona, te hace otro, ojalá lo consiguiera del todo.     

lunes, 22 de enero de 2024

Abulia


 

No caen bombas a tu alrededor, ni hay desastres naturales en lontananza; tienes un lecho donde dormir, un techo en el que refugiarte, dinero para comprar cerveza, güisqui y fresas, también para ir de viaje; dispones de tiempo libre para orearte al sol de la tarde. Eres un burgués, pocas comodidades te faltan, prácticamente ninguna, la barriga indecente lo señala. Hasta disfrutas de amigos de raíz y amigas de estirpe. Puedes ver series, películas, lees libros, tienes libros, muchos libros, incluso has descubierto que escribes con cierta claridad. Ni siquiera has padecido enfermedades significativas ni has sufrido accidentes. Sin embargo, a pesar de las comodidades, de los privilegios, te encuentras tan desolado como si vivieras en mitad de una zona de guerra, en medio de la debacle. No te bebes la lluvia como antes, ni escuchas la música con los oídos despiertos, ni bailas con el mismo escalofrío, ni ves el cine y el teatro con los ojos disparados. Una bruma constante te apaga el horizonte, una abulia insoportable te acompaña allá donde vas. La seguridad de que todo, todo, se acabó hace tiempo. La impresión de sentirse ajeno a uno mismo.   

miércoles, 17 de enero de 2024

El Jardín de las Delicias



He puesto el Jardín de las Delicias de El Bosco encima de mi sofá. Casi todos los cuadros que he colgado a lo largo de mi existencia, se han caído, por eso temo, con razón, que, en cualquier momento, se desplome el Infierno sobre mi cabeza. Y no como al jefe de la tribu de Astérix, quien temía que el cielo le cayera encima, no, literalmente, a mí, el Infierno me puede destrozar la cepa de la oreja. ¿Es esto una vida intrépida o no lo es? ¿Quién podría desear más emociones? Pensad que tengo más riesgo de acabar fulminado por el Infierno que Bezos o que Amancio Ortega, que ya es decir. Nadie, ningún aventurero que se precie vive con el riesgo que yo lo hago: en cualquier momento, en mitad de Fargo o al comienzo de Amor de Haneke, me puede caer el Jardín de las Delicias sobre la cabeza y acabar con mi intrépida existencia. ¿Es o no esta la vida de un aventurero, de un amante del riesgo?


martes, 16 de enero de 2024

Sábanas de raso

 Hoy dormiré entre sábanas de raso, delicadas, suaves, amorosas, nata de labios. No voy a preguntarme sobre ellas, ni tampoco quiero recordar la última vez que estuve compartiéndolas, ni el pasado que esconden, ni adivinaré los cuerpos que estamparon el sudor entre sus fibras. Sábanas de raso acunarán mi sueño, solo deseo sentirlas así, cursis y sedosas, como una bata de terciopelo. Solo gozar de su sensualidad, de su tacto líquido. Como si no las hubiera usado nunca, como si las acabara de comprar, como si nadie las hubiera guardado en el cajón de la cómoda, como de estreno. Hoy dormiré, o no. 

sábado, 13 de enero de 2024

Panegírico



Un rostro perfecto, duro y a la vez dispuesto a doblegarse incondicionalmente si la palabra lo merece. El verde Alhambra de su mirada acaba con los tópicos petrarquistas, como el Quijote con los libros de caballerías. Nadie hablaba como ella, con tanta autoridad y tanta dulzura. Estoy orgulloso de una cosa: de que me eligiera, porque, en lo demás, tenía un gusto exquisito. Desde que se fue, he perdido el norte de la estética (yo nunca lo tuve, era prestado, como el brillo de la luna). Pocas han hecho tanto por difundir el gusto de Botticelli, muy pocas. Cómo no voy a estar destrozado, si tenía en mi salón la proporción áurea. Quitadle la noche oscura a Juan de Yepes, a ver qué queda.

domingo, 7 de enero de 2024

Eva y la escritura

 Solo me siento acompañado cuando escribo, porque Eva leía todo lo que yo escribía, porque era mi correctora, mi lectora primera (y en ocasiones única). Y siempre lo hago para ella, aunque a veces no sea del todo consciente. Cuando se escribe, por mucho que lo nieguen algunos, siempre rondan latentes los posibles lectores, por muy humilde que sea el texto o el medio que se ha utilizado para transmitirlo. Después de terminar un fragmento de una novela o un estado de Facebook, incluso una nota cualquiera, me doy cuenta de que, de alguna manera, estoy condicionado por quienes van a leerme. A esos lectores hipotéticos se les unen todos aquellos que uno sabe a ciencia cierta que lo van a leer. 

Mi padre solo leyó las 20 primeras páginas de una novela en la que el protagonista era él, no le dio tiempo a más, y a pesar de todo, aun sabiendo que no podría o no querría leerla, influyó y mucho en la composición de este libro. Eva leía todo lo que yo escribía y era mi crítica más fiable, porque leía muchísimo, porque me conocía y porque no tenía pelos en la lengua a la hora de decirme lo que le parecía flojo. Solo pudo leer 36 páginas de la novela que aún no he terminado y recuerdo una frase que me animó como ninguna: "Esto es lo tuyo", se refería al género y al estilo. Quizá por eso ahora solo me siento acompañado cuando escribo, porque lo hago todavía, inconscientemente, pensando en si le parecerían o no digeribles cada una de las frases que compongo; porque cuando releo, lo hago en parte con sus ojos. Porque es la única manera que he encontrado para seguir comunicándome con ella y no defraudarla. 

martes, 2 de enero de 2024

Feliz 1588


 

¡Qué buen rollo transmite la música de Barry White mezclada con güisqui! Estoy en éxtasis o casi. Me he empeñado en elevar el estado de la soledad al Parnaso y en algunas ocasiones se consigue. Llamo a Lope, me lo encuentro en El arenal de Sevilla, lo oigo, lo veo, lo palpo, vibra su verbo en redondillas retozonas y lo amo, lo amo, como ahora mismo no amo a nadie. Lo reconozco detrás de esas tramas disparatadas, escondido en el barrio de Triana, esperando a una muchacha perdida por sus versos, jugando a los naipes en un garito de chirlo asegurado, esgrimiendo la espada contra un ladrón que intenta robarle la capa, tratando de teatros y amores con Cervantes (entusiasmado por la amistad del Fénix), intentando enrolarse en la Armada contra Inglaterra... Pero cambia la música y unos violines traicioneros me vuelven a traspasar el ánimo. No, no quiero. Me voy con él, con el rey de los poetas, allá donde vaya, a donde le plazca, soy su escudero fiel, su porquero. Me revienta el pecho con Purcell. No me da la gana, huyo con él, no me cabe otra, aquí estoy de más. ¡Feliz 1588! Solo el siglo XVI puede salvarme:


Y porque tengáis consuelo,

ese don Lope está aquí,

porque cayó para mí

como otro rayo del cielo.