martes, 31 de mayo de 2022

Teatro "all´improvviso"



Como casi siempre, en clase de Lengua todo está patas arriba: Mireya es Arlequín y también Sancho Panza, Pilar es Polichinela y Maese Pedro (Ginés de Pasamonte), Yésica es "il dottore" y don Quijote. Es una representación "all´improvviso", con la que intentamos emular a los cómicos de la Comedia del Arte. Han estudiado el capítulo del mono adivino y el retablo de Melisendra, han escarbado en el Quijote para llenarse del alma de sus personajes y ahí están, ante toda la clase. Cuando Mireya se quita el sombrero de jipijapa es Arlequín; cuando se lo pone, Sancho Panza. El mono adivino es un gremlin de peluche y don Quijote debería llevar una corona, pero problemas de enredos de pelo la han eliminado en el último momento. Un ensayo rápido en el pasillo y Mireya (Arlequín) presenta la escena, como si fuera un farandulero experimentado de "Els Joglars"; Pilar (maese Pedro) se hinca de rodillas y abraza las "columnas de Hércules" del caballero más aventurero que haya cruzado La Mancha (Yésica). El diálogo fluye de forma espontánea y surge la magia del teatro improvisado. Todo acaba con el destrozo de los títeres de maese Pedro, con la furia desatada de don Quijote y con el jolgorio general que ha provocado la interpretación de las faranduleras improvisadas. Ya lo dijo el mismo Caballero de la Triste Figura: "Quien lee mucho y anda mucho, se lo pasa de puta madre", ¿o no era así?     

lunes, 30 de mayo de 2022

Nuestra profesión no es fácil



He tenido compañeros que lo han pasado francamente mal dando clase. En algunos casos, la razón era evidente, su desorientación, su falta de norte, su locura manifiesta, los convertía en carne de cañón para los grupos de adolescentes, ávidos de carroña. En otros casos, no consigo explicar por qué, se perdía la conexión con el alumnado y se despeñaban de caos en caos. Aparentemente era gente normal, sin ninguna tara, es más, algunos con una formación mucho más que suficiente para impartir clase, sin embargo, entrar en el aula, para ellos, suponía un verdadero suplicio y; para los muchachos, un motivo de jolgorio y cachondeo. Cuando ejercí como jefe de estudios, vi casos realmente dramáticos. 

Este oficio nuestro es muy delicado y mucho más determinante de lo que creen nuestros administradores. He asistido a verdaderos monólogos de tragedia en el despacho. Mujeres y hombres de más de cuarenta años deshechos, destrozados porque se veían incapaces de controlar a alumnos de trece primaveras. Lloraban desconsolados y admitían que no veían solución, que el clima anárquico de algunas clases los había sobrepasado de tal manera que solo pensar en la sesión del día siguiente los desquiciaba, los abocaba a ataques de ansiedad difíciles de tragar.

Nuestra profesión no es fácil, no. Hay madres y padres que confiesan, desesperados, no saber cómo controlar a un solo adolescente, imaginaos a un grupo de 25 o 30, aún más si perciben (lo barruntan al minuto, os lo aseguro) la debilidad del profesor que debe dirigirlos. He entrado en una clase considerada como ideal y los he visto por encima de las mesas, en un estado de locura difícil de definir. El profesor que estaba con ellos pasaba un momento de debilidad mental y ellos lo habían "barruntado", lo habían "olido". No es lo habitual, no quiero coadyuvar al alarmismo ni a la falacia de que la juventud actual es ingobernable. Es cierto que hay personas, por sus condiciones psicológicas, por su carácter o por su circunstancia, que no deberían exponerse ante un grupo de adolescentes. Hay que estar muy bien armado mentalmente para hacerlo. Ningún bien se les va a hacer a los chicos y mucho menos al profesor en cuestión si este no está del todo lúcido. Sí, disfrutamos de muchas vacaciones, nuestro trabajo no es el más duro del mundo; pero, os aseguro que nunca he visto llorar y desesperarse, después de una jornada de trabajo, como lo he sufrido en este mundo de la enseñanza. Me decía un orientador amigo que entrara en clase pensando que los alumnos son el enemigo. Era una broma; pero, a veces (lo he visto) es así, y en ese momento, cuando el enemigo te ha vencido, se debería salir de clase y renunciar o pedir ayuda.         

domingo, 29 de mayo de 2022

Los libros de caballerías, la realidad y la ficción

 


En los capítulos 49 y 50 de la primera parte del Quijote, un canónigo, el cura y el propio don Quijote discuten acerca de las mentiras de que se nutren los libros de caballerías. Por supuesto, el Caballero de la Triste Figura defiende a capa y espada que todo lo que ocurre en esas historias es tan cierto como que el sol alumbra y el hielo enfría, y, en su explicación, mezcla personajes de la ficción con héroes reales, como el Cid. El canónigo se hace cruces al comprobar cómo un hombre de tan buenas razones como don Quijote es capaz de creer en endriagos, encantadores, serpientes de dos cabezas y dragones. Nuestro caballero se asombra de que el cura y el canónigo afirmen que Amadís no existió, cuando su vida viene recogida en libros autorizados por el rey y por la Inquisición. La polémica entra en un terreno fangoso cuando el canónigo compara las verdades de las Escrituras y las vidas de santos con las falacias de los libros de caballerías. Y aquí habría que hacer una apostilla. ¿De veras son más creíbles las hagiografías que los relatos de esplandianes y amadises? ¿Los episodios del Pentateuco son más verosímiles que las batallas contra endriagos descritas en el Palmerín de Ingalaterra? No, por supuesto que no. 
En realidad es una discusión de sencillo análisis: el canónigo y el cura parten de la fe católica para creer a pies juntillas los disparates de las Sagradas Escrituras y don Quijote tiene en la fe caballeresca puesta toda su confianza para creer las diabluras de sus personajes. Es decir, no hay más que estar fanatizado en nuestras creencias, apartar lo racional, para no dudar nunca de nuestra verdad por muy disparatada que esta sea. Don Quijote llega a tildar dos veces al canónigo de blasfemo por dudar de la caballería andante. El canónigo y el cura piensan lo mismo de don Quijote. La diferencia es que el hidalgo manchego vive su fe para servir al menesteroso, para salvar al que lo necesita, para hacer el bien sin reclamar ningún pago. Es un empeño personal y desinteresado. En cambio, el cura y el canónigo, obligados por su dogma, quieren convertir al loco. Desde el principio, pretenden llevarlo a su redil, sumarlo a su secta, a su fe. Es una empresa muy interesada. ¿Quién es, pues, más peligroso, el loco que vive su fe caballeresca con la única finalidad de hacer el bien o los que, seguros de la posesión de una verdad tan disparatada o más que la quijotesca, no dejan que los demás vivan de otra forma, sino que se apuran por integrarlos en su grey a toda costa? La respuesta es sencilla y hay toda una ristra de siglos y de víctimas para constatarlo.

viernes, 27 de mayo de 2022

La calle y el aula



La biblioteca está en el entresuelo; sus ventanas, al nivel de la acera y, por supuesto, abiertas. Los ruidos de la calle irrumpen con violencia, como un componente más de la clase. Comentamos el peligro de decir la verdad, a raíz de la lectura de un fragmento del Rey Lear. El bufón se burla de su señor y expresa amargamente la dificultad de haberse convertido en la voz de la conciencia de los poderosos. Un martillo neumático hace vibrar toda el aula. Nos callamos, porque el estruendo es insoportable. El bufón ya no tiene nada que decir. Una alumna lee, con pausa, con sentimiento, un fragmento de La dama del alba. La muerte es una mujer y se lamenta de su destino, porque nunca ha reído. Un camión ruge y agrede el emocionado parlamento, sin piedad con la delicadeza. Hablamos del monólogo de Lady Macbeth, de la belleza de unas palabras terribles, y nos deleitamos con la interpretación de Marion Cotillard, contenida, angustiosa. El petardeo de una moto de cross destroza la escena y nos deja los oídos llenos de barro. 

Esta es la lucha de todos los días. El aula como una caverna donde se intenta encender el fuego de la belleza para calentarnos y ver las sombras del ideal. La calle como un baño frío, estrepitoso, que apaga cualquier foco de calor. La caverna no es hermética, por desgracia, los boquetes que la comunican con el exterior provocan que el martillo neumático, el camión y la moto de cross tengan más presencia que las voces de los poetas. Por eso nos preguntan constantemente, ¿para qué sirve esto? Porque el camión y la moto y el martillo neumático sí que sirven para algo.    

Revolución educativa

Tengo la clave para solucionar el problema de la educación. Las guardias de aula cuando un compañero falta te dan una perspectiva distinta del alumnado y tiempo suficiente para encontrar fórmulas revolucionarias con las que mejorar las clases. En primer lugar, deberíamos quitar mesas y sillas. Se instalará una barra de bar en lugar de la mesa del profesor y toneles para propiciar la conversación amena del alumnado. Detrás de la barra, a manera de camarero experimentado, el profesor atendería a los alumnos que se fueran acercando por allí y les contaría batallitas de toda índole, desde literarias hasta científicas, pasando también por las relacionadas con la música, así como atendería las preocupaciones y las cuitas del problemático yo adolescente. La barra tendría que ser más o menos alta según el nivel del alumnado. De esta forma, los adolescentes no extrañarían y se encontrarían cómodos desde el primer día. Las bebidas alcohólicas se podrían dispensar desde los 16 años y a la FP Básica desde los 32. De su venta se obtendría un beneficio con el que se podría ahorrar gran parte del presupuesto que dedican las administraciones a la educación. La cocina estaría a cargo del servicio de inspección, que, como ahora, no tendría contacto directo con el alumnado, y se especializaría en tapas frías, calientes (según los medios del centro) y pinchos vascos. Cada una de las aulas podría contar, gracias al holgado beneficio de las ventas, con un guardia jurado que se encargaría de mantener el orden. En la fachada de los institutos se sustituirán las banderas por carteles de neón que anuncien el chiringuito con un nombre y unas luces atrayentes, por ejemplo: "Club Venus, Dionisos y Afrodita te esperan". En cada una de las aulas se anunciará la especialidad del barman, por ejemplo: "Pepe, literatura y lasaña"; "Patri, biología y tortilla de patatas"... El alumno tendrá libertad para elegir las clases, solo existirá la limitación de la altura de las barras para separar primer, segundo ciclo y bachillerato. Respecto a programaciones de aula, proyectos educativo de centro y demás zarandajas burocráticas, quedarían todas derogadas. El centro de profesores se encargaría de formar buenos profesionales que, a la vez, perfeccionen las técnica de la coctelería, así como la conversación sobre cualquier materia humanística o científica. No hay que decir lo agradables que serían las reuniones del claustro de profesores y de las juntas de evaluación, surtidos siempre por el buen hacer culinario de la inspección. Si estáis de acuerdo con este cambio, no tenéis más que mandarme vuestra firma. Para fin de este curso elevamos la petición al ministerio.        

jueves, 26 de mayo de 2022

Tiktok y el Quijote



Aquel tópico famoso, el "todo está en los libros" no sé si es cierto, pero lo que sí puedo asegurar es que todo está en el Quijote. Al final de la primera parte aparecen unos versos burlescos en loor de los personajes de Cervantes y en la cabecera del último poema se puede leer la siguiente leyenda:

"Del Tiquitoc, académico de la Argamasilla, en la sepultura de Dulcinea del Toboso"

Efectivamente, como lo leéis, el "TIQUITOC", quien, además, se luce dedicando unos ripios a la lozanísima Dulcinea del Toboso:

Reposa aquí Dulcinea;
y, aunque de carnes rolliza,
la volvió en polvo y ceniza
la muerte espantable y fea.
Fue de castiza ralea,
y tuvo asomos de dama;
del gran Quijote fue llama,
y fue gloria de su aldea.

Cervantes o Cide Hamete, vaya usted a saber, ya anunciaba esa red social tan moderna, el Tiktok famoso, y hacía burla de ella. Pronto demostraré que, como en Nostradamus, podemos buscar cualquier dato en el libro mágico del manco de Lepanto. O mucho me equivoco o la derrota de don Quijote en la playa de Barcelona a manos del caballero de la Blanca Luna augura un final infeliz para el Athletic de Bilbao en la Copa del Rey. Espero que la profecía esté relacionada con el fútbol y no con el conflicto entre Ucrania y Rusia, que todo puede ser.  

sábado, 21 de mayo de 2022

Lope y Cervantes me alivian

Me he trasladado a finales del siglo XVI para huir de una condena que asuela mi casa, implacable, ruda, sin piedad. Viajar en el tiempo es una medida muy útil para salvar el oremus. Uno no puede aguantar hora tras hora los rigores de una enfermedad implacable si no se refugia en algún sitio o en algún tiempo con tejados y paredes recias. Mi siglo XVI, el de Lope, el de Cervantes, me sirven para evadirme, para estar fuera de mí, fuera de la desgracia que me rodea. Vivir junto a Elena Osorio me sirve para no perder la cordura. Me he metido en la cama con Lope y lo he hecho amigo de Cervantes. No es ninguna aberración, pudo pasar, y a mí me sirve para llevarlos a los dos de la mano, por el Mesón de Paredes, por Lavapiés, por Atocha, por el Prado. Estoy entusiasmado de haber recuperado o resucitado o revelado esta amistad del joven Lope (24 años) con el experimentado Cervantes (39). Me abstrae esta otra vida, me alivia el sufrimiento continuo y casi desesperado de la otra, de la real, de la del siglo XXI. Quién podría encontrar a dos compañeros mejores que estos dos, Lope y Cervantes. Me sirven de interlocutores en mis miserias, me obedecen en todo los que les pido, ya en sus parlamentos, ya en sus hechos, aunque muy a menudo se van por los cerros de Úbeda (cómo me gusta esta expresión). Los amoríos de Lope los sé de mejor tinta que si fuera el duque de Sessa. Estoy con él cuando le recita a Elena Osorio un poema bajo la reja y estoy con él cuando le escribe una sátira a su madre para insultarla y acusarla de ser la proxeneta de su hija. Qué apasionante ver cómo el destino de estos dos hombres se cruzó en la Corte, en Lavapiés, en los corrales de comedias. Inventar sus coloquios, sus cavilaciones, sus encuentros, me vale para salir de esta urdimbre angustiosa en la que me ha colocado mayo del 2022.  

jueves, 19 de mayo de 2022

Análisis clínicos

Se supone que no debo escribir ahora, que en la situación delicada y terrible en la que me encuentro, no debería reflejar nada por escrito, porque el entendimiento está alterado por la emoción y por la congoja; pero lo voy a hacer, a pesar de las contraindicaciones de los prospectos. Intentaré contener los ramales de mi ira contra todo, las ganas de cagarme en Dios, aunque no crea en él. Mi novela "Bilis", empezaba así: "Me cagué en Dios hasta rajarme el paladar". Porque acababa de morir el padre del protagonista, joven, recién traído, desahuciado, de una cárcel franquista. Así empezaba, con dios en la picota, con la inexplicable crueldad de la muerte asolándolo todo. Hoy, yo, su hijo, el hijo de ese personaje de novela que en realidad era mi padre, se encuentra en una situación similar. La muerte no se digiere sin aditivos, es imposible aceptarla sin que un grito desgarrador o una congoja continua invada nuestra garganta. De repente, en un minuto, la interpretación de un análisis clínico te rompe la vida por la mitad, te usurpa el futuro y te somete a un desconcierto que nadie puede trasegar. Hay algo peor, mucho peor que los análisis sintácticos, sí, los análisis clínicos, son fríos, crueles, desalmados.