Tengo la clave para solucionar el problema de la educación. Las guardias de aula cuando un compañero falta te dan una perspectiva distinta del alumnado y tiempo suficiente para encontrar fórmulas revolucionarias con las que mejorar las clases. En primer lugar, deberíamos quitar mesas y sillas. Se instalará una barra de bar en lugar de la mesa del profesor y toneles para propiciar la conversación amena del alumnado. Detrás de la barra, a manera de camarero experimentado, el profesor atendería a los alumnos que se fueran acercando por allí y les contaría batallitas de toda índole, desde literarias hasta científicas, pasando también por las relacionadas con la música, así como atendería las preocupaciones y las cuitas del problemático yo adolescente. La barra tendría que ser más o menos alta según el nivel del alumnado. De esta forma, los adolescentes no extrañarían y se encontrarían cómodos desde el primer día. Las bebidas alcohólicas se podrían dispensar desde los 16 años y a la FP Básica desde los 32. De su venta se obtendría un beneficio con el que se podría ahorrar gran parte del presupuesto que dedican las administraciones a la educación. La cocina estaría a cargo del servicio de inspección, que, como ahora, no tendría contacto directo con el alumnado, y se especializaría en tapas frías, calientes (según los medios del centro) y pinchos vascos. Cada una de las aulas podría contar, gracias al holgado beneficio de las ventas, con un guardia jurado que se encargaría de mantener el orden. En la fachada de los institutos se sustituirán las banderas por carteles de neón que anuncien el chiringuito con un nombre y unas luces atrayentes, por ejemplo: "Club Venus, Dionisos y Afrodita te esperan". En cada una de las aulas se anunciará la especialidad del barman, por ejemplo: "Pepe, literatura y lasaña"; "Patri, biología y tortilla de patatas"... El alumno tendrá libertad para elegir las clases, solo existirá la limitación de la altura de las barras para separar primer, segundo ciclo y bachillerato. Respecto a programaciones de aula, proyectos educativo de centro y demás zarandajas burocráticas, quedarían todas derogadas. El centro de profesores se encargaría de formar buenos profesionales que, a la vez, perfeccionen las técnica de la coctelería, así como la conversación sobre cualquier materia humanística o científica. No hay que decir lo agradables que serían las reuniones del claustro de profesores y de las juntas de evaluación, surtidos siempre por el buen hacer culinario de la inspección. Si estáis de acuerdo con este cambio, no tenéis más que mandarme vuestra firma. Para fin de este curso elevamos la petición al ministerio.
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viernes, 27 de mayo de 2022
Revolución educativa
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