El lenguaje se bifurca en numerosos caminos, se enreda por páginas
de diccionarios, navega por una sintaxis infinita o disfruta con procesos
morfológicos inimaginables. Eso, tan simple, uno lo empieza a comprender más
tarde. En mi caso, ocurrió el primer día de instituto. En algún barrio de la
periferia, muy lejos de los días azules de antaño. El colegio, atrás ya, se
mantenía intacto en mi memoria, no lo niego. Con esos muros que nadie quiso
saltar y esos jerséis de cuello picudo. Sin embargo, el edificio que ahora
ocupábamos invitaba a la fuga y desabrochaba las camisas, cochambroso, como en
un régimen penitenciario de primer orden. Qué tiene que ver esta extraña
introducción con un texto lingüístico, habrá de preguntarse el lector. Nada,
contestaría el autor, si no fuera porque la primera asignatura que cursó dentro
de aquella cárcel grisácea fue de Lengua.
En la escuela habíamos asistido a las clases de Literatura de la
mano de Teodosia, profesora burgalesa de verbo áspero y seguro, con una
preceptiva férrea que aún hoy recordamos. Era el camino oficialista. Sin
embargo, aquella mañana de octubre apareció por el aula una mujer joven (al
menos, con los parámetros que maneja hoy mi memoria). Marisa, así dijo
llamarse, vestía con unas medias negras y unos zapatos que todavía hoy me
parecen de cristal. No diré que su verbo fuera menos ajustado que el de
Teodosia, quizás todo lo contrario. Digamos que lucía un desparpajo lingüístico
que no se averiguaba en las arrugas del rostro siempre serio de Teo.
Entonces aprendimos que no se habla una lengua sino un código
marcado por una situación, por un lugar, por un instante. Que hay tantas y
tantas formas de corrección. Por eso, decíamos, el lenguaje se bifurca en
numerosos caminos, se enreda por páginas de diccionarios, navega por una
sintaxis infinita o disfruta con procesos morfológicos inimaginables. Han
pasado los años y las puertas lingüísticas siguen abriéndose tanto como
cerrándose las de mi memoria. Por eso, y en honor a ellas, me he propuesto
enumerar casos ambiguos, de los que saldremos por donde decida nuestra
intuición. Opciones lingüísticas que pueden resolverse por varios caminos. Me
pregunto cuál hubieran tomado ellas.
Comillas españolas /
comillas inglesas
«Comillas españolas» o “comillas inglesas”. En este apartado, la
marea parece imparable. El escritor puede decantarse por unas o por otras a la
hora de enmarcar un texto o de reproducir una cita. Pero lo cierto es que la
jerarquía de las comillas inglesas dentro de los teclados informáticos parece
condenar al ostracismo a las siempre dignas comillas latinas, que se pierden
entre caracteres ASCII y textos de otro tiempo.
Según la RAE, la marea de hablantes cultos de «ciertas zonas de
España» que prefieren utilizar la forma «le» cuando el referente es un hombre
ha conseguido que, solo para el masculino singular, el uso de «le» en función
de complemento directo sea aceptado. Por tanto, es tan válido «ayer le vi» como
«ayer lo vi».
Participio regular / Participio irregular
Participio regular / Participio irregular
Hay tres verbos que en la actualidad pueden utilizar tanto el
participio regular como el irregular. Así, has freído las patatas tanto como
has frito, has imprimido tantas páginas como has impreso y te has proveído de
tantos plátanos como te has provisto.
Ir por / ir a por
Otro camino que la RAE tiene la elegancia de dejarnos elegir.
Detrás de un verbo de movimiento (ir, venir, salir), el hablante podrá
inclinarse por omitir o incluir la preposición «a» siempre con el sentido de
«en busca de» («ir a por pan», «ir por pan»).
Saludo español / saludo
inglés
Esto parece Trafalgar, y es que el dominio del idioma inglés
comienza a notarse en distintas fórmulas del lenguaje. Esta, en concreto, tiene
que ver con el encabezamiento en cartas y correos.
La fórmula española consta de dos puntos y mayúscula.
Querido Juan:
Te escribo esta carta…
Mientras, la inglesa elige la coma:
Querido Juan,
Te escribo esta carta...
*Nota: la fórmula inglesa aún no ha sido aceptada por la Academia,
pero domina el escenario práctico.
De 2000 / Del 2000
Otra disyuntiva lingüística. En caso de que alguien prefiera
referirse a este milenio que nos ocupa, podrá referirse al año con o sin
artículo delante. Así, este texto está escrito tanto en el marzo del 2017 como
en marzo de 2017.
Septiembre /
setiembre
Ambas formas están aceptadas por la RAE. Gracias a o por culpa de
la relajación progresiva que la p cuando esta forma parte del grupo
consonántico [pt]. Este grupo, heredado del latín (ejemplo: aptare >
«atar»), tiende a morir de la mano de términos como «séptimo» o «corrupto».
Octubre / otubre
Mismo caso que el anterior pero con el grupo consonántico [kt].
Esta relajación también se refleja en evoluciones como pictor > «pintor».
Masculino / femenino
Hay sustantivos que pueden ser utilizados tanto en masculino como
en femenino sin cambiar por ello su grafía. Es el caso de la maratón y el
maratón, la azúcar y el azúcar, el mar y la mar.
Alrededor / al
rededor
Según la RAE, tanto el adverbio como la locución son correctas.
Todo viene del sustantivo rededor (contorno o redor). Eso sí, la Academia
etiqueta la locución como «poco usada».
Enseguida / En seguida
«Inmediatamente después en el tiempo o en el espacio». Para
referirnos a este significado, la RAE nos sugiere dos grafías: en seguida y
enseguida. No obstante, también nos indica que la preferencia ha de ser la
escritura en una sola palabra.
Extranjerismo adaptado /
extranjerismo no adaptado
Hay quien se toma un güisqui en lugar de un whisky, como hay quien
vive en un chalet antes que en un chalé. La adaptación de extranjerismos es un
proceso tedioso y largo, cuya aceptación depende exclusivamente de la voluntad
del hablante.
Quixote / Quijote
Hasta los albores del XIX, el sonido de j o g antes de e o i podía
representarse con x. Las formas que han sobrevivido al holocausto, sobre todo
en nombres propios (Texas, México), se consideran hoy más adecuadas bajo el
paraguas del arcaísmo.
La Argentina / Argentina
El Perú, los Estados Unidos, la Argentina… Algunos países permiten
que su nombre propio sea acompañado por un artículo. Será decisión del hablante
utilizarlo o no. Eso sí, no dependerá de su voluntad colocárselo a los que no
lo aceptan (España, Portugal) ni a los que lo llevan indivisiblemente consigo
(La Habana, Las Vegas).
Post / pos
Ahora que la posverdad está tan de moda, es de justicia recordar
que será el hablante el encargado de decidir si el prefijo mantiene la «-t»
final o no. Se considera hoy más adecuado suprimirla, excepto si el núcleo
empieza por «s» (postsociedad).
Quizás / quizá
Este adverbio solo recogía en un principio la forma que prescinde
de la «-s», aunque por analogía con otros adverbios se decidió añadir al final
la consonante, que hoy es igualmente válida y, como en todos los casos
anteriormente descritos, será el hablante el que decida la adecuación de cada
forma.