El Lazarillo
de Tormes, de autor desconocido, tiene cien padres. El padre auténtico era
molinero y le achacaron ciertas sangrías en los costales por lo cual fue hecho
preso. La novela se publicó en tiempos del emperador Carlos V después de
ser prohibida y luego expurgada por la Inquisición. Se le ha atribuido a Diego
Hurtado de Mendoza, al fraile jerónimo Juan de Ortega, a Lope de
Rueda, a Pedro de Rhúa, a Hernán Núñez de Toledo y hasta a Fernando
de Rojas. Como es imposible hacer una prueba de paternidad con los vocablos y
los estilos o lograr que intervenga la Fiscalía, tendremos que dejarnos
trajinar por la pandilla de catedráticos que se inventan hijos ilustres pagados
por el patriotismo de campanario. Me envía una de sus Hojas volanderas desde
Cuenca mi amigo José Luis Muñoz para decirme que cobra fuerza la tesis de
que el autor del Lazarillo es el
conquense Alfonso de Valdés. La catedrática Rosa Navarro ha
publicado una nueva edición de su obra -Alfonso de Valdés, autor del Lazarillo- en la que insiste, frente al
silencio y sátiras de los del canon académico, con 600 notas nuevas, en que
Alfonso Valdés fue el verdadero autor y no escribió la autobiografía de un
pícaro, sino una sátira erasmista contra los clérigos bulderos y pederastas que
daban cebolla al pobre Lázaro.
Pero enseguida surge otro posible padre: Luis
Vives, que tenía motivos para atacar a la Iglesia y a la Inquisición. Francisco
Calero, otro catedrático, le tira sus libros a la cabeza a Rosa Navarro negando
que el padre biológico fuera Valdés. Para probarlo aporta un argumento chusco:
"Si se le preguntara a Lázaro que quién preferiría como padre, seguro que
elegiría a Vives". Luis Vives es un gran candidato y una víctima del brazo
secular. Enseñó y aprendió en las universidades de Oxford y Lovaina. Nació en
un año áureo, 1492 -tal día como ayer hace 525 años-, cuando Antonio de
Nebrija publicaba la Gramática castellana y Cristóbal Colón,
antiguo corsario, iniciaba la travesía del mar tenebroso. Pronto levantó el
vuelo hacia el destierro, siempre con el temor a que lo quemasen. Fueron judíos
sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos. Cuando enseñaba en Oxford, Enrique
VIII y Catalina de Aragón asistían a sus clases. Su estilo duro,
pero sobrio, grave y notable, por la claridad, corrección y limpieza, bien
pudiera ser el del Lazarillo.
"Vives -piensa José Ortega y Gasset- no ejecutó ninguna hazaña
monumental, como en sus días Gonzalo de Córdoba, Colón, Vasco de Gama, Magallanes y Elcano,
ni organizó una magnífica fuerza religiosa, como San Ignacio de Loyola. No fue
un divino poeta que en su andar levantase el vuelo del faisán verbal, de la
expresión imprevista y maravillosa, vívida, dinámica, que se sostiene en el
aire por la magia de la gracia o la precisión. Pero Vives es precisamente lo
contrario de todo eso y -bajo cierto ángulo- algo más sutil que eso".
Procuró pasar inadvertido, pero le dijo a Erasmo: "No se puede hablar
ni callarse sin peligro". La Inquisición quemó a su padre, arrebató los
bienes a su familia y Vives fue un exiliado constante; nunca volvió a Valencia.
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