sábado, 24 de junio de 2017

Persiguiendo a Joyce: Volar (15 de junio de 2017)


Volar. El mundo tan distinto y tan distante. Aislado del sofoco de la tierra cuarteada, de los vientos, del refugio. Zambullidos en un cubículo a temperatura estable. Volar. La ventana: rastros de lombriz sobre el barro, geometría de los campos, cagadas de mosca, encinares. Volar. Sándwich de jamón y queso, plum cake con Nutella, agua, snacks, pueden contactar conmigo, con la azafata de pelo recogido y labios de cereza. El mundo cada vez más lejos. Volar. Trazos de mano nerviosa, lágrimas como piscinas, el hombre ya no existe. Solo un tapiz inmenso de orugas y retales. Volar. Agua de seltz, bebidas isotónicas, carromatos tirados por uniformes de verano. Nubes deshilachadas, nubes acuosas, nubes como suelo y al fondo el azul eléctrico del azafato bizco. Volar. Suspendidos, abandonados en un limbo de motores y emergencias. Perfumes de Chanel, relojes de lujo, vasos de plástico, nubes y nubes de suela de zapato. El silencio del viaje, el bullicio de los motores, la desaparición de los pájaros. El cielo solo para nosotros, para los propietarios de las tarjetas de embarque, el DNI y los frascos de 100 mililitros. Volar. Pasear sentados sobre un perfume de nieve y descansar la cabeza sobre un marco de metacrilato. Prohibido fumar, levantarse, moverse. Solo está permitido abrumarse con el mundo desaparecido, con el fin del gobierno de lo sólido. La Antártida a través de la ventanilla. Espermatozoides como barcos. Francia, Inglaterra, no sé. Productos cosméticos, regalos, rifas, aterrizamos en una hora. La costa inglesa dibujada por mano de viejo bebido. Un mar estrellado. Volar, dormir soñar. Dublín al fondo, como una realidad de hierba, después del espejismo del cielo. Volar, llegar y despertar de la ingravidez, como el que vuelve de la mescalina, del LSD, del fragor alucinógeno del no ser. Volar. El mundo es esférico. Pisar la tierra. El mundo es plano y encima de las encinas sigue amenazando la lluvia.

viernes, 23 de junio de 2017

Gala de entrega de premios "El País de los Estudiantes" 2017

Aquí fue todo, que diría don Quijote. Aquí se gestó el último capítulo de nuestra aventura gambitera con más satisfacción que Sancho en las bodas de Camacho, con más jolgorio que en la posada de Maritornes, con más emoción que Durandarte en la cueva de Montesinos.


miércoles, 21 de junio de 2017

Hemos hecho un gran periódico: "El Gambitero" 2017


HEMOS HECHO UN GRAN PERIÓDICO. El día 20 de junio a las dos de la mañana volvíamos de Dublín. Dormimos unas horas y buscamos de nuevo el autobús. Allí estaban mis redactores: Adnana, Andrea, Arancha, Celia, David, Elisabet, Esther, Irene, María, Marta, Noelia, Pablo, Sandra C., Sandra N., Verónica, Viviana. Preparados para la gala de entrega de premios de "El País de los Estudiantes" en la redacción de "El País". Ellos no me ven como al comienzo de curso. Yo no los trato como en el comienzo del curso. PORQUE HEMOS HECHO UN GRAN PERIÓDICO. En el autobús insisto en que lo importante está hecho, que yo el premio ya lo tengo y ellos también lo deberían tener. PORQUE HEMOS HECHO UN GRAN PERIÓDICO. La gala de entrega de premios no es lo más pedagógico, ni mucho menos. Se debería primar el compartir y no la competición, pero qué le vamos a hacer.Todos nos movemos como un solo cuerpo. Los redactores se relacionan con alumnos de otros centros, viven la experiencia y la emoción de chicos que han trabajado como ellos. 18 redacciones de periódico, 18 equipos ilusionados y entusiasmados, como solo se entusiasman los adolescentes de cualquier edad (también de la mía). PORQUE HEMOS HECHO UN GRAN PERIÓDICO. Nos otorgan el PREMIO A LA MEJOR SECCIÓN EN INGLÉS. Respiramos, sudamos y contenemos el aliento. Comienzan la entrega de los premios nacionales. Tercero, segundo. Respiramos más fuerte, sudamos todavía más y ya apenas podemos contener el aliento. PRIMER PREMIO NACIONAL DEL CONCURSO "EL PAÍS DE LOS ESTUDIANTES" PARA "EL GAMBITERO". Saltamos, gritamos, nos desorientamos, tropezamos. Javi, director del centro y gran amigo, llora. Yo casi. PORQUE HEMOS HECHO UN GRAN PERIÓDICO. Hablamos con valencianos, catalanes, gallegos, extremeños, madrileños... Compartimos experiencias, miserias, anécdotas, ventajas de este tipo de proyectos frente a la enseñanza tradicional. PORQUE HAN HECHO GRANDES PERIÓDICOS. Y reímos, lloramos, saltamos y nos miramos como si fuéramos muy distintos a los que éramos al comienzo de curso. PORQUE HEMOS HECHO UN GRAN PERIÓDICO. Con las voces prestadas de CUERDA, IRENE, CELIA, PALOMA, MERCEDES, E., Y., M.L., IOANNA, MARTA ALESSANDRA, SHARON, KLARI, SANTIAGO, JOSEFINA, JOSÉ Mª, CARLOS, ESTEBAN, ALMUDENA. A los que dedicamos este periódico, a los que les debemos nuestras historias y a los que les debo que los alumnos ya no me miren como al comienzo de curso. PORQUE HEMOS HECHO UN GRAN PERIÓDICO. Al día siguiente tengo clase a primera hora con algunos de los redactores. Apenas he dormido porque tenía ganas de ver sus caras, sus sonrisas, su ilusión. Se ha derribado la barrera. No he dormido porque quería seguir disfrutando de la enseñanza.PORQUE HEMOS HECHO UN GRAN PERIÓDICO.    

domingo, 11 de junio de 2017

El final de Goytisolo y el juicio fácil


Leo con estupor un artículo de "El País" sobre la situación de Juan Goytisolo durante sus últimos años de vida. Sus problemas de salud, agravados por una economía precaria, lo llevaron a un estado lamentable. Evitaba ser hospitalizado durante mucho tiempo para no frustrar el futuro de sus ahijados. No pudo renunciar en 2015 al premio Cervantes porque necesitaba el dinero. Un premio, como otros muchos, que, desde su independencia, él había criticado por el clientelismo en el que se revuelca desde hace tiempo el corrillo literario español. Y recuerdo cómo muchos articulistas y, lo que es más triste, escritores de renombre, se lanzaron a la yugular del anciano Goytisolo cuando aceptó un premio que tanto había zarandeado. 
Somos gente de juicio fácil y sentencia rápida. Parece mentira que nuestros juzgados acumulen tanto retraso. En cuanto vemos oportunidad de lapidar a cualquiera que tenga un cierto prestigio, nos desvivimos por coger la piedra con más aristas y lanzarla a la cabeza del señalado. Es una perversión, no sé si solo de nuestros días o solo de este país, pero es una perversión en auge. Lo triste, lo más triste, es que, los que deberían preservar la poca sensatez que nos queda, los poetas, los intelectuales... se hayan aficionado también a la práctica del juicio fácil y la sentencia cruel. 

La contradicción en la que incurría Goytisolo al aceptar el premio lo condujo a él a una depresión y, a algunos de sus colegas, al libelo y al placer perverso de colocarlo en el paredón. Al nómada, al exiliado permanente, al heterodoxo lo habían pillado con los pantalones bajados y los calzoncillos sucios. Tenía 82 años, pero no podían dejar pasar la ocasión. Era una oportunidad para arrastrarlo y verlo sangrar. Cuando, ahora, aparece la razón de su aceptación y se cuenta la depresión que casi lo abocó al suicidio, es todavía más sonrojante el comportamiento vengativo de algunos divos de nuestro panorama literario. 

No son tiempos de indagación, de reflexión, de opiniones reposadas, ni por supuesto, de disidencias. Goytisolo no era de los nuestros, no era de nadie. Goytisolo veló hasta el final por preservar su independencia y sus rarezas, a costa de su salud y quién sabe cuántas cosas más. Su legado, sus palabras, poco tienen que ver con las de esos otros colegas de mano nerviosa y dedo irreflexivo que comen de la mano del monopolio emergente y abrevan en las charcas de los banqueros. Ya queda uno menos y no son tantos.

sábado, 10 de junio de 2017

Esencias de la gente gambitera (El Gambitero 2017)


Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia:

Andrea entrevista a José Luis Cuerda, abrumada por el Círculo de Bellas Artes, y se sonríe con sus chascarrillos. En un bar de Lavapiés, Adnana escucha con sobresalto el relato de Irene López sobre los refugiados; Sandra N. y Viviana participan de la jovialidad de la nieta de Cela. Irene se entusiasma con las peripecias amorosas de sus abuelos en La Alberca de Záncara. Irene conversa en inglés con profesoras extranjeras y a Ana Botella se le cae la baba. Verónica y Sandra C. se derriten de ternura al escuchar la inocencia de Luismi en el centro para personas con discapacidad de San Clemente. En Utiel, Marta escucha con emoción los cuentos de posguerra de Celia Ruiz. María tiene hambre en el seminario de Cuenca. Noelia descubre los secretos de la cárcel de Alcalá Meco. Celia mantiene el tipo en el ayuntamiento de Villar de Cañas ante su "vulcánico" alcalde. En un bar de Honrubia, Esther se muestra resuelta y disfruta con las declaraciones de las jugadoras del Albacete femenino. Arancha habla y habla con su tío y con un escritor novel en Albacete y consigo misma y con su cámara de fotos y opina y escribe y habla y se retuerce como un osito en la fiesta del Orgullo Gay. Pablo, María y David domestican a la informática y a segundo de bachillerato para condensar todas las entrevistas en unos píxeles. Elisabet somete a las dos dimensiones del dibujo las iluminaciones de su ingenio artístico tridimensional. Yo conduzco el León mientras escuchamos un fragmento del himno del seminario trufado con electrolatino, antes estropeé un par de filmaciones. Todas gritan en mitad de una era, agitadas por un viento de fuelle antiguo, que las mujeres son libres y muy dispuestas. Al final, David y Pablo se venden en la teletienda.     

lunes, 5 de junio de 2017

"Juan Goytisolo: Réquiem por un nómada" por Rafael Narbona


Nómada incurable, mestizo vocacional, marginal autocomplaciente, Juan Goytisolo tejió su identidad mediante rupturas. Abandonó el derecho por las letras, repudió la educación católica recibida en los jesuitas, se hizo afrancesado para expresar su desprecio por la España franquista que había asesinado a su madre en Barcelona durante un bombardeo en un aciago marzo de 1938; se acercó a los heterodoxos (Blanco White, Francisco Delicado, Fernando de Rojas, Américo Castro) para destacar que la auténtica faz de nuestro país era fruto de la promiscuidad cultural entre moros, judíos y cristianos; huyó a Túnez y, más tarde a Marruecos, para expresar su incapacidad de vivir en una Europa ensimismada y fríamente racionalista; reivindicó las periferias y las sensibilidades que cuestionaban los dogmas y valores de la civilización occidental; hizo de su sexualidad un desafío permanente contra la intransigencia y el puritanismo.

Cuando aceptó el Premio Cervantes no cesó de nadar contra corriente, aprovechando la ocasión para expresar su indignación contra los recortes económicos y la pérdida de derechos laborales. Aunque se marchó de España a finales de los cincuenta por razones políticas, convirtió su condición de exiliado en una posición filosófica y existencial. El exilio puede ser una desgracia, pero también representa la oportunidad de observar el mundo desde una perspectiva excéntrica. Siempre es preferible deambular por los márgenes que vivir hipnotizado por el centro. El escritor no debe reconocer otra patria que la literatura y el compromiso ético.

Ateo beligerante, su escepticismo religioso no le impidió adentrarse en la poesía de Juan de Yepes, que "por amor a Cristo" adoptó el nombre de San Juan de la Cruz, alumbrando una pasión mística, cuya cuerda lírica, erótica y teológica vibra al mismo compás que la tradición sufí. En Las virtudes del pájaro solitario (1988), fluye una voz indeterminada que discurre entre calculadas ambigüedades, demoliendo las nociones de tiempo, espacio e identidad. El pájaro solitario persigue "el espíritu del amor, que es Dios". Solitario, canta suavemente desde lo alto, feliz de no poseer nada, salvo su voz. "Alabemos a Dios, que nos dio el lenguaje de los pájaros", exclama el escritor sufí Najmuddin Kubra (s. XIII). Goytisolo no esconde una fe camuflada o reelaborada. Simplemente, se identifica con la herejía mística, que ama al mundo hasta el extremo de aniquilar el yo y negar la eternidad.

Aunque repudiara su etapa realista, Duelo en el paraíso (1955) ya albergaba la poética que maduraría años más tarde. Al evocar la retirada del ejército republicano y la desbandada de los civiles, escribe: "Matar a un pájaro es tan absurdo como patalear en el vacío…". El niño que nos acompaña desde los primeros brotes de conciencia patalea para no morir, pero finalmente sucumbe a la madurez, que no descansa hasta acallar su canto. "Todo es ilusión: la vida, la muerte, el ansia de durar", añade Goytisolo con un tono sombrío que recuerda el timbre de los escritores barrocos. Sólo el poeta se libra de ese destino, porque nunca deja de ser un niño. La poesía es lo único sagrado en un mundo maltratado por teólogos y centuriones. Sólo en su recinto vuela el pájaro solitario, enamorado de la noche oscura donde litigan los amantes.

En 1966, Goytisolo inicia el ciclo novelístico de Álvaro Mendiola, el fotógrafo que construirá su identidad, extirpando sus raíces. Exiliado antifranquista, le parece insuficiente perseverar en su disidencia. Se impone ir más allá, buscar al otro, al extranjero, al paria, y eso es imposible sin divorciarse del lenguaje y la razón occidentales. En Señas de identidad (1966), Reivindicación del conde don Julián (1970) y Juan sin Tierra (1975), la verdadera innovación no son los recursos formales, que alteran el orden cronológico, la distinción de las voces narrativas, los signos de puntuación y los registros estilísticos, sino la búsqueda del otro, de la alteridad, de la diferencia. Al lanzarse a esa aventura, Goytisolo se enredó en un diálogo infinito con Góngora, el arcipreste de Hita, Manuel Azaña, que encarnan el reverso de la tradición española, ese otro lado que se ha pretendido enterrar y silenciar. Nunca renunció a su condición de "niño asombrado" que ha conocido tempranamente las pasiones cainitas y que no conocerá la paz hasta confundirse con la muchedumbre de la plaza de Xemaá el-Fná. Cuando publica Makbara (1980), ya no es un europeo que pretendió imitar a Thomas Mann en su juventud, cuando soñaba con emular la saga familiar de Los Buddenbrook, sino un feliz desterrado al que ya no le cohíben los tabúes de la sociedad occidental, sedienta de poder y enemistada con la vida. Ya sólo escucha la voz de Omar Jayam, incitándole a amar el cuerpo, la materia y la finitud: "Entrégate al placer, oh mortal, sin recelos: / nadería es el mundo y nadería la vida / y nadería esa bóveda hecha de nueve cielos. / Amar y beber es cierto, ¡y lo demás mentira!" (Trad. Ramón Vives Pastor).

Juan Goytisolo fue un nómada y un místico. Un nómada que cruzó todas las fronteras, incluidas las morales y culturales, y un místico que no creyó en Dios, pero sí en la rebeldía, el placer carnal y la belleza del mundo.

domingo, 4 de junio de 2017

El Ulises de nuevo; Dublín, otra vez

                                                   En el cementerio de Dublín (2015)

Leo por tercera vez el Ulises de James Joyce. Y por fin le saco el jugo a este libro. Es posible que, como dice el traductor, Francisco García Tortosa, para apreciar en toda su extensión el Ulises, hay que familiarizarse con su realidad, con sus personajes, con sus ambientes, con su lenguaje. Pocos disfrutan del primer contacto con un desconocido. Hay que dedicar tiempo y encuentros para estar cómodo con alguien, para trabar amistad, para gozar con la conversación, con la palabra. El Ulises propone el mismo enfrentamiento que el de la realidad. Hay que acercarse a él una y otra vez para desentrañar los misterios de su composición, para acomodarse, para trabar relación y extraer la sustancia de su genialidad. No me parecen, como a Juan Benet, juegos de palabra sin más, ni mucho menos. La lectura del Ulises te sumerge en un mundo plagado de referencias literarias y lingüísticas, de juegos (es cierto), de guiños, de ironías herméticas, de voces difícilmente distinguibles..., en la realidad misma, en su vulgaridad y en su excelencia, en su obscenidad y en su pureza. Es una lástima no saber inglés para completar la experiencia estética, aunque la traducción de Tortosa es, con diferencia, la mejor de todas las que he leído. 
Me acerqué a él por primera vez con avidez y me ganó la soberbia. No entendí nada, se me perdía el discurso en la complejidad de las voces y en la riqueza de la lengua. No fui capaz de hallar el placer estético que se suele obtener de una obra de arte. Me puse del lado de todos aquellos que piensan que la obra de Joyce es una tomadura de pelo. 
Tardé mucho en volver sobre ella, cuando la soberbia de la juventud se había diluido, convencido ya de que fue mi torpeza y no la de Joyce lo que impidió mi disfrute. No conseguí tampoco en esta segunda lectura disfrutar como lo he hecho con otras obras clave de la literatura, pero sí quedó en el paladar un sabor diferente al primer contacto. Una sensación de que allí había algo escondido. Percibí un aroma agradable, distinto a cualquiera de los libros que había leído hasta ese momento, aunque de nuevo, la dificultad del texto me superó. 
Es la tercera vez que lo abro, la tercera. En una nueva traducción, la de Francisco García Tortosa. El aroma de la segunda lectura lo he recuperado ya en el primer capítulo. Reconocer de nuevo a Buck Mulligan, a Stephen Dedalus y a Haines en la torre Martello, sonreír con sus ironías anticlericales y antiimperialistas, participar de su trato juvenil de colegas y llegar al final, a esa palabra clave: "Usurpador". Es como encontrar a viejos amigos con los que has pasado buenos ratos y comprobar que la relación no se ha resentido, al contrario, el paso del tiempo no ha dañado la confianza y se disfruta del reencuentro. Aún mejor, porque en la tercera lectura he recobrado el tiempo perdido y aprecio algunos detalles que habían pasado desapercibidos en las dos lecturas anteriores. Y el aroma ya no se percibe débilmente, sino que se puede saborear el té espeso y la leche recién ordeñada de vaca dublinesa. Las letanías heréticas de Mulligan provocan la sonrisa sardónica, la torre Martello es el castillo de Elsinore y los calzones de Stephan son las armas de Telémaco para navegar en el río Liffey. Las voces se cruzan, las palabras comienzan a engendrarse de nuevo, bellas y monstruosas. El tono está dispuesto para la aventura del héroe. Hay que chapuzarse.