Una curiosidad literaria. El último premio Planeta se titula Aquitania y, según he leído, la protagonista es la archiconocida Leonor de Aquitania, reina y trovadora de amplia biografía. No tengo afición ni mucho menos por los premios Planeta, pero este lo voy a leer por el incentivo de que yo escribí una novela sobre el abuelo de Leonor, Guillermo de Poitiers. Mi novela se titula Te negarán la luz y estuve en un tris (qué bonita palabra) de llamarla Aquitania. No sé si me arrepentiré, porque viví con pasión durante un año en los siglos XI y XII y no quisiera quemar esa sensación de viaje en el tiempo que me supuso meterme en la piel de ese duque atrabiliario y extravagante. Ojalá y la nieta no me decepcione, ya os contaré. Os invito (con plena conciencia de oportunismo) a compararlas.
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viernes, 27 de noviembre de 2020
"Aquitania", historias casi consecutivas
domingo, 16 de abril de 2017
sábado, 24 de diciembre de 2016
Regala "Te negarán la luz". Un producto dietético y lúbrico
Sé elegante: regala libros. Sé elegante y original: no compres best sellers, regala "Te negarán la luz". No solo conseguirás que tus amistades hablen mejor, además, mejorarán su figura. Porque quien se adentra en sus páginas se ve tan absorbido que no pica entre horas, se olvida de las comidas y cancela cenas. Porque tiene propiedades lúbricas: levanta el deseo del viejo impotente, aventa la libido del maduro abúlico y al joven tímido lo convierte en conquistador animoso. Y si nada de esto te convence, si en realidad no quieres que tus amigos adelgacen, regálatelo tú. Nadie se niega el bien a sí mismo.
martes, 13 de diciembre de 2016
"Ronaldo y el ardor", un cuento erótico extraído de "Te negarán la luz"
Don Pedro de Portugal tenía un escudero enamoradizo, joven
y falto de toda discreción. Una mañana, el muchacho paseaba por la villa de
Oporto cuando vio, asomada a la ventana, a una mujer que exhibía una blancura
tintada en el infierno. Era verano. La joven enseñaba los brazos y el cuello desnudos,
liberados de las joyas con que las damas se los suelen adornar en las iglesias.
La despreocupación de estar en casa la convertía en una apetitosa virgen de
marfil. Sin que ella lo advirtiera, el escudero se
recreaba en la acción de sus dedos, que acanalaban el rojo de su cabello como la
lujuria del arado penetra en la tierra. Desde la calle, el breve valle de sus
pechos se atisbaba inalcanzable y provocaba el sudor copioso de Ronaldo -así se llamaba el muchacho.
Poco tenía que hacer ese día Ronaldo. Decidió esperar a la dama para verla a ras de suelo y para
asegurarse de que no era la distancia la que removía su deseo. Las campanas de
la iglesia tocaban a misa. Por fin, se abrió la puerta que el escudero guardaba
desde hacía más de tres horas. Una vieja muy agrietada por los años acompañaba
a la joven. Aunque la muchacha no era muy alta, a él le pareció que seguía
asomada al alféizar de la ventana. El escudero tragó saliva una y otra vez para
contener el agua que le llenaba la boca. No era la primera vez que sentía esa
tensión violenta en las calzas, pero nunca la había notado con tanta
insolencia.
Ronaldo era fibroso y lacio como palo de
regaliz. La calavera le huía de la carne. Solo su piel curtida impedía que
mostrara el color del hueso. Los ojos le bailaban en las cuencas y el pelo le
caía desmayado por falta de arraigo. Al caminar, las rodillas le cloqueaban
como castañuelas de marfil y solo su gran miembro carnoso avisaba de que ese
hombre estaba vivo. No tenía otra pieza de la que enorgullecerse en todo el
cuerpo. La sustancia de lo que comía la absorbían sus partes bajas y nada
dejaban para el resto del cuerpo. Por eso, cuando el único órgano vivo de su
fisonomía despertaba, le prestaba toda la atención del mundo e intentaba
alimentarlo con las mejores hembras de la corte.
Salió tras la vieja, embebido por la joven
pelirroja y arrastrado por la intemperancia de su verga. Llegó hasta la iglesia
y antes de entrar probó a ocultar con la capa la insoportable erección que
tiraba del resto de su esqueleto. Vio a la dama en las tinieblas del templo con
tanta claridad como en la ventana de su casa. Cuando una hembra se adueñaba de su
centro, ninguna otra cosa ocupaba su imaginación. Así pasó el día, trempado
y paseando de la iglesia a la casa del corregidor. Porque Ronaldo, en el fragor
de la pasión, y pese a conocer la corte de Oporto al
dedillo, no se apercibió de que la ventana pertenecía al alcalde de la ciudad.
La joven que se había apoderado de su deseo era la corregidora, doña Ana de
Medeiros.
Anduvo despierto al día siguiente para
seguir en la brecha Ronaldo. Vistió sus mejores galas, se apretó las cintas de
cuero para retener la holgura de los tejidos y salió a por la presa. Averiguó
por fin quién era su amada y quién era su dueño, y no por ello cejó en el
intento de rondarla. Es más, el hecho de que fuera tan alta dama y casada,
azuzó con más violencia el apetito de su miembro. La perseguía no solo por la
calle y por el templo, también la esperaba en las salas de la corte y pudo
mostrarle su arte como trovador y tañedor de vihuela. Compuso coplas para ella.
Su cuerpo de espectro se amojamó todavía más, cuando todos pensaban que en esos
huesos solo quedaba piel estampada.
Ana comenzó a prestarle atención. Lo veía
por todas partes. Su dueña le descubrió la identidad del hombre que la seguía y
le refirió las maravillas que algunas damas contaban acerca del arma que lo
adornaba. A la corregidora le parecía un hombre enfermizo, tan delgado como
niño tísico y tan breve que no creyó los cuentos que la vieja le acercaba al
oído. Sentía pena por él, nunca deseo, y solo al oírlo cantar se le animaba
el espíritu hacia la persona del escudero. Era tan poca cosa que ni siquiera
los versos bien templados de Ronaldo la animaban a la lujuria, solo a la
compasión.
Una noche, el conde de Portugal invitó a
todos sus cortesanos a un banquete para celebrar la última villa ganada a los
moros. Ana resplandecía junto a su esposo. El escudero fue el primero en
entonar unas coplas de loa que interpretó en lo alto de un estrado. La muchacha
vio desde abajo cómo surgía un bulto enorme por debajo de la cintura de Ronaldo
y no prestó atención desde ese momento ni a la voz ni a las
ojeras ni a la delgadez del escudero. Su dueña, que estaba a su lado, le dio
con el codo para reafirmar lo que tanto había negado doña Ana de Medeiros. En
cuanto terminó la canción, el escudero se escabulló de la sala y la muchacha
salió en su busca, entregada por completo a la curiosidad del bulto.
Encontró a Ronaldo sollozando en la
oscuridad de un corredor angosto, apoyado en la frialdad de la piedra y con la
vihuela colgando de la mano. Lo calmó como a un niño enfermo, bebió sus
lágrimas de desconsuelo y atrapó el arma del escudero con el placer de
confirmar con la mano lo que la vista ya le avisaba. En cuanto Ronaldo notó la
palma fría de su amada agarrándole el miembro, se transformó en un animal
distinto. Sorbió sus humores y arremetió allí mismo contra Ana, quien agradeció
la mutación en hombre entero del niño enfermo que hasta entonces había visto.
La afición de la dama creció y creció de
tal forma que si temerario fue el primer encuentro aún más lo fueron los
siguientes, hasta que el adulterio de su escudero con la esposa del alcalde
llegó a oídos del mismo conde de Portugal.
Don Pedro era conocido por su fe
convencida y por la entrega absoluta a las encomiendas de su confesor. De
naturaleza enfermiza, siempre le rondaba la muerte alrededor y esto lo hizo
temeroso y muy sumiso a los consejos e indicaciones de los clérigos. No
consentía que ninguno de sus súbditos se comportase de manera pecaminosa y
menos que faltara a los mandamientos de la ley de Dios. Estaba seguro de que si
en su corte permitía el pecado, él mismo padecería los suplicios del infierno
sin ninguna duda. Su endeble salud lo convertía en un hombre temeroso que veía
en la muerte y en la condenación eterna postas demasiado próximas.
Cuando uno de sus criados le comunicó la
noticia del adulterio de la corregidora con su propio escudero, montó en cólera
y lloró con desconsuelo. Don Pedro estaba seguro de que sería llevado a las
lagunas de fuego del infierno esa misma noche, en cuanto lo remataran los dolores
de pleura que lo habían martirizado durante todo el invierno. Para evitar su
condena, debía castigar con saña y sin piedad a quien lo iba a enviar al mayor
de los suplicios. Solo le quedaba el intento de salvarse por medio de un
castigo ejemplar, digno de un servidor de Cristo.
Para ajustar la pena contra el escudero, el
conde necesitaba una prueba concluyente del adulterio. Preparó un banquete en
su propio castillo y procuró que el alcalde estuviera ocupado en los asuntos de
gobierno con el fin de despejar el campo a los dos amantes. No lo
desaprovecharon. El consumido Ronaldo, en cuanto tuvo ocasión, desapareció de
la sala y tras él salió de inmediato la dama. Ni siquiera esperaron a los
postres. Don Pedro los vio desaparecer y los maldijo una y otra vez por manchar su santa casa con el
pecado de la lujuria. El conde sufría su condición de
mortal como si él mismo estuviera mancillando la justicia de Cristo, como si su
propio miembro se hubiera levantado en armas contra natura. Sentía el estigma y
la maldición que caería sobre él en cuanto desapareciera de este mundo. Llamó a
dos de sus guardias y salió con ellos a por los pecadores.
A Ronaldo no le había dado tiempo a
despojarse por completo de sus calzas. Ana trasteaba en ellas con desesperación
en el intento de liberar cuanto antes el miembro descomunal del tísico, que
tanto bien le daba. Así los sorprendió don Pedro: la corregidora de rodillas,
tirando de la prenda y Ronaldo pataleando y mostrando las costillas a la luz de
las hachas. La ira del conde se cebó con el escudero y no con la
dama. Los pecados de sus súbditos eran también los suyos. Rolando
era su lacayo más amado: la mano en la que ponía el pie para subir al caballo,
el que le guardaba las armas y los misales, el
hombro exiguo en el que se apoyaba cuando lo vencían las enfermedades. Casi era el cuerpo noble del conde el que estaba pecando contra varios mandamientos de la ley de
Dios y no había otra solución que el castigo ejemplar. En su desesperación de
condenado a los infiernos, decidió que la única manera de purgar la culpa de
su escudero era ofrecer a Dios la prenda causante del adulterio. Arrastró a
Ronaldo del pelo a través de los corredores. El cuerpo menguado del escudero no
ofrecía apenas resistencia a los brazos
del conde. El muchacho se aferraba a sus calzas por pudor. No quería acudir a
su ejecución medio desnudo y con la prenda a media rodilla. El conde lo arrojó
en el suelo de una celda y ordenó al guardia que le diera la daga con que
desmembraban a los corzos de la dehesa.
Don Pedro terminó lo que había dejado a
mitad Ana de Medeiros: descubrió del todo la verga del escudero, ya apaciguada por el
pánico, y la segó junto a los cojones con tajo limpio de matarife. Ronaldo
aullaba y se retorcía en el suelo con el azogue de un poseído. “¡Taponadle la herida!”,
ordenó el conde a sus lacayos, quienes obedecieron con presteza. Fue lo único
que dijo don Pedro. Lanzó la daga, la verga y los testículos contra el suelo y se limpió la mano ensangrentada en la áspera piedra
del calabozo. Luego corrió hasta la capilla para orar ante el Señor y ofrecerle
el sacrificio.
Ronaldo no murió. Le pararon a tiempo la
hemorragia y aunque estuvo varios días a punto de abandonar este mundo,
sobrevivió a la penitencia. Ninguno de los físicos daba nada por él, pero su
endeble complexión encerraba una fortaleza mayor de la que todos esperaban. En
cuanto empezó a mejorar, fue memorable su forma de hincharse. En pocos días, se
convirtió en otro muy distinto. Se abombaban su vientre y sus muslos con tal
rapidez que sus guardias hablaban del suceso como de un milagro. La falta de su
sexo había cambiado la naturaleza de Ronaldo. Engordó como gato castrón y
pasaba los días tumbado en un jergón y orinando a
través de una cañizuela para no empaparse los muslos. El conde de Portugal,
avisado de la metamorfosis de su escudero, decidió sacarlo de la celda y
desterrarlo del condado. La supervivencia y la rolliza apariencia de Ronaldo
animó al pusilánime don Pedro, quien se creyó salvado de toda maldición, redimido.
La recuperación milagrosa del pecador y su transformación en cerdo capón eran
señales inequívocas de la gracia divina.
viernes, 18 de noviembre de 2016
Recomendación de "Te negarán la luz" en Radio Adaja
Enlace del programa "Entre Culturas" de Radio Adaja en el que se recomienda Te negarán la luz, junto a "El médico" de Noah Gordon. Peor habría sido que lo hubieran emparejado con el de Sergio Ramos, bueno, no sé.
http://www.ivoox.com/en-cultura-entre-culturas-aconsejamos-algunas-novelas-historicas-audios-mp3_rf_13795532_1.html
http://www.ivoox.com/en-cultura-entre-culturas-aconsejamos-algunas-novelas-historicas-audios-mp3_rf_13795532_1.html
viernes, 9 de septiembre de 2016
Fragmentos del cuaderno de Jean Sol Partre extraídos de "Te negarán la luz"
El amigo sevillano Jean Sol Partre prepara una entrada en su blog sobre extractos de mi última novela, Te negarán la luz. La música y la literatura unidas en un proyecto que ilusiona. Ver los fragmentos de lo que has escrito tomando vida propia en las manos de otra gente despierta siempre la curiosidad y una cierta inquietud.
lunes, 25 de julio de 2016
Presentación de "Te negarán la luz" en San Clemente (con Javier Castellanos y "Juanan y su pandero").
No se oye del todo bien, pero es un documento impagable, sobre todo por el sonido del pandero y la voz de Juanan interpretando coplas eróticas del Renacimiento. El escenario no podía ser más propicio: el Teatro Viejo de San Clemente, una antigua capilla restaurada para fines menos sagrados.
martes, 5 de julio de 2016
Argumento de "Te negarán la luz"
1095,
Clermont. Urbano II lanza una proclama para
participar en la Primera Cruzada contra el infiel. Guillermo de
Poitiers, duque de Aquitania, se encuentra allí para otros menesteres bien
distintos. Excomulgado por haber repudiado a su esposa, busca el placer entre
señoras y villanas. Agnes, una ramera del ejército de mendigos de Pedro el
Ermitaño le deja un recuerdo especial. Ronsard, senescal de Guillermo, le dará
noticia cumplida de Agnes y de la peripecia miserable en la que Pedro embarcará
a su turba de desharrapados, desde Colonia hasta Jerusalén.
Durante su
visita al condado de Tolosa, Guillermo tiene un escarceo erótico con la sobrina
del conde, Felipa, que acaba en matrimonio. De vuelta a Poitiers, las disputas
con el nuevo obispo Robert D´Arbrissel desembocan en la fundación de una
mancebía de lujo que da la réplica a la abadía de Fontevrault, regentada por el
obispo, donde se recluyen las mejores damas de la nobleza aquitana.
Guillermo
concierta una alianza con William el Rojo, rey de Inglaterra, para invadir los
feudos del rey de Francia. Son derrotados por el francés y de vuelta a Poitiers
le comunican a Guillermo que su “Mancebía del Paraíso” ha sido abrasada por el
fuego. Convencido de que el obispo D´Arbrissel ha sido el causante, va contra
él y está a punto de matarlo dentro de la catedral. En el Palacio de Poitiers
lo espera su esposa Felipa. Guillermo fracasa en el acto amoroso por primera
vez en su vida. El hecho lo sume en la desesperación. Cree que William el Rojo
lo ha embrujado. Desolado, abandona todas sus obligaciones.
Solo una
mujer es capaz de sacarlo del marasmo, Maubergeonne, la Peligrosa, casada con
uno de sus condes. Vivirá con ella una pasión fuera de toda norma. Cuando su
esposa se entera, huye de Poitiers para refugiarse en el monasterio de
Fontevrault junto con su hija.
El rey
inglés muere, víctima de una emboscada. Jerusalén ha sido conquistada por el
papado y Guillermo emprende su propia cruzada a la Ciudad Santa con el fin de
conocer la hierba hasis de la que le
hablaba Ronsard en sus cartas, así como las delicias de los palacios
orientales. En el monasterio de Cluny, Guillermo come la hierba por primera vez
y tiene una experiencia maravillosa. La alucinación lo transporta a una
catedral mágica, llena de odaliscas y de luz, de la que toma buena nota una
niña.
La mala experiencia
del abuso de la hierba y la muerte de D´Arbrissel lo hunden en la superstición.
Una alucinación en las caballerizas, un día antes de la muerte del obispo,
provoca que el duque de Aquitania busque una expiación religiosa por primera
vez en su vida. Se enrola en la Cruzada contra el moro lanzada por el rey de
Aragón. En Zaragoza le encargan una embajada para visitar al rey almorávide de
Sevilla. El viaje de Guillermo por tierras de España lo devuelve a su
naturaleza silvestre. En Sevilla, Guillermo se encuentra con un mundo nuevo. Un
misterioso rey árabe transforma su visión de la realidad y de la poesía. El
legado del rey poeta convierte a Guillermo de Aquitania en el creador de un
nuevo género lírico que inventará el amor, después de haberlo degustado en
todas sus versiones.
sábado, 11 de junio de 2016
Presentación de "Te negarán la luz" en la FNAC de Valencia
Lectura de un fragmento de la novela en el final de la presentación
sábado, 4 de junio de 2016
Presentación de "Te negarán la luz" en el diario Levante.
En las páginas de ocio del diario Levante se hacen eco de la presentación en la FNAC de "Te negarán la luz". Justo debajo de una propaganda sobre la ruta del gintónic. ¿Casualidad?, ¿los hados?, ¿el destino que me persigue? No lo sé, es un misterio.
Presentación de "Te negarán la luz". Diario Levante.
Presentación de "Te negarán la luz". Diario Levante.
domingo, 22 de mayo de 2016
Entrevista en Radio Utiel sobre "Te negarán la luz"
sábado, 30 de abril de 2016
Presentación en Valencia de "Te negarán la luz"
El viernes, 10 de junio, en la FNAC de Valencia, a las 19:00 horas, presentamos mi tercera novela, Te negarán la luz. Una velada medieval en torno al erotismo y a Guillermo de Poitiers, duque de Aquitania. Os esperamos.
domingo, 10 de abril de 2016
Aviso al lector de "Te negarán la luz" y 31 primeras páginas
En este enlace podrás leer las 31 primeras páginas de "Te negarán la luz"
AVISO AL LECTOR DE ESTA HISTORIA
En las postrimerías del siglo XI, el papa Urbano II anima en
Clermont a que los caballeros cristianos se armen contra el infiel y participen
en la Cruzada para salvar el sepulcro de Cristo de la humillación. Por las
mismas fechas, el joven Guillermo de Poitiers, duque de Aquitania, comienza a
dar lustre a la espada, a la verga y a la pluma.
La moda de la época tira del lado de lo tremendo. Como dice sir
Thomas de Quincey, del 888 al 1111 se cultivó el arte del asesinato como nunca,
así como la arquitectura eclesiástica y los vitrales. Los clérigos triunfan con
sus sermones, herederos del milenarismo. Manejan como tema estrella el fin del
mundo. Señales no faltan: pestes, señores despreciables, hambrunas que
degeneran en el canibalismo, cometas, invasiones de infieles, avaricia… En
cuanto falta la lluvia y la tierra deja de dar alimento, los campesinos,
desamparados, se entregan al primer tiñoso con alucinaciones marianas o
cristológicas. La Cruzada convocada en 1095 por Urbano II se convierte para los
desgraciados en una salida de emergencia que desemboca casi siempre en la
muerte. La mayor parte de la turba de mendigos perecerá en el trayecto, así
como los judíos y musulmanes que se cruzan en su camino.
No extrañará, por tanto, que los relatos de mayor éxito sean los
basados en el Apocalipsis: la tierra parece hundirse bajo la amenaza de los
infieles, de la anarquía, de la depravación feudal y del hambre.
Que Guillermo de Aquitania se descubra tan alejado de mesías
pandilleros, de predicadores, de santos vivientes y de otros iluminados no responde
a la corriente tenebrosa de la Baja Edad Media. La voz lúbrica de Guillermo
surge, disonante, entre el fragor de trompetas y gusanos: no apabulla al oyente
con las maldiciones que le esperan más allá de este mundo terreno, ni busca
espantar a los fieles para someterlos al dominio de la Iglesia.
Guillermo y sus camaradas trovadores se empeñan en elaborar un
filtro de amor contra el Apocalipsis, al margen de las modas de clérigos y
profetas. La vida del primer trovador es una lucha feroz contra la marea de la
sangre y el crucifijo. Se rebela contra el poder que él mismo ostenta, enloquece,
y busca en la mujer y en la poesía lo que intentan usurparle los obispos y la
espada.
En estas líneas, tan
mentirosas o tan verdaderas como La divina comedia de Dante, se narra un viaje
a los infiernos y al paraíso. En Te negarán la luz, Guillermo no está solo,
pero le falta un Virgilio y le sobran beatrices. Nuestro héroe no se adentra en
territorios fantásticos abonados por la teología, sino en Poitiers, en Tolosa,
en Constantinopla, en Jerusalén, en Zaragoza, en Córdoba, en Sevilla… Recorre
el mundo terreno en pos de la luz.
Si el buen tino os conduce en la lectura, hallaréis en esta
historia al hombre tan vestido como lo abriga y lo desnuda el mundo. A
Guillermo de Aquitania, el primero de los trovadores, rodeado de los monstruos
que abrazan al poderoso y embriagado por los placeres que destila la vida. Un
caballero del siglo XII sometido a su
circunstancia. Intentar desembarazarse de ella siempre conlleva una digestión
de piedras.
domingo, 3 de abril de 2016
Fragmento de "Te negarán la luz"
Parlamento de un singular personaje de la novela sobre el gobierno y la poesía.
-La poesía es una llave que lo abre todo. Debéis cuidar las palabras como si fueran flores de muchachas vírgenes. Hay que dominar el movimiento de la pluma hasta que consigamos penetrar con dulzura en el entendimiento de nuestros súbditos, sin violencia, con las caricias y con la decisión precisas. Labraremos documentos para la diplomacia, para evitar la sangre en guerras innecesarias. La elocuencia y la retórica pueden salvar muchas vidas. Seremos decorosos con nuestra correspondencia. Es importante que sepan de nosotros en otros reinos, que nos respeten por nuestra forma de expresarnos. El dibujo que de nuestro gobierno plasmemos en las misivas será el que vean los que no nos conocen. Nos esmeraremos en cincelar las aristas de nuestra embajadas. Que nuestras cartas sean reconocidas en cuanto se lean las primeras palabras. Y qué no haremos con los mensajes de amor: recurriremos a los versos de Ibn Hazm para deslumbrar a la amada, para rendirla a nuestros deseos. La poesía es una llave que lo abre todo. Os pagaré cada trazo bien surcado en el papel como si estuvierais trenzando oro en una túnica de seda porque yo mismo quiero ser poesía, porque quiero vivir entre palabras doradas, entre versos que hagan llorar y entre hombres que se quiebren el alma en cada rasgo de la pluma.
viernes, 1 de abril de 2016
"Te negarán la luz" a la venta por Internet
En este enlace de la editorial Carena se puede comprar mi tercera novela, Te negarán la luz: http://www.edicionescarena.com/ecomm/libro/te-negaran-la-luz-jose-urbano-hortelano.aspx
martes, 8 de marzo de 2016
"Te negarán la luz": historia de un gato rubio
Lo que son las coincidencias, hoy cuando estaba jugando con mi gato rubio y me clavaba las uñas en el dorso de la mano, me ha venido a la cabeza una canción de Guillermo de Poitiers en la que el protagonista también es un gato rubio. Se cuenta en ella una historia procaz e histriónica que no pude incluir en "Te negarán la luz". Solo conservamos nueve canciones suyas, pero son suficientes. Hasta el siglo XI, nadie se había atrevido a escribir de asuntos eróticos en lengua romance. Algunas de sus coplas, procaces y libertinas, sonrojarían ahora mismo a cualquier puritano por su crudeza. Esta -la más cantada- relata una aventura que suena mucho a cuento del Decamerón, incluso a peripecia del Quijote. Dejo aquí mi versión en prosa. Si queréis oírla cantada en lengua d´oc, solo hay que pinchar en el vídeo.
"Tened cuidado mujeres, gozad con caballeros todo lo que deseéis, pues no es pecado; pero cuidaos de clérigos y monjes, porque si con ellos lo hacéis, mereceréis que os quemen con un tizón.
Iba yo por Limoges, en la Auvernia, vestido de peregrino cuando me abordaron las esposas de Garín y Bernardo, Agnes y Ermesinda. Se acercaron hasta mí y me saludaron: "Buen día tengáis, caballero. Parecéis de buen linaje y no como los necios que suelen pasar por aquí". Yo, al ver la lozanía de las dos, urdí un plan y nada contesté a sus halagos, solo farfullé unos sonidos torpes para convencerlas de que no podía hablar. Enseguida comprobé que mi ardid funcionaba. Confiando en que yo también era sordo, Agnes le dijo a Ermesinda: "Sin duda este peregrino es mudo. Justo lo que necesitamos. Le daremos hospedaje y haremos con él lo que nos plazca sin que nadie se entere de nada". Me dieron cobijo, me llevaron hasta su casa, me arrimaron a la lumbre, calenté mis costillas y me sentí muy bien junto a ellas. Me comí más de dos capones con pan blanco, buen vino y mucha pimienta. Y ya bien caliente y alimentado las escuché: "Debemos asegurarnos de que es mudo. Trae al gato rubio y haremos la prueba definitiva".Cuando vi a Agnes con el gatazo, grande y de espantosos bigotes, casi pierdo el coraje y el ardor. Me quitaron el hábito y me pusieron al animal en la espalda. Le tiraron del rabo y el animal, enfurecido, me arañó el costado causándome muchas heridas. Pero yo no rechisté, no dije ni mu. Las dos muchachas satisfechas con la prueba llegaron a una conclusión: "Hermana, sin duda es mudo. Ya podemos aparearnos y solazarnos con él sin ninguna preocupación". Allí estuve más de ocho días sin salir de ese horno. No os vais a creer las veces que me las jodí: pasaron de ciento ochenta y ocho. La polla no se me cayó a trozos de puro milagro. El mal que me pegaron no os lo puedo nombrar, pero lo podéis imaginar. Cuando llegué a palacio, le di este recado a mi vasallo: "Lleva este poema a Agnes y Ermesinda y diles que por deferencia conmigo maten al gato".
domingo, 6 de marzo de 2016
"Te negarán la luz": Eros y Tánatos
En el siglo XII se inventó el amor o, como mínimo, el concepto actual del amor. Guillermo de Poitiers no era consciente de lo que fundó en sus canciones. Solo conservamos nueve de ellas, pero son buena muestra de lo que el primer trovador inició. En el siglo XII, por supuesto, a las mujeres no se las trataba como se plantea en la idealización de los trovadores. Ni mucho menos. La realidad era otra bien distinta. Por eso, la labor de estos artistas del concepto amoroso ("fins amor", "amor cortés") fue trascendental no solo para la literatura europea, sino para comenzar a cambiar mentalidades. El amor se proponía como un antídoto contra la muerte, que rodeaba al hombre medieval. El amor carnal, la fascinación por el cuerpo desnudo de la mujer, contradice de alguna forma el concepto platónico del amor cuyo objeto siempre era el hombre. No es casualidad que en el siglo XII aparezca el primer desnudo escultórico del cuerpo de una mujer desde los romanos. Es el tiempo en el que la literatura convirtió en caballeros a los guerreros, el tiempo de la persecución incansable de la rosa, de la pasión erótica, el único motivo que redime al hombre de la muerte inevitable.
No es casualidad que Guillermo, pese a no conocer la trascendencia de su labor, se enfrentara durante toda su vida con los obispos y con los papas. Las excomuniones que sufría podían ser por disputas territoriales, por el poder, pero sobre todo nacían del miedo al amor y a la literatura amorosa que comenzaba a poblar las cortes medievales de la Provenza.
Eros frente a Tánatos. La Iglesia siempre ha tenido en la muerte su principal aliada y con ella combatió al competidor que se cernía entonces y se cierne ahora como único rival de su dominio: Eros y su personificación, la mujer. Se tomaron medidas directas contra esta corriente erótica y se luchó contra ella (casi tanto como contra la mujer). Fruto de esta lucha fue la consideración de "loco amor" a la pasión carnal. El libro de buen amor, La Celestina y otras muchas obras geniales lo tienen como tema central, pero sus autores lo maldicen y hacen morir a sus personajes para que no caigan sobre ellos las maldiciones y los castigos de la Iglesia.
El erotismo surca los subterráneos de nuestra literatura, de nuestro mundo, a través de siglos y siglos de persecución. No se puede acallar a la fuerza que mueve el mundo, pese al trabajo incansable de las religiones monoteístas para silenciarla. Guillermo de Poitiers ha tenido, de momento, más éxito que el papa Urbano II, pese a que aún ellos conserven el poder y guardemos las apariencias y nos sintamos intimidados por los que adoran a la muerte y repudian el sexo.
sábado, 5 de marzo de 2016
"Te negarán la luz", una novela de huidas
Entre otras cosas, Te negarán la luz es una novela de huidas. Se han reconstruido, con gran esfuerzo de los expertos en efectos especiales y en documentación, un gran número de ciudades tal y como serían a finales del siglo XI y comienzos del XII. Por ellas transitan los personajes con mayor o menor fortuna:
-Francia: Clermont, Poitiers, Tolosa (Toulouse), Fontevrault, Cluny, Maine y Rouen.
-Trayecto de los cruzados mendigos de Pedro el Ermitaño (en dirección contraria al que en la actualidad sufren los refugiados que llegan de Siria): Colonia, Tréveris, Semlin, Belgrado, Nicea, Sofía, Constantinopla, Civitot, Antioquía, Dorilea, Edesa, Alepo, Mosul, Maarat, Shayzar, Al Krad, Homs, Trípoli, Arga, Beirut, Sidón, Tiro, Acre y Jerusalén.
-"Cruzada española" de Guillermo de Poitiers: Ayerbe, Zaragoza, Haro, Toledo, Córdoba, Sevilla.
La época en la que vive Guillermo de Poitiers se presta, sobre todo, a la huida. No hay tregua para nadie, todo el mundo quiere salir del fango en el que se revuelve, incluido Guillermo, el primer trovador. En 1095, el duque de Aquitania es un joven vehemente, enemigo del pudor y de toda santidad, amador de mujeres, fatuo y lúbrico. En 1095 comienza nuestra peripecia.
jueves, 3 de marzo de 2016
Sinopsis de "Te negarán la luz"
1095,
Clermont. El papa Urbano II proclama la Primera Cruzada mientras el joven
Guillermo de Poitiers, duque de Aquitania, se afana por sacar filo a su pluma y
a su verga. Guillermo convierte su vida en una disputa continua contra la
Iglesia. Su devoción por las mujeres y por la poesía sacude la ira de los
obispos, quienes, con excomuniones y amenazas ultraterrenas, intentan impedir que
se fornique y se escriba sin su beneplácito. El duque trovador ama sin medida,
usurpa territorios papales y se atreve a fundar una mancebía para responder a
la siembra de conventos con que los monjes de Cluny comienzan a llenar Europa.
Mientras la Iglesia pugna por conquistar Jerusalén y acabar con los infieles; el
atrabiliario Guillermo se va despojando, armado con el erotismo y el verso, de
su basta indumentaria medieval. Un hombre sometido al vicio de vivir en una
época en la que la muerte dirige los pasos del mundo.
martes, 1 de marzo de 2016
"Te negarán la luz": la Magdalena de Georges de la Tour
La lujuria contempla ensimismada la luz. El pabilo se agota y nadie va a impedir que esa calavera en la que apoya la mano sea la suya en poco tiempo. Los libros reposan junto a la lámpara. Cuando se agote la llama, también se desvanecerán las palabras y la juventud. El erotismo, esa camisa que deja los hombros desnudos, es su vida y su fatiga. Solo el erotismo es la razón de su melancolía, de su ensimismamiento en la profundidad de la muerte.Quisiera mantener la juventud, la belleza y la palabra, pero "le negarán la luz".
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