Demoledor ensayo sobre el papel del cristianismo en la pérdida de la cultura clásica. Catherine Nixey desarrolla un trabajo bien documentado sobre los primeros siglos del cristianismo en el Imperio romano (desde Constantino hasta el siglo VI). Cualquiera que esté familiarizado con la literatura y la cultura clásicas se sorprende de la brecha entre el mundo clásico y la Edad Media y sospecha que algo extraño debió ocurrir para semejante retroceso. Nixey nos da las pruebas (las pocas que han subsistido) y enhebra un relato entretenido sobre la labor de acoso y derribo del mundo clásico. Sí, en los monasterios y conventos se preservó parte de la cultura clásica, la pequeña porción que no había sido esquilmada por la misma Iglesia en siglos precedentes. Como la autora repite, había que hacer desaparecer al demonio, y el demonio se encontraba en cada estatua de Atenea, en cada templo dedicado a Zeus, en cada libro escrito por paganos, en cada fiesta lúbrica dedicada a Dionisos. Se prohibió, se quemó, se derruyó, se asesinó, se persiguió con saña y con un plan preconcebido a todo lo que oliera a paganismo griego o romano. Lo raro es que haya quedado algo de ellos (según Nixey, menos de un diez por ciento de sus producciones artísticas). Es conmovedor el relato de las piras de libros, el asesinato de Hipatia, el abanderamiento de la ignorancia o la obsesión por dictar decretos de demolición contra una cultura superior. Sí, hubo un tiempo en que cristianismo y Estado Islámico compartieron consignas.
Algunos extractos de la obra:
"En el siglo II d. C. el cristianismo podía considerarse a sí mismo como la única verdad, pero para la mayoría de la gente era un culto oriental excéntrico y con frecuencia irritante".
"Celso no solo estaba irritado por la falta de educación de esa gente. Era mucho peor que, de hecho, celebraran la ignorancia. Declaraban, escribió que "la sabiduría es abominable y la ignorancia un bien", una cita casi exacta del libro de los Corintios".
"La expansión del cristianismo es la historia de una conversión forzosa y de una persecución gubernamental. Es una historia en la que se destruyeron grandes obras de arte, se profanaron edificios y se suprimieron libertades. Es una historia en la que se consideró fuera de la ley a quienes se negaron a convertirse, se los acosó a medida que la persecución se intensificaba y hasta fueron ejecutados por unas autoridades fanáticas. Las breves y esporádicas persecuciones romanas de cristianos palidecen en comparación con las que infligieron los cristianos, incluyendo a sus propios herejes. Si esto parece inverosímil, tengamos en cuenta un simple hecho; en el mundo actual hay más de dos mil millones de cristianos, pero no hay ni un solo auténtico pagano".
"La literatura clásica no solo cuestionaba la realidad de los seres divinos, sino que con frecuencia se reía de ellos. Las obras de filosofía griega y romana estaban llenasd e chistes incisivos que se burlaban de la religión".
"Basilio animaba a quemar las obras clásicas, según él esa censura eclesiástica era una forma de amor. Así como Agustín defendía golpear a los herejes con varas como forma de cuidado parental".
"Quemar libros era algo aprobado e incluso recomendado por las autoridades de la Iglesia. (...) La costumbre cristiana de quemar libros gozaría de una larga historia".
"Los monjes medievales, en una época en la que el pergamino era caro y el aprendizaje clásico se consideraba despreciable, cogían piedras pómez y raspaban los últimos ejemplares de las obras clásicas de arriba abajo (...) La prueba de los manuscritos supervivientes es clara, en algún momento, alrededor de 100 años después de que el cristianismo llegara al poder, la transcripción de los textos clásicos se reduce drásticamente (...) Estaba teniendo lugar u lento pero devastador borrado de la literatura clásica. Lo que aseguró la casi total destrucción de las literatura latina y griega fue una combinación de ignorancia, miedo y estupidez (...) Se ha estimado que menos de un diez por ciento de toda la literatura clásica ha sobrevivido. En el caso del latín es aún peor, solo se conserva un uno por ciento de toda la literatura latina. Si esto era preservación -como a menudo se ha afirmado-, entonces se llevó a cabo con asombrosa incompetencia".
"Los pastores cristianos, fervorosos y controladores como eran, decían que el teatro era basura. Basura pecaminosa y demoníaca, una "depravación", una "peste", una "deformidad", una "locura obscena"".
"Con el tiempo, la desaprobación de los clérigos se vio reforzada por la ley. Los festivales paganos, con su exuberante alegría y sus danzas, se prohibieron. El rechazo a estos había estado presente durante décadas; el propio Constantino había mostrado su desdén por los festivales de los impíos paganos llamados "religiosos" y por las ebrias y desenfrenadas fiestas en las que "bajo la apariencia de la religión, sus corazones se dedican al disfrute libertino".