El domingo pasado comenzamos con los ejercicios de desintoxicación para alumnos de 1º de bachillerato. Se trata de embarcarlos en un proyecto periodístico, sacarlos de las aulas y llevarlos de aquí para allá con el fin de que ejerzan la labor de un periodista profesional. Fuimos al teatro Buero Vallejo de Alcorcón y bajo la dirección de una periodista de verdad, Mª José Celada (del programa "Hazte Eco"), se entusiasmaron con el oficio del cronista de campo.
Se están desintoxicando de las aulas. Porque las seis horas diarias que pasan en el instituto sometidos a todo tipo de monsergas y a una pasividad de ameba, son ponzoñosas, tóxicas, abotargan. Daría igual sacarlos para ejercer el pastoreo, el cultivo de la vid, para hacer teatro, para bordar tapetes de ganchillo, para atrapar drones con cazamariposas..., cualquier actividad que suponga una emoción, una conexión directa con la vida.
Sí, empezamos el domingo con los ejercicios de desintoxicación, el problema es no administrarlos con la asiduidad necesaria. La rutina, el plomo y el adocenamiento no son materiales dúctiles ni nutritivos, no sé por qué nos empeñamos en instruir de esta manera (bueno, algo sospecho). La Institución Libre de Enseñanza ya descubrió, hace más de cien años, que estos métodos son inútiles para formar espíritus libres. Propuso otros muy atractivos, que a la sociedad capitalista, al parecer, no le convienen: incentivan en exceso el espíritu crítico, se entusiasman y no favorecen la competitividad. Bueno, me voy a clase, debo administrar a mis alumnos la pastilla diaria para aletargarlos (a ellos y a mí).
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