viernes, 19 de agosto de 2022

Berlín 6: “El museo de Bud Spencer”



El Kulturbrauerei es una vieja fábrica de cerveza okupada y luego convertida en centro cultural. Ahora es eso y, además, una vez fagocitada por el insaciable estómago capitalista, un agradable lugar de encuentro con restaurantes, cines y ¡cómo no! sesiones de baile. Los alemanes, al parecer, están obsesionados con los bailes de salón, pese a su incapacidad sincrónica o quizás por eso. Os hablo de este lugar tan alternativo para que veáis lo modernos que podemos llegar a ser. No todo han sido viajes en metro, visitas a las tascas españolas y museos. Por cierto, hablando de museos, visitad el Panorama. Hay una espectacular reproducción de la ciudad griega de Pérgamo (a ella le habría gustado mucho, ay). También he visitado dos mercados. Me priva observar lo que compra, vende, come y se enfunda la gente de otros países. Los mercados sí son muestrarios reales de cultura. El “Markethalle” es coqueto y sirven unos cruasán de crema que te dejan el polo perdido. De postre unas fresas (y en esto, en las fresas digo, sí que nos superan por mucho) con sabor a fresas. Vale la pena venir a Berlín a comerlas. Los puestos de comida oriental están atestados de gente. Intento explicarme cómo ha sido tan fácil pasar de las salchichas al falafel, aunque sí lo pienso bien, tampoco es tan raro dejar las wurstcurry por cualquier cosa comestible. Los restaurantes vietnamitas son los más numerosos en Berlín. Os prometo visitar uno el último día de nuestra estancia aquí y hacer una crónica detallada de sus platos. 

En cuanto a la fauna, tengo que hablar de dos especies: las avispas, especialmente numerosas y molestas; y los cuervos, un híbrido entre nuestras urracas y nuestros grajos. 

Por la mañana hemos ido a un museo del que también voy a hablar, la “Nueva Galería” o algo así. Recoge una magnífica colección de arte vanguardista. Me lo he pasado como uno no lo suele pasar en un museo. El cuadro de Grost sobre los pilares de la sociedad es más moderno que un Tesla eléctrico, mucho más. Para terminar con los museos, os recomiendo a los más atrevidos que visitéis el de Bud Spencer. Cuando salgamos del restaurante vietnamita, iremos y os contaré. 

Comemos en Berlín cachopos desnaturalizados, pollos de feria y longanizas sintéticas, es verdad, pero estamos aquí para alimentar nuestro espíritu con el alimento alternativo berlinés. Me alquilo una bici, me tatúo a Thor y me como una hamburguesa vegana y ya me voy a España con la tranquilidad de conciencia de ser un ciudadano comprometido. Debe de ser una sensación similar a la que experimentan las duquesas y señoronas cuando participan en la cuestación en pro de los negritos del África. Y todo esto bebiendo una cerveza muy floja. Y sabed que aquí es dificilísimo beberse un gintónic, aunque compensa porque en seguida encuentras una peluquería. 

Para terminar el día no se nos ha ocurrido otra cosa que meternos en una iglesia a escuchar un concierto improvisado de órgano, después de envasar entre pecho y espalda un codillo y una botella de prosecco. Hasta que me he dormido, creía que me estaba engullendo el demonio sin apenas masticarme. Y hasta aquí os puedo contar. 

Te extraño, guapa.

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