Las últimas sábanas que plegué contigo
eran rojas
y estaban adornadas
con una cenefa de flores.
Mi parte quedó mal
y tú la arreglaste:
la tela tersa,
las esquinas ajustadas,
las flores redondas.
No quieras ver
cómo me han quedado
las primeras que he plegado solo:
la tela arrugada,
las flores marchitas y deformes,
los vértices descabalados.
Nadie sabrá si se trata
de una sábana
o de una mortaja.
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