Hizo a Hemingway saltar
al ruedo e intentar lidiar un toro bravo. Empujó a Van Gogh a
cortarse una oreja para ofrecerla como presente. Inspiró a Pablo Picasso en
alguna de sus mejores pinturas. El Drácula
de Stoker lo consideraba su afrodisíaco. Es la Fée Verte; el
Hada Verde, el Diablo Verde. La musa de los artistas. La absenta.
¿Pero qué es la absenta? Esta pócima, como otras muchas bebidas,
inicia su comercialización como un elixir medicinal, un digestivo capaz de
curar todos los males. Basándose en la rica botánica de los valles alpinos
suizos, parece ser que la madre Henriod, una destiladora de Neuchâtel,
perfuma alcohol de gran pureza con una suma de hierbas más o menos secretas,
con alrededor de un 80% de alcohol. Pero en todos los éxitos hay un visionario;
en ese caso el antes y el después de esta bebida no se producirá hasta 1797,
cuando el mayor Dubiedcreó su propia marca bajo el nombre «Dubied Père et
Fils». Había nacido la absenta, tal y como la conocemos. Cierto que el uso del
ajenjo (una planta amarga y muy aromática) para la creación de bebidas ha sido
constante desde la antigüedad, pero no es hasta finales del XVIII cuando se
comienza a destilar, en vez de macerar.
Suiza, 1905; Jean Lanfray, borracho y
alterado, asesina a su esposa embarazada y a sus dos hijas, actuando bajo el
influjo de la absenta. Una ola de indignación recorre Suiza, recogiéndose más
de ochenta mil firmas exigiendo la prohibición de la bebida. En 1908, y
tras un referéndum a nivel nacional, el Parlamento aprueba una ley que entró en
vigor en la medianoche del 7 de octubre de 1910. Así, la producción y venta de
absenta quedaban prohibidas en Suiza hasta su rehabilitación
en 2005, extendiéndose esta prohibición por diversos países europeos
y Estados Unidos. Más tarde se hará público que aparte de dos copas de absenta,
Lanfray había consumido grandes cantidades de vino, coñac, brandy y crema de
menta. Pero la absenta, como desde hace más de un siglo, era la estrella de la
fiesta. ¿Pero por qué se prohibió realmente la absenta en Suiza? La realidad
parece menos cinematográfica que esos terribles crímenes. Según varios
historiadores, una de las razones para prohibir la absenta fue que contribuyó a
una excesiva liberación de las mujeres. Por razones culturales, en Suiza (y en
el resto de Europa) la absenta cautivó a las mujeres, como se puede observar en
la publicidad de la época, que casi en exclusiva se dirigía a ellas. Otra
importante razón que se maneja es la durísima competencia que representaba esta
bebida para los productores de vino y cerveza. La absenta era una bebida muy
barata de producir, incluso más barata que la cerveza, y con más efecto sobre
quienes la consumían. Con todo ello en el país helvético se produjo una extraña
alianza entre los productores de cerveza y vino, a los que se sumaron las ligas
antialcohol, los médicos y la Iglesia. La absenta siempre ha creado extraños
compañeros de cama.
Pero si Suiza fue el comienzo, su mayoría de edad se produjo en la
vecina Francia. Año 1830. Francia comienza la colonización de Argelia, que
sería su protectorado por más de cien años. Las tropas francesas no solo
sufren los rigores de un clima duro y desértico, sino también el azote de
enfermedades típicas de la región, como las temidas fiebres palúdicas. El
Estado Mayor toma una determinación. La tropa recibirá cantimploras llenas de
absenta, la cual, convenientemente rebajada en agua, garantizará la inmunidad
contra las terribles fiebres y las infecciones estomacales. Esas enfermedades
no se sabe si se evitaron (aunque tiene toda la pinta de que no: «La absenta ha
matado a más soldados franceses en el norte de África que las balas árabes»
llegó a escribir Alejandro Dumas) pero sí que hizo que la campaña africana
fuera menos dura para los soldados. Si la marihuana fue el bálsamo en Vietnam
para las tropas americanas, los destacamentos franceses hicieron su campaña en
Argelia un poco más llevadera gracias al hada verde. Estos soldados regresaron
a casa, con sus recuerdos, sus historias y, por supuesto, su gusto por la
absenta… Poco a poco empieza a hacerse habitual en bares y bistrós, en cabarés
y comercios. Se inicia una popularización que lleva a que el consumo de absenta
supere largamente el de vino. Hay que señalar que las cosechas de vino habían
sido diezmadas en años anteriores por la filoxera —un parásito de la vid—, con
lo que la absenta comienza a ocupar su lugar. Era barata, era un alcohol
industrial y era muy fácil de comprar. Todo encajaba. En Francia durante el año
1910 se consumen treinta y cinco millones de litros. Estamos en plena Belle
Époque, Francia es la cuna cultural y París el referente en el arte y la
creación. Y el mundo artístico adopta esta bebida, glamurosa, de referencias
malevas, origen turbio y con un pasado atractivo. La absenta empieza a
convertirse en mito.
Los rumores de prohibición no hicieron sino acrecentar el
atractivo de la absenta, pero los millones de francos que ingresaba el Tesoro
de la República por medio de los impuestos a la bebida actúan como un
importante contrapeso. Como el destilado de absenta es amargo, precisaba para
su aceptación de un toque dulce indispensable para hacer agradable su consumo.
La forma de endulzarlo es básica en los rituales de invocación de las muchas
musas que despierta la absenta. Se trata de colocar en el fondo del vaso la
cantidad exacta de alcohol (muchas veces el vaso tiene una talla que da la
medida exacta), colocándose sobre el borde una cuchara con una porción de
azúcar. Luego, con mucha lentitud, se vierte agua helada sobre el azúcar que,
al disolverse lentamente cae sobre la absenta, iniciándose un proceso de
coloración en el que pronto aparece el verde pálido de la musa. El juego de
colores que va apareciendo en la copa forma parte del ritual inspirador. Se
comparan los tonos logrados. Las cucharas que lo contienen han dejado de ser
las de café, sustituidas por espátulas y palas pequeñas, perforadas con
filigranas, realizadas en metal, acero, plata y oro. Con la Exposición
Universal de 1899 de París muchos visitantes regresan a su país de origen con
el hábito adquirido del consumo de absenta. Con su colorido ritual, es un
indispensable en tertulias, y se convierte en la bebida por antonomasia de
escritores y artistas, es el «catalizador» de las musas, su reclamo, su
alimento. Se crean poemas elogiosos y aparece en novelas. Rubén Darío y Victor
Hugo la idolatran. Degas y Picasso la hacen protagonista de sus
cuadros. Charles Cros, mientras desarrollaba el telégrafo y el primer
fonógrafo, llegó a beber veinte vasos diarios. Paul Verlaine empezó a
beber ajenjo en compañía de Arthur Rimbaud. Alfred Jarry solo la
consumía en puro y se paseaba en bicicleta pintado de verde. Para muchos
críticos de arte los colores que utilizan Van Gogh comienzan a ser relacionados
al consumo de absenta. Pero paralelamente a su implantación en medios
artísticos, millones de trabajadores se convierten en adictos a estas copas que
llevan al delirio, la alucinación y la locura, sobre todo cuando en la
elaboración de la absenta se han utilizado alcoholes de mala calidad o el
temido metanol, causante de intoxicaciones y ceguera. Hasta se inventaban
artilugios para poder servirla más rápido y con más eficiencia: pequeños
depósitos de agua con hielo y varios grifos.
1914; se desencadena la Primera Guerra Mundial, «la Gran
Guerra». El recuerdo de la humillante y bochornosa derrota de la guerra
franco-prusiana de 1870 estaba en la cabeza de todos los políticos y mandos
militares franceses. El comienzo de la contienda no puede ser más
desesperanzador. La pérdida de Alsacia y Lorena fue achacada a un ejército mal
liderado y débil, y algunos analistas empiezan a apuntar al consumo de absenta
como una de sus causas. En el subconsciente se ve al soldado francés como
adicto a la bebida verde. Se empieza a extender la idea de que las tempranas
victorias alemanes son el triunfo de lo natural y sano (la cerveza) contra lo
artificial y dañino (la absenta). En Francia sería prohibida en 1915, como en
casi la mayoría de los países europea (con las excepciones de España, Portugal
y Reino Unido, países en las que este elixir nunca llegaría a ser
verdaderamente popular). Es sorprendente que los fabricantes de absenta no
hicieran ningún comunicado ni llevaran ninguna forma de presión al Gobierno
para evitar su prohibición. Siempre se rumoreó que fueron silenciados mediante
una suculenta indemnización, pagada en parte por los fabricantes de cerveza y
las grandes bodegas de vino.
Para 1920, la máxima graduación tolerada en Francia era de 30
grados. En 1922 se autorizaron los aperitivos de hasta 40 grados: Berger y Tomysette salen al mercado. Ricard lanzó el «pastís marsellés». Pero
de los sucedáneos, ninguno gozó de la fama del Pernod, aunque su filiación con la absenta es apenas
sentimental.Poco a poco en Francia la prohibición fue relajada y se permitió
que la bebida fuera vendida siempre y cuando la etiqueta dijera «una bebida a
base de extractos de la planta de ajenjo». El ajenjo fue legalizado en la Unión
Europea en 1988, siempre que la cantidad de tujona permaneciera dentro del
límite acordado de 10 mg/kg, o 35mg/kg de ajenjo amargo. En 2010, esta absenta
modernizada, rebajada y versionada, volvió a ser legal en Francia. En la
actualidad, España, Reino Unido y República Checa son los mayores productores
de esta bebida.
¿Pero cómo de dañina era la absenta? ¿Qué había de cierto en su
mito? El ajenjo, o Artemisia
absinthium, pertenece a la familia de las margaritas, y desde la
antigüedad se le atribuye un gran valor medicinal. Antes de la aparición de la
absenta, el ajenjo ya era un ingrediente popular para dar sabor a las bebidas
alcohólicas. El vermut se inventó en Italia a finales del siglo XVIII y
debe su nombre al alemán wermut (ajenjo). El principio activo del
ajenjo es la tuyona,
y su estructura química se parece a la del mentol, que puede ser peligroso
en dosis elevadas y es cierto que tiene un efecto psicoactivo, pero no con la
concentración de diez miligramos por litro que parece ser que contenían la
mayoría de absentas. Hay que señalar que la salvia o el estragón tienen niveles
parecidos de tuyona, pero curiosamente nunca se han asociado a conductas
enfermas como en el caso de la absenta. Los legendarios efectos de esta mítica
bebida se deben, casi con toda certeza, a su elevada graduación alcohólica, que
a un 75-80% supera con mucho a la mayoría del resto de alcoholes destilados,
que suelen estar a un 40%. Además, el consumo de absenta nunca se hacía de
manera exclusiva y solía ir mezclado con hachís, opio, y todo tipo de licores,
de ahí que los resultados fueran totalmente imprevistos.
Pero sea como sea, la absenta ocupará ya siempre un lugar en el
imaginario de la cultura europea, fundamentalmente en Francia, donde siempre
estará ligada al impresionismo, a las vanguardias, a la Belle Époque y a una manera de
entender el arte y la vida que quizás desapareció con la Primera Guerra
Mundial. Y es que, como dijo Oscar Wilde, «tras el primer vaso, uno
ve las cosas como le agradaría que fueran. Tras el segundo, uno ve las cosas
que no existen. Por último, uno termina viendo las cosas como son y eso es lo
más terrible que puede acontecer».
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