Fotografía de Juan Luis López Palacios
Era el momento de los relatos íntimos, de la literatura visceral. Los ejercicios debían reflejar los hábitos y costumbres de sus experiencias más impactantes. Se les ofreció un variado surtido de títulos entre los que debían escoger: "Mi primer día en el instituto", "¿Qué hago los fines de semana?", "Un viaje al extranjero", "Mi primer beso", "Un día de Carnaval"...
El profesor, después de haber intentado el ejercicio de la doma sin éxito, había detectado que eran proclives a la narración, que gozaban contando sus experiencias y relatando los sucesos sin trascendencia de sus cortas vidas. Todos, cuando uno de ellos leía o simplemente recordaba lo ocurrido la tarde anterior en la plaza de su pueblo, escuchaban en silencio, con una atención que no se conseguía con otros medios. Les gusta oírse y ver cómo una aventura en la que son protagonistas es relatada por uno de sus compañeros. Ríen, esperan el final, se enfadan cuando falta un detalle, son unos críticos despiadados.
Pero aquel día tocaba relato escrito. Y nada menos que al estilo de Mesonero Romanos: contar los usos y costumbres de su vida cotidiana. Aunque se podía esperar de ellos, de sus doce años sin herradura, cualquier cosa, había algo seguro: la ortografía y la puntuación de los ejercicios iba a dejar mucho que desear. Pero una vez leídos los relatos, fue lo de menos. Tras corregir su forma y adecuar (poco) la gramática, os dejo dos muestras de la mejor literatura escatológica, que nada tienen que envidiar al mejor Bukowski:
"Cuando llegué al instituto, estaba muy nervioso. Yo soy muy pequeño y aquello era muy grande y no conocía a nadie. De tantos nervios, me entraron ganas de orinar. Pregunté por los baños y fui para allá a saltos. Dentro había un chico mayor. Yo me puse a mear y con los nervios y la presión se me escapó una ventosidad. El chico mayor se rio mucho y me dijo que era un marrano. Y yo, echando mano de un dicho que le oigo mucho a mi padre, le dije: "El que mee y no se pee es como el que tiene un libro y no lee". Y aquí acaba mi historia".
"Mis fines de semana son muy divertidos. Estoy esperando que llegue el viernes para dejar el instituto y comenzar mis actividades. Los sábados por la tarde me lo paso muy bien jugando a la consola sin parar, pero lo mejor es el domingo. Toda la semana estoy esperando ese día. Después de comer, me encierro en mi habitación y me hago unas "pajillas". Fin".
Como veis, por mucho que hayan avanzado las civilizaciones y aunque los intelectuales vaticinen una y otra vez el fin de la novela y de la literatura, aquí hay una muestra de que lo que más interesa a los chicos, por mucho que hayamos avanzado, es la vida, para después contarla.
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