El lunes comienzo un nuevo curso en un nuevo instituto (me echan de todos). Saber qué tipo de víctimas caerán en mis clases siempre es un acicate para experimentar con nuevas máquinas de tortura y comprobar el filo de las navajas (de tanta reputación por estos lares), más que nada por certificar si son tan útiles en las reyertas, como aseguraba Lorca. Se me remueve ese espíritu insano del inquisidor a punto de celebrar el auto de fe. El año pasado no fue mal. Los que aparecen en la foto fueron los últimos. ¿O fui yo el condenado? No sé.
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sábado, 31 de agosto de 2024
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