Del paso de Ricardo García por el campo del monasterio de El Puig. De la falta de higiene y de la epidemia de tifus que asoló en el 40 el campo. Del hambre que pasaron ese año alimentándose de nabos y del cambio de dirección de la prisión. De la toma de declaración a principios del 41.
El 26 de mayo de 1940 me incorporé a la prisión de El Puig, en la
que cumplí las mil y una noches en la cárcel, después de haber pasado por dos
campos de prisioneros y doce prisiones. Aquí fijé mi residencia. Me reclamaban
para Requena, pero ya la habían agregado a este monasterio histórico. Desde
luego no se puede comparar con el de La Espina.
Al llegar a este edificio, me cuentan y no acaban sobre las calamidades
que pasaron en los primeros años. Por lo que yo pude ver, no era tanto, aunque
algunos estaban de cualquier manera. No había nada de higiene, parecía todo una
cuadra. Apenas había agua, solo un par de veces a la semana para lavarse y se
daba racionada: con el plato de la comida la cogíamos hasta completar un bote
de leche, era lo que nos tocaba para lavarnos. Algunos solo se lavaban en el
patio cuando llovía. Agua para beber también muy poca y mala. Muchas noches,
después de echarnos a dormir, había que levantarse para ir a beber porque solo
entonces caía algo de los grifos. Esto ocasiona malestar entre la población
porque no se podía uno dormir en paz. Así pasé el primer año, o sea, el 40.
Debido a la escasez de agua y a la poca higiene, al final de ese
año se declara el tifus, además de otras epidemias como el paludismo, sarna,
etc., etc. La miseria creció, junto a la falta de higiene y mueren algunos. La declaración de
esta enfermedad causó muchas desgracias. El médico preso no toleró el silencio
alrededor de ella y lo denunció. No estaba dispuesto a que muriera la mitad de
la gente. El médico oficial quería dejarlo pasar sin que se dijera nada. Esta
muestra de dignidad y de cumplir con su deber se la tenemos que agradecer
muchos porque, una vez informada la dirección de prisiones, actuaron mandando
los mejores médicos, como Mario del Rey. Se tomaron la cosa en serio y cortaron
todas las epidemias. Sustituyeron al director de prisiones por otro,
mucho más humano. Se puso manos a la obra y con gran preocupación consiguió
acabar con la miseria.
Al terminar esta campaña de las mil y una noches, la situación de
la prisión no parece la misma, de transformada por obras y de limpia y pintada
que está.
El asunto de la comida era lo peor porque no dejaban pasar de la
calle más que tres kilos cada quince días y, según tengo entendido, antes fue
menos y en otras ocasiones nada. Al ser tan poca y mala la comida, se pasaba
hambre en general: pasamos cuatro meses comiendo solo nabos cocidos y pocos,
cuando se acababan, zanahorias y hojas de col y remolacha. Un mes patata y otro
par de meses, boniatos, dependiendo del tiempo de recolección de las
hortalizas. Lo peor fue a últimos del 40, cuando solían dar una vez a la semana
pan y de suplemento dos naranjas heladas y otra peor. Se puso la cosa muy mal
porque en el economato no vendían más que naranjas y como no había otra cosa
llevaba unas tripas como un acordeón.
Cuando llegó el 17 de enero de 1941, me llamaron a Jefatura para
tomarme declaración. Me presenté ante un juez, a su lado dos pollitos peras de
unos veinte años. Me interrogaron con mucha seriedad, sin amenazas ni insultos
y después leyeron el acta de proceso donde iban apuntando todo. En el acta de
proceso aparecieron una barbaridad de cosas de las anteriores declaraciones. Llevaban
denuncias para ponerle a cualquiera diez penas de muerte si hubiera sido
verdad, desde luego no era así. Prueba de ello es que ellos mismos dijeron que
no había datos concretos, solo suposiciones y sospechas. No podían comprobar
nada porque era mentira.
Desde el interrogatorio, no me han dicho ni media con respecto al
expediente. Va pasando un día y otro día y así vamos tirando.
En esta prisión no se pega. Hay muy buen trato y mucha libertad.
Algún que otro arresto, pero sin importancia. Durante la época del primer
director había celdas de castigo, pero con el actual ya no existen. Se dan
arrestos de limpieza o cosa parecida, de poca importancia, salvo en los casos
de los “chorizos”, que se suelen llevar alguna paliza, un buen procedimiento
con esa clase de gente.
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