martes, 2 de julio de 2019

"Dinero" por Manuel Vilas

En mi último viaje a París, me dediqué a buscar las calles del barrio de Saint-Germain que aparecen en la extraordinaria novela Papá Goriot de Honoré de Balzac. Antes, me compré en Madrid, en una librería de viejo, una traducción al español de dicha novela por 2,90 euros, fechada en 1969. No figura el nombre del traductor. Me encanta esta edición. No huele a humedad ni a rancio, como muchos libros viejos que me expulsaron de la noble religión de la bibliofilia. Olía y huele bien. La traducción es excelente.
Me puse a buscar las calles de la novela y me di de bruces con dos placas simétricas. Me encontraba en el número 13 de la rue de Beaux Arts, en donde ahora hay un hotel de lujo. No un vulgar 5 estrellas, sino de lujo, más allá de las 5 estrellas, pues existen dichos lugares. Las dos placas recuerdan dos acontecimientos literarios. Uno, la muerte de Oscar Wilde. El otro, las estancias francesas de Jorge Luis Borges.
No era un hotel para gente de muy alto poder adquisitivo cuando Wilde murió allí el 30 de noviembre de 1900. Era un hotel barato, para pobres, que se llamaba L’Alsace. Todos los escritores que escribimos en el mundo tenemos una deuda moral tanto con Wilde como con Balzac. Con Wilde porque nos enseñó dignidad en la pobreza. Con Balzac porque fue el primero en hablar obsesivamente en sus novelas del dinero.
Me apasiona Papá Goriot porque es una guía de precios del París de 1819. Han cambiado los nombres de las calles de la novela de Balzac, y me cuesta encontrar los lugares; sin embargo no ha cambiado lo esencial. Lo esencial es que la fuerza de la vida sigue siendo el dinero. Toda la novela avisa de que ha llegado al mundo una forma nueva de medir la vida. Todos los personajes de Papá Goriot viven en la fiebre de la posesión de francos. Desde Balzac, cuando en una novela o en una película no aparece el dinero, desconfiamos. Yo desconfío. ¿De qué demonios nos puede hablar una novela si no tiene en cuenta el dinero? No de la vida, desde luego. Al lado de la placa de Wilde, hay otra idéntica que informa de que Borges vivió en ese hotel entre 1977 y 1984. Entonces ya no se llamaba L’Alsace, porque en 1967 pasó a llamarse L’Hôtel.
Imagino que Borges debió de pedir la habitación en la que murió Wilde, que ahora se llama Oscar Wilde Suite y se ofrece al turista por mil euros la noche. Balzac hubiera sido meticuloso a la hora de narrarnos los diferentes precios de las habitaciones del hotel según su categoría, como lo fue con la pensión de la señora Vauquer de Papá Goriot. Entre Wilde y el protagonista de la novela de Balzac hay una profunda coincidencia: los dos mueren en una habitación de pensión oscura, y en la miseria. Entro en L’Hôtel, y respiro el lujo. Veo las escaleras que suben a las plantas. Por aquí, por estas escaleras, bajarían el humilde ataúd de Oscar Wilde, me digo a mí mismo. Por esta puerta saldría la última vez.

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