sábado, 26 de noviembre de 2016

"Absenta, la reina de los bulevares" por Enrique Redondo de Lope


Hizo a Hemingway saltar al ruedo e intentar lidiar un toro bravo. Empujó a Van Gogh a cortarse una oreja para ofrecerla como presente. Inspiró a Pablo Picasso en alguna de sus mejores pinturas. El Drácula de Stoker lo consideraba su afrodisíaco. Es la Fée Verte; el Hada Verde, el Diablo Verde. La musa de los artistas. La absenta.
¿Pero qué es la absenta? Esta pócima, como otras muchas bebidas, inicia su comercialización como un elixir medicinal, un digestivo capaz de curar todos los males. Basándose en la rica botánica de los valles alpinos suizos, parece ser que la madre Henriod, una destiladora de Neuchâtel, perfuma alcohol de gran pureza con una suma de hierbas más o menos secretas, con alrededor de un 80% de alcohol. Pero en todos los éxitos hay un visionario; en ese caso el antes y el después de esta bebida no se producirá hasta 1797, cuando el mayor Dubiedcreó su propia marca bajo el nombre «Dubied Père et Fils». Había nacido la absenta, tal y como la conocemos. Cierto que el uso del ajenjo (una planta amarga y muy aromática) para la creación de bebidas ha sido constante desde la antigüedad, pero no es hasta finales del XVIII cuando se comienza a destilar, en vez de macerar.
Suiza, 1905; Jean Lanfray, borracho y alterado, asesina a su esposa embarazada y a sus dos hijas, actuando bajo el influjo de la absenta. Una ola de indignación recorre Suiza, recogiéndose más de ochenta mil firmas exigiendo la prohibición de la bebida. En 1908, y tras un referéndum a nivel nacional, el Parlamento aprueba una ley que entró en vigor en la medianoche del 7 de octubre de 1910. Así, la producción y venta de absenta quedaban prohibidas en Suiza hasta su rehabilitación en 2005, extendiéndose esta prohibición por diversos países europeos y Estados Unidos. Más tarde se hará público que aparte de dos copas de absenta, Lanfray había consumido grandes cantidades de vino, coñac, brandy y crema de menta. Pero la absenta, como desde hace más de un siglo, era la estrella de la fiesta. ¿Pero por qué se prohibió realmente la absenta en Suiza? La realidad parece menos cinematográfica que esos terribles crímenes. Según varios historiadores, una de las razones para prohibir la absenta fue que contribuyó a una excesiva liberación de las mujeres. Por razones culturales, en Suiza (y en el resto de Europa) la absenta cautivó a las mujeres, como se puede observar en la publicidad de la época, que casi en exclusiva se dirigía a ellas. Otra importante razón que se maneja es la durísima competencia que representaba esta bebida para los productores de vino y cerveza. La absenta era una bebida muy barata de producir, incluso más barata que la cerveza, y con más efecto sobre quienes la consumían. Con todo ello en el país helvético se produjo una extraña alianza entre los productores de cerveza y vino, a los que se sumaron las ligas antialcohol, los médicos y la Iglesia. La absenta siempre ha creado extraños compañeros de cama.
Pero si Suiza fue el comienzo, su mayoría de edad se produjo en la vecina Francia. Año 1830. Francia comienza la colonización de Argelia, que sería su protectorado por más de cien años. Las tropas francesas no solo sufren los rigores de un clima duro y desértico, sino también el azote de enfermedades típicas de la región, como las temidas fiebres palúdicas. El Estado Mayor toma una determinación. La tropa recibirá cantimploras llenas de absenta, la cual, convenientemente rebajada en agua, garantizará la inmunidad contra las terribles fiebres y las infecciones estomacales. Esas enfermedades no se sabe si se evitaron (aunque tiene toda la pinta de que no: «La absenta ha matado a más soldados franceses en el norte de África que las balas árabes» llegó a escribir Alejandro Dumas) pero sí que hizo que la campaña africana fuera menos dura para los soldados. Si la marihuana fue el bálsamo en Vietnam para las tropas americanas, los destacamentos franceses hicieron su campaña en Argelia un poco más llevadera gracias al hada verde. Estos soldados regresaron a casa, con sus recuerdos, sus historias y, por supuesto, su gusto por la absenta… Poco a poco empieza a hacerse habitual en bares y bistrós, en cabarés y comercios. Se inicia una popularización que lleva a que el consumo de absenta supere largamente el de vino. Hay que señalar que las cosechas de vino habían sido diezmadas en años anteriores por la filoxera —un parásito de la vid—, con lo que la absenta comienza a ocupar su lugar. Era barata, era un alcohol industrial y era muy fácil de comprar. Todo encajaba. En Francia durante el año 1910 se consumen treinta y cinco millones de litros. Estamos en plena Belle Époque, Francia es la cuna cultural y París el referente en el arte y la creación. Y el mundo artístico adopta esta bebida, glamurosa, de referencias malevas, origen turbio y con un pasado atractivo. La absenta empieza a convertirse en mito.
Los rumores de prohibición no hicieron sino acrecentar el atractivo de la absenta, pero los millones de francos que ingresaba el Tesoro de la República por medio de los impuestos a la bebida actúan como un importante contrapeso. Como el destilado de absenta es amargo, precisaba para su aceptación de un toque dulce indispensable para hacer agradable su consumo. La forma de endulzarlo es básica en los rituales de invocación de las muchas musas que despierta la absenta. Se trata de colocar en el fondo del vaso la cantidad exacta de alcohol (muchas veces el vaso tiene una talla que da la medida exacta), colocándose sobre el borde una cuchara con una porción de azúcar. Luego, con mucha lentitud, se vierte agua helada sobre el azúcar que, al disolverse lentamente cae sobre la absenta, iniciándose un proceso de coloración en el que pronto aparece el verde pálido de la musa. El juego de colores que va apareciendo en la copa forma parte del ritual inspirador. Se comparan los tonos logrados. Las cucharas que lo contienen han dejado de ser las de café, sustituidas por espátulas y palas pequeñas, perforadas con filigranas, realizadas en metal, acero, plata y oro. Con la Exposición Universal de 1899 de París muchos visitantes regresan a su país de origen con el hábito adquirido del consumo de absenta. Con su colorido ritual, es un indispensable en tertulias, y se convierte en la bebida por antonomasia de escritores y artistas, es el «catalizador» de las musas, su reclamo, su alimento. Se crean poemas elogiosos y aparece en novelas. Rubén Darío y Victor Hugo la idolatran. Degas y Picasso la hacen protagonista de sus cuadros. Charles Cros, mientras desarrollaba el telégrafo y el primer fonógrafo, llegó a beber veinte vasos diarios. Paul Verlaine empezó a beber ajenjo en compañía de Arthur Rimbaud. Alfred Jarry solo la consumía en puro y se paseaba en bicicleta pintado de verde. Para muchos críticos de arte los colores que utilizan Van Gogh comienzan a ser relacionados al consumo de absenta. Pero paralelamente a su implantación en medios artísticos, millones de trabajadores se convierten en adictos a estas copas que llevan al delirio, la alucinación y la locura, sobre todo cuando en la elaboración de la absenta se han utilizado alcoholes de mala calidad o el temido metanol, causante de intoxicaciones y ceguera. Hasta se inventaban artilugios para poder servirla más rápido y con más eficiencia: pequeños depósitos de agua con hielo y varios grifos.
1914; se desencadena la Primera Guerra Mundial, «la Gran Guerra». El recuerdo de la humillante y bochornosa derrota de la guerra franco-prusiana de 1870 estaba en la cabeza de todos los políticos y mandos militares franceses. El comienzo de la contienda no puede ser más desesperanzador. La pérdida de Alsacia y Lorena fue achacada a un ejército mal liderado y débil, y algunos analistas empiezan a apuntar al consumo de absenta como una de sus causas. En el subconsciente se ve al soldado francés como adicto a la bebida verde. Se empieza a extender la idea de que las tempranas victorias alemanes son el triunfo de lo natural y sano (la cerveza) contra lo artificial y dañino (la absenta). En Francia sería prohibida en 1915, como en casi la mayoría de los países europea (con las excepciones de España, Portugal y Reino Unido, países en las que este elixir nunca llegaría a ser verdaderamente popular). Es sorprendente que los fabricantes de absenta no hicieran ningún comunicado ni llevaran ninguna forma de presión al Gobierno para evitar su prohibición. Siempre se rumoreó que fueron silenciados mediante una suculenta indemnización, pagada en parte por los fabricantes de cerveza y las grandes bodegas de vino.
Para 1920, la máxima graduación tolerada en Francia era de 30 grados. En 1922 se autorizaron los aperitivos de hasta 40 grados: Berger y Tomysette salen al mercado. Ricard lanzó el «pastís marsellés». Pero de los sucedáneos, ninguno gozó de la fama del Pernod, aunque su filiación con la absenta es apenas sentimental.Poco a poco en Francia la prohibición fue relajada y se permitió que la bebida fuera vendida siempre y cuando la etiqueta dijera «una bebida a base de extractos de la planta de ajenjo». El ajenjo fue legalizado en la Unión Europea en 1988, siempre que la cantidad de tujona permaneciera dentro del límite acordado de 10 mg/kg, o 35mg/kg de ajenjo amargo. En 2010, esta absenta modernizada, rebajada y versionada, volvió a ser legal en Francia. En la actualidad, España, Reino Unido y República Checa son los mayores productores de esta bebida.
¿Pero cómo de dañina era la absenta? ¿Qué había de cierto en su mito? El ajenjo, o Artemisia absinthium, pertenece a la familia de las margaritas, y desde la antigüedad se le atribuye un gran valor medicinal. Antes de la aparición de la absenta, el ajenjo ya era un ingrediente popular para dar sabor a las bebidas alcohólicas. El vermut se inventó en Italia a finales del siglo XVIII y debe su nombre al alemán wermut (ajenjo). El principio activo del ajenjo es la tuyona, y su estructura química se parece a la del mentol, que puede ser peligroso en dosis elevadas y es cierto que tiene un efecto psicoactivo, pero no con la concentración de diez miligramos por litro que parece ser que contenían la mayoría de absentas. Hay que señalar que la salvia o el estragón tienen niveles parecidos de tuyona, pero curiosamente nunca se han asociado a conductas enfermas como en el caso de la absenta. Los legendarios efectos de esta mítica bebida se deben, casi con toda certeza, a su elevada graduación alcohólica, que a un 75-80% supera con mucho a la mayoría del resto de alcoholes destilados, que suelen estar a un 40%. Además, el consumo de absenta nunca se hacía de manera exclusiva y solía ir mezclado con hachís, opio, y todo tipo de licores, de ahí que los resultados fueran totalmente imprevistos. 
Pero sea como sea, la absenta ocupará ya siempre un lugar en el imaginario de la cultura europea, fundamentalmente en Francia, donde siempre estará ligada al impresionismo, a las vanguardias, a la Belle Époque y a una manera de entender el arte y la vida que quizás desapareció con la Primera Guerra Mundial. Y es que, como dijo Oscar Wilde, «tras el primer vaso, uno ve las cosas como le agradaría que fueran. Tras el segundo, uno ve las cosas que no existen. Por último, uno termina viendo las cosas como son y eso es lo más terrible que puede acontecer».

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