"R" Y "J"
"R" es un chico rubio de primero de ESO. De ojos asustados y
gafas redondas. Lo sé porque estoy comprobando su ficha en Delphos (el programa
de gestión donde clasificamos al alumnado y le administramos sus
correspondientes marchamos). No lo conozco. No lo he visto nunca en persona.
Tampoco a "J". Una ecuatoriana de mentón dulce y mirada de niña transparente. De su
misma clase. La profesora de Biología me informa de que han faltado a segunda
hora, a pesar de haber asistido a primera a clase de Matemáticas. “Seguramente
es un caso de amores”, me apunta la profesora. “Se sientan juntos y no lo
pueden ocultar”. Llamo a sus padres para que estén al tanto de que sus hijos se
han fugado del centro. La madre de "R" está muy preocupada. La de "J" no
contesta al teléfono. A quinta hora todavía no han aparecido. Les toca Lengua y
no están. Sus compañeros se alarman al ver que preguntan por ellos y
seguramente en el cambio de clase les avisan por teléfono porque a sexta hora
aparecen. Yo no he tenido oportunidad de verlos aún. Me los imagino asustados y
emocionados por su primera escapada, por su intrepidez de doce años que
les ha llevado a romper las normas y a provocar sobresaltos entre padres y
compañeros. Me los imagino con el corazón hirviendo, pasando entre los barrotes
de la valla del instituto cogidos de la mano. Se besan por última vez, antes de
que los inquisidores los atrapemos y los juzguemos para volver legendaria la
aventura en su clase de primero y para reafirmar su amor recién estrenado. Mañana
les pregunto para confirmarlo. O bueno, mejor no.
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