No le dé vueltas, que no las tiene. Es exactamente lo que la leyenda dice
que es: la «toilette d’une famille Espagnole». Españoles
desparasitándose como monos, para entendernos. Se trata de una viñeta
francesa de 1812, cuando España libraba la guerra de independencia
contra Napoleón y el rey hermanísimo, José Bonaparte, aún estaba que
si sí que si no. Francia viene a liberar a los pueblos del absolutismo para
traerles progreso y futuro, nos dice el autor, pero los mismos que lo rechazan
lo hacen así, quitándose los piojos los unos a los otros y compartiendo el suelo
con los perros. Los muy gilipollas.
que es: la «toilette d’une famille Espagnole». Españoles
desparasitándose como monos, para entendernos. Se trata de una viñeta
francesa de 1812, cuando España libraba la guerra de independencia
contra Napoleón y el rey hermanísimo, José Bonaparte, aún estaba que
si sí que si no. Francia viene a liberar a los pueblos del absolutismo para
traerles progreso y futuro, nos dice el autor, pero los mismos que lo rechazan
lo hacen así, quitándose los piojos los unos a los otros y compartiendo el suelo
con los perros. Los muy gilipollas.
Cuando el británico David Low compuso esta otra alegoría más de un siglo
después, en 1934, el género de la viñeta política atravesaba su edad de oro
y había ganado en sutileza, pero el mensaje de fondo sobre España seguía
siendo más o menos igual.
después, en 1934, el género de la viñeta política atravesaba su edad de oro
y había ganado en sutileza, pero el mensaje de fondo sobre España seguía
siendo más o menos igual.
«La lucha privada de don Juan», que así se titula, cita la proclamación pocos
días antes del Estado catalán, aquí un don Juan vencido por el que piden
tres muchachas jóvenes y atractivas, el federalismo, el separatismo y el sovietismo.
La «reacción de la vieja España» aparece retratada como una señorona de negro
riguroso, orondas proporciones y peineta, guardada por el Ejército y aconsejada
por las fuerzas políticas católicas. Que, por cierto, parecen estar pasándoselo bomba.
días antes del Estado catalán, aquí un don Juan vencido por el que piden
tres muchachas jóvenes y atractivas, el federalismo, el separatismo y el sovietismo.
La «reacción de la vieja España» aparece retratada como una señorona de negro
riguroso, orondas proporciones y peineta, guardada por el Ejército y aconsejada
por las fuerzas políticas católicas. Que, por cierto, parecen estar pasándoselo bomba.
Una visión severa pero justa del país, dirán unos, y otros dirán que no y que
leyenda negra. Quién sabe. La verdad seguramente reside a medio camino,
como suelen las verdades, y en la quintaesencia de eso que el vigente Gobierno
denominó «marca España», como insinuando que había que denominarlo de alguna
manera. Esta marca nacional, sin embargo, llevaba siglos sedimentándose en las
viñetas políticas internacionales y fosilizando para que hoy que sepamos que existió,
como los dinosaurios. Y una sencilla cata arqueológica en los estratos de este
género gráfico prueba que la reputación de España hace un siglo y hace dos ni
siquiera era fundamentalmente distinta de la de hoy.
leyenda negra. Quién sabe. La verdad seguramente reside a medio camino,
como suelen las verdades, y en la quintaesencia de eso que el vigente Gobierno
denominó «marca España», como insinuando que había que denominarlo de alguna
manera. Esta marca nacional, sin embargo, llevaba siglos sedimentándose en las
viñetas políticas internacionales y fosilizando para que hoy que sepamos que existió,
como los dinosaurios. Y una sencilla cata arqueológica en los estratos de este
género gráfico prueba que la reputación de España hace un siglo y hace dos ni
siquiera era fundamentalmente distinta de la de hoy.
Tómese la corrupción, por ejemplo. La lacra más preocupante del país para uno de
cada tres españoles y el segundo problema que más quita el sueño al conjunto de
la ciudadanía en 2014, según el último barómetro del CIS, ya era objeto de sátira
en esta viñeta estadounidense de octubre de 1897. Y de eso hace casi ciento veinte años.
cada tres españoles y el segundo problema que más quita el sueño al conjunto de
la ciudadanía en 2014, según el último barómetro del CIS, ya era objeto de sátira
en esta viñeta estadounidense de octubre de 1897. Y de eso hace casi ciento veinte años.
En ella, el trono del joven Alfonso XIII se tambalea sobre los muchos
problemas que presenta el país, una precaria torre de bloques que representan
la «crueldad», los «métodos del siglo XVI», el «antagonismo a la civilización» y,
por encima de todos, la «aristocracia corrupta».
problemas que presenta el país, una precaria torre de bloques que representan
la «crueldad», los «métodos del siglo XVI», el «antagonismo a la civilización» y,
por encima de todos, la «aristocracia corrupta».
O tómese, si no, esa relación tan espinosa que mantiene España con la ciencia y
la innovación, tristemente de moda también en el presente. En la misma época
aproximada que la anterior viñeta, ahora en 1898, la revista estadounidense Puck
publicaba esta visión en la que una alegoría del maltrecho país hispano recibe
los cuidados de un «matasanos medieval» que le administra «superstición»,
«gobierno jesuita» y «falso orgullo».
la innovación, tristemente de moda también en el presente. En la misma época
aproximada que la anterior viñeta, ahora en 1898, la revista estadounidense Puck
publicaba esta visión en la que una alegoría del maltrecho país hispano recibe
los cuidados de un «matasanos medieval» que le administra «superstición»,
«gobierno jesuita» y «falso orgullo».
«Un cambio de doctores es la única cosa que la salvaría»,
concluye el autor, mientras hace su entrada un nuevo médico
en representación de la «ciencia e ilustración».
concluye el autor, mientras hace su entrada un nuevo médico
en representación de la «ciencia e ilustración».
Pero amarre los pavos, que los paralelismos facilones los carga
el Diablo. Puede que no cueste encontrar cierta continuidad entre
determinadas, ejem, singularidades hispanas que lo eran hace siglos
y que lo siguen siendo hoy, pero que no se le olvide: esto es propaganda.
Bélica, en la mayoría de los casos. Y de la de antes: nacionalista,
agresiva y en fin, muy chunga. Por más medias verdades que se le
quieran encontrar a estas viñetas, su rastreo histórico nos lleva sucesiva
y puntualmente por los países con los que España mantuvo alguno de sus
últimos grandes conflictos internacionales. Son, insistimos, propaganda.
Propaganda antiespañola, de hecho. A veces más fina, a veces más gruesa
y a veces simplemente patatera. Vean esto.
el Diablo. Puede que no cueste encontrar cierta continuidad entre
determinadas, ejem, singularidades hispanas que lo eran hace siglos
y que lo siguen siendo hoy, pero que no se le olvide: esto es propaganda.
Bélica, en la mayoría de los casos. Y de la de antes: nacionalista,
agresiva y en fin, muy chunga. Por más medias verdades que se le
quieran encontrar a estas viñetas, su rastreo histórico nos lleva sucesiva
y puntualmente por los países con los que España mantuvo alguno de sus
últimos grandes conflictos internacionales. Son, insistimos, propaganda.
Propaganda antiespañola, de hecho. A veces más fina, a veces más gruesa
y a veces simplemente patatera. Vean esto.
Europa, 1620. En plena Guerra de Flandes y con la de los Treinta Años
en ciernes, a ningún país le cae demasiado bien otro y a ninguno de ellos,
a su vez, le cae demasiado bien España. Particularmente a Inglaterra,
contra la que se había dirigido solo tres décadas antes aquel oxímoron
flotante que fue la Armada Invencible. Quizá por esa razón alguien dibuja
el «Parlamento español» presidido por un demonio. Muy simpático, eso sí.
Con sus cuernos y todo.
en ciernes, a ningún país le cae demasiado bien otro y a ninguno de ellos,
a su vez, le cae demasiado bien España. Particularmente a Inglaterra,
contra la que se había dirigido solo tres décadas antes aquel oxímoron
flotante que fue la Armada Invencible. Quizá por esa razón alguien dibuja
el «Parlamento español» presidido por un demonio. Muy simpático, eso sí.
Con sus cuernos y todo.
Pero este ejemplo, aunque valioso, es una reliquia. La viñeta política no
se generalizó hasta el siglo XIX, con la sistematización de las modernas
campañas propagandísticas y, sobre todo, la instrumentalización efectiva
de la prensa como vehículo de la publicidad política. Anécdotas aparte, los
verdaderos primeros retratos políticos de España a través de la caricatura
se remontan a este siglo, concretamente a la segunda década del XIX,
coincidiendo con la entrada de Napoleón en España. Y si los dibujos franceses
eran demoledores, como prueba la «toilette d’une famille Espagnole» que encabeza
esta pieza, los ingleses no le iban a la zaga.
se generalizó hasta el siglo XIX, con la sistematización de las modernas
campañas propagandísticas y, sobre todo, la instrumentalización efectiva
de la prensa como vehículo de la publicidad política. Anécdotas aparte, los
verdaderos primeros retratos políticos de España a través de la caricatura
se remontan a este siglo, concretamente a la segunda década del XIX,
coincidiendo con la entrada de Napoleón en España. Y si los dibujos franceses
eran demoledores, como prueba la «toilette d’une famille Espagnole» que encabeza
esta pieza, los ingleses no le iban a la zaga.
En Boney at Bayonne blowing a Spanish buble, de junio de 1808,
Napoleón encierra en una burbuja la realeza española, a la que dedica
palabras de hermanamiento y fraternidad mientras dispara sus cañones
contra la ciudad de Madrid. ¿Un ejercicio de solidaridad con España en
tiempos de necesidad? Ni por asomo. Aunque Inglaterra tenía en Napoleón
a su gran enemigo y España era víctima de su invasión, las plumas inglesas
cargaron sus tintas contra Francia pero aprovecharon la ocasión para darle a
España collejas a dos manos. La batalla de Trafalgar, recuerden, el tratado
de Fontainebleau y todo eso. E incluso cuando los españoles corrían franceses
a boinazos por medio país, la corona era formalmente aliada de Francia y
enemiga de Inglaterra. España no era el malo de la película, decían viñetas
británicas como las de Thomas Rowlandson. Claro que no. Era, evidentemente, el tonto.
Napoleón encierra en una burbuja la realeza española, a la que dedica
palabras de hermanamiento y fraternidad mientras dispara sus cañones
contra la ciudad de Madrid. ¿Un ejercicio de solidaridad con España en
tiempos de necesidad? Ni por asomo. Aunque Inglaterra tenía en Napoleón
a su gran enemigo y España era víctima de su invasión, las plumas inglesas
cargaron sus tintas contra Francia pero aprovecharon la ocasión para darle a
España collejas a dos manos. La batalla de Trafalgar, recuerden, el tratado
de Fontainebleau y todo eso. E incluso cuando los españoles corrían franceses
a boinazos por medio país, la corona era formalmente aliada de Francia y
enemiga de Inglaterra. España no era el malo de la película, decían viñetas
británicas como las de Thomas Rowlandson. Claro que no. Era, evidentemente, el tonto.
Es el gran sambenito que llevó el país durante el siglo XIX: el de nación
tozuda, atrasada y con una visión no muy clara de las propias prioridades.
Atributos a los que hay que sumar el de país tiránico y cruel, en particular a
partir de la segunda mitad del siglo. Y en esto, por cierto, insistió sobre
todo el país donde más y mejor floreció el género del political cartoon: Estados
Unidos.
tozuda, atrasada y con una visión no muy clara de las propias prioridades.
Atributos a los que hay que sumar el de país tiránico y cruel, en particular a
partir de la segunda mitad del siglo. Y en esto, por cierto, insistió sobre
todo el país donde más y mejor floreció el género del political cartoon: Estados
Unidos.
Aunque España había perdido su influencia en Europa aún conservaba suculentas
colonias en lo que Estados Unidos empezaba a considerar su backyard natural,
especialmente en el mar Caribe. Y aunque la guerra definitiva entre ambos países
no tendría lugar hasta finales de siglo, para entonces Estados Unidos ya
llevaba varias décadas agitando el sentimiento antiespañol, empezando por Cuba.
colonias en lo que Estados Unidos empezaba a considerar su backyard natural,
especialmente en el mar Caribe. Y aunque la guerra definitiva entre ambos países
no tendría lugar hasta finales de siglo, para entonces Estados Unidos ya
llevaba varias décadas agitando el sentimiento antiespañol, empezando por Cuba.
Fue la era de gigantes como Thomas Nast, Frederic Remington o John
Tenniel y publicaciones especializadas en la sátira gráfica,
como Punch en Inglaterra o, posteriormente, Puck y Judge en Estados Unidos.
Tenniel y publicaciones especializadas en la sátira gráfica,
como Punch en Inglaterra o, posteriormente, Puck y Judge en Estados Unidos.
Y con la llegada de la guerra, ya ven, se acabaron las sutilezas.
En la viñeta que sigue, publicada en abril de 1898 en la revista
Judge, España —una especie de híbrido entre Curro Jiménez y
el increíble Hulk— se pasea sobre los cadáveres de un marinero
asesinado —en representación del acorazado estadounidense Maine,
hundido un par de meses antes en el puerto de La Habana— y
un niño cubano. Y, por si acaso no se entiende tan aguda
alegoría, una leyenda explica a la opinión pública estadounidense
por qué la república debe ir a la guerra, y lo hace enmendando
aquella célebre afirmación del general William Tecumseh Sherman,
la de que la guerra es el infierno. Puede que lo sea, pero «la paz en
Cuba bajo el gobierno español es peor que el infierno». Y de fondo,
para que quede todo bien claro, el Demonio. Y van dos.
En la viñeta que sigue, publicada en abril de 1898 en la revista
Judge, España —una especie de híbrido entre Curro Jiménez y
el increíble Hulk— se pasea sobre los cadáveres de un marinero
asesinado —en representación del acorazado estadounidense Maine,
hundido un par de meses antes en el puerto de La Habana— y
un niño cubano. Y, por si acaso no se entiende tan aguda
alegoría, una leyenda explica a la opinión pública estadounidense
por qué la república debe ir a la guerra, y lo hace enmendando
aquella célebre afirmación del general William Tecumseh Sherman,
la de que la guerra es el infierno. Puede que lo sea, pero «la paz en
Cuba bajo el gobierno español es peor que el infierno». Y de fondo,
para que quede todo bien claro, el Demonio. Y van dos.
Acabó en desastre, como sabrán. En Desastre, con mayúscula. El del 98.
Y si aquí estamos tan de acuerdo con el adjetivo, imaginen allí. Las
ilustraciones que siguen, publicadas en Puck a finales de siglo, son
solo unos ejemplos de la revancha que se tomaron los caricaturistas
estadounidenses contra España, inclinados a dos temas en particular:
celebrar su expulsión definitiva de América y su propia responsabilidad
en lo que había ocurrido.
Y si aquí estamos tan de acuerdo con el adjetivo, imaginen allí. Las
ilustraciones que siguen, publicadas en Puck a finales de siglo, son
solo unos ejemplos de la revancha que se tomaron los caricaturistas
estadounidenses contra España, inclinados a dos temas en particular:
celebrar su expulsión definitiva de América y su propia responsabilidad
en lo que había ocurrido.
(Aunque, lógicamente, todo el mundo tenía su propia visión de los hechos)
En Europa, España no volvió a recabar de nuevo el interés de los
caricaturistas hasta la década de 1930. En esas fechas la agitación
republicana se convirtió en un tema habitual de artistas como David
Low, que el 14 de abril de 1931, el día de la proclamación de la
República, publicaba esta imagen en el Evening Standard.
caricaturistas hasta la década de 1930. En esas fechas la agitación
republicana se convirtió en un tema habitual de artistas como David
Low, que el 14 de abril de 1931, el día de la proclamación de la
República, publicaba esta imagen en el Evening Standard.
A estas alturas, sin embargo, la viñeta política se había ido apeando de
la figura retórica en la que, en otros tiempos, se fundamentaba todo su
lenguaje: la alegoría. Ahora los dibujantes se inclinaban más por los
personajes concretos, pero ocurrió que el gran personaje español
—Alfonso XIII— desapareció de escena. El interés británico por el
monarca también lo explica el hecho de que la depuesta reina consorte,
Victoria Eugenia de Battenberg, fuese escocesa.
la figura retórica en la que, en otros tiempos, se fundamentaba todo su
lenguaje: la alegoría. Ahora los dibujantes se inclinaban más por los
personajes concretos, pero ocurrió que el gran personaje español
—Alfonso XIII— desapareció de escena. El interés británico por el
monarca también lo explica el hecho de que la depuesta reina consorte,
Victoria Eugenia de Battenberg, fuese escocesa.
La Guerra Civil devolvió el foco de nuevo al país, por última vez durante
la edad de oro del género. Y el protagonista absoluto, cómo no, fue
Francisco Franco. Como ilustra la primera de estas imágenes, la tarea
consistió en explicar, para empezar, quién demonios era ese señor y por
qué nadie en Europa le hacía demasiado caso.
la edad de oro del género. Y el protagonista absoluto, cómo no, fue
Francisco Franco. Como ilustra la primera de estas imágenes, la tarea
consistió en explicar, para empezar, quién demonios era ese señor y por
qué nadie en Europa le hacía demasiado caso.
Y después del naufragio que ilustra esta última imagen todos sabemos
lo que ocurrió. Para cuando España salió de la irrelevancia y los autores
recuperaron el interés por la marca nacional, en 1975, el género había
completado su transformación estilística en las viñetas que conocemos
hoy. Por fortuna o por desgracia para la marca España, y nos inclinamos
a pensar que por lo segundo. A la vista está que esta marca nunca ha tenido
demasiada buena prensa.
lo que ocurrió. Para cuando España salió de la irrelevancia y los autores
recuperaron el interés por la marca nacional, en 1975, el género había
completado su transformación estilística en las viñetas que conocemos
hoy. Por fortuna o por desgracia para la marca España, y nos inclinamos
a pensar que por lo segundo. A la vista está que esta marca nunca ha tenido
demasiada buena prensa.