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jueves, 21 de agosto de 2014
Draganov y la literatura en las redes sociales
Dice Draganov que el día que entró en Facebook y en Twiter lo tiene señalado en rojo. Le llamó la atención la cantidad de personas que se llamaban a sí mismos escritores (que él, un crítico de experiencia, no conocía a ninguno) y el ingente número de "poemas", citas sentenciosas y relatos que se encontró en la red. Para Anastas supuso volver al mundo olvidado de la educación. El escritor búlgaro fue profesor de instituto de enseñanza secundaria durante algunos años. Al comprobar la calidad de los escritos de las redes sociales, creyó reencontrarse con los trabajos de sus alumnos. Al principio le resultó curioso por la añoranza que le producían esos textos naífs e incluso tuvo la tentación de corregirlos y ponerles nota como si se trataran de verdaderos trabajos de lengua. La mayoría de ellos, por cierto, no habría aprobado.
Poco a poco le empezó a cargar esa masa informe de escritos que iban desde el más empalagoso de los ripios, hasta la redacción más atropellada, pasando por el opúsculo que desprecia las normas básicas de la gramática y la ortografía. Pronto le cansó su lectura y advirtió si no sería necesario reclamar (como para el vino) la denominación de origen para la literatura porque dada la calidad de lo que en la red se daba en llamar "escritor", "poesía" y "novela" se hacía necesario cambiar el nombre a lo que habían hecho Shakespeare y algunos otros para diferenciarlo de ese gusto por la acumulación de palabras sin sentido.
Antes, el escritor mediocre que deseaba ver publicada su obra o bien lo hacía por medio de un mecenas (los menos) o nunca se veía el lector amenazado por una accidental parada en su obra porque no solía pasar a la imprenta. Hoy cualquiera tiene un púlpito editorial en la red. Anastas analiza los peligros: vulgarizar el gusto, pervertir la esencia literaria, ocultar los verdaderos valores bajo una lluvia de mamotretos infumables... Pero no ofrece soluciones.
Draganov siempre nos brinda reflexiones acertadas, pero no suele desarrollarlas hasta el final. En vez de llevar adelante su idea sobre la denominación de origen de la literatura, lo que hizo fue renegar de las redes sociales y volver a sus referencias librescas. Eso, dice, lo deberían hacer también los que garabatean en la red poemas y redacciones de colegio. Sería una solución.
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