miércoles, 17 de septiembre de 2014

"Viñetas y marca España: una cata arqueológica" de Rubén Díaz Caviedes



Toilette d’une famille Espagnole, 1812. Imagen: Md. d’estampes / Library of Congress (DP).
No le dé vueltas, que no las tiene. Es exactamente lo que la leyenda dice 
que es: la «toilette d’une famille Espagnole». Españoles 
desparasitándose como monos, para entendernos. Se trata de una viñeta 
francesa de 1812, cuando España libraba la guerra de independencia 
contra Napoleón y el rey hermanísimo, José Bonaparte, aún estaba que 
si sí que si no. Francia viene a liberar a los pueblos del absolutismo para 
traerles progreso y futuro, nos dice el autor, pero los mismos que lo rechazan 
lo hacen así, quitándose los piojos los unos a los otros y compartiendo el suelo 
con los perros. Los muy gilipollas.
Cuando el británico David Low compuso esta otra alegoría más de un siglo 
después, en 1934, el género de la viñeta política atravesaba su edad de oro 
y había ganado en sutileza, pero el mensaje de fondo sobre España seguía 
siendo más o menos igual.

The Private Strife of Don Juan, 1934. Imagen: David Low / Evening Standard (DP).
«La lucha privada de don Juan», que así se titula, cita la proclamación pocos 
días antes del Estado catalán, aquí un don Juan vencido por el que piden 
tres muchachas jóvenes y atractivas, el federalismo, el separatismo y el sovietismo. 
La «reacción de la vieja España» aparece retratada como una señorona de negro 
riguroso, orondas proporciones y peineta, guardada por el Ejército y aconsejada 
por las fuerzas políticas católicas. Que, por cierto, parecen estar pasándoselo bomba.
Una visión severa pero justa del país, dirán unos, y otros dirán que no y que 
leyenda negra. Quién sabe. La verdad seguramente reside a medio camino, 
como suelen las verdades, y en la quintaesencia de eso que el vigente Gobierno 
denominó «marca España», como insinuando que había que denominarlo de alguna 
manera. Esta marca nacional, sin embargo, llevaba siglos sedimentándose en las 
viñetas políticas internacionales y fosilizando para que hoy que sepamos que existió, 
como los dinosaurios. Y una sencilla cata arqueológica en los estratos de este 
género gráfico prueba que la reputación de España hace un siglo y hace dos ni 
siquiera era fundamentalmente distinta de la de hoy.
Tómese la corrupción, por ejemplo. La lacra más preocupante del país para uno de 
cada tres españoles y el segundo problema que más quita el sueño al conjunto de 
la ciudadanía en 2014, según el último barómetro del CIS, ya era objeto de sátira 
en esta viñeta estadounidense de octubre de 1897. Y de eso hace casi ciento veinte años.

As the old Spanish throne topples, up goes the Cuban flag of Independence, 1898. 
Imagen: Grant E. Hamilton / Judge / Library of Congress (DP).
En ella, el trono del joven Alfonso XIII se tambalea sobre los muchos 
problemas que presenta el país, una precaria torre de bloques que representan 
la «crueldad», los «métodos del siglo XVI», el «antagonismo a la civilización» y, 
por encima de todos, la «aristocracia corrupta».
O tómese, si no, esa relación tan espinosa que mantiene España con la ciencia y 
la innovación, tristemente de moda también en el presente. En la misma época 
aproximada que la anterior viñeta, ahora en 1898, la revista estadounidense Puck 
publicaba esta visión en la que una alegoría del maltrecho país hispano recibe 
los cuidados de un «matasanos medieval» que le administra «superstición», 
«gobierno jesuita» y «falso orgullo».

A change of doctors the only thing that will save her, 1898. 
Imagen: Udo J. Keppler / Puck / Library of Congress (DP).
«Un cambio de doctores es la única cosa que la salvaría», 
concluye el autor, mientras hace su entrada un nuevo médico 
en representación de la «ciencia e ilustración».
Pero amarre los pavos, que los paralelismos facilones los carga 
el Diablo. Puede que no cueste encontrar cierta continuidad entre 
determinadas, ejem, singularidades hispanas que lo eran hace siglos 
y que lo siguen siendo hoy, pero que no se le olvide: esto es propaganda. 
Bélica, en la mayoría de los casos. Y de la de antes: nacionalista, 
agresiva y en fin, muy chunga. Por más medias verdades que se le 
quieran encontrar a estas viñetas, su rastreo histórico nos lleva sucesiva 
y puntualmente por los países con los que España mantuvo alguno de sus 
últimos grandes conflictos internacionales. Son, insistimos, propaganda. 
Propaganda antiespañola, de hecho. A veces más fina, a veces más gruesa 
y a veces simplemente patatera. Vean esto.

The Spanishe Parliament, un dibujo de 1620 en Vox Populi or Newes from Spayne
de Thomas Scott. Imagen: Anónimo / British Museum (DP).
Europa, 1620. En plena Guerra de Flandes y con la de los Treinta Años 
en ciernes, a ningún país le cae demasiado bien otro y a ninguno de ellos, 
a su vez, le cae demasiado bien España. Particularmente a Inglaterra, 
contra la que se había dirigido solo tres décadas antes aquel oxímoron 
flotante que fue la Armada Invencible. Quizá por esa razón alguien dibuja 
el «Parlamento español» presidido por un demonio. Muy simpático, eso sí. 
Con sus cuernos y todo.
Pero este ejemplo, aunque valioso, es una reliquia. La viñeta política no 
se generalizó hasta el siglo XIX, con la sistematización de las modernas 
campañas propagandísticas y, sobre todo, la instrumentalización efectiva 
de la prensa como vehículo de la publicidad política. Anécdotas aparte, los 
verdaderos primeros retratos políticos de España a través de la caricatura 
se remontan a este siglo, concretamente a la segunda década del XIX, 
coincidiendo con la entrada de Napoleón en España. Y si los dibujos franceses 
eran demoledores, como prueba la «toilette d’une famille Espagnole» que encabeza 
esta pieza, los ingleses no le iban a la zaga.

Boney at Bayonne blowing a Spanish bubble, 1808. Imagen: Anónimo / Thomas 
Tegg / Caricature Magazine / Library of Congress (DP).
En Boney at Bayonne blowing a Spanish buble, de junio de 1808, 
Napoleón encierra en una burbuja la realeza española, a la que dedica 
palabras de hermanamiento y fraternidad mientras dispara sus cañones 
contra la ciudad de Madrid. ¿Un ejercicio de solidaridad con España en 
tiempos de necesidad? Ni por asomo. Aunque Inglaterra tenía en Napoleón 
a su gran enemigo y España era víctima de su invasión, las plumas inglesas 
cargaron sus tintas contra Francia pero aprovecharon la ocasión para darle a 
España collejas a dos manos. La batalla de Trafalgar, recuerden, el tratado 
de Fontainebleau y todo eso. E incluso cuando los españoles corrían franceses 
a boinazos por medio país, la corona era formalmente aliada de Francia y 
enemiga de Inglaterra. España no era el malo de la película, decían viñetas 
británicas como las de Thomas Rowlandson. Claro que no. Era, evidentemente, el tonto.

King Joe on his Spanish donkey, 1808. Imagen: Thomas Rowlandson / British Museum (DP).

El saqueo de las tropas francesas en España en We Fly by Night or The Free 
Booters Incercepted, 1808. Imagen: Thomas Rowlandson / British Museum (DP).
Es el gran sambenito que llevó el país durante el siglo XIX: el de nación 
tozuda, atrasada y con una visión no muy clara de las propias prioridades. 
Atributos a los que hay que sumar el de país tiránico y cruel, en particular a 
partir de la segunda mitad del siglo. Y en esto, por cierto, insistió sobre 
todo el país donde más y mejor floreció el género del political cartoon: Estados 
Unidos.
Aunque España había perdido su influencia en Europa aún conservaba suculentas 
colonias en lo que Estados Unidos empezaba a considerar su backyard natural, 
especialmente en el mar Caribe. Y aunque la guerra definitiva entre ambos países 
no tendría lugar hasta finales de siglo, para entonces Estados Unidos ya 
llevaba varias décadas agitando el sentimiento antiespañol, empezando por Cuba.

Spanish captain feeding his dogs on an Indian babe, de 1858, en The Life, 
Travels and Adventures of Ferdinand de Soto, de Lambert A. Wilmer
Imagen: Anónimo / Library of Congress.

Spaniards Search Women on American Steamers. Imagen: Frederic Remington / The World (DP).
Fue la era de gigantes como Thomas Nast, Frederic Remington o John 
Tenniel y publicaciones especializadas en la sátira gráfica, 
como Punch en Inglaterra o, posteriormente, Puck y Judge en Estados Unidos.

The Sacrifice to Crumbling Idol, 1898. Acompañado 
ante un altar por el rey niño y la reina regente, el 
Ejército oficia el sacrificio de la «juventud española» 
a un dios en ruinas. Imagen: Udo J. Keppler / Puck / 
Library of Congress (DP).
Y con la llegada de la guerra, ya ven, se acabaron las sutilezas. 
En la viñeta que sigue, publicada en abril de 1898 en la revista 
Judge, España —una especie de híbrido entre Curro Jiménez y 
el increíble Hulk— se pasea sobre los cadáveres de un marinero 
asesinado —en representación del acorazado estadounidense Maine, 
hundido un par de meses antes en el puerto de La Habana— y 
un niño cubano. Y, por si acaso no se entiende tan aguda 
alegoría, una leyenda explica a la opinión pública estadounidense 
por qué la república debe ir a la guerra, y lo hace enmendando 
aquella célebre afirmación del general William Tecumseh Sherman
la de que la guerra es el infierno. Puede que lo sea, pero «la paz en 
Cuba bajo el gobierno español es peor que el infierno». Y de fondo, 
para que quede todo bien claro, el Demonio. Y van dos.

War is Hell, but Peace in Cuba under Spanish Rule is Worse 
than Hell, 1898. Imagen: Anónimo / Judge / Library of Congress (DP).
Acabó en desastre, como sabrán. En Desastre, con mayúscula. El del 98. 
Y si aquí estamos tan de acuerdo con el adjetivo, imaginen allí. Las 
ilustraciones que siguen, publicadas en Puck a finales de siglo, son 
solo unos ejemplos de la revancha que se tomaron los caricaturistas 
estadounidenses contra España, inclinados a dos temas en particular: 
celebrar su expulsión definitiva de América  y su propia responsabilidad 
en lo que había ocurrido.

Waiting for the verdict, 1898. Imagen: Louis Dalrymple / Puck / Library of Congress (DP).

It’s got to be sooner or later – and it looks like “sooner”, 1898. Imagen: 
Louis Dalrymple / Puck / Library of Congress (DP).

Then and now. Imagen: Udo J. Kepler / Puck / Library of Congress (DP).
 (Aunque, lógicamente, todo el mundo tenía su propia visión de los hechos)

Uncle Sam at the Carnival at Spain. Imagen: Blanco y Negro (DP) 
En Europa, España no volvió a recabar de nuevo el interés de los 
caricaturistas hasta la década de 1930. En esas fechas la agitación 
republicana se convirtió en un tema habitual de artistas como David 
Low, que el 14 de abril de 1931, el día de la proclamación de la 
República, publicaba esta imagen en el Evening Standard.

Difficult decisions in Spain, 1931. Imagen: David Low / Evening Standard (DP).
A estas alturas, sin embargo, la viñeta política se había ido apeando de 
la figura retórica en la que, en otros tiempos, se fundamentaba todo su 
lenguaje: la alegoría. Ahora los dibujantes se inclinaban más por los 
personajes concretos, pero ocurrió que el gran personaje español 
Alfonso XIII— desapareció de escena. El interés británico por el 
monarca también lo explica el hecho de que la depuesta reina consorte, 
Victoria Eugenia de Battenberg, fuese escocesa.
La Guerra Civil devolvió el foco de nuevo al país, por última vez durante 
la edad de oro del género. Y el protagonista absoluto, cómo no, fue 
Francisco Franco. Como ilustra la primera de estas imágenes, la tarea 
consistió en explicar, para empezar, quién demonios era ese señor y por 
qué nadie en Europa le hacía demasiado caso.

The question of Franco’s existence, 1937. Imagen: David Low / Evening Standard (DP).

El Bombardeo de Guernica en “You’ve got to admit I’m bringing peace to the poor 
suffering Basques”, 1937. Imagen: David Low / Evening Standard (DP).

“Settlement” in Spain, 1938. Imagen: David Low / Evening Standard (DP).
Y después del naufragio que ilustra esta última imagen todos sabemos 
lo que ocurrió. Para cuando España salió de la irrelevancia y los autores 
recuperaron el interés por la marca nacional, en 1975, el género había 
completado su transformación estilística en las viñetas que conocemos 
hoy. Por fortuna o por desgracia para la marca España, y nos inclinamos 
a pensar que por lo segundo. A la vista está que esta marca nunca ha tenido 
demasiada buena prensa.



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