En clase de Cultura Clásica intentamos representar el argumento de la Ilíada. Elijo a cinco chicos para que actúen como reyes griegos. Uno de ellos es Ulises, un chico trabajador, tímido, encantador, aunque con capacidades intelectuales muy limitadas. Ellos, en lo alto de las sillas, tienen que decir una frase, después de que yo les informe sobre las cualidades de los guerreros. Al llegar a Ulises, le explico que este héroe es famoso y poderoso por su astucia. El chico me pregunta qué es eso de la “astucia”. “Muy listo, que es muy listo”. El muchacho se baja de la silla y le dice a toda la clase: “Yo no puedo ser Ulises”. Cuántos quisieran tener un conocimiento de sí mismos tan profundo como el de este muchacho, cuántos el valor de exponer sus miserias ante todo el mundo y cuántos el sentido de la responsabilidad para hacerlo. Me vienen a la cabeza no sé cuántos políticos y no sé cuántos profesores y yo mismo como ejemplos contrarios. Lo subo de nuevo en la silla y le digo: “Tú serás Ulises, ahora reconocido por su sinceridad y valentía, superpoderes más valiosos y más escasos, de largo, que la astucia”.
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miércoles, 15 de junio de 2022
La astucia de Ulises
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