¿Se puede vivir sin calzoncillos? Sí, rotundamente, sí. Es más, los calzoncillos se han convertido en un instrumento de opresión y sometimiento. Ir sin calzoncillos significa andar libre, sin las trabas que amordazan nuestras partes pudendas. No hay una sensación tan grata de libertad como la de bañarse desnudo en el mar, saquemos enseñanza de ello. Ir sin calzoncillos supone dar una bofetada al establishment, a las convenciones y avanzar un paso más en la conquista de la verdadera libertad. Los calzoncillos son en realidad las mascarillas de nuestro aparato genital. Si tanto deseamos quitarnos el bozal en cuanto podemos, es porque nos falta el aire y porque necesitamos mostrar nuestro aparataje gestual, sin el que estamos disminuidos comunicativa y afectivamente hablando. Lo mismo debería ocurrirnos con los calzoncillos, pero no lo vemos porque un contubernio masón nos ha empujado a considerar como natural una prenda totalmente represiva. Y no temáis al pantalón vaquero ni al de pana, os puedo asegurar que el roce con esas telas recias no molestan, al contrario, nos hace más fuertes. Es una prenda inútil, que no aporta nada y solo sirve para acojonarnos. Di no a los calzoncillos (siempre que no seas dueño de una corsetería), libérate, lucha por tus derechos glandulares.
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jueves, 30 de junio de 2022
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