domingo, 5 de julio de 2020

Criaturas de "La muerte en bermudas". Puri


De espaldas aún era menos femenina que de cara. Le faltaban las caderas y las turgencias propias de su sexo. Su rostro era agrio —tal y como lo imaginé cuando la estonia me habló de ella—, capaz de humillar a cualquier adolescente que no se sometiera a sus caprichos. Sin embargo, cuando pronuncié su nombre, me sorprendió su reacción: la vergüenza de una mujer descubierta oliendo unos calzoncillos en los vestuarios de hombres. Los pantalones de Puri no se le ajustaban al culo porque carecía de glúteos. Le hubiera sentado mucho mejor un hábito de monja para ensanchar sus mejillas de hueso y para que su esqueleto no tableteara como si lo acabaran de arrojar al pudridero. No sé por qué no utilizaba los hábitos. Le habrían ido de perlas para camuflar, no solo su físico, sino también la leche cortada de su media sonrisa.

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