miércoles, 28 de noviembre de 2018

Diario de jefatura: escatología


Los días de jefatura de estudios están llegando a su fin, pero mientras quede uno, siempre habrá esperanza para la sorpresa y la escatología. La mañana no había ido mal, incluso se podría hablar de calma chicha, que siempre presagia tormenta. No se hizo esperar.

 Un chico de FP, mayor de edad, con objetos de ferretería en orejas y narices conduce a dos muchachos de 3º de ESO. Uno de ellos es bastante conocido en jefatura. No por ser mal chico, sino por estar un tanto alelado y caer en medio en muchos de los jaleos que se montan en el instituto. El otro tiene cara de susto (y de bueno). El de FP comienza el relato de los hechos con firmeza: “Estaba yo haciendo de vientre en el váter…” Primer momento de retención (uno no debe reírse en estas circunstancias). “…cuando oí jaleo fuera, en los urinarios. Se oía cómo la hoja de la ventana golpeaba una y otra vez contra la pared… Me limpio, salgo y cae delante de mí el cristal de la ventana. ¿Quién la ha roto?, no te lo puedo decir porque estaba haciendo de vientre, pero estos dos y alguno más estaban fuera cuando he salido”. Me pasma la responsabilidad del muchacho de la ferretería en la cara. Se muestra con más decisión y civismo que muchos de los profesores  del centro, que ante los altercados suelen hacer la vista gorda para no verse metidos en líos. El alumno alelado dice que él solo estaba allí, no ha golpeado la ventana (ya me lo imaginaba). Tiene la virtud de encontrarse siempre en el lugar adecuado, pero él nunca es autor de nada. El otro se confiesa como el último que tocó la ventana (solo la rozó, según él). Debía estar medio rota porque si no, no se explica cómo ha caído, apenas la ha rozado. Entra el alumno de FP otra vez como testigo escatológico. “Cuando yo estaba haciendo de vientre, oí muchas risas y varios golpes de la ventana contra la pared”. Se confirma pues, según el testigo de la causa, que no ha sido solo un roce ni un accidente, sino algo intencionado. Los chicos de 3º miran un tanto asustados y delatan al resto de los implicados en cuanto se lo pido. No les cuesta nada dar nombres y apellidos. Si se comparten culpas, sabe mejor el castigo. El chico culpable sigue con su cara de bueno (un poco menos) y de asustado (un poco más). El alelado continúa con el gesto de siempre, es incapaz de cambiar su suerte. Lo esperamos próximamente. El alumno de FP está satisfecho, por haber cumplido con su deber de ciudadano y por alguna otra cosa, evidentemente.    

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