Todavía duermo contigo, todavía. Huelo tu cabello, tu crema hidratante, tu piel. Te acaricio la barbilla, los labios. Oigo tu respiración, leve, como si quisieras decirme algo, un susurro apagado. Me acurruco en tu seno y busco el sueño, el único lugar apacible. Te siento en la oscuridad, próxima, te veo, no es necesario abrir los párpados, te veo. El problema es la madrugada, llega, despierto, envejezco.
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martes, 4 de junio de 2024
Todavía
Marbella
Intentad cantar esta letra con la boca anestesiada, como si acabarais de salir del dentista: "Marbella, mundo de los narcos; / Marbella, la droga viene en barcos..." Yo lo vengo haciendo todas las mañanas desde que empecé a ver series ambientadas en la Costa del Sol. Me he rapado los parietales y he ido a una tienda de saldos para vestir desde ahora mismo con camisetas ceñidas y floreadas. El problema es que aún no he desarrollado la musculatura adecuada, pero todo se andará, me he comprado unas mancuernas. También he preguntado dónde puedo conseguir polvo blanco y cadenas de oro que se ajusten al cuello. Me ha resultado más fácil lo del polvo blanco. Este finde me voy a la costa y con un poco de suerte dejo esto de la educación y, con nuevo look, me meto en alguna de las fiestas que aparecen en las series y busco empleo como trapicheador. No sé si mi edad será impedimento, espero que no. Quiero conducir un Ferrari Testarosa y andar columpiando las caderas como si tuviera una pierna más larga que otra, quiero ser un capo de la mafia o por lo menos un sicario con pistolas de oro y tatuajes por todo el cuerpo. No pienso matar a nadie, la última vez que cogí una escopeta fue en un puesto de la feria y disparaba tapones. Lo importante es la pose, aparentar y lucir chandal de popelina. Es la ilusión de mi vida, ¡ojalá se cumpla, por Quevedo!
jueves, 23 de mayo de 2024
Mayo
El pueblo es el lugar ideal para dejarte ir, para abandonarte en el lánguido precipicio de la abulia. Dentro de casa, duele el silencio, se mastica la ceniza. El sofá es un sepulcro mullido desde donde no pensar, asomado a las perlas narcóticas de la televisión. Todo sabe a murria, hasta las fresas recién compradas. Subo y bajo las escaleras del panteón. Me acuesto. Duele el silencio, se mastica la ceniza. Salgo a la puerta, en el jardín un arbusto se seca. La hiedra, agostada por los primeros calores, da muestras de su próxima agonía. Los pulgones han atacado al rosal, han devorado sus hojas y han secado hasta las espinas. Los lirios de agua se abren y, ahogados por el bochorno, rápidamente se marchitan. Un romero seco, un clavel sin flores. Solo sobreviven las malas hierbas y la tierra, desnuda, con sabor a tierra. Las aceras están despobladas, las persianas echadas, los balcones abandonados. Parece no haber acabado el tiempo de pandemia. Solo la luz de la tarde avisa de que es lenta la caída: un lánguido descenso a los infiernos. Duele el silencio, se mastica la ceniza.
jueves, 16 de mayo de 2024
"Rimbaud: pasión por lo imposible" por Rafael Narbona
martes, 14 de mayo de 2024
DOS HISTORIAS DE AMOR
lunes, 13 de mayo de 2024
El país de mayo
Ojalá y todo esto no fueran sino alegorías literarias, imágenes de ficción, pero no es así. El paisaje que habito sigue siendo ese inframundo de fuego, aborrecible, diseñado por un monstruo del horror. No es una imagen literaria, qué más quisiera yo.
martes, 7 de mayo de 2024
La mujer de Chocolate
martes, 30 de abril de 2024
2º de bachillerato
Un nuevo examen final de 2º de bachillerato, otro año más. No soporto este tipo de enseñanza, es infumable, me estomaga y me parece lo peor que se puede hacer con alumnos de 17 y 18 años (aunque sean 32). A esa edad se puede conversar con ellos, tratar asuntos de la vida diaria, reflexionar, cantar, bailar, entablar discusiones muy interesantes; pero no, tenemos que desplegar una insufrible lista de autores, libros, corrientes literarias y teorías lingüísticas que desalman a cualquiera. Y lo peor es que es muy difícil sustraerse a esta inercia, porque si no los preparas de esta manera parece que los dejas vendidos en selectividad y sería casi una traición para algunos.
El sistema es de una perversión enfermiza. En este último curso del instituto, cuando deberíamos disfrutar, ellos y nosotros, de la educación, una vez rotas las trabas de la adolescencia más intempestiva y salvadas en parte las locuras de la pubertad, los sepultamos bajo toneladas de nombres y fechas. Los alumnos de 2 de bachillerato serían los ideales para plantear una metodología activa, fuera de las aulas y apartada de los métodos tradicionales, porque la comprenderían, porque participarían con más entusiasmo y porque se podrían realizar proyectos más complejos y profundos. Pero no, aquí estamos endosándoles clases magistrales de teoría literaria, gramatical y lingüística de escaso calado y sin ningún sentido. Hay que prepararlos para que saquen la mayor nota posible en un examen, porque hay que adiestrarlos para otro examen y así hasta el absurdo infinito.
Se prometió cambiar las pruebas de selectividad para adaptarlas a las nuevas metodologías propuestas por la ley, pero parece que nadie se atreve a hacerlo, en parte por miedo a los propios profesores. Porque son muchos quienes no quieren mover ni una coma de sus apuntes, ni un paso de sus métodos decimonónicos. Es curioso, pero nuestro gremio se ha vuelto mayoritariamente reaccionario ante las novedades. Somos milenaristas, nos asusta, nos rasgamos las vestiduras cada vez que aparece alguien proponiendo una novedad. En parte, porque estas novedades suelen consistir en ocurrencias sin fundamento y también porque es mucho más cómodo dar una clase de sintaxis o una perorata magistral sobre el teatro anterior al 36 que planificar un curso olvidándonos de exámenes, notas y endiosamientos personales.
No voy a atreverme a hacerlo, pero me gustaría llegar hoy al aula (dentro de media hora) y decirles: "A tomar por saco, no hay examen. Habladme de lo que habéis aprendido durante este curso". Seguramente el silencio sería tan abrumador que tendríamos que hacer el examen para justificar la falta de respuesta. No, no me atrevo.
miércoles, 24 de abril de 2024
Ferlosio y Lope de Vega
Según Sánchez Ferlosio el tiempo no es quién para poner a cada uno en su sitio, es más, el tiempo es un ente ciego y le niega la cualidad de cribar las obras o la calidad de los autores literarios. Para demostrarlo pone como ejemplo el XVII. Según don Rafael, la fama de los autores de este siglo viene dada, no porque el tiempo haya hecho una labor de sedimentación, sino porque en la época se elevó a estos escritores a los altares y una turba de seguidores ciegos los ha seguido levantando, a pesar de los intentos de algunos intelectuales del XVIII por bajarlos del pedestal. Arguye que la fama del Siglo de Oro es el mantenimiento de una pasión nacional nacida precisamente en ese siglo y alimentada a partir de los siguientes. Llega a afirmar que cuando la cultura del XVII se convierte en pasión nacional, la literatura es peor que nunca: deja de tener calidad porque lo importante es el literato. A más ruido, más vaciedad literaria.
Como ejemplo máximo de esta decadencia, pone en la picota a Lope, quien, a su juicio, elabora una literatura vacía, entregada al endiosamiento del autor, rendido ante el vulgo. La literatura de Lope, entregada a los juegos cortesanos de su época no tendría ningún valor en la actualidad. Cito a Ferlosio directamente, "su sentido y contenido nos importa ahora un bledo". De hecho propone su enterramiento, porque según su criterio, cuando un español comienza a hacerse simpático, se vuelve insoportable.
Hay que tener en cuenta que todas estas opiniones de Ferlosio las vierte en un artículo conmemorativo del centenario de Lope de Vega, en 1962. No sé yo si todo esto lo pensaba de veras o simplemente era una manera de hacerse notar o de negar la mayor. Despreciar la calidad literaria del Siglo de Oro y proponer el enterramiento de la misma solo lo harían actualmente los estudiantes de ESO y bachillerato, más que nada para reducir contenidos. Aunque esté en total desacuerdo con ellos, los provocadores siempre me han atraído, sobre todo cuando utilizan argumentarios tan complejos como don Rafael. Bueno, he dejado aparte un pecio del filósofo sobre el Fénix de los Ingenios, es este: "Lope fue un chapucero, un mamarracho y un sinvergüenza". Por cierto, estoy escribiendo sobre él.
jueves, 18 de abril de 2024
El sol del futuro
Acabo de ver la película El sol del futuro de Nanni Moretti, una maravilla. Y lo mejor es que me ha conectado con un estado de ánimo que ahora mismo debería tener. Debería estar inmensamente feliz, satisfecho, pero no lo estoy del todo. Desde hace unas semanas, estoy conectando con los chicos de 2º de ESO de una manera especial, como en la vida lo había hecho. Me había ocurrido con cursos superiores, pero nunca con muchachos de 13 años. Estoy entusiasmado, tanto, que he escrito una comedia para ellos. Estamos ensayándola y el proceso no puede ser más feliz. Se desviven por participar, piden horas, guardias, pierden recreos, y yo con ellos.
Tanto Nanni Moretti como Marcello Mastroianni y también Franco Battiato me provocan reacciones contrapuestas, me elevan a lo más alto del optimismo y me hunden en una tristeza infinita, insondable. No sé qué tienen que ver con lo que estoy contando, pero hay relación, seguro. La conexión con estos chicos especiales de 13 años puede ser consecuencia de mi edad. Ellos y yo estamos en la edad de la locura, de la inconsecuencia, se ruborizan en las escenas de amor, se entusiasman con la estrechez de un disfraz, se alteran con un parlamento que no les sale, se apuran y se emocionan por todo. Y a mí me contagian, porque estoy fuera de mí, porque me emociono con cualquier minucia. Ya me lo dijo Eva, estos cursos te trasladan a un lugar desconocido de tu naturaleza que a menudo olvidamos: la inocencia.
Una chica se pone roja como la grana cuando el protagonista (un muchacho de 13 años) le besa la mano. No puede parar de reír y malogra la escena teatral, pero, a la vez, le da un significado especial al ensayo. Otra de las chicas, especialmente vital e inocente, me enciende el rescoldo de estar en un mundo distinto al que habito. Un muchacho especialmente locuaz y alegre despliega su encanto y felicidad, lo impregna todo de entusiasmo.
Debería estar inmensamente feliz. He tenido esta sensación con cursos superiores, en acontecimientos mucho más espectaculares, pero nunca había sentido esta comunión con alumnos tan jóvenes. ¿Y por qué no termino de disfrutar de esta situación?, pues es evidente, no se la puedo contar a Eva, bueno, sí se la cuento, pero no la oigo disfrutar conmigo, como hacía siempre cuando compartía con ella alguna buena experiencia del aula. Y esta sería especialmente significativa para ella, porque me lo estuvo repitiendo durante toda su vida: a esos chicos de 1º y 2º de ESO no les sacas el partido que merecen. Ya lo estoy haciendo, Eva, ahora, te lo digo para creérmelo y para estar seguro de que lo estoy viviendo. No vivo nada en profundidad si no te lo cuento. No has dejado de ser mi confidente, mi cómplice, y ahora más que nunca te necesito para que oigas este relato de felicidad, para que lo ratifiques, para que me digas: "Ya te lo dije". Te oigo, te lo agradezco.
martes, 16 de abril de 2024
"Escribir para la posteridad" por Rafael Narbona
Fragmento de "Dostoievski y el Cristo de Holbein" por Rafael Narbona
lunes, 15 de abril de 2024
Leer La Galatea hoy
Leer en la actualidad La Galatea es un ejercicio de fe, aunque no del todo. Pese a que el género ha perdido toda su vigencia, la verosimilitud de las peripecias es irrisoria, los personajes son estereotipos y las claves encubiertas de los pseudónimos ya no tienen ningún sentido, no puedo dejar de leerla. La prosa de Cervantes es adictiva. No hay nada huero que su palabra no convierta en nutritivo. Que un grupo de pastores compitan por ver quién es más desgraciado en el cuento de sus amores, que lo expresen en composiciones poéticas repletas de tópicos y lugares comunes o que las pastoras se comporten como ninfas de la mitología griega, no sirve para echarme del libro, todo lo contrario. No sé qué es, no sé qué ingrediente psicotrópico utiliza en su narrativa Cervantes para no permitir despegarme del libro.
¿Me interesa la historia de Elicio y Galatea?, no, en absoluto; ¿la de Arminda?, ni de coña; ¿la de Artandro?, menos todavía. Entonces, ¿por qué sigo enganchado a este libro y lo voy a releer hasta el final? No lo sé. ¿Será esto el estilo? Lope me encanta cuando desarrolla las peripecias de sus personajes en sus comedias, pero me carga en la prosa. Gracián se me hace insufrible. Quevedo casi también. ¿Qué maligno poder tiene este manco maldito para empotrarme páginas y páginas de pasto para ovejas y convertirlas en manjar de obispos? No lo sé. He dicho que leer La Galatea es un ejercicio de fe y no es verdad, es un poder lisérgico el que esconden sus páginas, como el que imagino en el LSD, lo imagino porque no lo he probado, pero me gustaría. Y este texto no es una invitación para camellos, o sí. La fe nunca es fiable; las drogas, sí.
miércoles, 10 de abril de 2024
Me falta
Por estos caminos,
entre estos viñedos,
paseaba con ella.
Me falta su mano agarrada a la mía.
Me falta su silencio cómplice,
su compañía callada.
Me faltan las conversaciones inanes,
cotidianas,
"no queda vino",
"ya".
Me falta su mirada verde,
su blancura diáfana,
su nieve cálida.
Me falta su orden,
su firmeza,
su habilidad para desnudarme.
Me falta su voz al llegar a casa,
me abruma.
Me falta la atmósfera que inventamos.
Y, en medio de este vacío,
braceo, pataleo,
como un viejo astronauta en el espacio
que hubiera perdido el contacto con la nave.
Sin gravedad, los movimientos son densos,
torpes, grotescos.
Este maldito traje y esta escafandra
y este cordón umbilical que se rompió hace veinte meses.
¿Hasta cuándo llegará el oxígeno de la memoria?
¿Hasta cuándo?
Me basta
Barba de cuatro días, un hematoma amarillo que baja hacia el gemelo, una película de Alfredo Landa en el bar, "dabadabadá, dabadá, daba, dabadá, daba", también sale Lina Morgan, ambiente festivo en las terrazas primaverales, cañas a 2,50, más años que el sol, menos compañía que un profesor medieval de informática, estornudo, moqueo; pero hoy me he escrito cinco páginas, me basta (que decía el poeta bueno).