jueves, 18 de abril de 2024

El sol del futuro


 

Acabo de ver la película El sol del futuro de Nanni Moretti, una maravilla. Y lo mejor es que me ha conectado con un estado de ánimo que ahora mismo debería tener. Debería estar inmensamente feliz, satisfecho, pero no lo estoy del todo. Desde hace unas semanas, estoy conectando con los chicos de 2º de ESO de una manera especial, como en la vida lo había hecho. Me había ocurrido con cursos superiores, pero nunca con muchachos de 13 años. Estoy entusiasmado, tanto, que he escrito una comedia para ellos. Estamos ensayándola y el proceso no puede ser más feliz. Se desviven por participar, piden horas, guardias, pierden recreos, y yo con ellos. 

Tanto Nanni Moretti como Marcello Mastroianni y también Franco Battiato me provocan reacciones contrapuestas, me elevan a lo más alto del optimismo y me hunden en una tristeza infinita, insondable. No sé qué tienen que ver con lo que estoy contando, pero hay relación, seguro. La conexión con estos chicos especiales de 13 años puede ser consecuencia de mi edad. Ellos y yo estamos en la edad de la locura, de la inconsecuencia, se ruborizan en las escenas de amor, se entusiasman con la estrechez de un disfraz, se alteran con un parlamento que no les sale, se apuran y se emocionan por todo. Y a mí me contagian, porque estoy fuera de mí, porque me emociono con cualquier minucia. Ya me lo dijo Eva, estos cursos te trasladan a un lugar desconocido de tu naturaleza que a menudo olvidamos: la inocencia. 

Una chica se pone roja como la grana cuando el protagonista (un muchacho de 13 años) le besa la mano. No puede parar de reír y malogra la escena teatral, pero, a la vez, le da un significado especial al ensayo. Otra de las chicas, especialmente vital e inocente, me enciende el rescoldo de estar en un mundo distinto al que habito. Un muchacho especialmente locuaz y alegre despliega su encanto y felicidad, lo impregna todo de entusiasmo.  

Debería estar inmensamente feliz. He tenido esta sensación con cursos superiores, en acontecimientos mucho más espectaculares, pero nunca había sentido esta comunión con alumnos tan jóvenes. ¿Y por qué no termino de disfrutar de esta situación?, pues es evidente, no se la puedo contar a Eva, bueno, sí se la cuento, pero no la oigo disfrutar conmigo, como hacía siempre cuando compartía con ella alguna buena experiencia del aula. Y esta sería especialmente significativa para ella, porque me lo estuvo repitiendo durante toda su vida: a esos chicos de 1º y 2º de ESO no les sacas el partido que merecen. Ya lo estoy haciendo, Eva, ahora, te lo digo para creérmelo y para estar seguro de que lo estoy viviendo. No vivo nada en profundidad si no te lo cuento. No has dejado de ser mi confidente, mi cómplice, y ahora más que nunca te necesito para que oigas este relato de felicidad, para que lo ratifiques, para que me digas: "Ya te lo dije". Te oigo, te lo agradezco.   

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