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sábado, 6 de febrero de 2021
"Larra, el periodismo que coqueteó con la muerte" por Carlos Mayoral
"Venir al mundo con ganas de hablar" por Karlos Zurutuza
jueves, 4 de febrero de 2021
Un tranvía y un olmo
Cada 27 de enero un tranvía vacío recorre las calles de Varsovia para recordar a las víctimas del gueto. Es estremecedor escuchar el ruido metálico de las ruedas sobre los raíles y ver cómo el trole escupe chispas de muerte a su paso. Unas alumnas de 4º de ESO comparten conmigo su disección del olmo seco de Machado. Yo ya lo leo sin alma; ellas, con la mirada nueva, acaban de extraer del poema un tranvía vacío y unas chispas de muerte que me causan escalofríos. Un tranvía vacío y un poema viejo, seco, podrido, acariciado por las voces ardientes de la adolescencia, son capaces de acallar el roer constante del gusano del tiempo y la eléctrica demolición de la muerte. Los símbolos son vías de eternidad, raíces profundas que nos conectan con la vida a través de un olmo centenario y un tranvía amarillo que recorre la laguna Estigia. La vida, esa celebración continua de los muertos.
martes, 2 de febrero de 2021
Cosmética del enemigo
En la novela Cosmética del enemigo de Amélie Nothomb, el protagonista no reconoce al asesino que lleva dentro hasta el final de la historia. Su conciencia o sus remordimientos se le aparecen con el rostro de un joven violento y medio tarado. Algo parecido nos pasa a los profesores, aunque nosotros lo tenemos más fácil a la hora de reconocer a nuestro oponente. Sí, porque nuestro Textor Texel (el enemigo que lleva dentro el empresario Jérôme) es la propia Administración Educativa y es mucho más grosera en sus demostraciones de humillación contra nuestro gremio. Sí, nuestros enemigos son los que supuestamente deberían cuidarnos, apoyarnos, atendernos y mimarnos. Sí, nuestros enemigos son nuestros jefes. A menudo dan muestras de esa animadversión: no aceptan nuestras recomendaciones ni nuestras reclamaciones más perentorias, es más, se suman sin ningún pudor a esa inercia social española de considerar al profesorado como una casta parásita con exceso de vacaciones. No les importa (ni siquiera en público) manifestar este lugar común, asentado en gran parte de nuestra sociedad, cuando son ellos los que deberían ayudar a limpiar este mantra injustificado.
Hace poco leí que gran parte de los fondos asignados a la educación para paliar los efectos de la pandemia, en algunas comunidades no se habían dedicado a mejorar el sistema educativo, sino a otros menesteres. Fui Jefe de Estudios ocho años y el contacto directo con la Administración me producía constantes cabreos y sarpullidos. No comprendía por qué se empeñaban en hacer nuestra tarea cuanto más difícil mejor. Para ellos siempre somos sospechosos.
En las actuales circunstancias, trabajamos de una forma muy precaria. Llevar la cara medio tapada en un oficio en el que la comunicación es fundamental no ayuda nada a la transmisión de conocimientos. Estar en una clase con 29 o con 20 alumnos no es muy saludable para nadie, hasta Fernando Simón lo sabe. No hay ningún otro oficio en pandemia en el que tengas que compartir habitaciones con 500, 600 o 1000 personas. Se han suspendido las actividades extraescolares, con lo que el encierro en el aula se ha convertido en algo más agobiante si cabe. Cada día se confina a veinte o treinta alumnos y debemos trabajar doble para llevar la clase fuera del aula a través del ordenador. La naturaleza adolescente tiende a la expansión y estamos yendo contra natura, como quien construye en mitad de una rambla. En un momento u otro la riada arrasará lo construido.
Y a pesar de todo esto, a nuestros enemigos no se les ocurre otra cosa que sumar tres días lectivos más a esta carga, para compensar las ausencias de Filomena. Y no, no pueden añadirse a finales de junio cuando es posible que esta peste amaine. Los debemos añadir antes, para sufrir cuanto más mejor, nosotros y los alumnos. Yo he ido muchísimas tardes al instituto a hacer periódicos y teatro, fuera del horario lectivo (era una gozada), pero ahora no es ni mínimamente aconsejable alargar el calendario lectivo porque las condiciones para la enseñanza son deplorables. Esto lo sabemos todos los profesores, todos los que nos encerramos día a día con 20 o 30 alumnos en plena efervescencia de hormonas. Nuestros enemigos no, ¿o sí?
Por eso nuestros enemigos han optado por esta medida, porque les gusta maltratarnos, humillarnos y, sobre todo, quedar bien con quienes nos vilipendian por envidia malsana. Luego, en alguna festividad señalada, nos mandarán una carta, escrita siempre con atropello y torpeza, donde nos darán las gracias por nuestra "encomiable" labor, mientras se descojonan de risa oyéndonos patalear. Esa es su cosmética.
martes, 26 de enero de 2021
Ser inquisidor
Me gusta, disfruto, babeo cuando encuentro una noticia en la que unos chicos se han reunido para celebrar una fiesta en plena pandemia. Es la ocasión propicia para sacar la hiel a pasear contra la juventud -¡qué futuro nos espera!- y no veas cómo me quedo: "Hay que lapidarlos, meterlos en la cárcel con los presos peligrosos, humillarlos, descuartizarlos..." Volcar todo esto en los foros alivia un huevo. Uno, cuando es tan inteligente como yo, necesita vilipendiar a todo quisque y ridiculizar al santo palio. Tampoco es necesario argumentar demasiado, porque se me iría la fuerza en vano, la mayoría no me entendería y no valdría la pena. No está hecha la miel para la boca del asno.
Ser inquisidor es una delicia. Si por mí fuera, los castigos, los arrestos, las penas de cárcel, las torturas, tendrían que imponerse de manera más radical, sin tantos miramientos. Sobre todo por el placer que supone ver padecer a quienes han hecho algo que yo no puedo disfrutar. ¿Quién es esta gente para reírse, para divertirse, para bailar, para follar, si yo no puedo hacerlo? Me importa un huevo la pandemia, pero me solivianta ver cómo se goza sin que yo participe.
Dadme carnaza, dadme pandemias, terremotos, temporales, accidentes de tráfico, paro, miseria, delincuencia, drogas, dádmelas, para que pueda quejarme de todo, para insultar a diestro y siniestro, para arrojar toda esta bilis que me quema el hígado y me provoca úlceras de píloro. ¡Qué a gusto se queda uno cuando le escupe a la televisión y se orina sobre la pantalla del ordenador!
"Maneras de dudar" por Irene Vallejo
sábado, 23 de enero de 2021
Enero, el mes de los gatos
Enero es el mes de los gatos, voy a precisar, enero es el mes sexual de los gatos. Los machos se escapan de casa y salen a buscar a hembras receptivas. Gimen como niños, aúllan como lobos, rugen como bisagras desengrasadas. Se reúnen y se enzarzan en peleas a espada. Los ojos hay que protegerlos de las uñas desnudas, Algunos no tienen suerte. El más hábil monta a la hembra. Ella lo recibe con desprecio y él le muerde el cuello para someterla. Después, si hay suerte, introduce su barrena de púas en ella, que grita y se retuerce. El macho afianza la dentadura en el pescuezo de la hembra. Al final, ella parece gozar más cuando se desprende de su conquistador, pero el instinto la ha podido.
Enero es el mes sexual de los gatos y también de "La muerte en bermudas": te cortejará, te morderá el cuello, te penetrará, te dolerá y gozarás, porque el instinto es insoslayable.
Iguala esta promoción, Reverte.
miércoles, 20 de enero de 2021
No recuerdo un invierno tan frío como este
No recuerdo un invierno tan frío como este,
ya lo dijo Ángel González.
En el alero del tejado,
una lanza de hielo amenaza la coronilla de los muertos.
Las aceras son de plástico bruñido
y el viento abofetea la cara con láminas de metacrilato.
No recuerdo un invierno tan frío como este,
ya lo dijo Ángel González.
No por el hielo, ni por el aire violento,
tampoco por las aceras de mercurio, no.
Las barbillas se han acabado,
las bocas no muestran su luna de aventuras
y los niños montan muñecos de nieve sin brazos ni sombreros.
No recuerdo un invierno tan frío como este.
Los bares son un pasado del que se habla con melancolía,
las conversaciones se han convertido en monólogos de idiotas
y el trabajo es una mala puta sin literatura ni caricias.
No, no recuerdo un invierno tan frío como este,
ya lo dijo Ángel González.
Él había perdido a su amada,
pero nunca pudo imaginar que en este invierno,
en este,
se pudieran añorar hasta los tragos del desamor.
jueves, 14 de enero de 2021
Nueva plataforma de series sobre educación
La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha acaba de poner en marcha una nueva plataforma de series de televisión basadas en las experiencias educativas de este curso. Una empresa ilusionante y que, de momento, presenta los siguientes títulos:
1. Breaking FP Básica: una distopía protagonizada por unos chicos y chicas de FP Básica. Ellos quieren obtener el título de secundaria para matricularse en bachillerato, pero los malvados profesores les ponen todas las trabas posibles porque en realidad son zombis y seguidores de Joe Biden.
2. Inspector´s Day: una distopía en la que un inspector de educación llega a un centro, escucha a los profesores y soluciona un problema.
3. Juegos telemáticos: una distopía protagonizada por Mari Pérez, una madre empeñada en que su hijo suspenda cuatro asignaturas durante el confinamiento para que su hijo no pase de curso.
4. Hot: una distopía ambientada en un instituto de La Manchuela con playa y palmeras. Los alumnos sirven gintónics a los profesores, las clases se imparten en el resort de un hotel y, eso sí, todos llevan mascarillas. Solo suspenden los que no consiguen un bronceado perfecto.
5. Page´s love: distopía protagonizada por el presidente de Castilla-La Mancha. Se enamora de una maestra y, para que ella le entregue sus encantos, baja las ratios y se lee un libro.
6. Machine lust: distopía protagonizada por un conserje de instituto, Manuel Fernández. Las fotocopias son su pasión y su amor por su máquina lo desquiciará cuando un técnico se lleve la fotocopiadora para arreglarla y nunca más sepa de ella.
sábado, 2 de enero de 2021
La tiranía de las redes sociales
¡Qué felices éramos cuando no nos manipulaban las redes sociales!, antes de que nos manejaran a su antojo Facebook, Instagram o Twitter. Cuando el cura era el encargado de informarnos sobre la masturbación y de provocarnos sueños en los que nos brotaban pelos en las palmas de las manos y nos reventaba el ombligo. Cuando nuestros padres vertían sus frustraciones en nosotros y nos impelían a ser ingeniero de caminos, azafatas o seminaristas. Qué sencillez y qué libertad cuando la convención social nos imponía en qué momento debíamos emborracharnos, casarnos y a qué virgen había que sacar a hombros. Qué bien cuando la televisión y la radio nos aconsejaban qué coñac consumir o qué compresa ponernos. Cuando las autoridades políticas nos ordenaban por dónde caminar y a qué iglesia ir. Cuando el maestro, con la mano bien abierta, nos clavaba una hostia en la cara para grabarnos a fuego las tablas de la multiplicación. Cuando era el grupo de amigos el que imponía si debía uno fumarse un Celtas corto, un porro o pincharse heroína. ¡Cómo añoro esa libertad absoluta, ese libre albedrío para escoger lo que a uno le apetecía!, y qué mal ahora, qué dictadura la de las redes sociales. Y cuando nos inoculen los "chis", no te digo nada.
miércoles, 30 de diciembre de 2020
Hoy es un día de mierda (29 de diciembre de 2020)
Hoy, 29 de diciembre de 2020, es un día de mierda, como todos los 29 de diciembre desde hace 9 años. Ese mismo día, en 2011, no había pandemia, todos lucíamos el rostro sin miedo a la peste, la megafonía de la iglesia seguía vomitando insoportables villancicos, el sol calentaba livianamente la muerte de mi padre y yo rozaba su piel fría con las yemas de los dedos. Es 29 de diciembre, otra vez. La resaca del güisqui mal digerido espesa la mañana y la convierte en un bulto de angustias. Ni siquiera el vómito se atreve a salir para depurar el estómago, colapsado por el alcohol y la carne de cabra. Es 29 de diciembre, otra vez, en una habitación de hotel de un pueblo todavía más inhóspito que el mío. El viento varea las adelfas de un barranco próximo y extiende su veneno de rutina por las calles engalanadas de luces y compras. Como aquel día de 2011, aquel día en el que el sol no se atrevía a calentar el zaguán en la casa de mi padre, mientras esperábamos, desconcertados, a los empleados de la funeraria. Hay un plomo agrio en el recuerdo de esos días, un regusto que se queda en el paladar durante años y años. La ropa interior blanca de mi padre, la piel áspera de mi padre, el rostro acartonado de mi padre, el pasillo de llantos y el olor a morfina atrapada en el gotero. El tiempo va gangrenando la memoria y extiende los agujeros de la carcoma. Nadie es ajeno a esta falacia de la vida, nadie puede evitar las ausencias, los amplios espacios de la nada en los que se instalan los muertos. Hoy, 29 de diciembre, es un día de mierda. El espejo me devuelve la palidez de la resaca. La angustia me acompaña en el amanecer y no me suelta hasta bien entrado el mediodía. Los gusanos de la madera roen sin cesar la carne de la memoria.
miércoles, 23 de diciembre de 2020
"Gustavo Adolfo Bécquer: la aristocracia del espíritu" por Rafael Narbona
martes, 22 de diciembre de 2020
Méritos del "escritor" rural
Méritos del escritor rural:
1. Que sea del pueblo.
2. Que haya salido en medios de comunicación y sea medio famoso.
4. Que no molestes a los convecinos en tu obra.
3. Que tenga muchos "likes" en sus redes sociales.
4. Que le hayan dado premios de relumbrón mediático.
5, Que sea un poco (o un mucho) cursi.
Méritos que no se requieren:
1. Que su obra tenga calidad literaria contrastada.
2. Que sus premios no sean producto de la popularidad mediática.
3. Que sepa escribir.
4. Que haya leído a los clásicos.
lunes, 21 de diciembre de 2020
De Reverte al circo romano
Dice Reverte en su último artículo que España ha entrado en barrena sociocultural desde la LOGSE hasta nuestros días. Como todo el mundo sabe, nuestro país era el faro que irradiaba luz a todos los países de Occidente antes de los noventa. Albacete y Teruel eran las ciudades deseadas por todos los popes de la cultura, por el intenso trajín artístico que se vivía en ellas. Reverte dice que ha sido el abandono de las lenguas clásicas lo que ha propiciado esta debacle educativa que vivimos desde hace tres décadas.
Empleemos el mismo argumentario que nuestro académico y elucubremos cómo podría haber sido nuestra sociedad si las leyes de educación hubieran sido otras, si las horas obligatorias de latín y griego hubieran llenado los horarios escolares. En este mundo distópico, habrían desaparecido materias como Ciencias de la Tierra o Informática o Tecnología Industrial o Música para dotar de horas a las lenguas clásicas. Lógicamente, los alumnos, entusiasmados con la perspectiva de aprender griego y latín, habrían dejado de lado los ordenadores, los móviles, las litronas y hasta los videojuegos. En vez de botellones, los jóvenes celebrarían paseos peripatéicos por el ágora, vestirían túnicas y se deleitarían con el enfrentamiento dialéctico de los epicúreos contra los estoicos. En nuestro congreso de los diputados, no veríamos oradores discípulos de Jorge Javier Vázquez, sino de Cicerón y Séneca. En las calles se habría vivido un nuevo renacer cultural, artístico y literario que habría conllevado una sociedad de mejor gusto, más recia. No se daría cancha a programas como "Gran Hermano" o "La isla de las tentaciones", pongamos por caso y los hábitos lectores atraerían las envidias de nuestros países vecinos.
Y en este clima de euforia literaria me pregunto, ¿leería alguien a Pérez Reverte? Si la mayoría estuviera contagiada por la lírica de Ovidio, Catulo, Horacio y Virgilio; si en el teatro se aplaudiera a los seguidores de Sófocles y Eurípides; si se hubiera desarrollado el gusto narrativo por Homero y Hesiodo; ¿alguien tendría el mal gusto de leer una novelita de Reverte? Por supuesto que no. Entonces, en esa arcadia cultural y literaria, ¿a qué se dedicaría nuestro académico? Por fuerza, sería gladiador, seguro. El circo romano también se habría recuperado. A ver si va a tener razón.
viernes, 18 de diciembre de 2020
Navidad sin colas
No concibo una Navidad sin colas. Voy a morir de angustia, estoy seguro. No voy a soportar todas las vacaciones sin tirarme en una fila interminable tres o cuatro horas para ver un belén o para comprar un número de lotería o para que me firme un ejemplar de su última novela Belén Esteban o Eva García Sáenz de Urturi, (si no fuera por el apellido las confundiría una y otra vez). ¿En qué voy a ocupar las treinta o cuarenta horas que dedicaba a estos quehaceres, en qué? Mis vacaciones ya no tienen sentido. Nos han robado la Navidad. Muérete, Pedro Sánchez.