Quiero llamarla, llamarla por teléfono, para decirle dónde estoy, para explicarle lo que hago. Para que me alabe o me reprenda, para que me consuele, para expresar mi satisfacción por la clase de hoy, para que se alegre por mí, para alegrarme por ella. Quiero llamarla, como siempre cuando yo estaba fuera, desde una cabina telefónica, desde el teléfono fijo, desde el móvil. Ella siempre estaba al otro lado, siempre contestaba, siempre esperaba mi llamada. Si alguna vez alguien fallaba, ese era siempre yo. Ella nunca faltaba a nuestra cita. Casi siempre a las nueve de la noche. Cuando veo esa hora en el reloj, instintivamente cojo el móvil y… no marco, es inútil. La muerte no es la mejor telefonista.
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martes, 2 de diciembre de 2025
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