Estoy triste, profundamente triste. Llevo encima esta tristeza casi cuatro años y sé que no va a abandonarme por mucho empeño jovial que le inyecte. Disimulo bien en público. Los muchos siglos de clase me han enseñado a no mostrar mis debilidades, a esconderme tras una máscara hipócrita de afabilidad. Pero cuando llego a casa, cuando estoy solo, no consigo quitarme de encima esta enorme tristeza que me abruma, que me anula. Nada vale nada, nada sirve, nada tiene ya importancia. Esto se acabó. Ni siquiera la nostalgia es un arma contra la debacle. Uno es demasiado viejo para que la espalda no duela. La fortaleza ha caído, celebremos la ruina. No me importa la vida en ninguna de sus latitudes, sin embargo, esta noche tengo una fiesta y mañana, otra. Ella, la pena negra.
Secciones
Degollación de la rosa
(684)
Artículos
(456)
Crónicas desde la "indocencia"
(161)
Literatura Universal
(153)
Bachillerato
(143)
Eva
(98)
Libros
(63)
El Gambitero
(32)
Criaturas del Piripao
(27)
Torrente maldito
(27)
Te negarán la luz
(22)
Bilis
(19)
Fotomatón
(19)
La muerte en bermudas
(18)
Las mil y una noches
(15)
El teatro
(13)
Sintaxis
(13)
Las aventuras del joven Cervantes
(10)
XXI
(6)
Diario
(5)
Reliquias paganas
(3)
Farsa y salvas del Rey Campechano
(2)
Caballero Reynaldo
(1)
sábado, 20 de diciembre de 2025
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario