Yendo a la realidad que yo he vivido en los departamentos de Lengua por los que he transitado, os puedo asegurar que la enseñanza de la sintaxis está preservada por los siglos de los siglos; porque, por mucho que cambien las leyes educativas, pocos son los profesores que renunciarían a reducir su dosis de sintaxis semanal. ¿Quiere decir esto que el sentido del humor y el crítico tienen el futuro asegurado?, permitidme que lo dude. Es curioso que Marta Sanz relacione el sentido del humor con la sintaxis porque yo siempre la he relacionado a la inversa: los profesores que más énfasis ponen en los mecánicos análisis morfosintácticos da la casualidad que suelen ser los más graves y a los que menos les gusta innovar o reflexionar acerca de la metodología educativa, más que nada porque una clase de sintaxis se prepara fácilmente y una enseñanza de la lengua basada en el aprendizaje activo conlleva muchas horas de imaginación y planificación. Afirmar que, porque la nueva ley anime a reducir la sintaxis esta va a desaparecer de los currículos y de los libros, es tan falso como asegurar que Unamuno ya no se estudia en bachillerato (lo decía otro columnista de El Cultural al que admiro mucho, Rafael Narbona). Y, fíjate, nos hemos reído más en clase con los ensayos de don Miguel que con la yuxtaposición.
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domingo, 19 de junio de 2022
Sobre la sintaxis y los quintacolumnistas
Es curioso cómo hasta los más avezados columnistas de la prensa española, escritores de renombre y que aprecio por su prosa literaria, sucumben ante la tentación de arremeter contra los cambios en la enseñanza, sean del tipo que sean, sin reparar en los argumentos, solo en su presunta defensa de la cultura ancestral. Los he visto clamar contra las modificaciones de las Ciencias Sociales, de la Historia, del Latín, de la Filosofía, hasta de la Economía, la Música y, ahora, de la sintaxis. No digo que no haya parte de razón en ese levantamiento abrupto que provocan los continuos y, a menudo, caprichosos cambios legislativos en la enseñanza; pero, también con demasiada frecuencia, los opinadores actúan, escriben y argumentan a partir de impulsos emocionales o demagógicos y no por razones de peso y conocimiento. El último ejemplo es un artículo de Marta Sanz en "El País", publicado el 15 de noviembre. La escritora, a la que admiro por muchos de sus libros, se lanza al abismo de las sentencias taxativas: "Sin sintaxis las posibilidades de comunicación se retrotraen a estados prehumanos", bueno, espero que la frasecita esté cargada de la ironía que esta autora les suele imprimir a sus textos, porque se parece y mucho a las arremetidas furiosas de Pérez Reverte contra todo lo que tenga que ver con los métodos académicos posteriores a Platón. No es cierto, como se interpreta en la columna de Marta Sanz, que se quiera acabar con la sintaxis en la enseñanza de la lengua, sino en darle más cancha a otras parcelas de la comunicación. Esto se viene proponiendo desde hace lustros, no es nada nuevo, y en la realidad de las aulas se avanza muy poco: la enseñanza de la lengua (en los institutos donde yo he estado) se sigue basando casi exclusivamente en la gramática y en la historia de la literatura, con lo que esto tiene de mecánico y de empobrecedor. Dice la autora de Farándula que con la sintaxis se perdería sentido crítico y sentido del humor, bueno, no sé, a mí nunca me han parecido graciosos los análisis sintácticos de las subordinadas adverbiales impropias, pero todo es ponerse; porque humor, lo que se dice humor se le puede sacar hasta a las columnas de Félix de Azúa.
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