jueves, 4 de marzo de 2021

La sintaxis no sirve para nada

Los días de sintaxis son tan plúmbeos como un confinamiento con un diputado. Por suerte, no les veo el gesto completo a los alumnos. Están callados, a la espera de que una fuerza invisible penetre en ellos y les descubra cómo se identifica un complemento de régimen o un complemento predicativo. Nada me indica que estén muriéndose de aburrimiento o de frustración, lo presiento. Es una sensación similar a la que tengo cuando, en un documental de la 2, la gacela Thomson corre libremente hacia su perdición. Late su angustia, pese a la aparente despreocupación de su zancada. Ella sabe que la acecha un guepardo o una leona hambrienta o una jauría de hienas. Sabe que va a morir, como mis alumnos. En primera fila observo a cuatro chicos, saben que no saben. Ni siquiera han delimitado con corrección el sujeto del predicado. Saben que van a ser devorados por la espesura de la gramática. 

¿Para qué sirve la sintaxis? ¿Para qué sirve la gramática? Para tejer palabras, para crear, por ejemplo, un poema. Para nada. ¿Y para qué sirve la poesía? Para nada, ahí reside su misteriosa atracción. Sin palabras, sin gramática, sin poesía, sin verdadera poesía (no esa cosa inane de Defred o de Marwan) no se vive, se vegeta. Ellos no me creen, yo a veces tampoco me creo, pero me gustaría creerme. Lo digo con convicción. La belleza, el aire, no sirven para nada, solo se respiran. Necesitamos respirar, necesitamos la belleza y para comprobar que están ahí es necesario, de vez en cuando, contener la respiración; ver el mundo asfixiados, en blanco y negro, sin gramática, sin poesía, para comprender que no es humano vivir sin aire y sin el tejido de las palabras.   

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