Todos los años, por estas fechas, la Iglesia entra dentro del
Estado, interrumpe su funcionamiento y reclama del Gobierno varios indultos. Lo
hace en conmemoración de la muerte de Jesucristo. Y a través de unas
organizaciones, las cofradías, que se dirigen a las prisiones para pedirles que
les pasen una lista. “Católicos. No vamos a pedir un musulmán, eso que lo pidan
los musulmanes”, como dijo un secretario del Cristo de la Columna. Y todos los
años el portavoz del Gobierno anuncia los indultos y los justifica apelando a
una tradición de muchos siglos, que es lo que se suele decir cuando algo no se
sostiene con la razón: “Es que esto es así”.
Acaba de contarlo Fernando Savater en Tudela: iban él y una monja
solos en autobús a Teruel y Los 40
principales estaban puestos al máximo. Savater le preguntó a la monja si a
ella le molestaba tanto como a él y ella le dijo que estaba rezando,
directamente. Por tanto, el filósofo se acercó al conductor y le dijo: “¿Podría
bajar un poco la música?”. El chófer respondió: “Es que esto es así”.
¿Funcionaba el autobús con música en lugar de gasolina? ¿Era una tradición de
muchos siglos entrar en Teruel con Los 40
a todo volumen? En España si te contestan “esto es así” ya puedes ser el primer
intelectual del país: te vuelves a tu sitio y callas.
Por tanto, el Consejo de Ministros anunció ayer nuevamente la
reunión de dos largas tradiciones, una de componente supersticioso, la
religión, y otra basada en un delirio, para poner a andar el Gobierno. El
delirio procede del siglo XVIII, cuando una epidemia de la peste en Málaga
obligó a suspender las procesiones de Semana Santa. Con la ciudad herida y
sublevada, un grupo de presos se amotinó y consiguió salir a la calle con una
imagen de Cristo para hacer su particular procesión. La pasearon por la ciudad,
regresaron a la prisión y, en cosa de días, la peste se acabó milagrosamente.
El rey Carlos III le concedió un privilegio a una cofradía: cada año sacaría a
un preso de la cárcel y saldría en procesión con ellos.
Esto, sin embargo, no lo suelen contar los portavoces del
Gobierno. Apelan a “la tradición”, pero no explican en qué consiste. No les
debe parecer serio o muy razonado. Igual miran de reojo a la prensa extranjera
y piensan: “Me corto un pie antes de soltar esto por la boca”. Así que liberan
a los presos que les indican las cofradías con un “esto es así” que nos
recuerda la dichosa y ejemplar separación de Iglesia y Estado. Ayer,
precisamente. Este Gobierno en funciones no rinde cuentas al Congreso porque ya
sólo responde ante Dios.
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