domingo, 27 de septiembre de 2015

"De pinturas blasfemas y satánicas" por Jot Down

«Somos esclavos de los dioses, sean estos lo que sean» le espeta Orestes a Menelao en la tragedia que lleva su nombre, tras confesar que Apolo le ordenó asesinar a su propia madre. Así son los dioses: siempre exigiéndonos adoración, fe incondicional, ofrendas, sacrificios, acatamiento de sus órdenes por brutales que puedan ser… Qué pesados. Ocasionalmente algún intrépido se rebela contra ellos, como Prometeo, para acabar encadenado y con un águila comiéndole el hígado eternamente, o Nietzsche, que declaró a Dios oficialmente muerto y acabó hablándole a un caballo. Jaque mate, ateos.
No, hay que buscar caminos oblicuos y es entonces cuando la historia del arte pasa a tener un nuevo significado ante nuestros ojos. Ciertas obras se entienden mejor si las vemos como regalos envenenados, burlas crueles hacia quien se finge adorar pero realizadas aparentemente sin la menor malicia ¿Necesitan pruebas? Ahí está Stephen Sawyer, un artista estadounidense que dice ser muy devoto pero vean, vean su obra. Jesucristo con tatuajes macarras, boxeando, pinchándose heroína… ¿Pero esto qué es? Haría santiguarse escandalizado al mismísimo marqués de Sade. Lejos de ser un caso aislado, si echamos la vista atrás encontramos una larga tradición de artistas a los que el mismísimo demonio debía de estar susurrándoles al oído mientras pintaban, así que ahí va una selección.
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San Nicolás se niega a mamar, autor desconocido

Los Evangelios Apócrifos fueron excluidos del Nuevo Testamento cuando resultaban ser los más divertidos. En ellos podíamos ver, por ejemplo, a un niño Jesús equipado con pañales ignífugos («Este pañal es el vestido del dios de los dioses, puesto que el fuego de los dioses no ha podido consumirlo, ni deteriorarlo siquiera. Y lo guardaron preciosamente consigo, con fe ardiente y con veneración profunda») que te quitaban los demonios si te los ponías de sombrero. Otro milagro no menos importante es que en cierta ocasión se negó a mamar, causando gran admiración en María y José. Un episodio que sirvió de inspiración a comienzos del siglo XI para atribuírselo también a san Nicolás, en este fresco de la abadía de Novalesa, en la provincia de Turín. Aunque tal vez el autor solo pretendió dibujar a una señora tocándose la teta tras liarse un porro gigante con cabeza.
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La Virgen y el Niño, en el Libro de Kells

Durante la Alta Edad Media fueron frecuentes los ataques vikingos a localidades irlandesas y huyendo de uno de ellos un grupo de monjes fundó la abadía de Kells, allá por el siglo IX. Fue en sus inicios cuando el monasterio elaboró el Libro de Kells (aquí pueden verlo digitalizado) que recogía el Nuevo Testamento con toda clase de ilustraciones, una de las cuales vemos sobre estas líneas. Pero vamos a ver: ¿en qué estaba pensando el que hizo esto? ¿En que con un 6 y un 4 hago la cara de tu retrato?
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San Bernardo y la Virgen, de Alonso Cano

Bernardo de Claraval fue un monje del siglo XII promovido a santo por haber hecho muchas cosas buenas, como fundar más de sesenta monasterios por toda Europa y predicar en favor de la Guerra Santa. Era muy devoto de la Virgen y esta un día como recompensa le escanció con precisión asturiana un chorro de leche de su pecho. El episodio, conocido como «Premio lácteo a san Bernardo», sirvió de motivo al artista del barroco Alonso Cano para este cuadro que actualmente se exhibe en el Museo del Prado. Cano era por cierto un personaje bastante turbio, acusado de asesinato, partícipe de varios duelos y encarcelado a causa de sus múltiples deudas. Estamos por tanto ante alguien claramente inspirado por el demonio.
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Estigmatización de san Francisco, de Giotto


Las heridas que sufrió Jesús durante su pasión pasaron a ser una seña de identidad del cristianismo, que dotaba de estigmas a diversos santos y vírgenes como forma de vincularlos con él. Ahora bien, ¿cómo representar en una escena el proceso de estigmatización? A Giotto en este fresco de entre los años 1325 y 1328, en la basílica de la Santa Cruz de Florencia, no se le ocurrió mejor manera que mediante un ataque aéreo sobre un san Francisco sorprendido con las manos en alto, aunque eso no le sirve para impedir que el serafín descargue toda su artillería de estigmas trazadores.
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Nacimiento del niño Jesús, de Giotto

Giotto era el Julio Verne de la Edad Media, si antes lo veíamos imaginar una tecnología bélica que tardaría siglos en hacerse realidad, aquí va más lejos y nos muestra a un niño Jesús con el casco espacial aún puesto, revelándonos así su origen extraterrestre.
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El beato Ranieri libera a noventa pobres de una cárcel de Florencia, de Sassetta

El pintor gótico Sassetta (1392-1450) no le va a la zaga y representa al beato Ranieri con el casco de rigor y le añade además un cohete propulsor en lugar de unas anticuadas piernas.
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Virgen con el Niño, del Maestro del Altar de San Bartolomé

Aquí tenemos otro de esos bebés que los ve un espartano y le falta tiempo para tirarlo por el barranco. Todos ellos aparecen reunidos en la inagotable veta de tesoros artísticos que es la página Ugly Renaissance Babies. Respecto a los conocimientos anatómicos del artista, cuyo nombre real se desconoce y es denominado «Maestro del Altar de San Bartolomé», hay que señalar dos cosas: 1) Las mujeres no suelen tener los pechos a la altura de la clavícula; y 2) Los bebés no tienen un número indeterminado de articulaciones en brazos y piernas.
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La Virgen del cuello largo, de Parmigianino

Si el Jesucristo adulto acostumbra a ser retratado como un hombre atractivo aunque con pintas de hippie, con el recién nacido los pintores parece que no encuentran manera de acertar. Al manierista del siglo XVI Parmigianino se le trastocaron las proporciones y nos dejó a uno afectado de gigantismo que en todo caso sirve de ejemplo sobre los peligros de la radiación.
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La tentación de san Antonio, de Salvator Rosa

Salvator Rosa fue un destacado pintor italiano del siglo XVII de vida bohemia y enfrentado a las autoridades religiosas de su época. Su afición a pintar escenas de bandidos, brujería y seres de ultratumba (como el magnífico La fragilidad humana) ya debería hacer levantar a cualquier inquisidor que se precie, pero es que además cuando pintaba escenas religiosas escogía aquellas que le permitían representar al maligno, como eran las alucinaciones del ermitaño Antonio Abad. Esa criatura fantástica fue una fuente de inspiración para Dalí, como podemos ver en el cuadro sobre el mismo tema que realizó en 1946.
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Las tentaciones de san Antonio, de El Bosco

Las visiones de este santo del siglo III han sido un tema predilecto de muchos artistas por la oportunidad que ofrece para dejar volar la imaginación y plasmar la monstruosidad y la depravación bajo la excusa de la santidad. El Bosco era muy de esto, así que le dedicó un espectacular tríptico y también esta otra pintura de arriba que se encuentra en ll Prado. Lo primero que se nos viene a la mente al contemplarla es un «¡Oiga señora, quítese ese granero de la cabeza!», pero nos fijamos mejor y entonces vemos debajo una mujer desnuda y una señal con un cisne dibujado, lo cual representaría a un prostíbulo. La tentación de la carne acechando al bueno de Antonio.
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El martirio de san Vital, autor desconocido

Lo que parece un santo en estado larvario es en realidad la ilustración que se hizo en un manuscrito francés del siglo XIV del tormento que sufrió Vital antes de morir para que renegase de sus creencias. Estuvo casado con otra santa, Valeria, que tuvieron dos hijos también santos, Gervasio y Protasio.
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San Lucas dibujando a la Virgen y al Niño, de Maerten van Heemkerck

El evangelista Lucas era médico pero suele ser descrito también como pintor, lo que ofrece a los artistas el combo de abordar una temática religiosa y además emplear ese recurso que les es tan querido de retratar a un pintor junto a la escena que pinta. Imposible resistirse. Lo hizo por ejemplo Zurbarán en San Lucas como pintor, ante Cristo en la Cruz que puede verse en el Prado y también Maerten van Heemkerck en San Lucas dibujando a la Virgen y al Niño, que pueden ver aquí al completo. Pero lo que nos interesa es específicamente la parte que mostramos sobre estas líneas. A ver, Maerten, ¿qué te hizo pensar que era una buena idea mostrar al niño Jesús como un adicto al gym y los esteroides? Es una fijación peculiar, pues en el Cristo varón de dolorestambién nos lo muestra como alguien que lo mismo te predica una parábola que te hace treinta dominadas.
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Virgen con el Niño de pie, abrazando a su madre, de Giovanni Bellini

Veamos, el niño Jesús intentando estrangular a su madre. Muy bien. La inquisición tiene mala fama pero es que hay gente que iba provocando. Fíjense además en esos ojillos crueles que le pinta, así como en el enorme cráneo, hidrocefálico o directamente alienígena. El responsable es Giovanni Bellini, un pintor veneciano que terminó esta obra en 1480.


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