Reclusos republicanos en el monasterio de San Miguel de los Reyes en Valencia
De la celebración del juicio, de los 20 años y un día de condena, del traslado a trabajos forzados al pantano de Benagéber y posteriormente a la cárcel de San Miguel en Valencia. De la libertad de Ricardo García, tras pasar encerrado seis años, dos meses y tres días.
Mi juicio se celebró por fin en noviembre de 1943. Comparecieron
los acusadores y se me conmutó la pena de muerte. Se firmaron 30 años en el
juicio y el 23 de noviembre vino la confirmación del capitán general de 20 años
y un día. Pocos días después soy llamado ante el médico para reconocimiento con
el fin de llevarme a trabajos forzados.
El día dos de diciembre me apartan para ir al trabajo. Había hecho
gestiones para poder ir a Benagéber (construcción del pantano), mejor que a
ninguna otra parte. El día 28 de dicho mes me llevan allí. Los dos meses
primeros en Benagéber me los tiré trabajando en el río en muy malas
condiciones: en el agua y la mitad de la jornada de noche, con un frío que
fastidiaba. A los dos meses, gracias a la intervención del amigo Henares con
don Manolo, me trasladaron a la fábrica de cemento y luego a los talleres, donde
pasé el resto del tiempo. Muy a gusto, por tener media libertad y ganar algunas
pesetas trabajando horas extraordinarias.
Durante el tiempo que estuve en el
trabajo, salió el decreto de revisión de las condenas para 30 años, luego los
denegados, y por fin para los de 20 años y un día. Me hice ilusiones, pero al
pedir informes de mí, se opusieron a que se me concediera la libertad condicional.
Muchos se marcharon de Benagéber, pero a mí me tocó continuar hasta el día 11
de octubre de 1944. Debido a la entrada de algunos maquis por la frontera de
Francia, empiezan a fugarse algunos compañeros y determinaron llevarnos de
nuevo a la cárcel de San Miguel. El día 11 entré en esa prisión, que me gusta
más que La Modelo por no tener que hacer la vida en la celda. Además, el
ambiente es muy diferente porque no había tanta población reclusa y el trato es
mejor. El personal lo componían personas mayores y en su mayoría políticos. San
Miguel, dichoso santo, mi libertador. Después de pasar por tantas prisiones y
todas tan malas.
El día 30 de mayo de 1945 estaba yo sentado para comer cuando me llamó mi amigo
Emilio Pérez para darme la noticia de que había doce telegramas y uno iba
dirigido a mí. Suponía que eran los edictos de libertad, porque hacía ocho
meses que no había salido nadie. Yo seguí dudando porque creía que nunca me iban a liberar. Pasé la tarde y la noche sin dormir y, al día siguiente,
al terminar la misa del día del Corpus, nombraron a los 64 (entre los que
estaba yo). Arreglé la salida y a las cuatro y media de la tarde del día 31 de
mayo me encontraba libre en la calle. Desde el día 28 de marzo de 1939 hasta el
31 de mayo a las cuatro y media de 1945, se cumplían seis años, dos meses y
tres días en la cárcel. A las mil y una noches le había sumado 1267 más en prisión.