miércoles, 11 de abril de 2012

Torrente maldito (XVII)


Penúltima entrega de Torrente Maldito. La historia llega a su final y será el último alumno al que le tocará concluirla. Es cierto que se han dado bandazos a un lado y a otro, pero ahí reside la gracia, a veces, de un relato común. Os dejo mi entrega y la de ISMAEL LASERNA.

La mía:

“Para empezar, abuela, quiero que sepas que esta es una historia verdadera y aunque no se la he contado a nadie, ni siquiera a Germaine (llamaba a su madre así habitualmente), no es la que tenía preparada para inaugurar mi participación en la mesa camilla de las historias sangrientas”. Germaine miró preocupada a su hija. Su obsesión por las historias de la abuela nunca le había gustado y le preocupaba que sus 16 años no supieran asimilarlas con la digestión de la madurez. “En estos últimos días he experimentado experiencias horribles, dignas de ser recogidas en tu memoria de horrores, abuela”. Germaine pensó que iba a contar su historia de desamor con Marcelo, de la que ella estaba bien enterada. “Anoche mismo, sufrí algo que seguro que no vais a creer. Cuando me acosté, parecía que había alguien en la habitación, alguien que respiraba con dificultad. Me asusté mucho, tanto que ni siquiera pude llamarte, Germaine. Noté su presencia acostado junto a mí, un estertor jadeante que oía tras mi nuca me paralizó casi completamente. Solo pude tantear con el brazo lo que había tras de mí. No tenía valor para darme la vuelta, ni siquiera creo que hubiera podido moverme, se me paralizó todo el cuerpo”. Germaine pensó que Clara estaba relatando una pesadilla. A menudo, cuando su hija era más pequeña, tenía que acudir a los gritos desesperados que la despertaban y la calmaba del asedio de los malos sueños. “Recorrí con la mano el lado vacío de mi cama. Las sábanas estaban frías. Alargué un poco más el brazo y palpé un bulto helado. Levanté rápidamente la mano y comencé a temblar como nunca lo había hecho. El sudor abría los poros de mi cuerpo a pesar del vaho gélido que despedía mi aliento”. CONTINUARÁ

La de ISMAEL:

Estaba desesperada, no sabía qué hacer. Ante sí se hallaba una puerta con dos enormes cerraduras, imposible tirarla a golpes. Empezó a pensar cómo poder rescatar a su amigo. En un momento de lucidez, pensó que sería imposible recuperar la llave, así que empezó a idear otra forma de rescate. Salió de la habitación en busca de algo que le ayudara a abrir la puerta. De pronto, su mente se iluminó en el fondo de la habitación, descubrió un hierro de grandes dimensiones que podía servir de palanca. Rápidamente la cogió y se dirigió corriendo hacia la puerta. Con el hierro en la mano y no sin grandes esfuerzos, empezó a forzar la puerta como pudo, hasta que la rompió y pudo acceder dentro de la habitación. Todo estaba oscuro, sombrío y con aire enrarecido, con olor a humedad. Dirigió la vista a todos los rincones de la habitación: al fondo, en la oscuridad, pudo distinguir una mesa, en la cual reposaba su amigo. Desesperada e inquieta fue corriendo hacia él, lo llamó, "¡Mikel, Mikel!" Él, exhausto, apenas pudo dirigirle la mirada, estaba pálido y con un color mucho más blanco de lo que en él era normal. Débil, exageradamente, tenía sed. Ella le miró y comprendió lo que sentía, pues ella había sentido muchas veces esa sed tan terrible, tenía que sacarlo de allí, y alimentarlo con la sangre de otras criaturas para que pudiera recuperar su fuerza. Ahora no podía volver a pensar en más cosas, era lo principal. Luego tenía que marcharse de Benidorm, demasiada gente sospechaba ya que ellos eran extraños. Debía irse a otro sitio, a cambiar de vida, de identidad y alimentarse de animales para así calmar su sed, sin levantar sospechas y llevar una vida normal dentro de lo posible. Debía hacerlo por sus hijas. Como pudo cargó con él. Apoyado sobre ella, le flaqueaban las fuerzas. Él apenas podía moverse y estaba tan débil que no podía hablar, recordó que en su nevera tenía reservas de sangre. Debían ir a su casa. Poco a poco sacó fuerzas para sacarlo de allí, cuando abandonaban la casa oyó voces que venían de la puerta de atrás, venían a por Mikel para encerrarlo en la cárcel como sospechoso de las muertes que habían ocurrido, o mucho peor, venían a matarlo. Como pudo, y a duras penas, lo metió en su coche. Rápidamente salieron de allí. Por el retrovisor del coche pudo ver a varios hombres, ella no se detuvo. Transcurrió media hora de viaje, llegó a su casa, dejó a Mikel en el coche y subió rápidamente a por una de las bolsas de sangre. Suministró la sangre a Mikel. A la media hora, él recuperó su voz y el tono de sus mejillas. Ella le contó sus planes, los estaban buscando y querían matarlos o meterlos en la cárcel, donde les esperaba una muerte segura. Él estuvo de acuerdo, esperarían la noche para que recuperara sus fuerzas, se esconderían y en cuanto pudieran se acercarían al aeropuerto más cercano donde tomarían un avión hacia una ciudad más segura... CONTINUARÁ.

martes, 10 de abril de 2012

A veces los poemas no son poemas



A veces salen malos poemas
(casi siempre),
y el sentido de lo que dices,
se convierte en el mentido de lo que rices.

No es preocupante,
todos somos humanos,
y pocos son los elegidos.
Lo que debería martirizarnos
es el porqué de nuestras palabras torcidas,
para qué emplear renglones
en decir lo que no queremos decir,
en dejar sentado lo que no pensamos,
en plasmar para siempre sandeces
que no expresan nuestro pensamiento,
ni pensamiento alguno,
porque pocos son capaces de pensar por sí mismos.

A veces los poemas no son poemas,
(casi siempre)
y este no es una excepción.

viernes, 6 de abril de 2012

Retruena el aldabón


¡Toc, toc!,
retruena el aldabón
bajo las andas del paso,
un mugido de sudor
aprieta los hombros bravos.
No pienses en el valor
de los símbolos de barro,
no dudes de tu dolor,
déjate llevar en brazos.

¡Toc, toc, toc!,
retruena el aldabón.
Sigue el fluir de la lava,
no te yergas, ni te enfríes,
no rechistes, solo muge,
desde el oscuro costal.
Goza de tu sufrimiento,
no luches, no digas nada.

¡Toc,toc,toc,toc!,
retruena el aldabón,
las sombras arrastran tus pies
sobre el alquitrán quemado,
muge, muge y muge,
observa tus zapatillas
y no des un mal paso,
tensa el hombro sobre el palo
y olvídate de tu cabeza.
El silencio se hace duro,
contén la tentación
de alejar el buey que llevas
en la cofradía de tus venas.

¡Toc,toc,toc,toc,toc!,
retruena el aldabón,
no quieras ser como nadie,
sigue el rastro de sus pasos,
sigue el mugido de sus sudores,
sigue partiéndote la espalda
junto con todas las espaldas.
No preguntes, no renuncies,
no estudies, no indagues,
no saquees el costal de los dolores,
no derribes los iconos de madera,
no ames, solo llora y sufre,
y muge y muge y muge.

"¡Ay, es lo más grande del mundo!,
¡ay, que me eriza los cabellos!,
¡no hay otra como ella!,
¡todo se lo merece!,
¡líbranos de los pecados!,
¡y yo quiero también un Iphone!,
sálvanos del mal, amén".

¡Toc,toc,toc,toc,toc,toc!
retruena el aldabón
en el aire de las Españas.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Poesía ya no eres tú..., ni ninguna otra


Y la llaman poesía,
y la llamo poesía,
mancillando su nombre,
arrastrándola por el cieno del ripio
y del pensamiento banal,
ensuciándola con aluvión de tópicos cansados.
Y la llaman poesía,
y la llamo poesía
a esas palabras sin tuétano ni esencia
que se labran en los más baldíos eriales
de la vulgaridad.
Y la llaman poesía,
y la llamo poesía,
a cuatro palabras enlazadas
con la cuerda de la pasión
más desapasionada.
Y la llaman poesía,
y la llamo poesía,
por utilizar dos recursos retóricos
que le dan tono al verso
y campanillas a los acentos.
Y les llamo deslenguados, soplapoyas y embaucadores,
y me llamo deslenguado, soplapoyas y embaucador,
por faltar a la verdad,
y por usar el nombre de la poesía en vano.

jueves, 15 de marzo de 2012

TORRENTE MALDITO XVI

El cuento llega a su final, solo quedan tres entregas. Aquí os dejo la de ELENA ROMERO y la mía. En cuanto terminemos, intentaré hacer una copia para cada uno. Ahí van:

La mía:

En el aeropuerto de Bristol, un viento húmedo y violento contraía los gestos de los que trabajaban a pie de pista. Lena recibió a Germaine y a Carla con la frialdad acostumbrada. El porte adusto de la vieja sobrecogía a su nieta como si fuera un ama de llaves recién salida de una película en blanco y negro. Sentía hacia ella un cariño extraño, como si ya estuviera muerta y su figura fuera la de una imagen vista en la pantalla de cine. Su frialdad no les extrañó en absoluto. Ella solía emitir una humanidad mínima a la que madre e hija estaban acostumbradas. Apresó la maleta de Carla, con sus manos de estibador y la miró desde la distancia inmensa de sus 1,90 metros de altura para espetarle un “estás muy delgada”. Subieron al Rover desvencijado de la abuela, en el que su envergadura se erguía con dificultad. Atravesaron el puente de Clifton y cruzaron diez frases breves con las que resumieron los dos meses sin verse. Posiblemente fuera ese seco comportamiento el que servía a Lena para realzar su comportamiento íntimo con su nieta cuando se acercaba la noche. Después de cenar, se apostaban tras las faldas de una mesa camilla tan antigua como su dueña y esperaban a que la abuela les contara una de aquellas historias sangrientas que relataba con el sello del suceso real. Lena mordía las palabras con delectación y las envolvía en terciopelo hasta dotarlas de un ronroneo grave que encantaba los oídos de su incondicional auditorio. Se sacó de la memoria la historia del sacamantecas de Portishead. Aquel relato le sonaba a Carla de su lejana infancia y le gustaba escuchar de nuevo las peripecias terroríficas de un asesino sin escrúpulos que se dedicaba a abrir el vientre de sus jóvenes víctimas para elaborar con las vísceras platos de alta cocina. Más de una vez, Germaine recriminó a su madre para que no contara aquellas cosas ante su hija, pero le respondía con una mirada de desconsideración que no admitía réplica. Cuando hubo terminado, Carla quiso, por primera vez, contar su propia historia.

La de ELENA ROMERO:

Dejaría a los niños con una prima suya que vivía cerca de su casa, ya la había llamado y ésta estaba de acuerdo en quedarse con los niños durante algunos días, así que llevó a los niños con su prima y después volvió a Benidorm para salvar a Mikel. Pero, ¿dónde buscarlo?. Fue a la casa donde Mikel vivía y allí no había nadie, empezó a buscar por toda la casa algo que le dijera a dónde se lo podrían haber llevado, entró al salón, todo estaba destrozado, mesas y sillas rotas, cojines y cuadros en el suelo, pero algo le llamó la atención, era una tarjeta con un número y una dirección, probablemente allí se habrían llevado a Mikel para interrogarle y retenerlo hasta encontrar las suficientes pruebas de que él había cometido esos asesinatos y así poder llevarlo a la cárcel… Fue hasta allí, se trataba de una gran casa de varias plantas, blanca y con grandes ventanas, una de ellas estaba abierta y a través de ella Carla accedió al interior de una de las habitaciones, empezó a buscar a Mikel, pero no lo encontraba, buscó por toda la casa y finalmente encontró una puerta en la que había varias cerraduras, pensó que seguramente Mikel estaría allí, pero ¿cómo abriría aquella puerta?

domingo, 11 de marzo de 2012

Instrucciones para componer un poema clásico


Ayer no conseguí ajustar la medida de los versos,
ni atrapar la rima, ni ensartar las sílabas precisas.
Si, como Goethe, hubiera podido tamborilear con las yemas de los dedos
sobre la espalda de una mujer desnuda,
seguro que se hubieran acoplado todos los ritmos,
se habrían dibujado precisos los dáctilos y los troqueos,
sin esfuerzo.
Pero ayer no, no podía...

Sobre el poema he vuelto
y hoy sí, la justa medida
se aparta del verso suelto.
Por favor, que nadie pida
la razón de mis enredos,
ni dónde he puesto los dedos.

sábado, 3 de marzo de 2012

Calamidades de un escritor sin lectores o el tocador de una puta de lujo (I)

Cuando uno se embarca en la edición de una nueva novela, después de firmar el contrato con la editorial, comienza el proceso de revisión del texto. Todo esta puesta en escena (que ya hice con Criaturas del Piripao), me lleva a contemplarme como una puta primeriza que se prepara para su primer día en la calle o en el puticlub o en el hotel de lujo correspondiente. Como ella, yo también elegiré la falda más corta y me pintaré los labios y los ojos con exageración; elevaré mis pechos con el sujetador más pequeño y los dejaré salir por encima de un escote escandaloso; me incendiaré el cabello con los tintes más llamativos; me colocaré las medias de rejilla con el dibujo más extravagante; me colocaré unas ligas bajas que inciten a la lujuria; me depilaré el pubis con esmero, para evitar suciedades innecesarias y perfumaré mis bajos para que sean apetecibles. Como escritor de pequeña editorial, me gusta sentirme puta de lujo (es un consuelo). Los pocos clientes los elige la calidad literaria de mi prosa y no hay más porque no esta hecha la miel para la boca del asno (qué buen argumento para el escritor maldito).
Mi segunda novela ya tiene título, Bilis, dentro de dos meses (más o menos) se lanzará a la calle. Se venderá a pocos clientes (pero elegidos) y volverá deprimida a la sórdida habitación de la que salió para reparar los desmanes de sus pervertidos lectores.

domingo, 19 de febrero de 2012

Torrente maldito (XV)


Continuamos con el relato, ahora nos encontramos nada menos que en Benidorm, según la trama de los alumnos. La mía sigue con traiciones amorosas, después de la casualidad paranormal de la única fecha que ha aparecido en el relato hasta ahora. Os dejo el fragmento propuesto por PAOLA CASTILLO y el mío.

El mío:

La mañana del 29 Raquel y Marcelo se dirigían hasta la casa de Carla para despedirse de ella. La muchacha había pasado dos horas ante el espejo para moldear su media melena castaña que enmarcaba un rostro redondo y gracioso aún marcado con las espinillas de la adolescencia. El denso maquillaje que utilizaba su madre empastaba ahora los volcánicos restos de su maldita pubertad. Se presentó ante Marcelo radiante y dispuesta a cualquier cosa. La experiencia del chico en el trato con el sexo opuesto le indicó que pocos esfuerzos debería realizar para conquistar a la presa que tan dócil se le presentaba.

Raquel coqueteaba con descaro, mientras Marcelo la observaba con la tranquilidad del depredador que sabe suya la presa. Se regodeaba ante la seguridad de la entrega incondicional de que hacía gala Raquel, enfundada en un brillante plumífero blanco que resaltaba la mirada descarada de sus ojos oscuros.
-Me gustaría tener amigas tan leales como las de Carla. Siempre he pensado que ella no os merece. Sobre todo a ti, Raquel, tan atenta con ella y tan preocupada por su situación sentimental. Me demuestras una madurez que no he visto en chicas de tu edad –lanzó el anzuelo de la adulación Marcelo para terminar de enganchar a la ya encantada muchacha.

-Más de lo que tú sabes, Marcelo. Te voy a confesar, ahora que ya no vas con Carla, que siempre he estado por ti, pero no te lo he dicho por respeto a ella –se lanzó Raquel sin ningún preámbulo y casi con desesperación sobre aquel chico perseguido por la mitad de las muchachas del instituto.

-Me vas a poner rojo, Raquel –mintió Marcelo-. Yo creía que no ibais a mirarme a la cara después de dejar a Carla y me jodía, más que nada porque a mí siempre me habías gustado más que tu amiga, pero creía que eras inaccesible, que no me harías ni caso si te hablaba. En realidad, cuando me acerqué a vosotras fue porque tú me atraías, pero no me atrevía a decirte nada. Cuando Carla me abordó en la discoteca no supe decirle que no por miedo a su reacción, pero en realidad la que me interesabas eras tú, Raquel –le lanzaba con suavidad las últimas palabras a la vez que, dulcemente, aproximó su mano desnuda al guante de la chica hasta entrelazar sus dedos y confirmar su entrega con una mirada melosa que les detuvo en mitad de la acera. Ella enarcó sus brazos alrededor de su cuello y lo aprisionó con torpeza nerviosa. Él calmó su sed con un beso tan hondo como falso...CONTINUARÁ

-El de PAOLA:

Carla y sus hijos llevaban ya un par de años viviendo en la casa del padre de los gemelos. Los niños le querían mucho y Carla estaba tranquila. Parecía que durante estos dos años la felicidad había llegado por fin a la vida de Carla y había conseguido olvidar aquel terrible capítulo de su vida en el que esta dio un giro por completo. En cambio, algunos días le era imposible dominar su instinto asesino y se dejaba llevar, lo que hacía que Carla no pudiera dejar de matar gente inocente para beber su sangre.

Los vecinos de Benidorm empezaron a inquietarse por la cantidad de asesinatos que ocurrían desde que Carla y sus hijos se mudaron a la ciudad, así que reunieron un grupo de personas que se dedicara a averiguar lo que ocurría. Después de varios meses de investigación llegaron a la conclusión de que en aquel lugar vivían vampiros.

Carla, ajena a lo que estaba ocurriendo, caminaba hacia la guardería para recoger a sus hijos. En la entrada había muchas madres reunidas, esperando a que sus hijos salieran. Carla se unió a la conversación, pues parecía interesante: Las mujeres hablaban sobre el grupo de investigación que hace poco se había creado en el barrio, la noche anterior habían entrado en una casa en busca de aquellas criaturas y salieron con un hombre; aunque le sujetaban entre todos él era capaz de tirarlos al suelo con un empujón y dos veces estuvo a punto de escaparse. Aquél hombre tenía la piel pálida como la nieve, y según la gente que les vio, llevaba la boca llena de sangre.

Al escuchar esto, Carla empezó a tambalearse y sus piernas comenzaron a temblar. Dio varios pasos hacia atrás y se sentó en uno de los bancos que había en la acera. El miedo se había apoderado de ella. Por la descripción que le habían dado las mujeres y el lugar en el que había ocurrido, supo con certeza que el hombre a el que se habían llevado era Mikel y, por lo tanto, no tardarían en ir a por ella...CONTINUARÁ

martes, 14 de febrero de 2012

Las cifras conocen el misterio del calamar


El déficit se abrió las venas
en la bañera de porcelana
y enterró las madejas de números
en el vientre muerto de un pulpo.
El superávit salió de casa
con la camisa de nardos
y tras volver la esquina
removió las nieblas de los escorpiones.
El paro se quedó preñado
y lamió las hebras de la placenta
con lengua de trapo.
La crisis devolvió un huevo
de anacardo para desahogar
su vientre de nísperos.
El banquero se pulió las uñas
de mármol con un buque negro
repleto de leones de mar.
El nikéi se enfundó la espada
de volantes y labró dos surcos
de mostaza.
En la bolsa ya nadie trina,
todos detienen sus menopausias
en el bidón hirviente de las amebas.
El miedo ha vuelto, envuelto en papel de aluminio,
y cantan las divisas un salmo de buena nueva.

Si tienes corazón, envuélveme los nudillos


No seduzcas a tu madre,
no seduzcas a los grillos,
no vayas con niñas feas,
no te juntes con lebreles,
apunta bien alto tu paraguas
y en la cantonera del buitre
ensartarás la más peleona de las nubes.
No seduzcas a tu madre,
no vueles en silla de palo,
no te revuelques en la gelatina
de los besos de marquetería.
Si me encierras en tu sexo
no volveré a leer la Biblia
en todos los días de mi vida.
No seduzcas a tu madre,
no vibres con la mantequilla.
Si quieres un consejo,
levántate las faldas
y muestra los dientes muertos
a los miembros de las iglesias,
a los senadores desnudos,
a las matronas de vidrio,
a los escarabajos sin pulseras.

miércoles, 8 de febrero de 2012

La soledad y el cirujano


Cuando la soledad me abraza
y me mece en su indolencia,
paro a contemplarme
y la mirada huye
hasta situarse frente a mí.
Mi mirada es de otro, de un
cirujano cínico que,
con agudo bisturí,
analiza mis pasiones
y mis odios,
lava mis tripas bajo el grifo
de la burla,
rasga la piel hasta desangrarme
en insignificancia.
Me hiela su mirada...
Cuando el pitido del electro
ya no fluctúa,
me lanzo contra el médico desalmado,
lo engullo,
y salgo a la calle
en busca de refugio.

viernes, 3 de febrero de 2012

Torrente maldito (XIV)


Un nuevo fragmento de Torrente maldito. Ya nos acercamos al final. En este caso es SORAYA ARAQUE la autora. El cuento no para de dar giros a un lado y a otro, igual estamos inventando un nuevo género. También os dejo mi continuación.

Mi fragmento:

Capítulo II: “Bristol”


La noche del 29 de diciembre, Carla se encontraba en su habitación rellenando la maleta con la última entrega de Colmillos de terciopelo. Las manos le temblaban todavía recordando los últimos sucesos. No había descansado en condiciones desde hacía dos días. Dejó la maleta a medio hacer, y se recostó sobre la cama. Apagó la luz y buscó con desesperación la inconsciencia del sueño. Apenas había relajado su cabeza sobre la almohada cuando la sobresaltó un resuello débil que no sabía de dónde procedía. El silencio lo llenaba todo salvo una leve respiración que sonaba muy cercana. La ventana estaba sellada y las persianas echadas. Su madre hacía ya un buen rato que se había acostado tras recordarle que descansara, pues al día siguiente emprenderían viaje a Inglaterra donde las esperaba la abuela. En un principio, creyó que el sonido era producto de su imaginación. Cerró con más fuerza los párpados y se cubrió con la almohada. El resuello sordo se convirtió en un jadeo ahogado de moribundo. Comenzó a sudar nerviosamente. Escuchó con claridad el estertor apagado. Pese al pánico que comenzaba a inundarla de nuevo, intentó localizar la procedencia de aquella respiración de viejo cansado. Retiró la almohada, buscó el interruptor de la lámpara de su mesita de noche, pero el bailoteo de la mano la hizo caer. La bombilla estalló y el corazón de Carla comenzó a bombear furiosamente en el abrigo del pijama. El rugoso jadeo se hacía ahora más evidente. Llegaba desde debajo de la cama y había abismado a la muchacha en una congoja angustiosa. Se arrebujó bajo las mantas y notó cómo un hálito gélido le helaba la nuca. El resuello era ahora mucho más próximo y se podía distinguir el difícil paso del aire por cavernas de espinas. Carla intentó gritar para llamar a su madre, pero no pudo, el aliento de moribundo que parecía haberse colado ya en su cama la tenía maniatada. Se atrevió a lanzar su brazo hacia atrás…

Y el de SORAYA ARAQUE:

Ella se creía que todo era un sueño, pero no era así. Carla le dijo que eso ya no le importaba, ya que era agua pasada. Mikel, loco de contento, la abrazó y le dijo que se le había ocurrido la idea de alquilar un pequeño apartamento en Benidorm donde ellos podían vivir tranquilamente sin molestar a nadie. Carla aceptó y en unos pocos días se marcharon. Al cabo de un mes, Carla se quedó embarazada de mellizos y Mikel estaba loco de contento. Al pasar los nueves meses, nacieron dos niños preciosos, pero había una cosa que a Mikel no le cuadraba y era que los niños tenían la piel negra, entonces él pidió hacerse las pruebas de genética para asegurarse. Al cabo de una semana las pruebas dieron que no eran hijos de él. Carla no se imaginaba que Mikel había hecho eso. Entonces ellos hablaron con la verdad y Carla le confesó que fue con un viejo amigo que ella se encontró por la playa mientras que Mikel estaba limpiando el apartamento. Él se enfureció y la sacó a la calle junto con los niños. Ella no sabía dónde ir, entonces decidió llamar al padre de los niños y contarle toda la verdad para que los acogiera y así fue. Los niños fueron creciendo y se dieron cuenta de que su madre tenía algo raro que las demás madres no tenían. Unos amigos le dijeron que lo más probable es que su madre fuera... CONTINUARÁ.

miércoles, 1 de febrero de 2012

El amante de la muerte


Me destrozó sin ojos su mirada
con el poder de las cuencas vacías.
Me derramé en sus cariadas encías
con la lengua en sus despojos varada.

Lamí con pasión sus caderas frías,
bebí sin piedad su alma desalmada,
gocé con violencia desatada
desde mi sexo hasta sus letanías.

Aún no existes, amor, y ya te hallo
en el ritmo del dáctilo sonoro,
en el estruendo aéreo del rayo,

en el tacto húmedo de tu lloro,
en el aroma irreal del desmayo.
Aún no existes, amor, y ya te añoro.

domingo, 29 de enero de 2012

Torrente maldito (XIII)


Por fin, después de las fiestas, Eva Poveda me ha enviado la nueva entrega del relato. Aquí os lo dejo, junto a mi fragmento. Ya quedan pocos. El próximo día habrá sorteo para ver quién es el próximo en colgar el relato. Sabéis que el último tiene que dar colofón al mismo y que lo intentaré editar de manera casera para que lo podamos tener todos. Un saludo.

Mi parte:

-¿Y las chicas de segundo no tuvieron nada que ver en lo vuestro? –apuntó Julia, todavía no del todo absorbida por el aura del macizo.

-Julia, tú sabes que yo tengo muchas amigas –colocó su mano conciliadora sobre el antebrazo de la chica, que tembló ante el nuevo contacto-, pero nunca le he sido infiel a Carla. Cuando me comprometo, lo hago con todas las de la ley. Te aseguro que rompí por su bien. Ella me había convertido en el co-protagonista de sus fantasías aberrantes y creo que si me aparto y vosotras la ayudáis es posible que no pase a mayores.

-Será difícil que la podamos ayudar en algo. No se deja, y, además, mañana se va a Bristol para ver a su abuela, que está más loca que ella –sentenció Denia, aburrida ya de oír hablar de Carla y de que nadie reparara en el nuevo corte recto de su flequillo moderno.

Raquel advirtió el coqueteo de Denia y se levantó con la excusa de ir hasta la barra para pedir algo. Se inclinó sobre Marcelo asiéndolo del hombro:
-No le des más vueltas –le susurró al oído-, dime qué quieres, y olvídate de Carla. Nosotras trataremos de que entre en razón, pero esta tarde podrías venir conmigo a verla y así te disculpas, quedas bien conmigo al lado y la tranquilizamos. Nos despediremos de ella y le pediremos la llave del Edificio Central que yo te dejé.

Denia intentó escuchar lo que Raquel estaba murmurando, pero Julia se dirigió a ella para confirmar las palabras del chico sobre la obsesión de Carla. Cuando volvió su vista hacia ellos, su hasta entonces amiga le ofrecía un botellín, a la vez que inclinaba su busto descaradamente sobre la espalda de Marcelo. CONTINUARÁ.

El texto de EVA POVEDA:

Carla estaba muy a gusto con él. Pasaron unos días juntos recorriendo el mundo, el vampiro al tener una larga vida conoció muchos lugares y los quiso compartir con Carla. La llevo a París, la India, México, un sin fin de lugares, conociéndose, pasándolo bien, e intentando olvidar todo lo ocurrido con la madre de Carla y sus amigos. Carla y el vampiro cambiaron de táctica ahora solo mataban a violadores, asesinos, ladrones, etc. Eso no cambiaba que estaban matando pero hacía que Carla se sintiera mejor. Un día Carla le preguntó al vampiro porque la trataba tan bien y cuidaba de ella. El vampiro se puso algo nervioso Carla notó cómo le temblaban las manos, después de un rato en silencio el vampiro miró a Carla a los ojos, esta vez sus ojos no eran de rabia e ira, todo lo contrario daban la impresión de dolor y nostalgia. El vampiro se decidió a hablar:

-Mikel: Carla, cuando te cuente esto, todo cambiará, no sé lo que pensarás de mí. Me llamo Mikel nací en Alemania en 1802.

-Carla: no lo puedo creer, tienes…

-Mikel: si tengo 210 años, yo vivía feliz en Berlín mis padres murieron y heredé todo un imperio con solo 22 años. Tenía una vida perfecta, grandes amigos, era rico, y lo más preciado, mi prometida, Mariana. Estábamos muy enamorados y un día le pedí que se casara conmigo, ella aceptó. La noche de antes de la boda mis amigos decidieron hacerme una fiesta para despedir mi soltería. Esa noche estaba en el bar con unos amigos y salí a que me diera el aire y a reflexionar sobre el día que me esperaba, a la calle, a un callejón que había justo detrás del bar. De repente escuché un paso detrás de mí, todo fue muy rápido…, solo recuerdo que me desperté con los rayos del sol agonizando, aturdido, sin saber lo que había ocurrido y de repente me acordé de que era mi boda con Mariana. Fui a mi casa, mi familia me hizo muchas preguntas, yo no me acordaba de nada. Todos, incluso yo, pensamos que fue una simple borrachera, me vestí y fui a la iglesia. Cuando llegué solo pude contemplar su belleza e inspirar su olor, era delicioso una mezcla entre frutas y lavanda y sentí un deseo irrefrenable de saciar mi sed que hizo que delante de todo el mundo fuera ante ella y acabara con su vida.

Después de contar esto, Mikel se sentó mientras que le caían pequeñas lágrimas sobre sus mejillas, sonrojadas de la vergüenza al contar que había acabado con su amada, y siguió hablando:

-Mikel: Soy un monstro…

-Carla: No lo eres, te guiaste por un impulso igual que yo con mi madre. Pero, ¿qué tiene que ver esto conmigo?

-Mikel: Un día venía de alimentarme y decidí parar a descansar al viejo edificio abandonado. Cuando estaba descansando la vi, era Mariana, su olor era algo cambiado, pero igual o más apetecible, la até a la silla y allí la observé hasta convertirla en vampiro, después llegaron sus amigos…

-Carla: ¡Para, para, estás hablando de mí, del día en que nos conocimos, no de Mariana! Mikel se te ha ido la cabeza.

Mikel: Carla, tú eres Mariana, eres tú, tienes su rostro, su olor, sus ojos…, ¡has vuelto amor mío, has vuelto! Por eso te mordí, para que pasáramos juntos toda una eternidad… CONTINUARÁ

domingo, 22 de enero de 2012

Ni siquiera los pies me dan consuelo


Al observar con detenimiento el horizonte,
una niebla densa penetra en la piel
y llena la mirada de escalofríos.
Todo es informe y acuoso,
nada se puede palpar con las yemas de los dedos,
todo se deshace en la lontananza
y el cristalino se empaña con escarcha
de gelatina.
Mejor bajo la vista y sujeto al abismo en mis pies.
Ni siquiera esto me consuela:
dos uñas se me están pudriendo.